Más allá de su apostolado, el padre Buenaventura Suárez pasó a
la historia por ser el primer astrónomo del hemisferio sur que efectuó
observaciones y mediciones de la bóveda celeste, estudios que trascendieron los
límites de la cuenca del Plata y despertaron el interés de los
científicos de Europa.
Si
bien el primer observatorio de América del Sur fue montado por el alemán Georg
Marcgrave sobre el tejado de la casa del gobernador de Recife, Mauricio
de Nassau, el 28 de septiembre de 1639 y que al año siguiente utilizó desde
allí el primer telescopio traído al continente, el padre Suárez construyó el
suyo con elementos de los alrededores empleando cañas, madera, metales y
cristales de roca, fáciles de encontrar en los yacimientos cercanos.
Con esos componentes y la ayuda de asistentes guaraníes, el
padre Buenaventura montó en plena selva su propio observatorio después de
tallar y pulir las piedras de cuarzo que extrajo de las canteras de basalto a
orillas del Paraná y de incorporarle un sofisticado reloj de
péndulo con su correspondiente índice de minutos y segundos y un cuadrante
astronómico para ajustar el mismo a la rotación del Sol. Su primer
telescopio, instalado en el campanario de la iglesia de San Cosme,
consistía en un tubo metálico sobre armazón de madera sostenido y desplazado
por arneses y poleas, dotado de dos lentes convexos, con el que efectuó las
primeras observaciones, en especial eclipses de Sol y de Luna.
Reloj de Sol en San Cosme y Damián |
Estudios
de magnitud
Por
la misma época en la que nacía Benjamín Franklin, el padre Suárez
escudriñaba el firmamento nocturno apuntando todo lo que veía en su cuaderno de
notas, siguiendo las trayectorias del Sol, la Luna y los planetas. Poco después
elaboró telescopios mayores, provistos de lentes de 13, 14, 16 y hasta 18, 20 y
23 pulgadas con los que analizó a fondo el comportamiento de los satélites de Júpiter que
observó durante trece años, estudios que envió a Europa en momentos en que los
sabios de ese continente intentaban determinar sus períodos e itinerarios. Las
observaciones del padre Suárez llamaron la atención y despertaron interés.
También estudió el globo de Marte, la trayectoria de Venus, la superficie
de la Luna y los anillos de Saturno descubiertos por el
holandés Huygens en 1655, tomando meticulosa inscripción de todo lo que veía.
Esfera Armilar en San Cosme y Damian, solo hay 4 en el Planeta Tierra, |
Fruto de esas observaciones fueron sus calendarios, sus mapas
celestes y su célebre Lunario Centenar de más de 200 páginas, escrito a partir
de 1720, cuyas cinco ediciones datan de 1740 (Reducción de La Candelaria), 1743
(Lisboa), 1748 (Lisboa), 1752 (Barcelona) y 1762 (Quito). Ese estudio
determinaba la fecha exacta de los eclipses avizorados por un observador desde
tierra misionera entre 1740 y 1840, detallando los movimientos del astro rey y
nuestro satélite natural con asombrosa precisión, lo mismo sus conjunciones,
oposiciones y cuartos. También publicó Curso de los planetas, Tablas
astronómicas y Anuario.
Científico
y matemático
Además
de astrónomo, Buenaventura Suárez fue científico, geógrafo y matemático.
Sus cálculos y mediciones le permitieron elaborar tablas con la posición exacta
de las treinta misiones jesuíticas del Paraguay y trazar el primer mapa de la
zona. También fabricar globos terráqueos y celestes, construir un reloj solar e
instrumentos de medición, efectuar acertados pronósticos meteorológicos,
elaborar un calendario y confeccionar un herbario, clasificando las diversas
especies de la región. También fue ducho en el arte de fundir y manufacturar
metales y en el de fabricar campanas. En 1745 llegaron a sus manos instrumentos
astronómicos de fabricación europea con los que, debido a su alta calidad,
hizo observaciones de mayor envergadura.
Monumento Homenaje a Buenaventura Suárez en San Cosme y Damian |
Trabajó en las misiones durante treinta y tres años hasta su
muerte, acaecida en territorio de la Banda Oriental en una fecha incierta de
1750, cuando contaba 69 años de edad.
Fuente:
Wikipedia, la enciclopedia libre.
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