martes, 23 de febrero de 2016

La leyenda del hilo rojo


Había llegado el día en que la niña se había hecho mujer, pues la sangre de sus venas había comenzado a bañar su útero.

La madre la bendice pintando su rostro en símbolo de celebración, le obsequia joyas y flores y le da en sus manos una pequeña madeja de hilo rojo. Ésta había sido hilada y teñida por ella misma con su sangre menstrual después de recuperar sus ciclos luego de dar a luz a la niña.

Ese especial día, la madre le pidió a su hija prometer desenrollar esta madeja hasta el fin de los tiempos, donde generación a generación cada madre le enseñaría a cada hija este legado, transmitiendo así el valor y la responsabilidad con todo el linaje anterior y posterior: “Todo lo que vivas se registrará en el hilo rojo y por lo tanto será compartido con todo el árbol, todo lo que sufras lo sufrirá el árbol, todo lo que sanes lo sanará el árbol”.

Así la niña, tomó con fuerza la madeja entre sus manos, la puso cerca de su corazón y miró a su madre con ojos de amor y gratitud infinita, pues había comprendido que más allá de la vida o la muerte, el hilo rojo siempre la mantendría unida a todos los integrantes de su árbol, especialmente a los úteros de su madre, su abuela y su hija.

En el momento en que la niña aceptó con amor esta madeja, la mujer sintió que una parte muy importante de su labor como madre estaba completa. Sintió un gran regocijo en su corazón, en ello respiró y agradeció al gran espíritu.



Hay una telaraña, que une a todas las mujeres del mundo, de ella nacen millones de hilos rojos que unen linealmente a cada mujer con su anterior y posterior linaje.

Este hilo pasa por los úteros de las mujeres y se tiñe del rojo rubí de la sangre menstrual que remoja sus úteros por dentro, así también salen hilos dorados que mantienen a los hombres arraigados a la red a través de los úteros de las mujeres.

Si juntamos todos los hilos rojos del mundo nos veríamos como una gran telaraña roja que es la humanidad.

Este hilo lleva y trae información, está tejido a través de las finas fibras de ADN, jamás se corta, sólo se anuda a causa del dolor y  los conflictos, y en ello es necesario ir desatando nudos para ir sanando.

Cuando una integrante reniega a sus ancestras, o se siente excluida de su hilo rojo, se forma un nudo por lo que el cordón deja de nutrirla, y ésta puede enfermar o deprimir sintiéndose incompleta.

Cuando una mujer honra su hilo rojo, recibe y envía todas las bendiciones del árbol, por lo que estas fluyen de aquí para allá.

Sostener el hilo rojo con fuerza, es como decirse a sí misma: “Este es mi linaje y de aquí vengo yo, recibo todo de mi árbol, lo bueno y lo difícil, y lo acepto con amor”.

A medida que cada integrante del árbol va sanando (hombres y mujeres), el hilo rojo evoluciona en su color y va adquiriendo un brillo resplandeciente que se irradia sobre el resto de la red.

¿Ahora comprendes por qué somos uno?
Si sanas tú, sana tu árbol, si sana tu árbol se eleva la consciencia de la humanidad, por lo que es de suma importancia recuperar la consciencia del hilo rojo que nos une a todos y todas.

Es muy importante que de madre a hija se recupere la tradición ritual que celebra a la niña cuando se hace mujer. Así cada niña podrá recibir una tradición que se va manteniendo viva de útero a útero, y tendrá consciencia de que su menstruación simboliza la unión a linaje matrilineal y así también es la posibilidad de traer a la tierra una nueva vida.


Esta tradición consiste en conmemorar el instante en que la niña se hace parte de éste hilo rojo, y ese momento es cuando llega su menstruación. Celebrar la menstruación es celebrar la unión matrilineal.

Cuando veas en tus bombachas la primera mancha de sangre es que ha llegado el momento de que recibas la madeja de hilo rojo, la cuides como un preciado tesoro y la conserves para que  luego de algunos años la entregues a tus hijas. 
La madeja de hilo rojo es una metáfora que simboliza la unión sanguínea que existe en nuestro linaje matrilineal, mantener viva esta unión es celebrar los ciclos de la vida, hablar, reunirnos y transmitir información valiosa sobre el ser mujer de madre a hija, abuela a nieta, tía a sobrina.

Esta historia, fue inspirada en mi viaje a Bolivia y en los días en que estaba ya a punto de menstruar. Mientras miraba el desierto, vinieron a mi cabeza una serie de imágenes: tribus, danzas, celebraciones y ritos madre-hija. Fue muy hermoso sentir que el rito de menarquía descrito en el cuento lo había vivido yo misma con mi  madre hace cientos y cientos de años atrás en algunas de las vidas que tuve junto a ella.

Comparto hoy estas palabras porque siento que pueden inspirar a muchas mujeres en este viaje de sanación que nunca acaba. Mi deseo siempre es que con la recuperación de las historias despierte una consciencia dormida de la vida como un instante sagrado.

De esta historia también nacieron las “Danzas del hilo rojo”, danzas tribales que recién estoy comenzando a compartir con las mujeres que asisten a los encuentros.  Estas danzas buscan despertar la consciencia de hermandad y sororidad conduciéndonos a aquella alma tribal y comunitaria que desde el inicio  pertenecimos todas.

Si tomas con fuerza y valentía el hilo rojo éste te bendecirá con todo su amor.

Espero en algún tiempo el hilo rojo nos haga danzar juntas.
Te abrazo con amor.

Por Ximena Noemí Ávila Hernández.

Este cuento nació de lo más profundo de mis memorias uterinas,  por lo que si vas a tomarlo y copiarlo en tu blog te pido firmes la página desde donde lo obtuviste. Muchas gracias.



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