El capítulo anterior trata
de la encarnación; en éste se transcriben los himnos sagrados referentes a la
concepción y muerte – dos joyas de la poesía autóctona – acompañados de las
notas lexicológicas, y otros himnos y mensajes, indispensables para la cabal
comprensión de su contenido.
El himno de la concepción me fue dictado por el Mayor Francisco, de Tava’i; la endecha de los muertos la escuché en Potrero Grande con motivo de la muerte de un miembro de la tribu allá radicada. Me ayudó a consignarlo al papel el Cacique Pablo Vera, de Yro’ysã, Potrero Blanco.
El himno de la concepción me fue dictado por el Mayor Francisco, de Tava’i; la endecha de los muertos la escuché en Potrero Grande con motivo de la muerte de un miembro de la tribu allá radicada. Me ayudó a consignarlo al papel el Cacique Pablo Vera, de Yro’ysã, Potrero Blanco.
(1)
Yvyra’i kãnga ñemboapyka i va’e:
Ndee, chy ramo reî va’e,
ndee, tuúramo re’ã va’e:
ko va’e py’a guachu porã pereko i anguã.
A’éramo ae aguyjevéte va’erã.
Huesos de quien portará la vara-insignia a los que se da asiento.
Tú que le sirves en calidad de madre;
tú quien te yergues en calidad de padre:
esto acontece para que obtengáis hermosa grandeza de corazón.
Unicamente así se llega a la perfección.
Este himno sagrado, recibido de los dioses -Ñe’êy Ru Ete- para celebrarse el haber sido engendrado un ser humano, es entonado por el dirigente espiritual de la tribu, hombre o mujer: oñembo’e porã i va’e, al constatarse la gravidez de una mujer casada.
Cuando muere una persona se entona la siguiente endecha (entre numerosas otras) en la que un dirigente se refiere al mensaje del Padre de los dioses (Ñamandu) a los Ñe’êy Ru, referente a los deberes de éstos para con los esqueletos de los muertos:
(2)
Guírami ijayvu Ñande Ru Tenonde
gua’y ñe’êy ru etekuérype:
“Ñe’êy mbyte ojeayupímavy,
oo jevýmavy imbou are ambáre,
yvyra’i kãnga jeayukue amérami jepe,
ñembopyta reikue amérami jepe,
rerojeporeva mbegue katu va’erã,
mba'e rei´ỹmavy ndee,
ára kañy meve.
En esta manera habló Nuestro Primer Padre
a los verdaderos padres de las almas de sus hijos:
“En virtud de haberse elevado el germen de la palabra,
y haber retornado a la morada de quien la enviara,
los huesos de quien portara la vara-insignia, aparentemente despreciados,
y no obstante hallarse aparentemente abandonados,
los iluminarás mansamente con la luz benéfica de tus relámpagos sin trueno
-en virtud de la divinidad lo harás-
hasta que se hunda el espacio.
El capítulo anterior trata de la encarnación; en éste se transcriben los himnos sagrados referentes a la concepción y muerte – dos joyas de la poesía autóctona – acompañados de las notas lexicológicas, y otros himnos y mensajes, indispensables para la cabal comprensión de su contenido. El himno de la concepción me fue dictado por el Mayor Francisco, de Tava’i; la endecha de los muertos la escuché en Potrero Grande con motivo de la muerte de un miembro de la tribu allá radicada. Me ayudó a consignarlo al papel el Cacique Pablo Vera, de Yro’ysã, Potrero Blanco. Este himno sagrado, recibido de los dioses -Ñe’êy Ru Ete- para celebrarse el haber sido engendrado un ser humano, es entonado por el dirigente espiritual de la tribu, hombre o mujer: oñembo’e porã i va’e, al constatarse la gravidez de una mujer casada. Cuando muere una persona se entona la siguiente endecha (entre numerosas otras) en la que un dirigente se refiere al mensaje del Padre de los dioses (Ñamandu) a los Ñe’êy Ru, referente a los deberes de éstos para con los esqueletos de los muertos: De la paternidad y de la muerte mba’e rei’eÿ mavy ndee, los iluminarás mansamente con la luz benéfica de tus relámpagos sin trueno ára kañy meve”, en virtud de tu divinidad lo harás hasta que se hunda el espacio”.
(3)
“Ara kañy rire, ára pyaú ramove, chee, yvyra’i kãnga amoñe’êry jevy va’erã,
amopyrõ jevy va’erã ñe’êy”,
e’i Ñande Ru Tenonde.
“Después de hundirse el espacio y al amanecer de una nueva era
yo he de hacer que circule la palabra nuevamente por los huesos de quienes portaran la vara-insignia,
y haré que vuelvan a encarnarse las almas”,
dijo Nuestro Primer Padre.
(4)
A’éramo katu,
yvypo amboaekuéry tupãramo oo va’erã;
ekovia, jeguakáva tenonde
yvy rupa jave íre pu’ã va’erã.
Cuando esto acontezca,
los extranjeros se convertirán en Tupã;
y en su lugar los Jeguakáva primeros
se erguirán en la morada terrenal en toda su extensión.
(5)
Takuaryva’i kãnga mitã i.
Che remiarirõ, che rajy poriau i,
che mbarete rekorãre
añea’ã anguã añeongatu va’e.
Son huesos de una niña que portaba el bambú en la danza ritual, mi nieta, mi humilde hijita,
que conservo con objeto de hacer esfuerzos
en pos de mi fortaleza.
Comentando estos versos con Tomás, de Yvytuko, me narró el mito de Takua Vera Chy Ete (transcripto en el cap. XVI) y recitó las siguientes estrofas:
(3) “Ara kañy rire, ára pyaú ramove, chee, yvyra’i kãnga amoñe’êry jevy va’erã, amopyrõ jevy va’erã ñe’êy”, e’i Ñande Ru Tenonde.
“Después de hundirse el espacio y al amanecer de una nueva era yo he de hacer que circule la palabra nuevamente por los huesos de quienes portaran la vara-insignia, y haré que vuelvan a encarnarse las almas”, dijo Nuestro Primer Padre.
(4) A’éramo katu, yvypo amboaekuéry tupãramo oo va’erã; ekovia, jeguakáva tenonde yvy rupa jave íre opu’ã va’erã.
Cuando esto acontezca, Los extranjeros se convertirán en Tupã; y en su lugar los Jeguakáva primeros se erguirán en la morada terrenal en toda su extensión.
Los últimos versos recitados por Tomás, referentes a la resurrección de los huesos de los que portaran la vara-insignia, los consideré en un tiempo apócrifos; es decir, que no fueran de origen genuinamente autóctono, por la similitud de su contenido con la doctrina cristiana de la resurrección del cuerpo en el día del juicio. También constituirían un argumento a favor de la tesis de la reencarnación, dogma entre los Apapokúva, pero de cuya existencia no he hallado pruebas en los textos “esotéricos” mbyá-guaraníes. Un día, sin embargo, al permitírseme entrar en el opy, la casa destinada a las ceremonias religiosas, de Tomás, me encontré ante un recipiente de madera de cedro labrada, que contenía el esqueleto de un niño. Eran, me informó Tomás, los huesos de una nietecita suya fallecida hacía años:
(5) Takuaryva’i kãnga mitã i. Che remiarirõ, che rajy poriau i, che mbarete rekorãre añea’ã anguã añeongatu va’e.
Son huesos de una niña que portaba el bambú en la danza ritual, mi nieta, mi humilde hijita, que conservo con objeto de hacer esfuerzos en pos de mi fortaleza.
Y me informó que esta costumbre de conservar los esqueletos de los muertos forman parte del culto de la raza, pero paulatinamente va cayendo en desuso, habiendo y pocos que la observan. También en aquella ocasión llegué a informarme que a lo esqueletos de sus muertos los designan con los nombres de: yvyra’ i kãnga y takuaryva’i kãnga, utilizando estos nombre los dioses al referirse al cuerpo humano en los mensajes divinos que inspiran a los dirigentes. El cadáver, según pude constatar, es enterrado generalmente en un cesto de takuapi: cañas, llamado kuarapemby, hasta la total putrefacción de las carnes; luego es exhumado, los huesos son lavados cuidadosamente y guardados en un recipiente de cedro labrado, especialmente fabricado para el efecto. Este “ataúd”, en caso de cambio de residencia, es llevado a la nueva población y guardado en el opy, que consitituye la parte más importante de una población mbya “ortodoxa”. Tomás me informó además que los dioses le habían ordenado, durante una ceremonia fúnebre realizada con motivo de la muerte de su nietecita, que “no tirara los huesos”, y que cumplía esta orden en la esperanza de que algún día resucitara o reencarnara su nietecita. En prueba de que los huesos así tratados vuelven a la vida, citó el caso de Takua Vera Chy Ete, dirigente divinizada (Cap. XVI), quien había alcanzado el estado de aguyje entonando himnos sagrados en honor de un hijo muerto y cuyos huesos conservaba en la manera indicada, ascendiendo ambos al Paraíso. Me dijo también que él, Tomás, compliendo los ritos en homenaje de su nietecita, había recibido un mensaje de los dioses prometiéndole la gracia divina si se mudaba al departamento de Yhû llevando, como es de suponer, los huesos de su nieta. La mudanza, sin embargo, no la pudo realizar debido a la incredulidad de su mujer, quien se negaba a acompañarlo. He podido corroborar los informes de Tomás, y hasta se me ha asegurado que en la antigüedad ningún muerto era tirado: oñembo rive: tirado sin motivo, es decir, sepultado definitivamente por segunda vez antes de haber sido conservados sus huesos, objeto de los cantos y plegarias de sus deudos y haber recibido un mensaje do los dioses comunicando que no resucitarían o volverían a encarnarse en ellos el alma antes de hundirse el mundo. Si cito esta costumbre es, no solo porque confirma el origen genuinamente autóctono de los versos sagrados de Yvyra’i kãnga - genuinidad que, desde luego, sería difícil objetar en vista del lenguaje en que son concebidos, a pesar de la similitud de su contenido con la doctrina cristiana de la resurrección del cuerpo, sino por su valor para el etnólogo. Según los cronistas de la Conquista, los Guaraní creían en la resurrección de los esqueletos y les rendían culto; y el historiado guaireño Ramón I. Cardozo trae a colación lo dicho por Montoya y Lozano como prueba de la creencia en la reencarnación e inmortalidad del alma (R.I. Cardozo, La antigua provincia del Guairá y la Villa Rica del Espíritu Santo, 1970:25-27).
Primera Parte
(6)
Néi, aipóke, Che Ru Tenonde, ereñemongetáke, kurie, mby’a guachu,
ijapy katu’eÿ va’e.
Escúchame, oh mi Primer Padre! haz que nos hable, en plazo no lejano
excelsa grandeza de corazón sin límites.
(7)
Va’e ñemboaja’ógui,
che py’a guachuchévyma,
aipo aroñemombe’u ndévy, Ñamandu Ru Ete, oh Ñamandu Ru Ete!
miña! ne remimomba’a guachu rupa.
Deseando participar de ella y obtener grandeza de corazón,
héme aquí confesándome a ti, Oh Ñamandu Ru Ete!
referente a aquello que contiene a aquel a quien tú enalteces.
(8)
Aipóvare ndee, tuu tenondeguámavy,
eremoñemongeta nde ra’y ru ete pavêngatu;
ndee, tuu tenondeguáre ãmymavy; ndee, tuu tenondeguávy aéma, reroayvu va’erã mby’a guachu rekorã.
Por esto tú, quien eres su Primer Padre,
habla referente a ello con los excelsos verdaderos padres de la totalidad de tus hijos;
habiéndote tú erguido en calidad de su Primer Padre,
inspirarás en abundancia oraciones para la obtención de la divina grandeza de corazón;
en virtud de ser tú, en verdad, su Primer Padre,
discurrirás con tus hijos de corazón grande;
discurrirás con ellos acerca de las normas a seguirse para la grandeza de corazón.
(9)
Ombopopyguáne ko yvy rovakére, ombotarováne gua’y Jakaira Rekoe, Jakaira Py’a Guachu meme meme.
Ellos le proveerán de vara-insignia allende esta tierra;
y harán cantar en voz alta a sus hijos los Jakaira Rekoé
y los Jakairá Py’a Guachu.
(10)
Ko va’e etégui techepy’a guachu che retarã ñembopyta mbovy mbovy i pe.
A’évagui, tataypy mbovy íre,
che retarã meme mbovy íre,
a’évare ko yvýre Karai mbarete yma yma i
tombopoakáke opopygyua
tataendy tatachina.
En virtud de esto adquiera yo grandeza de corazón
eficaz para servir a mis contados compueblanos obligados a permanecer
en virtud de ello, alrededor de los pocos fogones,
en medio de mis pocos compueblanos;
en virtud de ello, en esta tierra demuestren los numerosos Karaí poderosos originarios
el poder de las llamas y la neblina de sus varas insignias.
Como típica de las endechas fúnebres de los Jeguakáva, transcribo in extenso la de Patricio Benítez, dirigente de Bordas, Chararã o Kilómetro 37,5 ramal Villarrica-Ava’i. La primera parte es dedicada al muerto; en la segunda Patricio invoca a su dios tutelar, expresando la esperanza de que sus huesos no se conviertan en tierra.
(11)
Mba’ekuaáre meméke, tataypy mbovy i ko yvy rupa javére, che retarã ñembopyta mbovy mbovy íre, che rembiecha’eÿ jave jave rupi; jeguakáva ñembopyta mbovy íre; a’e javi katúre embopoaka tataendy tatachina; eromba’eapo jekuaa jerovia porãngue i a’e javípe ; a’e javi katu.
Mediante la sabiduría, en los pocos fogones situados en toda la extensión de esta morada terrenal, a mis pocos compueblanos obligados a permanecer en ella, aun a la totalidad de aquellos a quienes no veo a aquellos que llevan la insignia de la masculinidad y están obligados a permanecer en la tierra; a ellos, en su totalidad, demuestra el poder de las llamas y la neblinaa todos los que tienen fe demuestra su poder para obrar benéficamente, a todos, sin excepción.
Segunda Parte
(12)
Néi, Karai Ru Ete Mirî, nde yva pyte jepoveráre, mamongatu re’ãramo jepe, aipo jevýma ajae’o i; ; a’éramoma, ñemingatu i eÿ jevýma ajae’o.
Bien, Karaí Ru Eté Mirî, aunque tú, excelso, en tu pequeño paraíso iluminado inasequible te yergues, heme aquí, pues, nuevamente clamandoheme aquí, pues, clamando públicamente.
(13)
Teko achy remimoma’endu’arã raga’eÿ va’etégui jepe, aipo añea’ã rei katu’eÿ ndaje.
Aunque lo que añoro son cosas que no debieran añorar los seres imperfectos heme aquí esforzándome en pos de ellas.
(14)
Ko va’ereke, emombe’u ño etéke mba’e mba’éguipa,Ko va’éke, mba’e jekuaágui etegua araka’e nde py’a guachu kurie reikuaa ete ave araka’e.
En respuesta a mis plegarias, dime, suplico, en qué forma, en virtud de qué conocimientos obtuviste en aquella época remota grandeza de corazón en tan breve plazo.
(15)
Ko va’e aikuaachévyma, je, aipo añemokane’õ aãmy jevy jevy.
Pues es mi deseo de saber estas cosas el que me impulsa a cansarme irguiéndome repetidas veces.
(16)
A’évarema, nde rakykue porã aikuaachévyma, aipo aporandu py’a guachúre, aãmy, che Ru Karai Ru Ete Mirî.
Es por el deseo de encontrar tus hermosas huellas, que en esta forma me hallo averiguando absorto acerca de la grandeza de corazón, mi Padre Karai Ru Eté Mirî.
(17)
Yvára ñembopyta reirã ete, yvyra’i kãnga jeayukue’ÿramíre, che yvyra’i kãnga ndarojekuaachéi.
No quiero que a semejanza del alma que será abandonada, a semejanza de los huesos que serán despreciados, sean considerados mis huesos.
(18)
Yvýramo ñóri che yvyra’i kãnga jeayu ndaipotái opyta; yvyra’i kãnga jeayukuérami ñóri, ndaipotái.
Deseo vehementemente que mis huesos amados no se conviertan en tierra; a semejanza de huesos de quien portara la vara que nunca fueran amados, en ninguna manera quiero que se conviertan.
(19)
Ñamandu Ru Ete tenondegua! Kova’égui ndee, tuu tenondegua jevýma ae ereroñemoneta jevy va’erã.
Ñamandu Ru Eté, el primero! Eres tú quien hablarás referente a estas cosas (con Karaí Ru Eté Mirî) por ser tú indiscutiblemente su Primer Padre.
Fuente: Ayvu Rapyta – Textos Míticos de los Mbyá Guaraní del Guairá – León Cádogan
Fotografías: Fotografía Guaranì - Morro dos cavalos (Brasil)
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