Escrito por Arsenio
Rodríguez
Millones de personas no tienen acceso al
preciado líquido y las
perspectivas indican que se agravará su escasez mundial
Decir que el agua
es vida es una verdad de Perogrullo, asunto que conocen desde los niños hasta los más ancianos y que
nos lo recuerda el día a día, porque la
necesitamos desde que nos levantamos hasta el mismo momento en que nos vamos a
la cama. Del tema se habla con más frecuencia en
estos tiempos, sobre todo por las sequías y las amenazas del cambio climático. Incluso se
dice que será el motivo de
futuras guerras entre naciones.
Según cálculos de
organismos internacionales nuestro planeta contiene más de mil millones
de billones de litros de agua, pero poca se puede tomar, porque casi toda es
salada. Dos tercios de las aguas dulces están retenidos en glaciares y capas de hielo polar.
De lo que resta, la mayor parte está atrapada en el suelo o en acuíferos subterráneos. La conclusión es sencilla,
queda disponible una fracción mínima para los seres
vivos, no solo para beber, sino para todo lo que el ser humano ha sido capaz de
hacer en aras del desarrollo y que inevitablemente involucra al líquido vital de
alguna manera.
Estos mismos
organismos rinden informes anuales, en los cuales se precisa que la escasez de
agua afecta ya a todos los continentes. “Cerca de 1 200 millones de personas
viven en áreas de escasez física de agua,
mientras que 500 millones se aproximan a esta situación. Otros 1 600
millones se enfrentan a situaciones de escasez económica de agua, donde
los países carecen de la
infraestructura necesaria para transportar el agua desde ríos y acuíferos”, alertaba hace más de una década un Informe
sobre Desarrollo Humano de Naciones Unidas.
Si en 2007 el Día Mundial del Agua
se celebró bajo el lema de “afrontar la escasez”, llamando a una
mayor cooperación e integración que permitan
garantizar una gestión sostenible,
eficiente y equitativa de los escasos recursos hídricos a nivel local e internacional, en 2013 el
lema por el Día Mundial de Lucha
contra la Desertificación, dada la sequía y la
insuficiencia de agua fue “no dejes que nuestro futuro se seque”, llamando a todos
a actuar, pues somos responsables de la conservación del agua y del
suelo, así como de su uso
sostenible, para encontrar soluciones a esos importantes retos.
Uno de los principales desafíos
La escasez de agua
constituye uno de los retos esenciales del siglo XXI al que se están enfrentando ya
numerosas sociedades de todo el mundo. A lo largo del último siglo, el
consumo de agua creció a un ritmo dos
veces superior al de la tasa de crecimiento de la población y, aunque no se
puede hablar de escasez hídrica a nivel
global, va en aumento el número de regiones
con niveles crónicos de carencia
de agua. La escasez es un fenómeno no solo
natural sino también causado por la
acción del ser humano.
Para algunas
instituciones las predicciones son catastróficas. Por ejemplo, el Consejo Nacional de
Inteligencia (NIC) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) consideran que el
60 por ciento “de la población mundial tendrá problemas de abastecimiento de agua, dando
lugar a la aparición de conflictos hídricos”. Esta valoración aparece en el
informe Tendencias mundiales 2030, nuevos mundos posibles. Los lectores
se preguntarán qué tienen que ver
organismos de inteligencia, relacionados con guerras, acciones militares y todo
tipo de conspiración política con el agua y
la respuesta en sencilla, por el camino que vamos el agua será más importante que el
petróleo y con ello, la
necesidad de tenerla provocará agresiones de unas
naciones a otras.
Como elemento estratégico, resulta
decisiva en cualquier parte del planeta y para cualquier actividad humana.
Latinoamérica y el Caribe
cuentan con países que tienen
mucha agua y otros que carecen de ella.
Un reciente artículo de un
accionista de una empresa minera de Perú, intitulado Elecciones, minería y agua, precisaba que el asunto “no ha sido abordado
como se merece” y sostiene que el “agua debe ser un tema central en las
propuestas de los candidatos, y desde luego, en la agenda de sus gobiernos”. Y
es que Perú encabeza los
ranking mundiales de exportación minera, a pesar
de la caída del sector por
el descenso de los precios de los minerales en el mercado internacional y se
prevé que en los próximos 20 años, la demanda de
agua por la minería se incrementará en un 132 por
ciento, de acuerdo con investigaciones de fundaciones relacionadas con el
asunto.
Crece la población y decrece el agua potable
Según las actuales
tendencias demográficas, el
crecimiento de la población pudiera llegar a
3 000 millones más de personas en los
próximos 50-75 años. Este
crecimiento implica un mayor consumo de agua potable y a su vez una mayor
probabilidad de que las fuentes existentes se contaminen por la acción humana, pues está demostrado que los
residuos industriales, los pesticidas y otros contaminantes no solo la
ensucian, sino que también se han convertido
en un verdadero riesgo para la vida.
Nuestra región no escapa a los
tiempos que vivimos. Menos del 20 por ciento de la población tiene acceso a
sistemas de saneamiento adecuados a las demandas de consumo. La Ciudad de México, por ejemplo,
con más de 23 millones de
habitantes ha crecido por encima de la capacidad de su sistema de agua y de
saneamiento.
En la actualidad,
el crecimiento demográfico y económico de muchas
regiones provoca lo que se denomina “estrés hídrico”. De hecho, 2 500 millones de personas viven en
zonas que lo padecen. Otro interesante y preocupante dato es que más del 20 por ciento
del producto interno bruto (PIB) global se produce en zonas de riesgo de
escasez de agua.
En los últimos 30 años, su extracción para el riego
representa 66 por ciento del total de extracciones y hasta el 90 por ciento en
regiones poco fértiles y de bajas
precipitaciones, mientras que el otro 34 por ciento se utiliza en los hogares
(10), la industria (20) o evaporada de depósitos (4). A ello habría que agregar que
su uso per cápita aumenta debido
a los cambios en el estilo de vida y al aumento de la población. Es decir, los
seres humanos la consumen en aumento, por lo que la tendencia a escasear para producir
alimentos y en los procesos industriales es un hecho de la actualidad.
Un derecho humano
La sabiduría indígena fue
cuestionada hace años cuando en más de un evento
internacional plantearon que el acceso al agua debía ser un derecho
humano. Sin embargo, abrir la llave y ver correr el chorro de agua es para
muchos una acción común y cotidiana, pero
para millones de personas no. El acceso a ella no es tan fácil, no todos
tienen cerca una fuente y a veces tienen que recorrer kilómetros para obtener
la necesaria para hidratarse. Debe recordarse una vez más que agua es sinónimo de vida, sobre
todo cuando conocemos que nuestro cuerpo está compuesto en un 70 por ciento con ella.
Resulta difícil aceptar que
haya personas que mueran por falta de agua pero las frías estadísticas lo
confirman. Muchos fallecen mientras muy cerca una industria puede que utilice
millones de litros de agua, contaminando el medioambiente y no haciendo caso de
las protestas de los que viven cerca. Razón tuvieron desde el primer momento los
movimientos indígenas; el agua es
vida y es deber de cada Estado que todos tengan ese derecho a la potable.
En julio se celebró el séptimo aniversario
del momento en que la ONU, a través de la Resolución 64/282 de su Asamblea General reconociera que
el “derecho al agua potable y el saneamiento es un derecho humano esencial para
el pleno disfrute de la vida”. Sin embargo, millones de personas,
fundamentalmente niños, dejan de
existir sin saber que entre sus derechos estaba el tener acceso al agua potable.
Fuente: Revista Bohemia
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