La producción de cacao se ha convertido en una forma de obtener
ingresos de manera sostenible y cuidar los recursos del bosque.
La waorani es una de las nacionalidades que mejor conserva sus
bosques, según datos de la Fundación EcoCiencia. En 15 años deforestaron 33 km2
de un total de 13 551 km2.
El proyecto Chocolate para la Conservación es un ejemplo de cómo
los indígenas cuidan los bosques amazónicos. Ocho comunidades y 400 familias
son las beneficiadas.
Al norte de la Amazonía ecuatoriana, en la Reserva de la Biósfera
Yasuní, 300 mujeres de la nacionalidad indígena waorani trabajan para conservar
una de las áreas con mayor riqueza biológica del planeta. Ellas habitan
en las provincias de Pastaza, Napo y Orellana, y conforman la Asociación de
Mujeres Waorani de la Amazonía Ecuatoriana (AMWAE).
Mencayn Patricia Nenquihui, de 40 años, es la presidenta de la
asociación. Mongabay Latam la acompañó en su trayecto hacia una comunidad de
cinco familias llamada Tepapare, en la provincia de Napo, a la que llegó para
supervisar la producción y la venta de cacao en la comunidad. El punto de
partida fue la ciudad de Tena, a tres horas y media de Quito. El viaje duró
cuatro horas: dos en auto y otras dos navegando por el río.
La pequeña comunidad a orillas del río se dedica al cultivo
de cacao como una alternativa para su sustento. Sobre la tierra se levantan
casas hechas de madera y con techos tejidos de fibra de palma amazónica.
A pocos kilómetros de la comunidad está la chacra de Guime, una de las mujeres
que vive en Tepapare y que forma parte de la AMWAE. Entre plantas de banano,
palmeras de achotillo y papaya crecen los árboles de cacao.
Las chacras de las mujeres waorani son un ejemplo de cómo cuidan la
selva. Según Lourdes Barragán, antropóloga del Centro de Planificación y
Estudios Sociales, los indígenas crean nuevos bosques dentro de sus
parcelas. “Mientras preparan los terrenos, asocian los cultivos con
otras plantas como las frutales, las medicinales y las que sirven para elaborar
artesanías. De cierta manera lo que hacen es reproducir lo que es la selva pero
en un nivel micro, que es la chacra”, explica. Además cuenta que las
mujeres recogen semillas de la parte más alta del bosque, donde nunca ha habido
intervención humana, para experimentar cuáles se adaptan mejor a diferentes
situaciones. “De cierta forma son creadoras de la biodiversidad”, añade.
La cosmovisión y las tradiciones ancestrales siguen liderando la
vida de los waorani. “Un punto a destacar es la relación de respeto de los
pueblos indígenas hacia la naturaleza. Ellos se consideran parte del bosque, de
los animales, de las plantas. No hay una separación entre la naturaleza y la
cultura”, explica Barragán.
Cambio de hábito
El proyecto Chocolate para la Conservación de la AMWAE es un
ejemplo de cómo los indígenas conservan y cuidan la Amazonía. Este emprendimiento
nació por la necesidad de proteger a los animales del bosque que
eran cazados de forma indiscriminada, cuenta Elizabeth Riofrío, asistente de la
dirección ejecutiva EcoCiencia y la encargada del proyecto Chocolate para la
Conservación desde la fundación.
Los cazadores waorani tenían en la carne de monte una fuente de
ingreso. La vendían en el mercado de Pompeya, localizado en la ribera norte del
río Napo, a cinco kilómetros del Parque Nacional Yasuní.
Del 2005 al 2007 se comercializaron 11 717 kg de carne
silvestre y pescado por año en el mercado de Pompeya, según un estudio
realizado por la Wildlife Conservation Society (WCS). Se menciona que el
mercado se abastecía con carne silvestre que provenía de
las comunidades kichwa que viven a lo largo del río Napo y de comunidades
waorani que viven cerca de la carretera. Los intermediarios compraban la carne
y la revendían en diversas ciudades, entre ellas Coca (provincia de Orellana),
Tena (provincia de Napo), Sacha (provincia de Orellana) y Lago Agrio (provincia
de Sucumbios).
La carne de pecarí de labio blanco (Tayasu pecari), de pecarí de
collar (Pecari tajacu) y un roedor grande de la región, comúnmente llamado
guanta (Cuniculus paca), eran algunas de las más comercializadas.
“Las petroleras empezaron a entrar a nuestro territorio y mal
enseñaron a los indígenas a obtener dinero a cambio de algo”, dice Mencayn. La
introducción del valor monetario en las comunidades creó necesidades y vicios
en los indígenas que eran desconocidos por sus ancestros. La cacería de
subsistencia fue reemplazada por la cacería comercial. “Sacaban carne de monte
para vender gran parte, y muy poca para la familia. No llevaban alimento, no
compraban jabón ni arroz para las familias, sino que consumían trago”, añade.
En la época del abuelo de Mencayn, los animales se encontraban a
una hora de sus hogares. Ella afirma que ahora deben caminar un día entero,
arriesgándose a regresar a casa con las manos vacías.
Si desaparece la fauna, los bosques se degradan. Galo Zapata,
director científico de WCS, explica que los primates, las aves y otros animales
como el pecarí o la guanta son excelentes dispersores de semillas. “Si la
población de estos animales disminuye es cuestión de dos a tres décadas para
que el bosque cambie y se convierta en un paisaje homogéneo. Las semillas y
plántulas de árboles de dosel se reducen en un 80 %”, explica. Es así que
la selva se convierte en lo que llaman los científicos “bosques vacíos”, ‘zonas
muertas’, donde aves, monos, jaguares y otros mamíferos desaparecen.
En el año 2004 las mujeres se reunieron con los hombres para
proponer alternativas y frenar la cacería. “Lo primero que ellos nos
preguntaron es si nosotras íbamos a darles dinero. Nosotras dijimos
que no vamos a dar dinero, sino que juntos vamos a trabajar para conservar y
cuidar la naturaleza”, cuenta Mencayn Patricia Nenquihui.
Ya ha pasado más de una década desde que las mujeres waorani dieron
el paso hacia una economía sostenible. Ahora producen alrededor de 600
tabletas de Chocolate Wao al mes. Son más de ocho las comunidades y 400
familias, algunas de ellas que no forman parte de la asociación, las
beneficiadas. Por cada libra de cacao que cosechan, la AMWAE les paga USD
1,25. Después de secarlas en las comunidades, las pepas de cacao son
procesadas en la planta del chocolate Bios —ubicada en Quito— para crear las
tabletas. Estas son distribuidas en supermercados y tiendas a escala nacional.
“A través de esta iniciativa
se protegen los bosques y su biodiversidad al reducir la presión sobre estos
recursos”, dice Riofrío. Ella explica que las plantaciones de cacao se
siembran en zonas previamente deforestadas en el territorio waorani, evitando,
de esta manera, la expansión de la frontera agrícola.
Cuidando el bosque
Los pueblos nativos son un componente importante para la
conservación de los bosques amazónicos, pues dentro de sus territorios la
deforestación es menor que en zonas fuera de los mismos y de las Áreas
Naturales Protegidas. Así lo indica el Informe y Análisis de deforestación
2000-2015 de la Región Amazónica Ecuatoriana, ejecutado en el 2017
por la Fundación EcoCiencia en el marco de RAISG (Red Amazónica de Información
Sociambiental Georeferenciada).
El informe revela que hasta el 2015 se deforestaron 7385
km2 en las zonas que se encuentran fuera de territorios indígenas y Áreas
Naturales Protegidas en la Amazonía ecuatoriana, lo que corresponde al 35,4 %
del área original boscosa de estas zonas (20 880 km2). En la tierra ocupada por
indígenas se deforestaron 4081 km2 de bosque, es decir un 6,67 % del total
de esa subcategoría, mientras que en las áreas naturales protegidas se
deforestaron 1125 km2, un 3,78 % de estas áreas. “Hay que considerar que
existen km2 que se repiten en el cálculo de deforestación porque son zonas que
se sobreponen entre territorios indígenas y Áreas Nacionales Protegidas“,
explica la directora científica de EcoCiencia, Carmen Josse.
José Aragón, coordinador de la Unidad de Geografía de EcoCiencia,
indica que la minería, las hidroeléctricas, la construcción de carreteras, la
tala y el petróleo son las principales amenazas para el bosque amazónico.
Según el Mapa Amazonía 2016 – Áreas Protegidas y Territorios
Indígenas, actualizado por RAISG, Ecuador tuvo una superficie boscosa
amazónica original de 96 073 km2. Hasta el 2000 se habían deforestado 9020
km2. Del 2000 al 2005 la tasa de deforestación fue de 1054 km2, del 2005
al 2010 fue de 1090 km2 y en el último quinquenio (2010-2015) la tasa fue
de 957 km2.
Aragón, quien participó en la publicación de RAISG, indica
que en una investigación preliminar se ha observado que en las zonas donde
las áreas naturales protegidas se sobreponen con los territorios
indígenas, la deforestación es mínima, incluso menor a la que existe en las
reservas protegidas por el Gobierno. En Ecuador el 16,7 % del bosque amazónico
pertenece a estas áreas sobrepuestas, según el Mapa de Territorios Indígenas de
la RAISG.
Datos de la Cartografía Histórica de Áreas Naturales Protegidas y
Territorios Indígenas en la Amazonía publicado por RAISG en este año
muestran que los waorani, son la nacionalidad que más territorio ocupa
dentro de las Áreas Nacionales Protegidas, con una extensión de 7580 km2.
Al proteger los árboles, los pueblos nativos contribuyen también en
la lucha contra el cambio climático. “Entendiendo que el área que ocupan los
territorios indígenas en la Amazonía es el 56 % y el conjunto de bosques que
hay en la Amazonía ecuatoriana más o menos captan el 100 % de las emisiones del
país, podríamos concluir que los territorios indígenas permiten la captación de
la mitad o algo más del CO2 que emite Ecuador”, dice Carmen Josse en base
a resultados de un estudio publicado
por la Universidad de Leeds (Inglaterra), en febrero de este año.
“Los waorani van alternando las áreas donde se asientan para dejar
que se regenere el territorio que se utilizó”, explica Aragón. En la actualidad
muchos waorani se han adaptado al sedentarismo. Este es el caso de la familia
de Mencay. Ellos utilizan áreas que ya han sido previamente deforestadas para
sus chacras. “Ahora vivimos en comunidades. Ya no nos movemos. Antes se iban y
se regeneraba el terreno. Ahora solo utilizan una parte, si siguen tumbando los
árboles entonces ya no van a existir los bosques primarios”, manifiesta Mencay.
La densidad poblacional también incide en la baja tasa de
deforestación en territorios indígenas. “Cuando hay demanda desde afuera por
los recursos naturales en la Amazonía, entonces aumenta la presión, pero si
existe más trabajo afuera se reduce la población porque migran a las ciudades y
se ejerce menos presión en los recursos del bosque”, añade Aragón.
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La waorani es una de las nacionalidades que mantiene más
conservados sus bosques, según el informe emitido por la Fundación
EcoCiencia sobre la deforestación entre el 2000 y 2015 en la Región
Amazónica del Ecuador. En 15 años deforestaron 33 km2 de un total de 13 551 km2.
“Mi abuela me enseñó a hacer artesanías, me dijo cuáles son las
plantas que tengo que sembrar, en qué tiempo tengo que cosechar, qué frutos se
pueden comer y qué plantas pueden curar”, recuerda Mencayn mientras teje las
hojas de chambira coloreadas de pigmentos naturales para crear un plato. “Yo
tengo la idea de que debo cuidar lo que mi abuelo en 100 años cuidó y no
destruyó”, cuenta junto al fuego de la cocina de Guime.
Cuando se le pregunta de qué tiene miedo, habla sobre males que aparecen como consecuencia de la contaminación. “Cuando hay derrames
y el río se contamina aparecen enfermedades que antes no conocíamos”.
Mencayn dice que las mujeres son las que más luchan por proteger la
selva. Es el instinto materno que las llama a la hora de buscar
alternativas sostenibles, porque quieren que sus hijos y nietos sean testigos
de lo bondadosa que puede ser la naturaleza.
Fuente
Mongabay 12 Julio 2017 escrito por Valeria Sorgato
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