La mujer y el hombre soñaban que Dios los estaba soñando.
Dios los soñaba mientras cantaba y agitaba sus maracas, envuelto en humo
de tabaco, y se sentía feliz y también estremecido por la duda y el misterio.
Los indios Makiritare saben que si Dios sueña con comida, fructifica y da
de comer. Si Dios sueña con la vida, nace y da nacimiento.
La mujer y el hombre soñaban que en el sueño de Dios aparecía un gran
huevo brillante. Dentro del huevo, ellos cantaban y bailaban y armaban mucho
alboroto, porque estaban locos de ganas de nacer. Soñaban que en el sueño de
Dios la alegría era más fuerte que la duda y el misterio; y Dios, soñando, los
creaba, y cantando decía:
Niño de la etnia Makiritare haciendo el juego de cuerdas "Kususimenudu" o Piel de Culebra. Foto: John Moore |
—Rompo este huevo y nace la mujer y nace el hombre. Y juntos vivirán y
morirán. Pero nacerán nuevamente. Nacerán y volverán a morir y otra vez
nacerán. Y nunca más dejarán de nacer, porque la muerte es mentira.
Memoria del fuego I – Página 3
Eduardo Galeano
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