"En tojolabal, no hay palabras
para "rico" y "pobre". Tampoco hay palabra para “dinero”.
No hay palabras que correspondan a "juez" y "jurado". La voz
"castigo" tampoco tiene término equivalente. No hay palabra para
"mal". Pero los tojolabales tienen dos palabras para lengua o
palabra. Por un lado está la palabra hablada: k'umal, y, por otro, la
escuchada: 'ab'aU. Se llaman a sí mismos tojolabales, es decir, "los que
saben escuchar bien"." Carlos Lenkersdorf, lingüista y filósofo.
"En 1992, mientras se celebraban los cinco siglos de algo así como la salvación de las Américas, un sacerdote católico llegó a una comunidad metida en las hondonadas del sureste mexicano.
Antes de la misa, fue la confesión. En lengua tojolobal, los indios contaron sus pecados. Carlos Lenkersdorf hizo lo que pudo traduciendo las confesiones, una tras otra, aunque él bien sabía que es imposible traducir esos misterios:
–Dice que ha abandonado al maíz
–tradujo Carlos–. Dice que muy triste está la milpa. Muchos días sin ir.
–Dice que ha maltratado al fuego. Ha
aporreado la lumbre, porque no ardía bien.
–Dice que ha profanado el sendero,
que lo anduvo macheteando sin razón.
–Dice que ha lastimado al buey.
–Dice que ha lastimado al buey.
–Dice que ha volteado un árbol y no
le ha dicho por qué.
El sacerdote no supo qué hacer con
esos pecados, que no figuran en el catálogo de Moisés."
"Carlos y Gudrun Lenkersdorf habían nacido y vivido en Alemania.
En el año 1973, estos ilustres
profesores llegaron a México. Y entraron al mundo maya, a una comunidad
tojolabal, y se presentaron diciendo:
—Venimos a aprender.
Los indígenas callaron.
Al rato, alguno explicó el silencio:
—Es la primera vez que alguien nos dice eso.
Y aprendiendo se quedaron allí,
Gudrun y Carlos, durante años de años.
De la lengua maya aprendieron que no
hay jerarquía que separe al sujeto del objeto, porque yo bebo el agua que me
bebe y soy mirado por todo lo que miro, y aprendieron a saludar así:
—Yo soy otro tú.
—Yo soy otro tú.
—Tú eres otro yo."
Estas dos son historias del escritor
Eduardo Galeano sobre Carlos Lenkersdorf, lingüista, filósofo y teólogo,
que supo escuchar y comprender la filosofía de los mayas tojolabales de
Chiapas, hasta en el saludo:
"La mujer dice:
- San kala tata. (que vivas,
querido tata).
El hombre responde,
- San kala nana. jastal ‘ay ja
kiximtiki. (Que vivas, querida nana. ¿Cómo está nuestro maíz).
La mujer.
-Lek ‘ay t’usan. (Algo
bueno)."
"Pregunta por "nuestro" maíz"-
explica Lenkersdorf- "porque el maíz no es propiedad privada de nadie,
sino de la Madre Tierra."
Fuente: Una Antropóloga en la Luna
Eduardo Galeano.
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