Entre 1537 y 1616 se
registraron veinticinco rebeliones de los indios Guaraní contra la
invasión de la dominación española. No querer trabajar para los españoles y al
mismo tiempo reafirmar sus tradiciones religiosas amenazadas, fueron las
dos principales causas. El levantamiento del cacique Oberá en la región de
Guarambaré, por el año de 1579 es un caso paradigmático de lo que
fueron muchos de los movimientos de liberación Guaraní.
Por Bartomeu Meliá (*)
Los movimientos de resistencia activa
contra la invasión de la dominación española por parte de los indios Guaraní fueron
mucho más numerosos que lo que deja entrever la historiografía tradicional, que
habla sobre todo de “alianza hispano-guaraní” y de mestizaje. Entre 1537 y 1616
los documentos históricos registran nada menos que veinticinco rebeliones de
los Guaraní contra la colonización española (Necker 1979: 249-54). Y lo curioso
es que la mayoría de estos movimientos y rebeliones presentan una típica
estructura profética.
El mismo año en que fue implantado
formalmente en el Paraguay el sistema de la encomienda, en 1556, surge el
primer movimiento mesiánico de que se tiene noticia documental; un movimiento
que apela al revivalismo de la tradición religiosa guaraní.
“Tenemos nueva que entre los indios se
ha levantado uno, con un niño que dice ser Dios o hijo de Dios, y que tornan
con esta invención a sus cantares pasados, a que son inclinados de su
naturaleza: por los cuales cantares tenemos noticia que en tiempos pasados
muchas veces se perdieron, porque entretanto que dura, ni siembran ni paran en
sus casas, sino, como locos, de noche y de día, en otra cosa no entienden, sino
en cantar y bailar, hasta que mueren de cansancio, sin que quede hombre ni
mujer, niño ni viejo, y así perden los tristes la vida y el ánima” (CI
1877:632).
Se refiere probablemente al mismo movimiento
el conquistador Domingo Martínez, candidato a clérigo, en su carta del 2 de
julio del mismo año de 1556.
“Son tan crédulos entre ellos que, con
haber tanto tiempo que algunos de ellos son bautizados y vienen aquí cada día
de fiesta, si una vieja o un indio, el más malaventurado entre ellos, se
levanta y dice que es Dios, o dice que no es bautizado si él no los bautiza,
luego la tierra se despuebla toda para ir a él a se tornar a bautizar o a oir
su palabra como Dios. Y así ha acontecido, pocos días ha, que fue menester
justicia en algunos de ellos, y luego la cosa cesa…” (CI 1877: 625-26)
El clérigo Martín González, enemistado
con el obispo De la Torre desde la llegada misma de éste a Asunción, atribuye
el levantamiento indígena a que el obispo “echó a los indios de la doctrina”.
Pero tanto en la carta de Martín González como en la de Domingo Martínez, el
levantamiento surge en el contexto de una opresión que los indios consideran
intolerable y a la que intentan responder ya sea con resistencia pasiva al
trabajo, ya con la huida al monte, a su libertad y a sus tradiciones.
El encomendero Martínez, por ejemplo,
se desesperaba al no conseguir que las indias trabajen tanto y como él
quisiera. Despechado, achaca a las indias que “su gloria no es sino echar a
perder a los cristianos, y destruir cuanto hay, sin más cuenta y razón, de que
si les preguntan por ello, y dicen ellas erua (=erungua), que es como quien
dice no sé, y sacarlas de allí, aunque lo sepan, después que dicen no, aunque
las desuellen, es por demás (CI 1877: 626).
“Viendo estos naturales su trabajo no
tener fin, antes ahora doblarse, este verano sé que se quieren ir de aquí, y
estoy cierto que se irán más de dos mil…” (CI 1877: 667)
Los fenómenos libertarios se dieron
seguramente entre los Guaraní ya antes de la confrontación con el mundo
colonial, siendo manifestación de la especial estructura de profetismo de los
chamanes guaraní. Pero la dimensión contestataria sin dudas se acentúa cuando
los trabajos impuestos por el régimen colonial se hacen más continuos e
insoportables; y muy concretamente a partir de la encomienda que es un sistema
que pretende someter no solo a los individuos (mujeres y esclavos), sino a las
comunidades con sus caciques y familias. La teoría y la práctica de la encomienda
se basa en un dominio político en vistas a la explotación económica.
Durante décadas los Guaraní cantarán la
epopeya de su libertad amenazada en sus danzas de liberación; y la represión
colonial será despiadada.
“El antiguo Paraguay habitado por los
indios Guaraní fue durante dos siglos la tierra de elección de mesías y
profetas indígenas. Ninguna otra región cuenta con tantos movimientos de
liberación mística… Su multiplicación en el momento en que conquistadores y
jesuitas establecen su dominación y se esfuerzan por destruir la antigua
civilización, se explicaría por la desesperación que se apoderó de los
Tupinambá y de los Guaraní. Esta desesperación lo habría animado a escuchar a
los profetas que se levantaban entre ellos y que les ofrecían como solución la
huida hacia la tierra-sin-mal o la venida próxima de una edad de oro.
Rebeliones guaraníes contra la
represión colonial
Ya se ha hablado del levantamiento de
1556, el primero de carácter mesiánico del que se tiene noticia; había habido
otros alzamientos, en 1539 y en 1543, pero en ellos este aspecto no está
documentado (Necker 1979: 249-50).
En 1559, con el lema “Libertad y guerra
sangrienta contra los españoles” se produce una nueva rebelión en la comarca de
Acahay o Acaraiba (Díaz de Guzmán 1943: Lib. III, Cap VIII). En 1561 surge otra
en el Guayrá, acaudillada por “caciques poderosos de la provincia encomendados
en Asunción” (Díaz de Guzmán 1943: Lib. III, Cap XI).
En 1568 “era grande la rebelión de la
tierra” (Aguirre 1949-51, II: 169-70).
“Mandó Cáceres que no se envíen los
indios Yanaconas ni de respartimiento a la yerba, porque estando bautizados
hablan herejías y rebelan los demás indios” (Provisión del 30 de diciembre de
1569) (Ibid).
Los indios de la comarca de Yeruquisaba
(que significa precisamente “lugar del canto y de la danza) y de la de Tanimbú,
en la cuenca del Jesui, “estaban encomendados a los vecinos de la ciudad y
volvían a sus idolatrías, profanando el santo bautismo que habían recibido”.
Era el año de 1577 (Aguirre 1949-51, II: 195-96)
Un año después aparece nueva rebelión,
que se dice instigada por los “payés” y “hechiceros”, quienes “con palabras
heréticas infaman el santo bautismo y fe católica” (Aguirre 1949-51, II: 199).
Los indios de Acahay, Tebicuary y
Ybytucurusu se rebelaban otra vez en 1589.
“Por causa de ciertos cantores que con
sus cantos los hacen cometer alguna ceremonias y ritos con que se apartan del
servicio de Dios y no vienen a servir a sus encomenderos” (Aguirre 1949-51, II:
210).
En 1591 y 1592 se tuvo que acudir a la
pacificación de los indios del Paraná (Aguirre 1949-51, II: 212). No querer
trabajar para los españoles y al mismo tiempo reafirmar sus tradiciones
religiosas amenazadas, son las dos principales características de las
rebeliones indígenas, de las que se han enumerado aquí sólo algunas más
significativas.
El resplandor de un profeta: Oberá
El levantamiento de Oberá en la región
de Guarambaré, por el año de 1579, teniendo en cuenta cómo se procesaba la
historia de la conquista española en tierra de los Guaraní, no es un caso
ailado de resistencia contra la colonia. Más aun, puede considerarse como un
paradigma de lo que fueron muchos de los movimientos de liberación Guaraní.
La historia de Oberá es conocida
principalmente a través de los malos versos del arcediano Martín Barco de
Centenera, quien dice haber actuado personalmente en la acción punitiva contra
el principal seguidor de Oberá, Guaycará (Barco de Centenera 1602: Canto XX).
El padre Pedro Lozano, años más tarde,
al historiar la conquista del Paraguay no hace sino retomar, en prosa, los
datos del poema de Centenera (Lozano 1873-75, III: 210-32)
Oberá aparece como indio bautizada que
en uno de los pueblos de indios encomendados a los españoles habría escuchado
las enseñanzas religiosas impartidas por el sacerdote Martín González.
Intérprete de la opresión en que vivían los Guaraní, Oberá, con su rara
elocuencia, verdadero señor de la palabra, ofrecía a su gente que “los
libertaría de la sujeción de los españoles” (Íbid.: 211).
Oberá, como digo, se llamaba,
que suena resplandor en castellano:
en el Paraná grande éste habitaba,
el bautismo tenía de cristiano:
más la fe prometida no guardaba,
que con bestial designio a Dios, tirano,
su hijo dice ser, y concebido
de virgen, y que virgen lo ha parido.
que suena resplandor en castellano:
en el Paraná grande éste habitaba,
el bautismo tenía de cristiano:
más la fe prometida no guardaba,
que con bestial designio a Dios, tirano,
su hijo dice ser, y concebido
de virgen, y que virgen lo ha parido.
La mano está temblando de escribillo,
más cuento con verdad lo que decía,
con loca presunción aquel diablillo,
que más que diablo en todo parecía.
Los indios comenzaron a seguillo
por todas las comarcas do venía,
atrajo mucha gente así de guerra,
con que daños hacía por la tierra.
más cuento con verdad lo que decía,
con loca presunción aquel diablillo,
que más que diablo en todo parecía.
Los indios comenzaron a seguillo
por todas las comarcas do venía,
atrajo mucha gente así de guerra,
con que daños hacía por la tierra.
Dejando, pues, su tierra y propio
asiento,
la tierra adentro vino predicando:
no queda de indio algún repartimiento,
que no siga su voz y crudo mando,
con este impío pregón y mal descuento
la tierra se va toda levantando,
no acude ya al servicio que solía,
que libertad a todos prometía.
la tierra adentro vino predicando:
no queda de indio algún repartimiento,
que no siga su voz y crudo mando,
con este impío pregón y mal descuento
la tierra se va toda levantando,
no acude ya al servicio que solía,
que libertad a todos prometía.
Mandóles que bailasen y cantasen,
de suerte que otra cosa no hacían,
y como los pobretes ya dejasen
de sembrar y coger como solían,
y sólo en los cantares se ocupasen,
en los bailes de hambre se morían,
cantándoles loores y alabanzas
del Oberá maldito y sus pujanzas.
de suerte que otra cosa no hacían,
y como los pobretes ya dejasen
de sembrar y coger como solían,
y sólo en los cantares se ocupasen,
en los bailes de hambre se morían,
cantándoles loores y alabanzas
del Oberá maldito y sus pujanzas.
Un hijo que éste tiene, se llamaba
por nombre Guiraró, que es palo amargo,
del nombre Papa aqueste se jactaba.
Con éste el padre, dice, “yo descargo
la gran obligación que a mí tocaba,
con darle de pontífice el encargo”.
Éste es el que viene bautizando
y a los nombres a todos transmutando.
por nombre Guiraró, que es palo amargo,
del nombre Papa aqueste se jactaba.
Con éste el padre, dice, “yo descargo
la gran obligación que a mí tocaba,
con darle de pontífice el encargo”.
Éste es el que viene bautizando
y a los nombres a todos transmutando.
No quiero más decir de sus errores
de que andaba la tierra alborotada
en todo el Paraná, y sus rededores;
y así se fue tras él de mano armada.
Más como éste tenía corredores
y gente puesta siempre en gran celada,
viendo la pujanza conocida,
del enemigo, pónese en huida.
de que andaba la tierra alborotada
en todo el Paraná, y sus rededores;
y así se fue tras él de mano armada.
Más como éste tenía corredores
y gente puesta siempre en gran celada,
viendo la pujanza conocida,
del enemigo, pónese en huida.
Ésta fue la causa que estuviese
la tierra levantada, como estaba,
y que ha servir al pueblo no viniese.
la tierra levantada, como estaba,
y que ha servir al pueblo no viniese.
(Barco de Centenera 1602: Canto XX)
Oberá se presenta incluso con ciertos
caracteres mesiánicos, divino por su origen y salvador de su pueblo por misión.
Se decía hijo verdadero de Dios, nacido de una virgen, encarnado para la
liberación de su pueblo. Un cometa que había aparecido en el cielo aquel
tiempo, él decía tenerlo escondido bajo su poder, para que, oportunamente,
abrasara con su fuego a los españoles. Su hijo Guayraró era su pontífice, “con
cargo de que fuese borrando los nombres que a toda su nación habían impuesto
los cristianos, y confiriéndoles con nuevo bautismo, nuevos nombres según sus
antiguos ritos” (Lozano 1873-73, III: 212).
El movimiento se propagó tanto hacia el
sur de Asunción, por el Paraná, como por el norte, hacia la cuenca del Ypané,
donde estaban los guarambarenses. Los guaraníes de Oberá cantaban y danzaban
ininterrumpidamente durante días.
Pero no solamente era la danza ritual
guaraní la que hacían revivir para oponerse a la dominación cultural española
que había llegado con otra religión. Para marcar su reacción contra el modo de
ser colonial y sus novedades, la gente de Oberá llegó a hacer “sacrificio de
una ternera, que… abrasaron en obsequio de Oberá, hasta que reducida a cenizas
las esparcieron al viento, queriendo significar con esta supersticiosa
ceremonia, que como la ceniza se disipaba por el aire, así habían de acabar
ellos a todos los cristianos” (Lozano 1873-75, III: 223).
El movimiento fue dominado por el
general Juan de Garay, no sin la colaboración de algunos caciques partidarios
de los españoles. Interesante es, sin embargo, que incluso cuatro mestizos, uno
de ellos hijo de portugués, estaban enteramente del lado de Oberá y durante un
tiempo intentaron mantener sus reivindicaciones mesiánicas (Ibid.: 228; Métraux
1967:26).
Lozano da por concluida la rebelión
cuando Oberá logra huir sin dejar rastros y los indios “se fueron poco a poco
rindiendo, desampararon del todo a Oberá y se fueron reduciendo a servir a sus
encomenderos, sin haber apenas quien rehusase admitir el yugo de la sujeción”
(Lozano 1873-75, III: 229).
Mesianismo y religión guaraní
En las rebeliones de los Guaraní, aparecen
una serie de elementos de la religión guaraní, que nuevos datos históricos y
estudios más modernos vendrán a confirmar como fundamentales.
Esto demostraría que la respuesa
profética contra los abusos coloniales no es una simple rebelión contra la opresión
y una liberación de esclavitud, sino más bien una afirmación de la identidad y
una voluntad de autenticidad, permaneciendo en el modo de ser tradicional,
específicamente religioso.
La religión guaraní en este caso no es
instrumentalizada en vistas a la liberación, sino que es una forma que da
sentido al movimiento. Más que una reacción es una búsqueda. De ahi la
gratuidad de la danza ritual como expresión sin más de un modo de ser
irreductible frente a la cultura del nuevo dominador.
Y esto a pesar de los elementos de
sincretismo que se advierten en las manifestaciones de Oberá. El profetismo
guarani no depende de factores externos, aunque éstos pueden contribuir a
formar las condiciones de su aparición. El profetismo guaraní se enraiza en la
religión guaraní, en la que encuentra sus fundamentos míticos y las categorías
para su expresión concreta e histórica. Por esta razón, en circunstancias y en
tiempos y situaciones diversos la estructura del profetismo guaraní presenta
las mismas analogias fundamentales.
Ya en 1545, el sacerdote Francisco de
Andrada, uno de los primeros en hablar específicamente de la religión de los
Guaraní, habia captado que “no adoraban cosa ninguna”, que eran supersiticiosos
y agoreros, y “todos ellos creían en los sueños” (DHG II: 415-16; cf. Bruno
1966, I: 160- 61).
En 1594, el padre Alonso Barzana
ofrecerá una de las primeras síntesis de religión guaraní, entre cuyas
manifestaciones se perciben todavía los ecos de las rebeliones recientes.
“Es toda esta nación muy inclinada a
religión verdadera o falsa…Esta propensión suya a obedecer a título de
religión, ha causado no sólo que muchos indios infieles se hayan fingido entre
ellos hijos de Dios y maestros, pero indios criados entre los españoles , se
hayan huido entre los de guerra, y unos llamándose Papas, otros llamándose
Jesucristo, han hecho para su torpeza monasterios de monjas quibus abutuntur;
y, hasta hoy, los que sirven y los que no sirven tienen sembrados mil agüeros y
supersticiones y ritos de estos maestros, cuya principal doctrina es enseñarles
a que bailen, de dia y de noche, por lo que vienen a morir de hambre, olvidadas
sus sementeras… Bailes tienen tantos y tan porfiados fundados en su religión,
que algunos mueren en ellos. La mayor parte de esta gente algunos se han muerto
de pestilencia, malos tratamientos y guerras y otra gran suma donde hay muchos
millares, ha treinta años que está alzada contra esta ciudad y obedecen a sus
hechiceros y no admiten Padres” (Barzana, en Furlong 1968: 93-94).
La religión guaraní aparece
sacramentalizada en el canto y en la danza, bajo la inspiración chamánica. La
“búsqueda de la tierra sin mal” habría dominado, hasta tiempos modernos, muchos
movimientos migratorio de los Guaraní y es un tema mítico que tal vez estaba ya
presente en los Guaraní del primer tiempo colonial; los chamanes, los “payés” y
“hechiceros” según el vocabulario de la época, eran quienes, interpretando
justamente la servidumbre colonial como el mayor mal concreto, organizaban la
reacción y la rebelión contra dicho régimen, y esto a partir de la propia
mitología y mediante a revitalización de los ritos tradicionales.
Tanto Barco de Centenera como el padre
Lozano atribuyen la rebelión de Oberá a que éste habrían reinterpretado en
“subversivos” los sermones mal entendidos del padre Martín González, “clérigo
idiota”, según ellos (Barco de Centenera 1602, Canto XX; Lozano 1873-75, III:
210-211). Pero cuando se ve la rebelión de Oberá en un contexto histórico más
amplio, aparecen otras raices más profundas que exlican su profetismo y la
fuerza de su movimiento. Es en la tradición guaraní, en su s formas mitológicas
y rituales, donde se estructura y de donde nace el movimiento profético como
tal y no en la tradición propiamente bíblica, aunque sin duda se pueden
establecer analogias entre el profetismo guarani y el bíblico. El remedo de
ceremonias católicas en la acción de Oberá y de otros profetas guaraní son
circunstanciales, pero no determinantes.
La rebelión, aunque autóctona, es sin
duda una respuesta concreta a una forma bien determinada de dominación
colonial, sobre todo la que se daba a travñes del trabajo exigido por la
encomienda. Pero también es, y tal vez ante todo, un rechazo contra la forma de
vida del dominador. Asi como la dominación se había valido, para afirmarse, del
bautismo y de la asimilación de formas de vida hispano- cristiana, la reacción
anticolonial se manifestaría en la práctica de una especie de contrabautismo y
en la vuelta a las tradiciones tribales, las más características de la
identidad y de la singularidad guaraní como eran las religiosas.
De ahi que en varios de los
levantamientos citados, la rebelión contra la servidumbre y la encomienda vaya
unida con la apostasía, que de hecho no es sino rechazar el nombre español que
se les había impuesto, para tomar de nuevo un nombre guaraní. Aún hoy, entre
los Guaraní, es función de los chamanes de más prestigio el poner nombre a la
persona; y es que entre los Guaraní la persona no se llama de este u otro modo,
sino que es su nombre. En los momentos de rebeldía anticolonial, el Guaraní
tomaba conciencia de que su nombre español le había hecho perder su identidad,
y por eso la insistencia de los chamanes por rebautizar a fin de reencontrar
para cada uno su nombre y su ser verdadero.
Es significativo que en 1616 el indio
Paytara, en una rebelión dirigida por él, “consiguió que dejasen los nombres
españoles y mataran los perros, vacasy animales habidos de España, y que lo
siguiesen a los bosques, abandonando el pueblo” (cit. Por Susnik 1965: 222-24)
Ceremonias de des-bautismo aparecerán
todavía con cierta frecuencia en los comienzos de las misiones jesuíticas, con
lo que los “hechiceros” querían significar su oposición al régimen de las
reducciones que se iban implantando. (Montoya 1892: 234:271)
(*) El presente
artículo corresponde al capítulo “Oberá. Una repuesta profética contra la
opresión colonial”, del libro “El guaraní conquistado y reducido”, de Bartomeu
Meliá. Asunción, CEADUC, 1986. (Págs. 30 a 40)
Fuente: Revista Superficie 10/11/2.014
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