Nuestro era el monte, las flores, los peces, los frutos y los alegres pájaros…
Nuestro era el cielo, los ríos, las lagunas, los mansos caracoles y lo temidos tigres…
Todo era nuestro…
Hasta que empezó a llover la codicia del hombre blanco sobre nuestras cabezas y empezaron a cortar nuestros árboles, matar nuestros animales, y comenzamos a sembrar losetas, asfalto en nuestro monte y en nuestros corazones...
Cesar Rosso Neuenschwander
Hermoso y muy cierto.
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