Un fotógrafo de
Clarín visitó los lugares de las batallas más cruentas. Aún hay restos de armas
y hasta de vestimentas. Un viaje al pasado que ayuda a reflexionar en el
presente.
Las huellas de la
guerra en Malvinas: cruces recuerdan a los caídos argentinos y británicos
(Fernando de la Orden/Enviado Especial)
Islas Malvinas
Después de que se
fueron los familiares del cementerio argentino de Darwin que vinieron a homenajear
a los 90 ex combatientes identificados, aproveché para recorrer por mi cuenta
todos los caminos que pude de la Isla Soledad, buscando huellas de
esos chicos de la guerra de 1982.
Mi primer encuentro
con ellas lo tuve frente al Monte Kent, a una hora de distancia de la ciudad,
que hoy tiene una base de observación militar en su cima. Fotografié dos
helicópteros argentinos destruidos que, por suerte, según nos contó
después un isleño que organiza tours por los campos de batalla (y que cobra 200
libras por día, más de 5.500 pesos) no ocasionó víctimas porque estaban en
tierra estacionados.
Después de varios
días de sol, me tocó el primero con clima “malvinense”: viento, frío y
llovizna. Acerca del clima, mi nuevo amigo brasileño -un periodista que está
escribiendo un libro sobre las tumbas y quien conocí cuando encontramos los
helicópteros-me preguntó sonriendo: "¿Por qué quieren tanto estas
islas?". Mientras intentaba parar la lluvia y el viento con un paraguas
(adivinen si lo logró), siguió. "Los brasileños no estamos preparados
para el frío", bromeó. Y no me puedo imaginar el frío que habrá tenido que
soportar un soldado, por ejemplo de Corrientes, mal comido y mojado durante
días.
Las huellas de la
guerra en Malvinas: memoriales de la armada británica frente a Bahía Agradable
(Fernando de la Orden/Enviado Especial)
Bien abrigado me
animé a una recorrida a pie por los montes donde se sucedieron las
últimas y más cruentas batallas de la guerra, cuando los soldados británicos
avanzaron en el último asalto para recuperar “la ciudad” (que para ellos es
Port Stanley y para nosotros Puerto Argentino).
Las huellas de la
guerra en Malvinas: recorrida a pie por los montes Tumbledown y Longdon
(Fernando de la Orden/Enviado Especial)
Lo primero que
encontré, y me impactó, fueron unas zapatillas de lona, en una posición de
artillería argentina. Se me vino a la cabeza la tristeza que sentí al
fotografiar las zapatillas de los chicos que murieron en Cromañón. Sin querer
entrar en polémicas sobre la guerra, creo que toda muerte joven es absurda.
Seguí caminando.
Tuve que esquivar varios cráteres en la tierra, de aproximadamente dos metros
de diámetro, hechos por las bombas de la Armada británica disparadas
desde sus destructores estacionados en la bahía.
Las huellas de la
guerra en Malvinas: una cocina de campaña en los montes donde se libraron las
últimas batallas (Fernando de la Orden/Enviado Especial)
Subí al Monte
Tumbledown o Monte Destartalado: el nombre lo grafica perfectamente,
porque parece un monte que se cayó de costado. Cuando llegué a la cresta rocosa
de la cima, la vista del valle era imponente.
Tanto más cuando las
nubes se abrieron y dejaron pasar unos rayos de sol en el centro, como
cuando Cristo es bautizado en una de esas películas que pasan en la tele
en estos días de Semana Santa.
Pude ver varios
puestos de combate de los soldados argentinos, una posición escondida por una
pared de pequeñas piedras en la salida de un cañadón. Adentro todavía había
una mini petaca de whisky y botones oxidados.
El viento sopló y
alejó todas las nubes. Con el cielo despejado continué mi camino hacia el Monte
Longdon (sin nombre en español). Llegué a la cima y leí, en inglés, en una gran
cruz de hierro: “Nadie me asalta con impunidad”. Y recordé algunas
preguntas que siempre me hice sobre el conflicto: ¿Realmente el gobierno
militar creía que una vez que recuperaron las islas en un ataque sorpresa el
gobierno británico les iba a responder con un “OK, ahora son suyas de nuevo”? Y
cuando ya vieron que una guerra era inevitable, ¿creían realmente en sus
posibilidades de ganarla? ¿Podrían haberse retirado a tiempo y seguir las
discusiones por la vía diplomática, sin derramar tanta sangre?
Las huellas de la
guerra en Malvinas: zapatillas de lona, cerca de un puesto argentino en los
montes donde se libraron las últimas batallas (Fernando de la Orden/Enviado
Especial)
Me siento un rato a
descansar, caminé por tres horas. Me detengo a leer otros memoriales británicos
que recuerdan a sus soldados caídos. Emocionan las historias de amor
trunco que cuentan, esta vez en placas de bronce, algunos de sus familiares. En
total, en esas dos batallas, murieron más de treinta soldados británicos y más
de sesenta argentinos.
Las islas me
parecieron hermosas. Paisajes y atardeceres de película. Montes
pedregosos, amplios valles, praderas, mar azul y hasta playas con arena blanca
que en verano se llenan de pingüinos de cuatro especies distintas. Sólo vi unos
pocos en esta visita. Pero todo lo lindo que tienen no me alcanza para
desanudar, o más bien aprietan más, el nudo que tengo en la garganta mientras
escribo estas líneas.
Levanto la vista por
la ventana del hotel y veo una bandera de las islas, que incluye una bandera
inglesa en el ángulo superior izquierdo, que en realidad es una superposición
de tres banderas, a su vez una superposición de más cruces. Flamea muy fuerte
por el viento, como queriendo salir volando del mástil.
Fuente: Diario
Clarin (Buenos Aires) - 1º de Abril de 2.018
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