Cuenta la leyenda que una de las tribus, que habíase detenido en las laderas de
las sierras donde tienen sus fuentes el Tabay, dejó después de breve estada el
lugar, y siguió su marcha a través de las frondas.
Un viejo indio, agobiado
por el peso de los años, no pudo seguir a los que partieron obedeciendo el
espíritu errante de la raza, quedando en el refugio de la selva en compañía de
su hija, la hermosa Yarîi.
Una tarde, cuando el sol
desde el otro lado de las sierras se despedía con sus últimos fulgores, llegó
hasta la humilde vivienda un extraño personaje, que por el color de su piel y
por su rara indumentaria no parecía ser oriundo de esos lares.
Arrimó el viejito del
rancho un acutí al fuego y ofreció su sabrosa carne al desconocido visitante.
El más preciado plato de los guaraníes, el tambú, brindó también el dueño de
casa a su huésped.
Al recibir tan cálidas
demostraciones de hospitalidad, quiso el visitante, que no era otro que un
enviarlo de Tupá, recompensar a los generosos moradores de la vivienda.
Proporcionándoles así, el medio para que pudieran siempre ofrecer generoso
agasajo a sus huéspedes, y para aliviar también las largas horas de soledad, en
el escondido refugio situado en la cabecera del hermoso arroyo.
E hizo brotar una nueva
planta en la selva, nombrando a Yarîi, Diosa protectora, y a su padre, custodia
de la misma, enseñándoles a "sapecar" sus ramas al fuego, y a
preparar la amarga y exquisita infusión, que constituiría la delicia de todos
los visitantes de los hogares misioneros.
Y bajo la tierna
protección de la joven, que fue desde entonces la CaáYarîi y bajo la
severa vigilancia del viejo indio, que fue el CaáYará, crece lozana y hermosa
la nueva planta, con cuyas hojas y tallos se prepara el mate, que es hoy
genuina expresión de la hospitalidad.
La imagen da la Diosa ha
sido esculpida por la naturaleza como símbolo imperecedero, en una roca de las
imponentes Cataratas del Iguazú desde donde, en el centro geográfico mismo de
su limitado reino, sigue esparciendo sus gracias y bondades sobre la planta que
tutela.
Notas
Acutí: roedor regional.
Tambú: Gusano de carne
blanca y abundante, criado por el Guaraní en los troncos del pindó, que no solo
proporciona su abundante carne, sino también un aceite muy codiciado, con él
curaban algunos males, apuraban las digestiones y se precavían de los
innumerables insectos de la selva.
Tupá: Dios del bien.
CaáYará y CaáYarîi: Dioses
protectores del Yerbal.
Fuente
Aníbal Cambas, "Leyendas
Misioneras".
hermoso!
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