Los pueblos
originarios del Uruguay son las etnias amerindias que poblaron o
frecuentaban el actual territorio uruguayo desde que arribaron los
primeros humanos hace 13 000 años AP, hasta la llegada de
los conquistadores europeos en el año 1516. De una manera más amplia,
también engloba a los descendientes de estos nativos desde esa fecha
hasta la actualidad, incluso a los mestizos, así como a miembros de otras
etnias amerindias que migraron hacia dicho territorio en los últimos siglos.
Como resultado de
siglos de mestizaje, se suponía que para el siglo XXI ya no había miembros
no mestizados de las etnias uruguayas en el país, aunque en el año 2010 fueron
134 000 las personas que en Uruguay declararon tener alguna ascendencia
indígena, es decir, el porcentaje representaba el 4 % de la población
total de la república.
Disolución del
componente indígena
Varios hechos
resultaron claves para la disolución del componente indígena de la población
uruguaya. El primero de ellos fue que, en la mayoría de los casos, las empresas
de exploración y conquista fueron exclusivamente masculinas, siendo muy escasa
la presencia de mujeres «blancas» en los primeros años de la conquista. Esto
redundó en la rápida aparición de un población mestiza, fruto de la unión
de la mujer india con el español. Estos mestizos se incorporaron al
desarrollo colonial, y posteriormente al de los primeros años de la nueva
república.
Otro factor clave para
la veloz desaparición de las etnias originarias del país fue la férrea
persecución a las tribus rebeldes efectuada por los conquistadores españoles,
y continuada luego por la misma república independiente, las cuales terminaron
en generalizadas matanzas.
Los cada vez menores
territorios de caza, unidos a las frecuentes epidemias de enfermedades
infecciosas como el sarampión y la viruela, terminaron
hasta con los últimos grupos sobrevivientes.
Finalmente, en el
tramo final del siglo XIX y principios del XX, una importante
incentivación para que inmigrantes europeos se asienten en la
joven nación, trajo como resultado oleadas de cientos de miles de inmigrantes
al Uruguay, lo que redundó en una devaluación del porcentaje indígena remanente
con respecto al total poblacional del país.
Antigüedad en el
Uruguay
El poblamiento humano
del actual territorio del Uruguay se inicia con los vestigios
comprobados más antiguos de seres humanos, los que poseen una antigüedad
de 13 000 años AP. El tramo comprendido entre 13 000 –
9500 años AP es denominado: «periodo Paleoindio»; el comprendido
entre 8500 – 4000 años AP es denominado: «periodo Arcaico».
Industria Catalanense
El Hombre del
Catalanense, o Industria Catalanense, es la denominación de una cultura que
existió en el territorio uruguayo hace 13 000 años AP, varios
milenios antes que los charrúas, siendo la ocupación humana más antigua
del Uruguay. Es obra de un primitivo grupo de cazadores-recolectores
descubierto por el arqueólogo Antonio Taddei y el profesor Jorge
Chebataroff en 1955 en las márgenes del arroyo Catalán Chico, en su
curso alto próximo a sus nacientes en la Cuchilla de Belén, y en las
laderas de los cerros circundantes, en el departamento de Artigas. Se
colectaron 20 000 piezas líticas en 18 yacimientos principales.
Se trata de los primeros grupos de cazadores-recolectores que arribaron a lo
que hoy es Uruguay durante el final del Pleistoceno y comienzos
del Holoceno, una época que se corresponde con el final del último
periodo glacial.
El sitio arqueológico
Pay Paso 1 es el cual reporta las mayores antigüedades. Sus pobladores creaban
puntas de proyectil y puntas de lanza, las que han logrado llegar hasta
nuestros días, y cazaban gliptodontes y caballos primitivos. Mediante el
estudio del polen acompañante se pudo reconstruir el primitivo ecosistema. Hace
más de 13 000 años el clima era riguroso, muy seco, y frío, y
presentaba un biotopo dominado por gramíneas. Hace 12 300-12 500
comienza a producirse un cambio climático, identificado por la aparición de una
herbácea, Amarathus, la cual iniciará el reemplazo de las gramíneas. Hace
11 000 años, a favor del cambio climático que aumentaba las lluvias y
la temperatura, arriban desde el norte especies arbóreas de linaje subtropical
semihúmedo (hoy extintas en el Uruguay) como el yacaratiá, el urunday,
y especies del género Jacaranda. Hace 10 900 – 10 100 años,
aparecen nuevas especies de helechos, totoras, enredaderas, y plantas
acuáticas, acompañando al aumento de las precipitaciones. Frente a los cambios
del clima, de la flora y de la fauna, los primitivos grupos culturales lograron
adaptarse y sobrevivir, siendo luego sucedidos por otras culturas.
A partir de estos
trabajos, otros especialistas identificaron yacimientos similares, en zonas
bien distantes como el Valle Edén en Tacuarembó, la sierra
de la Aurora en Rivera, la sierra de Aceguá en Cerro
Largo, y la sierra de la Ballena en Maldonado.
Una industria
posterior y más evolucionada que la Catalanense es la
denominada Cuareimense, identificada por Bormida en 1964, en cuatro
sitios de la cuenca del río Cuareim: Carape, Guaviyú, Artigas y
Perao, con fechados de 7000 años AP. Sus responsables son grupos que
basaban su economía en una paleo-agricultura, es decir, una proto-agricultores.
Etnias que habitaban
en el Uruguay al momento de la conquista
Al llegar los
conquistadores europeos al Río de la Plata, los grupos étnicos que
habitaban en el territorio que actualmente comprende el Uruguay eran
principalmente de la macro-etnia charrúa.
Charrúas
Los Charrúas eran
una etnia que vivía en la ribera norte del Río de la Plata. Eran los
aborígenes que encontraron los primeros exploradores europeos en la región. La
presión de la colonización europea los hizo ir migrando hacia el norte,
alejándose de las costas. Durante el periodo colonial fueron fusionándose con
otros pueblos aborígenes que componían la macro-etnia charrúa, con los cuales
mantenía un parentesco directo, generando así una sola unidad cultural.
Eran del grupo
pámpido. Estructuralmente altos, de cabeza grande, mentón y pómulos gruesos y
sobresalientes, y nariz estrecha y larga. A diferencia de los guaraníes, no
mantenían costumbres antropófagas. Hablaban mayormente las extintas lenguas
charrúas o charruanas, las que eran utilizadas por varias etnias de
la cuenca del Plata.
Guenoas
Los Guenoas eran
un pueblo aborigen con un parentesco directo con otros que componían la
macro-etnia charrúa. Este pueblo se distribuía al norte del río Arapey (en
los actuales departamentos de Tacuarembó, Treinta y Tres y Cerro
Largo, extendiéndose también por el estado brasileño de Río
Grande del Sur. Uno de sus lugares sagrados se hallaba en el cerro Ibití,
sobre el río Arapey, y uno de sus cementerios se sitúa en el cerro
Yauguá, sobre el río Negro. Como otros pueblos de su macro-etnia, se
fusionaron con los charrúas, combatiendo junto a ellos a los colonizadores
europeos y criollos, y sufriendo el mismo destino de extinción por
aniquilación.
Minuanes
Los minuanes eran
un pueblo aborigen con un parentesco directo con otros que componían la
macro-etnia charrúa. Se distribuían en Entre Ríos (Argentina),
en Río Grande del Sur (Brasil), desde el río Ibicuí hacia
el sur,cubriendo sectores del noroeste uruguayo hasta alcanzar por el sur las
costas del río Negro. Como otros pueblos de su macro-etnia, se fusionaron
con los charrúas, combatiendo junto a ellos a los colonizadores europeos y
criollos, y sufriendo el mismo destino de extinción por aniquilación.
Bohanes
Los bohanes eran
un pueblo aborigen del Uruguay. Para algunos estudiosos mantenía un parentesco
directo con otros que componían la macro-etnia charrúa, y para otros serían una
parcialidad perteneciente al núcleo racial de los yaros. Los bohanes se
extendían por la ribera oriental del río Uruguay, desde el río Negro hasta
el río Cuareim, especialmente en la zona del Salto Grande. Empleaban
como armas hondas, lanzas, dardos y rompecabezas.
Después de su fusión con los charrúas utilizaron el arco, la flecha y
las boleadoras. Como otros pueblos de la región, se fusionaron con los
charrúas, combatiendo junto a ellos a los colonizadores europeos y criollos, y
sufriendo el mismo destino de extinción por aniquilación.
Arachanes
Los arachanes eran
un pueblo aborigen con un parentesco directo con otros que componían la
macro-etnia charrúa.
Chaná-timbúes
Los chanáes, o
chaná-timbúes, eran un pueblo aborigen relacionado con otros que componían la
macro-etnia charrúa, y mantenían poblaciones en las riberas del río Paraná,
así como también en las costas del Río de la Plata. Construían canoas con
las que navegaban y pescaban. Eran bastante sedentarios, y culturalmente algo
más avanzados que los charrúas.
En 1938, Lucas
Roselli exhumó un esqueleto completo, postulado como de un posible Timbú,
en la parte culminante de la barranca de Punta Chaparro (33°49'S
58°25'O), departamento de Soriano. Su ajuar funerario estaba
compuesto por huesos de un mamífero extinto, material lítico (entre
los que se encontró un raspador de cueros), láminas de cobre perforadas y un
collar hecho de valvas de moluscos. Sus restos son conservados
en el museo municipal profesor Lucas Roselli, de la ciudad de Nueva
Palmira. También en esta institución se conserva "La dama de Nueva
Palmira" una pieza arqueológica colectada aislada en la ribera del río
Uruguay, en proximidades del puerto de dicha ciudad y del arroyo Higueritas
(«paradero Higueritas»). Es de material de arcilla, de forma campaniforme y
rasgos antropomorfos. Fue presentada por Roselli en el 35º Congreso
Americanista de México, en donde, sobre la base de la composición de la
arcilla, se comprobó que fue manufacturada en la región, y se definió su
pertenencia a la etnia Timbú («ribereños plásticos»).
Yaros
Los yaros, yaróes, yaroses o jaros eran
un pueblo aborigen con un parentesco directo con otros que componían la
macro-etnia charrúa. Se supone pertenecía al grupo racial láguido de
los cáingaing o káingang. Serían los cainaroes mencionados por
la expedición de Sebastián Caboto, el que sería el nombre con el que se
autodenominaban y que en su idioma significaría cabelludos. También se los
conoció como chaná-salvajes.
En tiempos de la
llegada de los conquistadores europeos vivían, en Uruguay, en la costa oriental
del río Uruguay entre los ríos Negro y San Salvador
(actuales departamentos de Río Negro y Durazno. Ya avanzando el
periodo hispánico, fueron mestizados, aculturados, y absorbidos por los
charrúas, a quienes acompañaron en sus combates contra los españoles.
Guayanás
Los guayanás eran
un pueblo aborigen relacionado con otros que componían la macro-etnia charrúa.
Vivían en la costa atlántica entre la laguna de los Patos y el este
del Uruguay.
Guaraníes
Juan Díaz de Solís,
descubridor del Río de la Plata, al momento de desembarcar en las costas
uruguayas. Minutos después sería ultimado y consumido, posiblemente por
aborígenes guaraníes.
Los guaraníes,
desde las zonas selváticas subtropicales de lo que hoy es el Paraguay,
gracias a sus hábitos canoeros fueron aumentando su proyección hacia el sur,
logrando crear poblaciones por el río Paraná hasta en el nordeste de
la provincia de Buenos Aires, Argentina, y por el río Uruguay,
por lo menos hasta el norte del Uruguay. Habían alcanzado un cierto desarrollo,
acondicionaban cueros, hilaban, tejían, cultivaban algunas plantas, y eran
diestros navegantes en canoas. Físicamente eran de menor porte que los charrúas
y, a diferencia de estos, mantenían costumbres antropófagas.
Relaciones entre las
etnias originarias y los europeos y criollos
El primer asentamiento
europeo en la entonces llamada Banda Oriental fue el español San
Lázaro, fundado por Sebastián Caboto en la margen oriental del Río
de la Plata a inicios de 1527. Pocas semanas después, los españoles al
mando de Caboto fundaron un segundo fuerte en la desembocadura del río San
Salvador, que recibe su nombre europeo a partir del nombre del Fuerte de
San Salvador. Tales establecimientos fueron efímeros. En enero de 1680, los
portugueses fundan la Colonia do Santíssimo Sacramento, frente a la ciudad
de Buenos Aires. El 22 de noviembre de 1723 el Maestre de Campo Manuel
de Freytas Fonseca fundó el fuerte de Montevieu.
La visión que los
conquistadores tenían de los distintos grupos humanos que vivían en el
territorio era mala. Se los relacionaba con la violencia, el robo, la vagancia,
la escasa inteligencia, etc. De allí que pasasen a ser un problema para el
desarrollo de la colonia había un paso. Se operó mediante dos métodos: a las
tribus más irreductibles se las combatió de forma directa hasta su extinción. A
las tribus que podían llegar a aceptar ser sometidas —y explotadas— se buscó su
evangelización mediante las misiones religiosas. No todos se afanaron por
eliminarlos.
El primer
enfrentamiento entre los charrúas y los españoles ocurrió en el combate de San
Gabriel, el 29 de diciembre de 1573. A partir de entonces se hicieron más
frecuentes las partidas que dejaban como saldo verdaderas matanzas que buscaban
el exterminio total de los pueblos que pretendían resistir. Los pedidos de
aniquilamiento eran generados frecuentemente por los estancieros, los que
reclamaban represalias ante los robos de su ganado por los indígenas.
En 1702 se produce la
batalla del Yí, en la cual los españoles, unidos con 2000 tapés guaraníes,
apresaron a 500 charrúas, incluso a mujeres y niños, a los que se dio luego
orden de degollarlos.
En marzo de 1751 se
produce la llamada limpieza de los campos, dándose la orden de que los charrúas
mayores de 12 años que no aceptaban ser bautizados se los degollaba,
trasladándose las mujeres y niños a las ciudades para servir de empleados
domésticos.
En 1797 se crea en
Maldonado el cuerpo de Blandengues, con el objetivo de llevar una guerra
sin cuartel contra los indios infieles. Paradójicamente, de este cuerpo militar
saldría un militar que haría todo lo posible para defender a los
indígenas: José Gervasio Artigas, quienes combatieron junto a él, primero
contra los españoles, y luego contra el imperio de Portugal. El vínculo había
sido establecido por el abuelo del prócer. Con el alejamiento de Artigas del
suelo uruguayo, sus ideas respetuosas para con los indígenas también
desaparecen, y 10 años después se define su aniquilación total.
Salsipuedes
El programa de
aniquilación del indígena tuvo su inicio en la matanza del Salsipuedes, el
2 de abril de 1831, buscando resolver el "problema indio", definido
como la barbarie que impedía el progreso de la nueva república. Hasta ese día
la etnia charrúa contaba con menos de 500 sobrevivientes. A orillas del arroyo
Salsipuedes Grande, el general Fructuoso Rivera, prócer nacional y primer
presidente del Uruguay, tendió una planificada trampa a los principales líderes
charrúas. Rivera señala que lograron ultimar allí mismo a 40 charrúas y
capturar a 300; se mandaron partidas para perseguir y aniquilar al resto de los
charrúas, tarea que finalizó Bernabé Rivera en poco más de un año.
Los capturados (mayormente niños, mujeres y hombres ancianos) fueron llevados a
pie, casi 300 km hasta Montevideo, donde fueron vendidos como esclavos o
encarcelados.
París y los
últimos charrúas
Gracias a una idea del
director del colegio Oriental de Montevideo, Francisco De Curel, cuatro de los
charrúas capturados en Salsipuedes y trasladados a Montevideo, fueron
enviado a París para ser estudiados y exhibidos como una raza rara,
a punto de extinguirse. El grupo estaba conformado por Vaimaca Pirú,
cacique charrúa que había acompañado a Artigas en las luchas independentistas;
el chamán Senaqué; Tacuabé, un joven guerrero y Guyunusa que
viajó embarazada y tuvo a su hija en Francia.
Al llegar a París De
Curel editó un folleto para anunciar su llegada y presentación al público que
decía:
“Estos indígenas
formaban parte de una quincena de prisioneros conducidos a Montevideo en junio
de 1832. El Presidente de la República Oriental del Uruguay me permitió traer
cuatro de ellos a Europa, elegidos por ser los que presentaban mayor interés
según los informes fisiológicos.”
Fueron examinados por
los miembros de la Academia de Ciencias Naturales París y exhibidos al público
como espectáculo. El primero en morir fue Senaqué. Poco después falleció
Vaimaca Pirú. Los médicos franceses diagnosticaron “muerte por melancolía”. Los
cuerpos de ambos fueron estudiados y luego conservados en el Museo del
Hombre de París.
El 20 de setiembre de
1833 Guyunusa dio a luz a una niña, siendo asistida en el parto por Tacuabé. La
sociedad francesa se apiadó de ellos y se logró que la Justicia determinara que
fueran retornados a su país natal. Ante esta decisión De Curel los pasó a la
clandestinidad, vendió a la pareja y a la niña al dueño de un circo y huyó de
París.
El 22 de julio de 1834
Guyunusa falleció de tisis pulmonar en Hôtel-Dieu de Lyon y la niña logró escapar
en brazos de Tacuabé, perdiéndose el rastro de ambos. En la ciudad de Lyon
existe una calle a la que llaman “Camino del indio”. La leyenda dice que por
allí pasó un indio huyendo con un bebé en brazos.
Este grupo es
denominado en Uruguay: «los últimos charrúas».
Los restos de Senaqué
desaparecieron, los de Guyunusa fueron depositados en un osario común y no han
sido encontrados. En 2002 los restos de Vaimaca Pirú fueron repatriados al
Uruguay.
Percepción cultural de
lo indígena en el Uruguay
Parte de la pérdida
del bagaje cultural de las etnias originarias, y de sus propios integrantes, se
debe al desprecio que se le tuvo al indígena desde el comienzo de la
colonización europea, y que, con matices, aún perdura en alguna parte de la
sociedad. Ya desde el comienzo, la visión de los indios que transmitían los
cronistas de la época no era buena. Se los relacionaba con la violencia, el
robo, la vagancia, la escasa inteligencia, etc. El resultado fue que como grupo
cultural todos se perdieron en los primeros siglos de conquista.
A fines del siglo XIX
y comienzos del XX, el indio que ya había desaparecido del horizonte de la
república, tuvo un retorno alegórico, sobre la base de una construcción mítica
romántica, centrado fundamentalmente en las letras y la cultura; los que antes
eran asociados con la barbarie y la incivilización pasaron a ser vistos como a
encarnaciones del coraje y la valentía. A modos de ejemplo destacan las
composiciones de Alejandro Magariños Cervantes, el cuento El combate
de la tapera de que Eduardo Acevedo Díaz publicó en 1892, y en
especial Tabaré, un poema épico, escrito por Juan Zorrilla
de San Martín y publicado en 1888, y considerado como la epopeya
nacional del Uruguay. En él se describe el idilio amoroso del indio
«Tabaré» y la española «Blanca» teniendo como fondo la guerra entre
los españoles y los charrúas en el territorio del actual Uruguay a
finales del siglo XVI. Esta idealización tardía del aborigen uruguayo ha
calado tan profundo en la población que el mismo pueblo uruguayo emplea como
sinónimo el mote de charrúas.
Estimaciones de la
población indígena del Uruguay
Los reales porcentajes
de la población indígena remanente en el Uruguay son discutidos, y los distintos
autores aún no concuerdan en una cifra aproximada. Incluso durante buena parte
del siglo XX se proyectó la idea de que el Uruguay no contaba con población
autóctona sobreviviente.
El mismo estado, con
el objetivo de conformar una sociedad integrada y homogénea, puso énfasis en
consolidar una imagen colectiva uniforme y europeizada.
Sólo hacia el final
del siglo XX arqueólogos, historiadores, etnohistoriadores, y antropobiólogos,
pusieron sobre el tapete el verdadero peso que el mestizaje tuvo en
la conformación demográfica del Uruguay. Por todo ello, son pocas las
estimaciones que se han publicado.
Estimación de Roldán
Estimación de Roque
Roldán para una ponencia para el Banco Interamericano del Desarrollo, expuesta
en Fortaleza en marzo de 2002. Las estimaciones del autor
provienen sobre todo de los porcentajes de la Organización Internacional
del Trabajo (OIT). El número total fue de sólo 524 (0,02 % de la
población uruguaya).
Fuente>Wikipedia,
la Enciclopedia Libre.
En mi humilde opinion en Uruguay hoy, la poblacion somos una mezcla de todas las razas.
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