Estamos ante un acontecimiento mágico: El Equinoccio...
Un acontecimiento sagrado para nuestros antepasados, que nos heredaron el conocimiento de la importancia de este suceso para nuestra Madre Tierra y para nosotr@s, sus hij@s.
Equinoccio se define según la Real Academia de la lengua española como: “Época en que, por hallarse el Sol sobre el Ecuador, los días son iguales a las noches en toda la Tierra, lo cual sucede anualmente del 20 al 21 de marzo y del 22 al 23 de septiembre”.
Este acontecimiento sucede cuando el eje de la tierra se coloca de manera que sus dos polos están a la misma distancia del sol. Viene del latín “aequinoctium” y significa "noche igual".
Los equinoccios marcan el equilibrio –la palabra significa “noche igual”– el día y la noche duran lo mismo, se cancela por un instante la dualidad, sólo para proseguir el eterno juego polar del ocultamiento y la revelación. Este es el tiempo de exacto equilibrio entre las fuerzas de la luz y las de la oscuridad, en su permanente danza polar.
En el caso del hemisferio Sur, la festividad del equinoccio es tradicionalmente una fiesta de la luz y el renacimiento, el momento en el que la naturaleza recibe la energía vital del cielo y se renueva en Primavera. En el Norte esta celebración marca la cosecha, el recogimiento que trae el Otoño y la muerte cíclica de la naturaleza que culminará en el Solsticio de Invierno, fecha en la que se celebra el renacimiento del Sol.
Podemos pensar en los solsticios y los equinoccios como los eventos nodales en la vida del Sol: su nacimiento, crecimiento, esplendor y muerte.
Por eso es de vital importancia que estemos conscientes de esta nueva oportunidad para equilibrar nuestras vidas. Así como reconocer que nuevamente la Madre Tierra nos ofrece la oportunidad de conjugarnos con nuestra Naturaleza y con la Vida…
Deseo que este Equinoccio te entregue lo que tu alma necesite para continuar y para restablecer el equilibrio y la Paz en tu vida y en la vida en la Tierra, entregando tú la humanidad y el Amor que reside en tu corazón.
Gracias, Madre Tierra
Ada Luz Márquez
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