En la raíz de todos los conflictos ambientales se encuentra un problema de falta de educación en valores relativos a la solidaridad, a pensar en el otro, en la empatía y el respeto por la vida.
Debe ser por ello que hace más de 200 años un enorme patriota argentino, repleto de valores y virtudes, se haya convertido en el primer político, abogado y líder ambiental. Son hechos, no opiniones.
Hacemos referencia al notable Manuel Belgrano, tal vez uno de los hombres más importantes de la historia argentina y regional. Un hombre que pensaba en el bienestar general por encima del propio, que entendió a la educación como pilar del desarrollo y que anhelaba la libertad de los Pueblos como expresión máxima de las libertades individuales.
Sin dudas es el ejemplo más noble de ética política y compromiso con una identidad nacional. Ejerció activamente la humildad de los grandes y tuvo una prolífica actividad pública destinada a mejorar a los demás y a su entorno. Además poseía una visión de futuro tan brillante que seguro tenía incorporado lo que hoy llamamos “generaciones futuras” como sujeto de derechos.
En esa conducta y esos objetivos de bien común Belgrano había tomado conciencia plena del valor del ambiente y así lo expresó en el periódico que dirigió entre 1810 y 1811 el “Correo de Comercio” el sábado 28 de abril de 18101 del cual destacamos algunos párrafos colosales:
“Íntimamente persuadidos de que los plantíos son acaso un objeto el más principal, y de la atención más útil al público, nos atrevemos a ponerlos en el rango de las virtudes...”
Sobre las bondades de plantar árboles el gran patriota escribió: “… si pudiéramos imprimir bien este consejo en nuestros convecinos… Seres que se visten y desnudan para utilidad del hombre, y cuyas respiraciones esparcen la salud por todo el universo, prestándose al mismo tiempo para ser vehículos de los aires corrompidos, organizarlos, y capaces de para nuestra vida”.
Y cerraba con una visión integral: “… nuestro suelo, nuestro clima nos está convidando para aumentar el número de seres vegetales… y así repondríamos… lo que nosotros arruinamos sin consideración alguna a la posteridad…
La naturaleza convida, el interés provoca, … sigamos el impulso de esos movimientos poderosos, desempeñando una obligación de la naturaleza, que es tan fácil de cumplir, y en cuyo desempeño hallaremos una remuneración crecida que ha de exceder a nuestros cuidados y esperanzas”
Era evidente que Belgrano entendía como nadie el concepto de lo que hoy llamamos “sustentabilidad” pues era recurrente en la búsqueda de aprovechamiento razonable del recurso para nosotros y nuestra posteridad.
Era además un hombre de pensamiento sistémico, pues mientras proclamaba la necesidad de preservar la naturaleza y no descuidar su utilización como recurso la valoraba por lo que hoy conocemos como “servicios ambientales” pues refiere al aporte que hace a la vida, la salud, el paisaje y la producción. Sin dudas un adelantado a su tiempo.2
La muestra más evidente de que estos conceptos no eran solo parte de una prédica romántica o quijotesca del prócer es la traducción en normas que hace cuando le tocó legislar.
Nos referimos a la regulación del 30 de diciembre de 1810 donde el General Manuel Belgrano dicta el Reglamento para el Régimen Político y Administrativo de los Pueblos de las Misiones y que se considera una de las bases de la Constitución Nacional y, por nuestra parte, entendemos que se trata de un precedente histórico de la legislación ambiental nacional.
En la regla veintisiete del reglamento estableció la prohibición de talar el árbol de la yerba mate. Esta norma, desde una perspectiva actual y en contexto con las ideas ya divulgadas por el prócer, constituye una regulación de conservación del recurso natural. Como vimos, Belgrano valoraba en sí mismas las plantaciones por la cantidad de beneficios (productivos y ambientales) que generaban.
Pero la norma mencionada adquiere una relevancia notable y su máximo de consideración ambiental y colectiva cuando se completa la misma con la pena por incumplimiento de diez pesos por cada árbol talado, ordenándose que dicha suma se dividiera en una mitad para el denunciante y la otra mitad para “el fiado de las escuelas”.
Este destino asignado a las sumas por incumplimiento la entendemos hoy como la creación del Primer Fondo de Compensación, similar o análogo a lo que hoy se prevé en el art. 28 de la Ley General del Ambiente. Esto implica la afectación de las sumas de dinero provenientes de estas “infracciones a la naturaleza” a la concreción de fines colectivos como la educación pública y, en especial, lo que Belgrano denominaba “nuestra posteridad”.
No es difícil hacer una relación y explicación del pensamiento “sistémico” del patriota: la necesidad de proteger las especies arbóreas (plantíos como les decía) provee numerosos beneficios al pueblo, entre ellos ya había destacado la mejora del clima, de los suelos, del paisaje y de la salud de las personas. La afectación de este recurso forestal implicaba además de los perjuicios a los bienes mencionados, una injuria a la posteridad.
Es lógico entender que lo producido por los daños a los plantíos deba ir a proteger a las generaciones del futuro (la posteridad que no excede), que habitualmente habitan las escuelas y deberán ser usados en su educación, que como dijimos al comienzo, está en la base de los problemas.
Por ello es que entendemos esta regla como la más antigua regulando los efectos colectivos de una acción individual y la interpretamos como la norma pionera del derecho ambiental moderno y convierte a Belgrano en el primer abogado ambientalista.3
La visión de futuro que el político, docente, militar, economista, abogado y ambientalista era, sin dudas, sobresaliente a su tiempo y época. Su personalidad, grandeza y decisión hizo que fuera capaz de logros increíbles que aún hoy, a 200 años de su muerte, nos siguen asombrando y admirando.
Escrito por el Dr. Leonardo Villafañe, Doctor en Derecho (UCSF), Secretario del Consejo de la Magistratura.
1. Extractos sacados de CORREO DE COMERCIO DE BUENOS AYRES. Vol. I del 3 de marzo de 1810 al 25 de agosto de 1810. Reimpresión facsimilar. Editorial Docencia. Buenos Aires. 2003. Pág. 87 http://books.google.com. Se ha hecho una transcripción modificando el uso colonial y ajustándolo al idioma actual.
2.Ver:BALMACEDA, Daniel. “Belgrano. El gran patriota argentino.” 1° edición. Ciudad Autónoma Buenos Aires. Sudamericana. 2019. Págs. 41-44
3.CAMOGLI, Pablo. “Pueblo y Guerra. Historia social de la guerra de la independencia”. 1° ed. Ciudad Aut. Buenos Aires. Planeta. 2017. Págs. 223 - 226
Fuente: Misiones Tiene Historia
http://www.misionestienehistoria.com.ar/el-belgrano-ambientalista-que-surgi%C3%B3-de-su-paso-por-misiones?fbclid=IwAR2W3ox3M1Z06ljNpOc8jiEnG45mkjcBErodpTmLtnuBCbZehVikbv3vmIc
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