San Pedro La Laguna,
al occidente de Guatemala, lidera una cruzada medioambiental que puede servir como
ejemplo en otras comunidades.
Las mujeres de San
Pedro han dejado atrás el uso de bolsas plásticas para reemplazarlas por otras
de tela y otros materiales más resistentes.
El primer municipio
de Guatemala donde está prohibido el uso de plásticos es el de una pequeña
comunidad indígena. San Pedro La Laguna, al occidente del país, con su alcalde
Mauricio Méndez a la cabeza, ha dado un paso adelante que puede servir de
ejemplo. “Este pueblo ha sido cómplice y protagonista de las locuras en
relación con el medioambiente”, dice Méndez.
El regidor se
encontró con su iniciativa a mucho incrédulo, sobre todo porque una situación
como esta no es usual en Guatemala. “No ha sido sencillo, muchas de las
personas nos sentimos perdidas al principio”, dice Julia, una vendedora del
mercado local. “Con el tiempo, e información, fuimos entendiendo lo de ayudar
al medioambiente”.
La idea de prohibir
el plástico no fue solamente por razones ambientales. Méndez cree que abordar
la vida de un pueblo y su desarrollo desde un punto de vista integral, ofrece
mayores garantías de éxito que hacerlo de manera aislada. “La idea es generar
oportunidades sostenibles. No se trata de ser solamente ambientalistas, sino
también apoyar a las mujeres, al sector agrícola y al comercial”, dice Méndez.
Y esa visión le
ayudó a crear un sistema en el que todos los ámbitos del pueblo se sintieran
partícipes del cambio de hábitos. “Es bastante sencillo realizar labores de
limpieza. Las jornadas no llevan más de dos horas”, añade. Según la
Municipalidad de San Pedro, hasta el 90% del pueblo se ha subido al barco de la
no utilización de plásticos de un solo uso.
De vuelta a las
raíces culturales
Si algo ha cambiado
con el acuerdo emitido y aprobado en octubre de 2016, ha sido la vuelta a
prácticas tradicionales que se estaban perdiendo. El uso de servilletas con
motivos mayas dio paso a pequeñas bolsas plásticas para las tortillas, por
ejemplo. De acuerdo con la Autoridad para el Manejo Sustentable de la
Cuenca del Lago de Atitlán y su Entorno (AMSCLAE) solamente en Panajachel
y San Lucas Tolimán, dos de los 15 municipios que rodean al lago de Atitlán, se
utilizan 15.000 bolsas plásticas para tortillas a la semana. Ahora las personas
traen sus bolsos de tela y de palma para llevar sus compras. La carne, el pollo
y el pescado se envuelven en hojas de plátano.
La educación
ambiental la que desempeña un papel determinante. No por concienciar acerca de
la problemática con el plástico, sino también a la hora de inculcar valores
propios de la cultura tzu’tujil. “Ahora vemos el cambio en las casas. Son los
niños quienes nos ayudan a los adultos a tener nuevos hábitos, que, de alguna
manera, nos lleva a retomar algunos viejos”, cuenta Ángela Rosarina, una
tejedora y artesana de la localidad.
El Congreso de
Guatemala se encuentra en proceso de aprobar una Ley que regule el uso de
plásticos, debido a la grave contaminación de ríos y lagos del país. Hasta que
no salga adelante, la gran mayoría de municipalidades no se animan a emular lo
hecho en San Pedro La Laguna. “No existe un marco legal que los proteja”, dicen
desde AMSCLAE.
Reutilización y
cambio de dieta
Después del
paso del huracán Stan en 2005, que soterró a toda una comunidad de Santiago
Atitlán y mantuvo en precarias condiciones a la mayoría de habitantes de la
cuenca, Sussana Heisse, una exprisionera de la extinta Alemania Oriental y
residente en Guatemala durante más de 30 años, ideó una solución a la
destrucción: usar las botellas Pet como material de construcción.
El Congreso de Guatemala se encuentra en proceso de aprobar una Ley
que regule el uso de plásticos, debido a la grave contaminación de ríos y lagos
del país.
“Surgió la idea de
meter las bolsas plásticas dentro de las botellas. Cada turista toma tres
litros de agua, lo que son muchos envases”, dice Heisse. En principio, lo que
se buscaba era concentrar la basura. Luego, se vio el potencial de estos
envases plásticos, llenos de más plástico compactado, como un posible material
de construcción.
Y fue así como nació
el ecoladrillo y con él, el deseo de la población de San Marcos de contribuir a
reducir la contaminación mediante la separación de la basura. “Lo que la gente
entendió es la importancia de separar y clasificar los desechos que producimos
diariamente”, añade Heisse.
Los ecoladrillos
fueron muy importantes en la reconstrucción de algunos hogares, así como la
escuela de San Marcos en 2005. “Se necesita mucha inversión en algo como esto.
Simplemente no pudimos continuar con ello”, se lamenta Heisse, quien a través
de su ONG Pura Vida Atitlán ha dedicado los últimos 15 años a educar a los
niños y niñas sobre temas ambientales y la importancia de evitar el consumo de
frituras y comida chatarra.
Aunque continúa
apoyando este material, su idea es la de ayudar a entender acerca de los
peligros que la comida chatarra, o chucherías, y otros alimentos refinados y
procesados presenta para la salud de las personas. A través de Pura Vida
Atitlán ha editado varios libros educativos, que han sido reutilizados por el
Ministerio de Educación, en los que hace una comparativa entre los aperitivosnaturales,
como las frutas, versus los procesados.
Solamente en Panajachel y San Lucas Tolimán, dos de los 15
municipios que rodean al lago de Atitlán, se utilizan 15.000 bolsas plásticas
para tortillas a la semana.
“Un banano es más
sano y lo compras de tu paisano hermano”, le dice a unos niños que pasan a
saludarla. “Guatemala pierde más de 500 millones de quetzales [unos 57 millones
de euros] de beneficio económico que va a parar a las arcas de empresas
transnacionales. Aquí nos quedamos solo con enfermos de gastritis, úlceras,
diabetes y con montañas de basura”.
En esa línea, Méndez
comenta que uno de los objetivos que persigue actualmente es la de mostrar a
las marcas la cantidad de basura que sus productos producen. “La idea es tener
un control de todo lo que consumimos para minimizar la contaminación”, apunta.
No todo es fácil
El cambio ha traído
grandes beneficios. El primero, la imagen de ser un lugar amigable con el
medioambiente, lo que generó el aumento de un 300% en el turismo. “Eso ha
significado un aumento en el comercio, los hoteles y toda la economía del
pueblo”, dice Méndez.
Sin embargo, si bien
hay algunas facturas que se han reducido, como la del consumo de energía
eléctrica y el pago de cuadrillas para la limpieza subacuática del lago, la
venta de materiales clasificados aún no levanta. Uno de los planes es
involucrar a los grupos de mujeres, para que sean ellas quienes clasifiquen y
vendan la basura y así generar sus propios ingresos.
Está, también, el
tema de las demandas que la Gremial de Fabricantes de Productos de Plástico
interpuso contra Méndez, por considerar inconstitucional la prohibición del
plástico. “Atenta contra el libre comercio”, aducen. En la misma línea se
expresó el congresista Fernando Linares, quien se opuso a la aprobación de la
Ley contra el uso de bolsas plásticas. “La bolsa plástica es de gran utilidad.
No hay que castigar a la industria de bolsa, sino a quien la bota sin ningún
control”, dijo durante su intervención en el pleno del Congreso.
Todo esto asusta a
otras corporaciones municipales que anhelan por aprobar iniciativas similares a
las de San Pedro. Sin embargo, ninguna de estas presiones ha hecho retroceder a
Méndez. “Irnos separando de los plásticos es muy exitoso. Como pueblo se están
dando pasos, muy pequeños, pero que han logrado demostrar al mundo lo que somos
capaces, como no ser codependientes de productos que no son de beneficio para
el planeta”, concluye.
Fuente: El País
(España) – 28 de Junio de 2018
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