Esta leyenda de Misiones atribuye
al oso hormiguero el mérito de haberles enseñado, involuntariamente, la danza a
los guaraníes.
De los guaraníes que habitan la
selva misionera, Kadjurukré no fue solamente el fundador de la tribu, sino que
también brotaron de él todos los animales que viven en la espesura.
El dios hacía esta labor creativa durante la noche, a la luz de las lejanas estrellas. Pero un amanecer, la claridad lo encontró dándole todavía forma al oso hormiguero, que los guaraníes llaman tamanduá.
El dios hacía esta labor creativa durante la noche, a la luz de las lejanas estrellas. Pero un amanecer, la claridad lo encontró dándole todavía forma al oso hormiguero, que los guaraníes llaman tamanduá.
Apurado por terminar esa
criatura antes que el sol se elevara sobre el horizonte, tomó una ramita larga
y delgada y la metió en su boca, diciendo: “Ya es tarde para hacerte dientes,
así que usa esta larga lengua para capturar hormigas.”
Y fue gracias al tamanduá comedor de hormigas que los hombres aprendieron a bailar.
Y fue gracias al tamanduá comedor de hormigas que los hombres aprendieron a bailar.
Ocurrió así:
Cierto día, un joven guaraní
volvió a su aldea muy asombrado por una aventura que le había sucedido. Contó a
sus amigos que, andando solo por la selva, se le apareció en sentido contrario
un tamanduá, que venía con la cabeza gacha olisqueando la tierra.
Casi se atropellan. El oso
hormiguero, al ver ocupado el camino, se paró sobre sus patas traseras y
levantó el hocico amenazadoramente.
El jóven guaraní, que estaba sin
armas, temió que quisiera atacarlo con esas zarpas larguísimas y tomando un
palo, se preparó para defenderse.
Ninguno de los dos parecía dispuesto
a ceder terreno.
El jóven guaraní trató de asustarlo con unos golpes. Pero el oso hormiguero resultó ser muy rápido. Cuando lo vio venir, esquivó el golpe saltando a la derecha, y el palo azotó ruidosamente la tierra. El indio volvió a golpear allí donde estaba el animal, y el tamanduá lo esquivó de nuevo saltando rápidamente a la izquierda. Y así siguieron un rato, el indio golpeando a derecha e izquierda, y el tamanduá saltando a izquierda y derecha. Hasta que el oso hormiguero comenzó a cansarse de tanto salto y con un gruñido decidió perderse en la espesura.
El jóven guaraní trató de asustarlo con unos golpes. Pero el oso hormiguero resultó ser muy rápido. Cuando lo vio venir, esquivó el golpe saltando a la derecha, y el palo azotó ruidosamente la tierra. El indio volvió a golpear allí donde estaba el animal, y el tamanduá lo esquivó de nuevo saltando rápidamente a la izquierda. Y así siguieron un rato, el indio golpeando a derecha e izquierda, y el tamanduá saltando a izquierda y derecha. Hasta que el oso hormiguero comenzó a cansarse de tanto salto y con un gruñido decidió perderse en la espesura.
El jóven guaraní contaba la historia, y mientras
contaba, trataba de imitar los movimientos del animal. Los amigos que lo
escuchaban querían parecer serios, pero acabaron doblados de la risa. Uno de
ellos se puso a imitarlo, y pronto se le unieron los demás. Descubrieron que
era muy divertido dar aquellos saltos de tamanduá.
Así comenzaron a danzar los
hombres en aquella aldea. Primero saltando como tamanduá, después imitando a
otros animales y finalmente inventando sus propios pasos, acompañados del ritmo
de los tambores y de otros instrumentos que crearon.
Recopilación: Graciela Repún
me encanta y me encanta esta leyenda, cada vez que la recuerdo, porque hace mucho tiempo atrás la conocí, y hoy que la leo, imagino al indio, palo en mano, y al tamanduá, enojado por cortarle el paso aquél, dando saltos y más saltos. Es muy preciosa e invita indudablemente a imaginar la escena, gracias José por haberla publicado
ResponderEliminarDIVERTIDO Y DIDÁCTICO RELATO DE LA INTERRELACION DEL HOMBRE Y LOS ANIMALES DE SU ENTORNO.....FELICITACIONES.
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