Escribe: Francisco
Javier Tostado
Cuando Hernán Cortés
contactó con las civilizaciones mesoamericanas no solo se sorprendería por su
cultura -tan diferente a la suya- sino que comprobó in situ la medicina que
practicaban. Lejos de ser tan primitiva como podía esperar era en muchos
aspectos más avanzada que la del viejo continente.
Al llegar a Tenochtitlán
descubriría que sus habitantes alcanzaban fácilmente los setenta años, gozando
de buena salud y sin haber padecido enfermedades graves, situación que seguro
le extrañaría porque a sus ojos eran gente salvaje y sin conocimientos. Otro
hecho era que, lejos de estar sucios y mugrientos como en otras ciudades de la
Europa del siglo XVI, se bañaban cada día incluso con un jabón hecho con el
fruto del copalxocotl, limpiándose los dientes y la ropa, y disfrutando de
baños de vapor (temazcalli), muy extendidos a lo largo de toda la cuencia
del valle de México.
Máscara Azteca en el Museo Británico |
La ciudad disponía de
agua potable suministrada por unas cañerías en perfecto estado limpias de
detritus. Reciclaban los residuos orgánicos transportándolos fuera de la ciudad
y la orina la reutilizaban para curtir el cuero, disponiendo de letrinas en el
interior de los palacios. Todo esto, junto con el hecho de que las viviendas
permanecían bien ventiladas gracias a la disposición de sus ventanas, evitaba
muchas enfermedades así como su propagación.
Magia, religión y
medicina estaban ligadas, y explicaban los males que sufrían como un
desequilibrio de la fuerza vital del individuo (tonalli) y un castigo de los
dioses. Al igual que los egipcios, sorprende la especialización de sus médicos (ticitl).
Los había que tenían grandes conocimientos de la anatomía humana -gracias a los
numerosos sacrificios que realizaban-, eran los cirujanos de guerra. Ante una
herida, los primero que hacían era limpiarla, orinando en ella – una manera de
esterilizarla- o aplicando sustancias derivadas del huevo, al igual que hacía Ambroise
Paré en Francia con su novedosa y eficaz mezcla de trementina, aceite de rosas
y yema de huevo. Suturaban las heridas utilizando el propio cabello humano o
con unas grapas que obtenían de las mandíbulas de las hormigas, algo que
resultó ser muy eficaz aunque nos pueda parecer increíble a nuestros ojos.
Disponían de
traumatólogos aunque no les llamaban así sino “componedores de huesos” que
entablillaban y escayolaban las fracturas, realizando incluso injertos de
huesos. Cardiólogos, otorrinolaringólogos, oculistas, dentistas… vaya, que el
grado de especialización que adquirieron era envidiable e incluso disponían de
un psicoanalista de los sueños (tetonaltih) que los interpretaba para conseguir
ese equilibrio interior perdido así como de recuperar la salud psicosomática,
eso sin contar la avanzada medicina preventiva que tenían relacionada
con el embarazo y el parto.
Pero si en algo eran
expertos era en preparar antídotos para tratar las mordeduras de
serpientes, algo muy frecuente y mortal al encontrarse allí muchas de las especies
más peligrosas del mundo. Para ello usaron maguey y tabaco, que por otra parte
resultaba ser bastante eficaz, además del propio veneno del reptil, extraído
tras adormecerlas con una hierba que les paralizaba (piciet).
Códice Florentino |
Como decía antes, la
medicina iba unida a la religión y a la magia, existiendo chamanes y sacerdotes
que con el uso de alucinógenos y oraciones complementaban el tratamiento,
aunque si adolecían de algo era en su instrumental, más bien rústico y
hecho de piedra.
Muchas de los
tratamientos que se practicaban se conocen gracias al manuscrito conocido como Códice
Florentino de la Historia de las cosas de Nueva España, de fray Bernardino de
Sahagún.
Los hematomas
provocados por los azotes (algo frecuente entonces) se curaban aplicando un
antibiótico natural (popaualizpatli), en los casos de sífilis (mal de bubas)
bebían agua de de la hierba tietlémaitl, mezclada con polvos de tialquequétzal o
limaduras de cobre, y para la tortícolis prescribían baños, apretarse el cuello
y en algunos casos aplicaban cataplasmas de plantas.
Fuente:
franciscojaviertostado.com / 10 de Noviembre de 2.015
Información basada en
el artículo La medicina y la higiene en el mundo azteca, de la doctora en
historia Isabel Bueno. N. G. Historia nº 85.
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