jueves, 31 de enero de 2013

El robo del Fuego – Relato Wichi


Recopilado por Alfredo METRAUX y   recreado por Miguel Angel   PALERMO.
                  
En los tiempos antiguos, luego del gran incendio que quemó toda la tierra, los árboles volvieron a crecer y todo estuvo como antes, menos una cosa: con Jualá ( el Sol ) tan enojado, ahora ya no había quien cocinara para la gente- en esa época puros animales- y después de tantas llamas nadie tenía el más mísero fueguito.

En realidad nadie no, porque el Jaguar -(vaya uno a saber cómo)- había conseguido hacer una buena fogata, que mantenía siempre encendida. Pero que el Jaguar tuviera fuego era lo mismo que nada, porque era tan bravo como amarrete y habían sido inútiles todos los ruegos que le habían hecho.


 "¡No!"- contestaba siempre que le pedían aunque fuera una brasita, nada más que una llamita, "¡No, no, y he dicho que no!".

Y los que habían ido como delegados de los demás animales se habían tenido que volver corriendo - o volando, según los casos- si habían sido muy insistentes, un bramido de esos que ponen los pelos de punta venía como respuesta, si lo impacientaban, y algunos más porfiados habían estado a punto de que les diera un zarpazo.

Viendo que era inútil pedir, los Animales decidieron sacarle el fuego.
Aunque no quisiera. "El que no quiere compartir- decían- no merece que lo respeten".
Pero como no había ninguno más fuerte que el Jaguar, tenía que ser cosa de astucia, nomás. Y tenía que ser mucha astucia, porque el Jaguar, además de no ser ningún sonso, estaba siempre vigilando.
El primero en probar fue un bicho que en el Chaco llaman Oculto y en otras partes del país Tucu-tucu, es un roedor del tamaño más o menos de una rata, pero con la cola más corta. Y ¿por qué le habrán puesto ese nombre? Le dicen así porque se pasa el día metido en sus cuevas, hace largas galerías subterráneas con entradas que abre y tapa cuando quiere, y sale nada más que de noche para buscar su comida. Nombre bien puesto: se la pasa oculto. Y ¿por qué hay quien lo llama Tucu-tucu? Por un ruido, una especie de retumbo (tucu-tucu justamente) que hace bajo tierra.
Buen cavador como era el Oculto pensó un plan bastante interesante: haría un túnel bien largo, que empezara donde el Jaguar no lo viera y acabara al lado de la fogata. Allí se asomaría despacio, sacaría una brasa, taparía el agujero y se volvería enseguida.
El plan era bueno, pero a último momento falló.

Es que, demasiado confiado, el Oculto hizo su famoso ruido -tucu-tucu- dentro del pasadizo y el Jaguar; que tiene muy buen oído, lo sintió. Sonrió, escuchó bien para calcular por dónde iba a aparecer el ladrón y se sentó a esperarlo. Apenas se empezó a remover la tierra en el lugar en que el Oculto se iba a asomar, el Jaguar preparó la garra. Y cuando salió la cabecita, ¡zas! le pegó un flor de golpe. Tan fuerte fue que, desde entonces, al Oculto le quedó el hocico achatado, y así son todos los Ocultos hoy. Dolorido, ñato, y para colmo oyendo las carcajadas guarangas del Jaguar, el pobre se volvió por su túnel, y no volvió a insistir.


Cuando lo volvieron a ver en ese estado y con las manos vacías, los demás animales se desilusionaron bastante, pero entonces se presentó otro voluntario el Conejo. No era un conejo doméstico de esos blancos, lanosos y orejudos, sino un conejo chaqueño, marrón y de orejas cortitas, muy parecido a las liebres patagónicas o maras, de las cuales es pariente.
El Conejo pensó que tratar de llegar al fuego sin que el Jaguar se diera cuenta era imposible: el grandote tenía tan buena vista, tan excelente olfato y un oído tan fino (como vimos recién) que siempre se iba a dar cuenta. Y esperar a que se durmiera era perder el tiempo, no porque no se echara a dormir - en realidad se manda unas siestas de locos- sino porque tenía el sueño más liviano que una pluma, el rumor más chiquito lo despertaba.
Y era mejor no seguir haciendo pruebas raras, porque si el Oculto había terminado con el hocico aplastado, otro podía acabar   despachurrado o adentro de la panza del Jaguar.

Así que la cuestión era acercarse abiertamente con algún pretexto.
Después, con otra excusa, quedarse un rato junto al fuego hasta que el manchado se distrajera, y en ese descuido sacarle una brasa y correr, correr desesperadamente para dejar atrás al Jaguar.

El problema del Conejo era encontrar un buen pretexto.
" Pasaba por acá cerca y quise venir a saludarte". Mmm, poco le gustaban las charlas al Jaguar.
" Vine a ver si no encontraste unas frutas que se me perdieron el otro día". Mmm, el Jaguar lo iba a sacar corriendo.
" Vengo a traerte un regalito" ¡Eso!. Un regalo era lo que podía hacer el milagro de que el Jaguar lo dejara acercar. Pero el Conejo ya se imaginaba cómo la fiera le decía :"Dejalos ahí y andate".
Entonces vio qué tenía que hacer: llevaría algo para comer - el Jaguar siempre estaba hambriento- pero algo que fuera bueno para cocinar.
Podría ofrecerse para asarlo y de esa manera iba a poder estar un buen rato cerca al fuego , sin que el Jaguar sospechara, hasta que fuera la oportunidad de salirse con la suya.
Así fue que, con la ayuda de la Garza , gran pescadora, el Conejo consiguió unos hermosos pescados, los ensartó en una piola y se fue muy sonriente a visitar al Jaguar.
De lejos nomás el otro le pegó el grito:-"¡Fuera de acá!".
Pero el Conejo , disimulando el miedo que tenía, gritó por su parte:
-" Pero Tío, ¡Si te traigo un regalito! "; le decía Tío en señal de respeto, no porque fuera el sobrino.
Al Jaguar le interesó el asunto y, aunque ya olfateaba pescado (que le gustaban mucho), preguntó-"¿Qué traés?"
-"Unos pescados muy lindos" - contestó el Conejo .
-"Bueno, dejalos y andate"- le dijo el Jaguar.
-"Pero Tío, déjeme que le haga el regalo completo. ¡Estos pescados quedan buenísimos asados! ¡Crudos no valen nada! Y no va a andar cocinando usted. Si no, ¿qué clase de regalo es? Yo se los voy a cocinar, bien asaditos, con gustito a ahumado, ya va a ver   cómo sé preparar el pescado yo".
-"Mmmmmbué"- dijo el Jaguar - "Metele nomás!
El Conejo sacó los pescados del hilo, los abrió por el lomo- como se usa en el Chaco- y los puso a asar, abiertos, en unas ramas verdes.

A cada momento los daba vuelta y los acomodaba, los tocaba para ver cómo estaban, los olía y los miraba. Al fin, el Jagua r se aburrió de vigilarlo- auque no dejaba de desconfiar- y el Conejo , haciéndose el distraído, apoyó sobre las brasas la cola de un pescadito chico, una mojarra -"Ffff"-, hizo al tocar el fuego y se pegó una brasa chiquita. El Conejo echó una mirada al Jaguar - que estaba bostezando y mirando para otro lado-, manoteó la mojarra con la brasita pegada, la dobló, se la puso debajo de la mandíbula, la apretó así contra el pecho y salió corriendo.
De reojo, el Jaguar lo vio y pegó un brinco: "¿Qué le pasaba a ese Conejo chiflado?". Enseguida alarmado miró su fuego: los pescados seguían asándose tranquilamente. Volvió a mirar al Conejo que corría y vio que de debajo de la mandíbula le salía un poco de humo: aunque la brasa iba envuelta en la mojarra se le estaban quemando algunos pelos.
Cuando el Jaguar se dio cuenta de la trampa, saltó como un rayo y empezó a correr, rugiendo furioso.
El Conejo se daba vuelta y veía como la ventaja que le había sacado de entrada, ahora se perdía, que la fiera estaba cada vez más cerca, más cerca.
Entonces, dándose cuenta de que ya lo agarraba, tiró la brasa entre los yuyos. Pero los yuyos estaban resecos, porque hacía bastante que no llovía, así que enseguida se levantó una llamarada y el viento la hizo crecer y crecer..
Desesperado el Jaguar trató de apagar el fuego, soplando y dando manotazos y pisotones por todas partes, pero ya era tarde.
Del pasto, las llamas se pasaron a un árbol y después a otro y a otro más.
Loa animales corrieron con ramas y se llevaron cada uno un poco de fuego.
A partir de ahí, todos tuvieron su propia fogata.

El Jaguar se quedó con mucha bronca, más intratable que antes. Y a partir de entonces tuvo las plantas de las patas secas, medio quemadas desde que trató de apagar el fuego ( algunos también dicen que tiene la piel más manchada desde esa historia).

Como recuerdo de esta aventura, el Conejo del Chaco tiene una manchita blanca en la garganta, allí donde se quemó con la brasa que se robaba.
Desde entonces, además, el Fuego se metió en la madera de los árboles y por eso se puede encenderlo frotando dos palitos.


Contextualización
Este es un relato tradicional del pueblo Wichí, al cual algunos denominan Mataco.
Fue recopilado a principios del siglo XX por E. Nordenskjöld. Unos   treinta años después, lo escuchó Alfredo Matraux, narrado por otro wichí y lo publicó en 1946.
Mucho más tarde Miguel Angel Palermo reelaboró el texto y le dio un estilo ágil y ameno. Luego lo incluyó en su   obra "Cuentos que cuentan los Matacos" ( 1987).
Así llega hasta nosotros, afirmando que, en tiempos remotos, el fuego estaba en poder del tigre americano, yaguareté o jaguar.
Este es un animal muy temido, no sólo por su tamaño y ferocidad, sino también porque se lo asocia a fuerzas espirituales muy potentes y peligrosas para los humanos. No obstante esto, existen muchos relatos en los cuales el tigre sale perdiendo o es burlado por otro más pequeño. Así sucede en éste que estamos estudiando.

Lo trabajó Mercedes Silva en un Taller realizado en Pampa del Indio (Chaco) en Junio de 2.004
Fuente: Asociación Guadalupe

domingo, 27 de enero de 2013

Muerte de Bose Yacu, la última heroína Pacahuara, desterrada de su bosque natal extingue lengua y cultura ancestral.


Escribe: Sol de Pando

Bose conservaba su lengua materna de raíz Pano y solía narrar cantando en ese idioma la historia de su pueblo, incluyendo el episodio del asesinato de su padre y de las matanzas que presenció.

Bose era la última y única indígena boliviana amazónica que todavía conservaba parte del atuendo ancestral de los pueblos en aislamiento voluntario, luciendo en su rostro un septo nasal con una fina caña de tacuara atravesada por una pluma roja de tucán; y arreglaba su pelo a la antigua usanza Pacahuara con un cerquillo en la frente. Se distinguía por su infaltable collar de perlas rosadas de plástico que, decía, había heredado de su madre. Junto con su esposo-primo-hermano Buca Yacu (los Pacahuara eran una etnia endogámica), Bose conservaba su lengua materna de raíz Pano y solía narrar cantando en ese idioma la historia de su pueblo, incluyendo el episodio del asesinato de su padre y de las matanzas que presenció en los años sesenta y setenta en su territorio despojado de Pando.

Bose Yacu . Foto: BBC
Sol de Pando ha confirmado el fallecimiento de la última indígena originaria Pacahuara, Bose Yacu, acaecido el pasado mes de diciembre en la comunidad de Puerto Tujuré, jurisdicción del municipio de Riberalta, Beni, lejos de su territorio originario en el departamento de Pando.

Con la muerte de Bose Yacu en el injusto destierro, el idioma Pacahuara ha desaparecido de la faz de la tierra, junto con las historias que contaba y cantaba esta heroína indígena que sobrellevó con dignidad y estoicismo el inminente exterminio de su pueblo, hecho del cual Sol de Pando advirtió a las autoridades y la opinión pública del país, en su edición impresa Nro. 18 publicada durante la segunda quincena de marzo del 2011, cuando este medio confirmó que los esposos Yacu decidieron no procrear descendencia en una especie de “suicidio étnico” con que los Pacahuara reaccionaron ante el despojo de su territorio originario en Pando (aunque también no se descarta que fueron esterilizados por los misioneros norteamericanos). Dicha publicación le costó a Sol de Pando tener que enfrentar una sañuda campaña de proscripción desatada abusivamente por el ministro Juan Ramón Quintana en contra de este medio autogestionario.

A mediados de la década de los setenta, durante la dictadura militar de Banzer, la familia de Bose Yacu fue “relocalizada” de la provincia Federico Román de Pando hacia una reservación Chacoba situada en la provincia Vaca Diez del Beni, en medio de un genocidio perpetrado contra este pueblo pandino por parte de avasalladores bolivianos, brasileños y norteamericanos que terminaron apropiándose del territorio Pacahuara para la extracción intensiva de madera, oro y castaña, entre otras riquezas pródigas en ese paraíso de la biodiversidad pandina, en el extremo noreste de la provincia Federico Román.  Actualmente en ese territorio “desindigenizado” existe una concesión maderera “saneada” por el Gobierno “plurinacional” que preside Evo Morales.

La memoria larga del exterminio
Los antropólogos Diego Villar, Lorena Córdova e Isabelle Combés, señalan en su libro “La reducción imposible: las expediciones del padre Negrete a los Pacaguaras” que en junio de 1969 el director del Instituto Lingüístico de Verano (ILV), había informado que “la tribu de los pacahuaras que vive en la zona del río Abuná (departamento de Pando) es perseguida por cazadores tanto brasileños como bolivianos”; y por tanto aquellos evangelizadores norteamericanos (que luego se demostró realizaban tareas “civilizatorias” como la esterilización de mujeres indígenas dentro un programa de control natal diseñado por la CIA desde las épocas de la dictadura barrientista), decidieron “relocalizar” a los Pacahuara hacia Puerto Tujuré, en la provincia Vaca Diez del Beni, en una reservación Chacoba establecida por los mismos evangelistas, vaciando de toda presencia indígena el rico territorio pacahuara en la provincia Federico Román de Pando, a fin de facilitar el asentamiento de capitales invertidos para la explotación intensiva de madera y otras riquezas naturales que abundan entre afluentes del río Orthon como son el río Negro y el río Pacahuara.

La persecución y asesinatos cometidos contra los líderes Pacahuaras por sicarios brasileños y paramilitares bolivianos, ante la complacencia de las autoridades gubernamentales de esa época, fue el pretexto aprovechado por los evangelistas norteamericanos para “reducir” a los Pacahuara, después de varios siglos en los que esa nación había resistido y evadido exitosamente los fallidos intentos cristianizadores de misioneros jesuitas y franciscanos.

Caricatura publicada en la edición Nro. 18 de Sol de Pando, marzo del 2011.
Entre los siglos XVII, XVIII y XIX curas españoles como los frailes Francisco Xavier Negrete, fray Martín Pueyo y el padre Nicolás Armentia, libraron batallas de astucia y perseverancia con los irreductibles Pacahuara que se negaban a renegar contra sus propios dioses animistas, a cubrir su natural desnudez como pueblo nómada en aislamiento voluntario, a hablar un idioma diferente al suyo y a adoptar nombres y apellidos castellanizados en detrimento de su identidad colectiva e individual.

Los jesuitas y franciscanos en la época de la Colonia y en el primer siglo republicano, crearon las llamadas “reducciones” donde los indígenas de distintas etnias de la Amazonia, tentados por abalorios y chucherías con que alucinaban a los inocentes “infieles”, eran obligados a vestir ropas “decentes” y bautizados a la fuerza. Son célebres las misiones de Cavinas, Exaltación, Ixiamas y Reyes, entre otras, donde los curas intentaron “uniformizar” religiosa, lingüística y culturalmente a etnias como los Tacana, Moxos, Baures, Movimas, Etirumas, Tapacuras, Itonamas, Huarayos, Canichanas, Bolepas, Hericecobonos, Rotoroños, Pechuyos, Coticiaras, Meques, Mures, Sapis, Cayubabas, Canacures, Ocoronos, Chumannos, Mayacamas, Tibois, Nayras, Norris, Pacahuaras, Pacanabos, Sinabos, Cuyzaras y Cabinas, que son algunos de los grupos étnicos citados por el cosmógrafo Cosme Bueno en 1773. Muchas de estas etnias, pertenecientes a las matrices lingüísticas Pano y Tupiguaraní, ya no existen en nuestros días.

Los Pacahuara fueron los más indóciles e irreductibles entre todas las etnias originarias de la selva boliviana, en virtud a su fortaleza numérica y cultural que dominaba en todo el norte amazónico del país. Ya en 1764 se tienen referencias de la violencia etnocida que provocaba la existencia libertaria y nómada de los Pacahuara dueños del vasto bosque, cuando el jesuita Eusebio Mejía, prefecto de la reducción de Ixiamas, “llega a cortar las orejas y a matar a unos indios indóciles (pacahuaras) que no quieren obedecerle”.
En octubre 1796, el padre Negrete había logrado introducir a 43 pacahuaras en la reducción de Exaltación donde coexistían bajo el signo de la cruz cristiana indígenas de otras etnias como los Cavineños, Itonamas, Esse Ejjas y Tacanas. Negrete bautizó a los pacahuaras “reducidos” cambiándoles sus nombres; a un indígena originalmente llamado Yona lo nombró Timoteo, a otro de nombre Coya lo llamó José, y un tal Buca comenzó a llamarse Rafael. Entre las mujeres pacahuaras bautizadas, Yuca se llamó Isabel, Naba se hizo Manuela y a Bari la llamó Josefa. Los apellidos les serían dados por sus futuros patrones en las haciendas feudales: Suárez, Soria, Gómez, etcétera.

El modo de vida cristiano de aquellos pacahuaras “reducidos” sería muy efímero. No eran indios para vivir entre cuatro paredes. Cedían a las tentaciones de los curas sólo para obtener utensilios y herramientas que atraían su interés práctico y luego huían furtivamente de las reducciones cristianas multiétnicas para desvestirse nuevamente y vagar libres y a sus anchas en el infinito bosque mezclándose con la demás fauna sin más pretensión que ser tan intangibles como la naturaleza pura.

El advenimiento de la República y sus secuelas bélicas especialmente tras las guerras del Acre y del Chaco, sustituyó la presencia “civilizatoria” de la cruz católica en la Amazonia indígena con las armas de un ejército creado para imponer los intereses del capital depredador. En la era del caucho, potentados como Nicolás Suárez expandieron su emporio extractivo en las áreas más pródigas del bosque amazónico, cuyo centro era nada menos que el territorio indígena Pacahuara en el extremo norte de Pando. En la provincia Federico Román, el cantón Manoa por donde atraviesan los ríos Negro y Pacahuara, colinda con Cachuela Esperanza, ya en el municipio beniano de Guayaramerín, donde el imperio cauchero de Nicolás Suárez tenía su principal base de operaciones, chocando violentamente con los indígenas Pacahuara a quienes Suárez pretendía, además de cristianizarlos, incorporarlos como pongos (siervos) de sus haciendas gomeras.

En 1906, finalizada la guerra del Acre que favoreció a Suárez gracias al heroísmo de flecheros indígenas tacanas que expulsaron a los brasileños de sus barracas gomeras de Porvenir, el explorador Percy Fawcett registró testimonios acerca de que los ríos Abuná y Acre, en el actual territorio de Pando, se hallaban “infestados de pacahuaras” y que en Cachuela Esperanza, base de los hermanos Suárez, se veían canoas con pacahuaras “enteramente vestidos con sus pinturas de guerra”. En los años 20, el hermano de Nicolás Suárez, Gregorio, fue atrapado por unos guerreros pacahuaras que lo mataron en un acto de guerra territorial. En represalia, para vengar la muerte de su hermano, Nicolás Suárez organizó tropas del Ejército que le debía su existencia en esta región tras la guerra del Acre, y con apoyo de sicarios brasileños y paramilitares nativos, ese Ejército feudal desató una despiadada persecución contra los indígenas panos, en una frontal guerra de exterminio que duró todo el siglo XX y se prolongó hasta nuestros días incluso.

Una derrota indígena en el “Estado Plurinacional”
Bose y Buca Yacu son descendientes directos de aquellos guerreros indomables que resistieron cinco siglos de un coloniaje que se salió con la suya al fin, a pesar del rimbombante discurso descolonizador del actual régimen populista boliviano. A estos últimos indígenas Pacahuara les tocó enfrentar la batalla final de la guerra de exterminio desatada contra ellos por la “civilización” moderna, traicionados y burlados por un “Estado Plurinacional” que los exhibe como una de las 36 naciones y lenguas originarias reconocidas por la actual Constitución Política, sin impedir en absoluto su anunciada extinción.

Aunque no está debidamente certificado y esclarecido el momento preciso en que los últimos Pacahuaras fueron desterrados de Pando con “ayuda” de las ONG’s vinculadas al ILV y la CIA —evidencias fotográficas indican que fue en 1973–, se sabe que los misioneros evangélicos norteamericanos Guy East y Gilbert Prost fueron quienes inicialmente “redujeron” a los indígenas Chácobo (parientes lingüísticos de los Pacahuara) en una aldea de Puerto Tujuré que se irá poblando, entre 1955 y 1980, con varias parcialidades indígenas dispersas. “Pronto se suma un poco más al norte un pequeño grupo de pacahuaras —un hombre casado con sus dos hermanas y sus respectivos hijos— al borde de la extinción, debido a las epidemias y los conflictos con los caucheros, que son contactados en la margen izquierda del río Negro”, informan Villar, Córdoba y Combès.

Aquellos pacahuaras “contactados” por East y Prost eran, evidentemente el padre de Buca Yacu y sus dos esposas, una de ellas madre de Bose. Una de las hermanas casada con Papa Yacu es la madre de Buca y la otra hermana de esa relación polígama es la madre de Bosé que al enviudar se casó con el cuñado. El padre de Bose, hermano de Papa Yacu, murió asesinado en los bosques de Pando.
El resto de los pacahuaras sobrevivientes de la masacre se irán sumando a las aldeas chacobas en los años siguientes, hasta mediados de los setenta; algunas parcialidades huirán al Brasil y otras permanecerán nómadas hasta desaparecer, dejando su territorio en la provincia pandina a merced de los inversionistas privados favorecidos por tan frontal exterminio.

Este proceso, indudablemente, se ejecuta de manera definitiva durante la dictadura del general Banzer, cuando comienzan a aparecer las primeras barracas castañeras y concesiones forestales libres de la incómoda presencia indígena en el ancestral territorio Pacahuara.

Los norteamericanos, y posteriormente misioneros suecos, llegaron a crear tres reducciones agrarias cerca a Riberalta donde juntaron a Chacobos y Pacahuaras: Puerto Tujuré, el principal refugio destinado a las familias pacahuaras, además de Alto Ivón y Cachuelita.   En la comuna de Puerto Tujuré constituida por cuatro rústicas cabañas, viven Bose y Buca Yacu junto con la hermana de ambos, Shaco Pistia, conocida con el nombre cristiano de Guadalupe, quien tiene un hijo llamado Raúl Chávez que se casó con una muchacha Chacoba llamada Muha, iniciando una zaga de mestizaje inminente.

A cinco kilómetros de distancia, informa el periodista Remberto Terrazas Pareja, en la comunidad chacoba de Alto Ivon, junto a sus hijos viven las otras hermanas de Bosé y Buca: Baji y Busi Pistia; mientras que a 32 kilómetros de Puerto Tujuré, en Cachuelita, se estableció Maro junto a sus tres hijos y dos nietos.
“Los pacahuaras suman 22 personas“ —explicita Terrazas Pareja—: “seis son los pacahuaras originarios, Busi y Buca no tuvieron descendencia, Busi Pistia, Shaco Pistia (Guadalupe), Baji y Maro con parejas del pueblo Chácobo tuvieron 10 hijos los que le dieron seis nietos”.

En octubre del 2009, Bose y Buca Yacu se adscribieron a una demanda judicial de acción popular interpuesta en un juzgado de Cobija por la Central Indígena de Pueblos Originarios de la Amazonía de Pando (Cipoap), demandando al Instituto Nacional de Reforma Agraria (Inra) y a la Autoridad de Fiscalización de Bosques y Tierras (ABT) se restituya el territorio originario Pacahuara en este departamento, actualmente saneado como una concesión maderera detentada por la empresa Mabet. El juicio no prosperó debido a intereses de unos supuestos loteadores no indígenas que pretendían beneficiase de los recortes impuestos por el Gobierno a la concesión maderera para introducir en ella asentamientos campesinos agrarios, pese a que las concesiones forestales son tierras fiscales no disponibles para la agricultura. Tales intereses agrarios se cruzaron con la aspiración territorial manifiesta de los sobrevivientes Pacahuara para retornar a su bosque originario en Pando.

Bose Yacu, la última de los Pacahuaras, la humanidad pierde una lengua y cosmovisión ancestral con su fallecimiento. Foto: BBC
En el confuso proceso judicial de octubre del 2009 no estuvo claro si la reivindicación territorial debía suponer el retorno de los Pacahuara desterrados en Puerto Tujuré, Alto Ivón y Cachuelita; o permitir el asentamiento de una supuesta parcialidad nómada dispersa en Pando que, al parecer, en realidad no existe.

Con visibles características de una extorsión muy al estilo oficial, la empresa Mabet fue obligada a ceder como un forzoso “recorte” aproximadamente 69.500 hectáreas, de las 293.975 inicialmente concesionadas, reduciéndose la concesión a una superficie de 224.504 hectáreas. Las áreas recortadas beneficiaron con títulos agrarios a ocho comunidades de campesinos colonos vinculados políticamente con el Gobierno. Varias de esas comunidades están constituidas por campesinos evangelistas provenientes del occidente del país y que conforman una leal masa electoral manejada personalmente por el Ministro de la Presidencia.

Los sobrevivientes Pacahuara de Alto Ivón —encabezados por Bose y Buca Yacu— intentaron acceder a un recorte en Mabet a fin de retornar, después de casi 40 años, a su territorio originario en Pando. Curiosamente el Gobierno, a pesar de la voluntad positiva de Mabet, no consideró la posibilidad de salvar del mestizaje y la extinción etno-cultural a los Pacahuara desterrados en la reservación Chacoba del Beni, al considerarlos excesivamente minoritarios y con nula importancia electoral, con lo cual se consumó el inminente exterminio desatado por la dictadura de Banzer.

Lo más alarmante del caso es que la política gubernamental dirigida por el ministro Quintana con respecto a los derechos territoriales indígenas en la amazonia boliviana, en ningún momento aplicó el precepto constitucional de priorizar esos derechos ante todo, tal cual establece el artículo 31 de la Constitución Política del Estado Plurinacional:
Las naciones y pueblos indígena originarios en peligro de extinción, en situación de aislamiento voluntario y no contactados, serán protegidos y respetados en sus formas de vida individual y colectiva.
Las naciones y pueblos indígenas en aislamiento y no contactados gozan del derecho a mantenerse en esa condición, a la delimitación y consolidación legal del territorio que ocupan y habitan.
La aplicación simple y llana de este precepto constitucional habría implicado el desarrollo de una política de protección a uno de los pueblos indígenas más vulnerables de Bolivia y en peligro inminente de extinción, con el establecimiento de un Santuario Pacahuara dentro un razonable recorte en la misma concesión Mabet, tal como sugirió la dirección de Sol de Pando al ministro Quintana en el 2009, lo que habría posibilitado revertir eficazmente y muy a tiempo el etnocidio desatado por Banzer. En Brasil y Perú, si bien no existe una Constitución indigenista tan avanzada como la de Bolivia, los pueblos amazónicos en aislamiento voluntario y los que se hallan en vías de extinción son protegidos por el Estado mediante parques nacionales y santuarios de biodiversidad que garantizan el repoblamiento de pueblos disminuidos en su lucha por sobrevivir. La etnia de pescadores Enawene Nawe originaria del Mato Grosso brasileño tenía una población de tan sólo 97 individuos en 1974, a consecuencia del avasallamiento empresarial, pero la delimitación de un área de intangibilidad para su protección permitió que ese pueblo amazónico incremente su población a 500 habitantes que continúan reproduciendo su cultura y su estilo de vida sin perder ninguna esperanza de continuar siendo una nación con territorio propio, autónoma e intangible respecto al Estado “civilizado”.

Actualmente los miembros de la etnia Pacahura como tal, no pasan de 20 personas, casi en su mayoría aculturados o mestizados con los chacobos. Tras la muerte de Bose, el idioma originario Pacahuara sólo es practicado por Buca. Los resultados del Censo 2012 darán la última palabra sobre la realidad numérica de esta población en vías de inminente extinción.

Al operador principal del Gobierno en nuestra Amazonia, sumido en las contradicciones de una mentalidad clientelar que no es distinta a la del banzerismo, no le interesó aplicar el dispositivo constitucional para salvar de la extinción a los Pacahuara. Bose Yacu murió, así, con la esperanza perdida.
En octubre del 2009, Bose y Buca Yacu se adscribieron a una demanda judicial de acción popular interpuesta en un juzgado de Cobija por la Central Indígena de Pueblos Originarios de la Amazonía de Pando (Cipoap), demandando al Instituto Nacional de Reforma Agraria (Inra) y a la Autoridad de Fiscalización de Bosques y Tierras (ABT) se restituya el territorio originario Pacahuara en este departamento, actualmente saneado como una concesión maderera detentada por la empresa Mabet. El juicio no prosperó debido a intereses de unos supuestos loteadores no indígenas que pretendían beneficiase de los recortes impuestos por el Gobierno a la concesión maderera para introducir en ella asentamientos campesinos agrarios, pese a que las concesiones forestales son tierras fiscales no disponibles para la agricultura. Tales intereses agrarios se cruzaron con la aspiración territorial manifiesta de los sobrevivientes Pacahuara para retornar a su bosque originario en Pando.

En el confuso proceso judicial de octubre del 2009 no estuvo claro si la reivindicación territorial debía suponer el retorno de los Pacahuara desterrados en Puerto Tujuré, Alto Ivón y Cachuelita; o permitir el asentamiento de una supuesta parcialidad nómada dispersa en Pando que, al parecer, en realidad no existe.
Con visibles características de una extorsión muy al estilo oficial, la empresa Mabet fue obligada a ceder como un forzoso “recorte” aproximadamente 69.500 hectáreas, de las 293.975 inicialmente concesionadas, reduciéndose la concesión a una superficie de 224.504 hectáreas. Las áreas recortadas beneficiaron con títulos agrarios a ocho comunidades de campesinos colonos vinculados políticamente con el Gobierno. Varias de esas comunidades están constituidas por campesinos evangelistas provenientes del occidente del país y que conforman una leal masa electoral manejada personalmente por el Ministro de la Presidencia.

Actualmente los miembros de la etnia Pacahura como tal, no pasan de 20 personas, casi en su mayoría aculturados o mestizados con los chacobos. Tras la muerte de Bose, el idioma originario Pacahuara sólo es practicado por Buca. Los resultados del Censo 2012 darán la última palabra sobre la realidad numérica de esta población en vías de inminente extinción.

Al operador principal del Gobierno en nuestra Amazonia, sumido en las contradicciones de una mentalidad clientelar que no es distinta a la del banzerismo, no le interesó aplicar el dispositivo constitucional para salvar de la extinción a los Pacahuara. Bose Yacu murió, así, con la esperanza perdida.

De Banzer a Quintana
El gobierno de Evo Morales tenía todas las condiciones favorables para salvar de su inminente extinción a la nación Pacahuara. El artículo 31 de la Constitución, adscrito a la Declaración Universal de los Derechos Indígenas de la ONU, le permitía repoblar el ancestral territorio indígena en Pando y experimentar en ese laboratorio de la biodiversidad amazónica un modelo revolucionario de reconstitución cultural Pacahuara que abarcaría no solamente el rescate de un idioma casi extinto, sino ante todo su propia reproducción vegetativa en términos de fortalecer la identidad étnica encarnada heroicamente por Bose y Buca Yacu.

Esta iniciativa, rechazada por Quintana con displicencia castrense, se hubiera facilitado además con la predisposición manifiesta de la empresa Mabet de ceder partes de su concesión para albergar a los últimos pacahuaras en un santuario étnico a orillas de los ríos Negro y Pacahuara de Pando.  Para Quintana era más importante y rentable políticamente disponer los recortes arrancados a Mabet en beneficio de agricultores de interior del país dentro una pragmática estrategia de proselitismo electoral.

En el colmo de este continuismo banzerista en la estrategia etnocida, Quintana usó dineros de la cooperación externa destinada a la defensa y protección de los pueblos indígenas vulnerables, para fines estrictamente proselitistas, partidarios y personales.

Durante la gestión de Quintana en el Ministerio de la Presidencia entre los años 2006 y 2010, funcionó en dicho Ministerio, financiado con recursos donados por el gobierno de Dinamarca, una unidad denominada “Componente de Transversalización Indígena” creada para promocionar los derechos constitucionales de los pueblos indígenas dentro el Estado Plurinacional, en reemplazo del Ministerio de Asuntos Indígenas y Pueblos Originarios creado por el anterior régimen de Sánchez de Lozada. El tema indígena no debía circunscribirse a un solo Ministerio de modo aislado, sino ser transversal en el conjunto de la estructura estatal bajo un concepto interministerial. Para facilitar el trabajo con los otros ministerios involucrados en el componente (Educación, Defensa, Salud, Justicia y Trabajo), el Ministerio de la Presidencia estableció un equipo de consultores y se suscribieron los respectivos convenios, también para los temas de difusión y pueblos vulnerables.

La cooperación danesa (Danida) desembolsó en el 2006 un total de 2’655.071 dólares que permitieron organizar una red institucional y de consultorías orientadas a transversalizar los derechos indígenas como prioridad estatal, en ajuste a la Constitución Política y la Declaración Universal de los Derechos Indígenas de la ONU y la Convención 169 de la OIT.
Pero aquellos fondos fueron malversados por Quintana con fines exclusivamente electorales y de mera propaganda gubernamental, mediante “foros”, “seminarios” y lujosas publicaciones pletóricas de imágenes originarias, entre otros suntuosos gastos a nombre de la “transversalización indígena”,  que en ningún momento y de ninguna manera fortalecieron los derechos sociales y territoriales de los pueblos vulnerables y en vías de extinción.

Si se hubieran cumplido los términos bajo los cuales Dinamarca donó aquellos millonarios recursos para el Componente de Transversalización Indígena, los Pacahuara no tendrían que haberse extinguido de ninguna manera. Una nación sin territorio propio, sin autonomía territorial, independientemente de su cantidad de habitantes, está condenada a dejar de ser nación. Las responsabilidades de Quintana en este tema son tan insoslayables como en otros casos; pero también su impunidad está garantizada gracias a la proverbial indolencia cómplice del presidente Evo Morales. La historia los juzgará.

El informe de la cooperación danesa (Danida) sobre los resultados de gestión en el Componente de Transversalización Indígena es pesimista. El documento presentado con un prefacio de Morten Elkjær, Embajador de Dinamarca en Bolivia, sostiene al respecto que “la puesta en funcionamiento del componente de transversalización tuvo dificultades desde su inicio… El contexto de conflicto social y político que vivió el país en los últimos años, determinó la realización de sucesivos procesos electorales (referendos por autonomías departamentales, revocatorios de mandato, aprobatorio de la nueva Constitución y elecciones generales, entre otros) que, sin duda, afectaron el normal funcionamiento de las instancias estatales en general e imposibilitaron realizar el trabajo previsto con los departamentos y municipios, especialmente en tierras bajas”. En otras palabras, la Transversalización Indígena manejada por Quintana fue atravesada por gastos electorales y campañas proselitistas durante todo el tiempo que duró ese programa tan estratégico para el proceso de cambio.
Danida decidió suspender su colaboración financiera y la oficina  creada para promocionar, proteger y defender los derechos indígenas fue definitivamente cerrada en el 2010.

En la etapa “Ademaf” (un aparato de inteligencia encubierta en tareas productivas) tras su repliegue del Ministerio de la Presidencia, el ex militar promovió la creación de dos empresas estatales en Riberalta, EBA (procesadora de almendra) y EBO  (comercializadora de oro). Mediante dichas empresas se tendió un cerco prebendal sobre los pacahuaras de Puerto Tujuré, usando la imagen de estos indígenas en agonía como parte de las nuevas estrategias proselitistas del “hombre fuerte” de la amazonia. A Bose Yacu se la mostró recibiendo feliz lamparitas solares donadas por la cooperación alemana (GTZ), radio-transistores y otros regalitos y abalorios que mellaron su inocencia indígena. Quintana reproducía así las tácticas etnocidas de los curas coloniales del siglo XVIII y de los evangelizadores norteamericanos del siglo XX que buscaban a toda costa reducir a su mínima expresión la autonomía indígena. El entonces director de Ademaf llevó a Evo Morales hasta Puerto Tujuré y le sacó fotos junto a Bose Yacu.

Ya de retorno en el Ministerio de la Presidencia, en pleno fragor del conflicto del Tipnis, en marzo del 2012 Quintana llevó a Buca Yacu al Palacio Quemado junto con una delegación indígena cooptada por el ex militar, y Buca  quedó impactado con semejante experiencia de sentarse en el mismo trono del gran hermano Evo. De ese modo Bose y Buca Yacu, diría Quintana, tenían algo más que un añorado territorio para su esmirrada nación selvática: el majestuoso Estado bajó hacia ellos llevándoles su “poder y placer”, más que eso no se podía pedir. Y  Evo ganó los 20 votos pacahuaras para las próximas elecciones; al menos los de Buca y Bose, agradecidos por tanta gentileza estatal.
La habilidad castrense de Quintana le ha permitido usar aquellas viejas tácticas de reducción y sometimiento, que son las mismas que se usaron durante la dictadura de Banzer para doblegar a los pueblos indígenas. No en vano Quintana trabajó estrechamente para Banzer bajo las órdenes de Fernando Kieffer en el Ministerio de Defensa.

Durante el último gobierno de Hugo Banzer Suárez, Juan Ramón Quintana realizó una consultoría para el Ministerio de Defensa produciendo un estudio que, a iniciativa del entonces ministro Fernando Kieffer, dio paso a la creación de una “Unidad de Análisis Estratégico”. Dicha Unidad terminó siendo dirigida por el propio Quintana con una oficina que Kieffer le asignó en el mismo edificio del Ministerio de Defensa. Desde ese momento Quintana comenzó a ejercer como asesor de Banzer en materia de Seguridad e Inteligencia, celebrando reuniones periódicas con el entonces Presidente de la República y el ministro Kieffer. Queda constancia de esa vinculación contractual de Quintana con el gobierno de Banzer en el archivo ministerial de contrataciones, así como en el Sicoes, el Sigma y en planillas de pago respectivas. Aquella “Unidad de Análisis Estratégico” que Quintana diseñó para Banzer, contenía exactamente los mismos elementos teóricos y doctrinales que el ex militar aplicaría luego en su diseño coercitivo de “Ademaf”, esta vez al servicio de Evo Morales.
Nos preguntamos si el Ministro de la Presidencia y el Presidente del Estado Plurinacional estuvieron en el velorio y el entierro de Bose Yacu. O si al menos le mandaron una corona de flores.

Fuente: Sol de Pando.


sábado, 19 de enero de 2013

Leyenda del Ñandutí, Leyenda Guaraní.



Según la leyenda, el ñandutí fue creado por una mujer indígena, que se inspiró en el telar de araña de la selva.

Cuenta la leyenda que dos bravos guerreros guaraníes se disputaban el amor de Samimbí, una bella y esquiva muchacha morena.

Leyenda del Ñanduti ( Valentino's Art)
Una noche, Jacyñemoñaré (Hijo de la Luna), uno de los dos jóvenes, recorría atribulado la selva, cuando al elevar su mirada al cielo para implorar a Tupá, el dios guaraní, que lo ayudase a obtener el amor de Samimbí, vio en lo alto de un árbol corpulento, bañado por la luz plateada de la luna, un maravilloso encaje cuya perfección lo deslumbró. Yaciñemoñaré decidió entonces trepar al árbol y obtener esa joya para regalarla a su amada.

Quiso el destino que Ñanduguasu (Araña Grande), el otro guerrero enamorado de Samimbí, pasara en ese momento por el lugar y también viera el hermoso tejido. Enfurecido por los celos al darse cuenta que de su rival se apoderaría del encaje antes que él, le disparó una flecha certera que lo mató en el acto. Sin perder tiempo, Ñanduguazú se encaramó al árbol. Pero cuando se apoderó del tejido sólo quedó en sus manos una vistosa y desagarrada tela de araña.

Tejido de Ñanduti
Durante largos meses los remordimientos no dejaron en paz a Ñanduguasu. Hasta que por fin, un día, su madre logró arrancarle el terrible secreto. La anciana pidió entonces a su hijo que la condujese hasta el pie del árbol. Y cuando madre e hijo llegaron al lugar observaron con sorpresa que en el mismo sitio se había formado un encaje idéntico al anterior. Para consolar a su desdichado hijo, que desde la muerte de Jasyñemoñaré no hacía más que vagar como enloquecido por la selva, la anciana decidió obsequiarle un tejido igual al del árbol.

Para ello estudió con gran atención las idas y venidas de la araña que hilaba pacientemente su primorosa trama. Luego, con sus agujas de tejer, comenzó a copiar los círculos y rectas que la araña trazaba con admirable precisión, y usando las finas hebras de sus cabellos blancos logró reproducir el encaje: era el ñandu-atí o "canas de la araña", encaje que las mujeres paraguayas tejen con motivos propios de su país.


Nota: Ñanduti significa en guaraní tela de araña, símbolo de la ciudad de Itauguá, es considerada como la reina de toda la artesanía de la República del Paraguay.

Es un encaje de agujas, se teje sobre bastidores en círculos radiales, se bordan motivos geométricos o zoomorfos, enhilo blanco o en vivos colores. Preferentemente se realizan detalles para vestimentas, ornamentos religiosos, sombreros, abanicos, todo tipo de artículos ornamentales. 


Ñanduti - Foto www.artemanos.com.py
  Fuente: Taringa! 

domingo, 13 de enero de 2013

La Lengua Aymara.


La Lengua Aymara que algunos especialistas consideran la mas antigua del mundo. En la década de 1980, Ivan Guzman de Rojas, un científico boliviano especializado en informática, demostró de modo casual que la Lengua Aymara no solo era muy antigua, sino que se trataba de un “invento”, que había sido creada de forma intencionada y muy hábil.

Uno de sus rasgos más interesantes es el carácter artificial de su sintaxis, rígidamente estructurada y poco ambigua, hasta el extremo de resultar inconcebible en una lengua “orgánica” normal. Esta estructura sintética significa que el Aymara podía transformarse sin dificultad en un algoritmo informático destinado a ser utilizado para traducir de un idioma a otro.

Cuando el etnólogo estadounidense L. Taylor-Hansen visito una tribu de pieles rojas apaches asentados en Arizona descubrió unos datos muy interesantes. El etnólogo mostró a sus huéspedes una fotografías de pinturas egipcias y en una de ellas, los apaches reconocieron a una de sus divinidades y a la que dedicaban sus bailes folklóricos, era el “Señor de la Llama y de la Luz”, y lo más sorprendente es que, aquel dios vivía en el recuerdo de estos indios con su mismo nombre mediterráneo, Ammón Ra.

Los Uros del Lago Titicaca hablan la Lengua Aymara (Foto: Miradas.com.br)
Aquello no era más que el principio de una serie de revelaciones a las que hicieron de puente dos números sagrados, el 8 y el 13, los que constituyen precisamente la base del calendario venusino (La relación que indica las revoluciones efectuadas durante el mismo periodo por la Tierra y Venus en torno al Sol se expresa como 8:13, es decir, que la Tierra lleva a cabo 8, mientras que Venus cumple 13.).

Cuando Taylor Hansen, en su conversación con los indios, hizo referencia a Tiahuanaco, los apaches identificaron con aquella localidad un centro de su legendario imperio del pasado, describiendo, sin haberla visto nuca, la estatua del “blanco barbudo”. El dios empuña dos espadas en posición vertical, lo que significa “amistad hasta cierto limite”. Las espadas forman ángulo recto con los antebrazos, y con la cabeza un tridente, que es nuestra señal secreta de reconocimiento. Allá donde se alza la estatua, es el lugar de nuestro origen.


Según el profesor Homet: “Los atlantes eran de raza blanca. Todavía hoy sus escasos descendientes puros son blancos: son los uros del Titicaca, que viven allá donde floreciera la civilización de Tiahuanaco”. El doctor Vernau, que ha estudiado a los patagones del Río Negro argentino, llega a siguiente conclusión : “Son blancos los indios del Brasil central, del Estado de Minas Gerais, los famosos hombres de Lagoa Santa”.

Se hace necesaria una nueva generación de científicos que vuelvan a reescribir la historia. Comenzándola desde mucho, muchísimo mas atrás en el tiempo, que prescindan de los dogmas impuestos y que sean guiados siempre por la razón y por los hechos, por la investigación moderna y por los relatos antiguos. Para ello nada mejor que la siguiente reflexión de Sir Frederic Sodd, premio Nobel de Física en 1921.

No hay nada que pueda impedirnos creer que alguna razas hoy desaparecidas hubieran alcanzado, no solo nuestros conocimientos, sino también poderes que no poseemos todavía…

Fuente: Sol del Sur.


Nota Anexa:
En el siglo XIX, un ilustre boliviano Emeterio Villamil remeció los cimientos de la ciencia, cuando afirmó que la lengua Aymara era la madre de todas las lenguas, aquella que habrían hablado Adán y Eva en el paraíso. Dos siglos después, varios investigadores le dan la razón, y sostienen que la lengua Aymará es una lengua trivalente que va más allá del sistema binario informático.
Para más información: http://losdivulgadores.com/2011/12/emeterio-villamil-y-la-lengua-del-eden-2/

sábado, 5 de enero de 2013

Los Diez Mandamientos Indígenas (nativos de América del Norte)


1. La Tierra es nuestra madre. Cuida de ella.

2. Honra todas tus relaciones.

3. Abre tu corazón y tu alma al Gran Espíritu.

4. Toda la vida es Sagrada. Trata con respeto a todos los seres.

5. Toma de la Tierra lo que es necesario y nada más.

6. Haz lo que se debe hacer para el bien de todos.

7. Agradece constantemente al Gran Espíritu por cada nuevo día.

8. Habla la verdad, pero sólo sobre lo bueno en los otros.

9. Sigue los ritmos de la naturaleza. Levántate y retírate con el sol.

10. Disfruta del viaje de la vida, pero no dejes huellas.


Canto-Rezo Matinal de los Cherokees

Que los Vientos Cálidos del Cielo
Soplen suavemente en tu casa;
Que el Gran Espíritu
Bendiga a todos los que pasen por allí;
Que tus zapatos
Dejen huellas felices
en muchas nevadas;
Y que el Arco Iris
Siempre toque tus hombros.

Fuente: Informe21.com