Los antiguos no hablaban de finales.
Los mexicas, los mayas, los olmecas, los zapotecas y los toltecas
creían que el tiempo era un círculo de fuego,
una serpiente que se muerde la cola,
un amanecer que vuelve una y otra vez.
Pero siglos después, alguien escribió un punto final donde antes había un regreso.
Y la historia cambió… no porque terminó,
sino porque la contaron desde otro inicio.
En los códices, un ciclo no muere: se transforma.
Los mayas dibujaban soles que nacen del polvo del anterior.
Los mexicas decían que cada era renace de la ceniza del tiempo.
Los olmecas grabaron rostros que vuelven a despertar después de siglos.
Los zapotecas alinearon templos para que una línea de luz repitiera el mismo milagro cada año.
Los toltecas creían que un maestro sabio nunca muere:
su palabra regresa cuando el mundo está listo.
Pero luego vino la ruptura:
el momento en que lo circular se volvió línea,
en que la historia empezó “desde cero”,
como si millones de años de memoria espiritual
pudieran borrarse con una sola frase en un libro.
Sin embargo, las piedras no obedecen a las plumas.
Las pirámides siguen alineadas con el Sol como antes.
Los calendarios siguen marcando ciclos que nadie explicó.
Los mitos siguen respirando debajo de la tierra.
La memoria sigue viva en la sangre.
La historia que nos contaron empieza en un punto…
pero la historia verdadera nunca empezó
y nunca terminó.
Solo cambió de narrador.
Transición emocional
Quizá por eso, cuando caminamos entre ruinas,
sentimos que ya habíamos estado ahí.
Quizá por eso, cuando vemos un códice,
algo nos arde en el pecho como si fuera un recuerdo.
Tal vez no estamos aprendiendo historia…
tal vez estamos recordando algo que ya fuimos.
6 datos / curiosidades que alimentan el debate
Los mayas nunca escribieron “fin del mundo”.
Siempre escribieron “fin de ciclo”. La ruptura fue interpretación posterior.
Los mexicas contaban el tiempo en soles, no en años.
Cada era era un renacimiento de la humanidad, no una desaparición.
Los olmecas reutilizaban templos antiguos como si fueran capítulos de un mismo libro.
No querían borrar, querían continuar.
Los zapotecas reinterpretaban el pasado como un eco del presente.
“Lo que fue, será de nuevo.”
Muchos códices fueron reescritos por manos coloniales.
La narrativa cambió sin que cambiara la historia real.
La memoria indígena habla de renacer, no de terminar.
La palabra “fin” es europea; la palabra “regreso” es mesoamericana.
Cierre poético y emocional
Quizá todo lo que llamamos “pasado”
no es más que una respiración profunda del tiempo.
Quizá lo que creímos muerto
solo está esperando que despertemos para continuar la historia.
Frase épica final
“La historia no terminó…
solo está esperando que volvamos a contarla desde donde la dejamos.”

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