Hay algo humanamente sagrado en nuestra evolución; y pasa desapercibido.
Algo gratuito, contagioso, que trasciende fronteras, religiones y clases sociales.
Quizás la mayor caricia espiritual, el mejor alimento para nuestro desarrollo. Verdadera esencia de nuestra razón social.
Mágica y eficaz arma para detener el tiempo y mirarnos con complicidad.
Sonreímos antes de gatear. Sonreímos hasta del susto paternal. Seguimos sonriendo aún en la adversidad.
Pero todo cambia entre la niñez y pubertad.
Vamos dejando de lado esa específica capacidad.
La que nos hace brillar tanto como el arte, la música y la poesía.
Hay algo humanamente sagrado en nuestra evolución; y pasa desapercibido.
Texto y foto: Patricio Sutton
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