Verte. En el medio de la noche. Verte en lo
cotidiano, tus señales sutiles en el fango –cuanto más barroso, más profunda tu
huella…
Verte en el dolor y
en el amor.
Verte prendido y
prendado de los sueños de los hombres y mujeres, aferrado a los que nos atrevemos a seguir soñando. Verte a nuestro lado. Abrir mi mirada para verte, para no dejar de verte.
No dejarme
“abrumar”, confundir por la bruma; conservar los ojos lo más límpidos posible.
Buscarte “porque” te dejas encontrar, te haces visible, transparente, te
ofreces a las miradas. Para que en cada des/ilusión brille la verdad, la tuya,
la mía, la del otro; dónde estás, a qué me provocas, en cada momento, en cada
otro. Perder apasionadamente la compostura y lanzarme, descompuesta de fuego, a
re-componer, a integrar en formas nuevas.
Wiphala confeccionada por Lumnos de Tercer Grado de la EIB N° 807 de Tekoa Mbororé |
Felices los que luchan. Los apasionados. Los que se la juegan, se arriesgan, dejan la orilla y se entrometen en el mar tormentoso. Felices los que no evitan los conflictos, los que se atreven a las crisis, los que se suben a las barcas y se preguntan quién les dará de comer a las multitudes. Felices los que abren cofres cerrados por siglos, los que atentan contra las seguridades establecidas, los que despabilan las ventanas nocturnas, los que saben o “quieren saber de qué se trata”, los que entienden a qué nos referimos.
Felices los que entran en escena, los que se sumergen, los que se zambullen,
los que afrontan de pie las tempestades. Felices los que toman el timón de su
vida y de la historia, dejan de quejarse y ponen las manos en acción. Felices
los arremangados, los embarrados, los transpirados, los salpicados. Felices los
que no se quedan al costado de la ruta; felices los que marchan y gritan y
construyen.
Felices los pacientes, los que no se desaniman, los que siguen transpirando utopías en medio del desánimo general. Felices también los impacientes, los que tienen urgencia de justicia.
Felices los que andan en medio de las sombras, los que se animan a lo oscuro buscando allí riqueza insospechada; felices los que iluminan con mirada profética las realidades que parecen tenebrosas. Felices los que descubren flores en el barro, los que nos muestran la solidaridad de los márgenes, el amor entre chapas y cartones.
Felices los que viven, y quieren seguir vivos, los que no se conforman, los que no se rinden, los que no se salvan. Felices los que anidan y los que vuelan, los que brotan después del invierno, los que florecen en la nieve…
Sandra Hojman
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