El cambio estacional de los relojes, conocido como horario de verano, suele presentarse como una solución práctica para aprovechar mejor la luz del día. Sin embargo, una mirada desde el conocimiento indígena plantea que esta práctica entra en conflicto tanto con la naturaleza humana como con los ritmos del entorno natural. Desde estas cosmovisiones, el tiempo no es un mecanismo que pueda ajustarse a voluntad, sino un flujo vivo que se manifiesta en los ciclos del sol, las estaciones y los comportamientos de los seres vivos.
Alterar artificialmente la hora oficial rompe la sincronía entre el reloj biológico y la luz solar real. El cuerpo humano responde de manera natural al amanecer y al anochecer, regulando el sueño, la energía y el bienestar. Forzar un cambio horario implica pedirle al organismo que se adapte rápidamente a un ritmo que no corresponde con la naturaleza, lo que puede generar fatiga, desajustes del sueño y malestar general.
Desde la perspectiva indígena, esta práctica refleja una relación desequilibrada con el mundo natural, donde se intenta dominar el tiempo en lugar de convivir con él. Recuperar el respeto por los ritmos naturales invita a repensar cómo organizamos nuestra vida cotidiana y nuestra relación con la Tierra.
- "An Indigenous approach shows how changing the clocks for daylight saving time runs counter to human nature – and nature itself", The Conversation, por: Rachelle Wilson

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