La
comunidad indígena günün ä küna-mapuche Vicente Catrunao Pincén, que en 1873
suscribió un tratado con el gobierno nacional, fue reconocida formalmente por
el Estado argentino.
La
historia de la comunidad günün ä küna-mapucheVicente Catrunao Pincén es
excepcional. Constituida como tal hacia 1860 bajo el liderazgo del legendario
lonko (cacique) homónimo, tuvo una actuación muy destacada en las pampas
argentinas como entidad autónoma, a medio camino entre los asentamientos
ranqueles de Mariano Rosas, Baigorrita, Epumer y Ramón Cabral, del norte de la
actual provincia de La Pampa y las tolderías de los huilliches-mapuches de
Calfucurá y Namuncurá, en las inmediaciones de Salinas Grandes, al sur de la
misma provincia.
La tribu
de Pincén –como también se la conocía- respondía a un patrón ancestral cazador
nómade y se movía por un amplio territorio que iba desde los actuales parajes
de Malal –Co y Potrillo Oscuro en el norte de La Pampa hasta el partido de Puán
al sur de la Provincia de Buenos Aires. Era una comunidad mestiza que admitía
–como era la ley de las tolderías pampeanas- a gran cantidad de hombres y
mujeres de las más diversas extracciones: indios de otros grupos, gauchos,
afrodescendientes, criollos y europeos.
Es probable
que esta constante movilidad se debiera también al perfil del cacique, que más
allá de sus innegables dotes de gran guerrero detentaba también el cargo de
gnempin, es decir, de “dueño del decir”, un hombre espiritual y de conocimiento
responsable de difundir entre los suyos la palabra de los ancestros.
Sea como
fuere, Vicente Catrunao Pincén mantuvo en alto la llama de la libertad entre su
gente y junto a los otros caciques considerados “hostiles” defendió hasta el
final los llamados “territorios indígenas libres”, o “sus campos” como a él le
gustaba llamarlos.
Esos,
“sus campos” fueron expresamente reconocidos por el gobierno argentino en un
histórico tratado de 1873 y cuya clausula cuarta decía: “El Gobierno Nacional
se compromete a hacer respetar la ocupación de los campos que hoy ocupan las
tribus, a no invadirlos nunca y a que puedan vivir tranquilamente bajo el
amparo del Gobierno...”
Lo cierto
es que en 1878, un año antes del inicio de la “conquista del desierto” los
campos de Malal-Có que entonces ocupaba Pincén fueron invadidos por el
Ejército, tomados prisioneros sus principales líderes, entre ellos el cacique,
y su comunidad destruida y dispersada.
Mucho
tiempo transcurrió desde aquel triste momento, más de un siglo, hasta que hace
aproximadamente unos veinte años, los descendientes de Vicente Pincén,
liderados por su tataranieto Luis Eduardo, se propusieron reunirse,
reconstruirse y volver a ser como comunidad en un inédito proceso con eje en la
espiritualidad y del cual este diario dio cuenta hace muy pocos dias atrás en
un texto firmado por el actual lonko.
Parte de
ese proceso consistió en reaprender las ceremonias tradicionales, lo que los
miembros de la actual comunidad Pincén lo hacen a través de su activa
participación en las Rogativas anuales (Nguillatún) en sendas comunidades
mapuches del norte de Neuquén, a las cuales asisten desde hace dieciséis años
en forma ininterrumpida y con el sueño de volver a reinstalar esta preciada
ceremonia en la región de las pampas.
A fines
de 2013, y como parte del proceso general de reconstrucción que incluye un
sinnúmero de actividades, gestiones y emprendimientos, el lof Pincén presentó
ante el INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas) la solicitud de
Personería Jurídica de la comunidad, la que acaba de ser otorgada según
Resolución N° 363 del 16 de julio de 2015.
Si bien
el éxito de esta gestión nunca fue considerada como indispensable para este
particular proceso de volver a ser como comunidad, no es menos cierto que el
reconocimiento formal por parte del Estado argentino, suma, y la coloca en un
lugar aún más sólido y de referencia en el concierto de los pueblos indígenas
de la Argentina, al ser formalmente reconocida por segunda vez, luego del
tratado de 1873.
Hace
apenas tres meses atrás el lof Vicente Catrunao Pincén había recibido una
fuerte refrendación por parte de sus hermanos, al ser designada como “octava
comunidad e integrante espiritual dentro del Consejo Zonal Pikunche” del norte
de Neuquén según reza el Acta N° 044, CZP, Chorriaca, Departamento Loncopué,
Provincia de Neuquén, del 13 de mayo de 2015.
A partir
de estos últimos acontecimientos parecería que una nueva fase se inicia en la
historia de esta emblemática comunidad indígena. Seguramente habrá muchas más e
importantes novedades. Por lo pronto lo que si podemos afirmar, es que la
leyenda continúa.
Fuente:
El Orejiverde – 15 de Agosto de 2.015
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