Escribe:
Miguel Ángel Criado
El
análisis del microbioma de un grupo de indios amazónicos sin contacto previo
con el hombre blanco muestra además que han desarrollado resistencia a los
antibióticos.
Un
helicóptero del ejército venezolano descubría en 2008 entre la espesura de la
selva amazónica un poblado no registrado en sus mapas. Unos meses después, una
misión médica científica llegaba hasta esa zona del sur de Venezuela para
descubrir que se trataba de un grupo de unos 50 indios yanomami. Comprobaron
que, salvo algún contacto con otros de su misma tribu, nunca habían tenido
relación con el mundo exterior. Para los científicos era una ocasión única para
estudiar su universo bacteriano y compararlo con el de los occidentales. Se
llevaron unas cuantas sorpresas.
"Llegamos
en abril de 2009. Siempre que vamos a una comunidad hacemos una reunión con
todos los pobladores para explicarles que es lo que vamos a hacer, gracias a la
ayuda de un traductor", recuerda el investigador del Centro Amazónico de
Investigación y Control de Enfermedades Tropicales Simón Bolívar, el venezolano
Óscar Noya-Alarcón. Este médico, que participa en un programa del Gobierno de
Venezuela para eliminar la oncocercosis, o ceguera de los ríos, lleva
varios años buscando nuevos poblados yanomami. Esta vez tenía una misión extra.
Aunque no
era el objetivo principal, los científicos consiguieron el consentimiento de
una treintena de los 54 yanomami que formaban la comunidad para tomar muestras
de piel de su antebrazo, su boca y de material fecal, el mejor indicador de la
flora bacteriana del tracto intestinal. "Les parecía asqueroso, como a
cualquier ser humano, que recogiéramos sus muestras de heces. Se burlaban de
ello. Pero siempre accedieron amablemente a colaborar", comenta Noya-Alarcón.
Los materiales biológicos se conservaron en nitrógeno líquido hasta que
volvieran a la civilización.
Empezaba entonces la segunda parte de la aventura. En un
ejemplo de que la ciencia le puede a la política, las muestras volaron hasta un
par de laboratorios de EE UU. Durante cuatro años, una veintena de científicos
estadounidenses y venezolanos han desentrañado el perfil genético de las
bacterias presentes en las muestras originales. También las cultivaron, para
realizar ensayos que midieran su resistencia a los antibióticos, lo que se
conoce como resistoma.
"Lo
que hemos encontrado es que los yanomami de este estudio tiene un grado de
diversidad bacteriana sin precedentes", decía durante una conferencia de
prensa el profesor de genética de la escuela Icahn de medicina del hospital
Monte Sinaí (Nueva York) y principal autor del estudio, José Clemente. Los autores
de la investigación compararon el microbioma de los yanomamis con una muestra
de estadounidenses y otras dos de los guahibo, también amerindios amazónicos, y
de indígenas de Malaui, en el sur de África. En los dos casos se trata de
poblaciones con cierto grado de occidentalización. Los yanomami, añade
Clemente, "tienen casi el doble de diversidad que los
estadounidenses".
El poblado yanomami fue descubierto en 2008 y su ubicación no se ha revelado para respetar su mundo y protegerlos del exterior. / ÓSCAR NOYA-ALARCÓN |
De hecho,
observaron un progresivo descenso de diversidad desde los yanomami hasta los
occidentales, pasando por los guahibo y los malauíes. Además, los
investigadores bucearon en estudios anteriores sobre microbioma y no han
encontrado otros pueblos que tengan mayor variedad bacteriana. Tampoco en los
archivos del proyecto Microbiom a Humano. Es como si, cuanto más expuesto está
uno al estilo de vida occidental, más se reduce la riqueza de su microbioma.
Estos resultados colocan a los yanomamis en la cúspide en lo que a bacterias se
refiere. Esta misma semana, otro estudio mostraba como comunidades rurales de
Papúa Nueva Guinea tenían un 15% de mayor diversidad que los occidentales.
Pero estos indios amazónicos se acercan al 100%.
Los yanomami de este poblado, cuya ubicación no se ha
revelado para protegerlos, siguen viviendo de la caza y la recogida de frutos
como hacían sus antepasados hace miles de años. Lo más cerca que habían visto a
un hombre blanco era cuando veían volar sobre ellos algún avión. De la
medicina, solo conocían la propia palabra, que se la habían oído a otros
yanomami de poblados vecinos. Y el dispensario más cercano, regentado por unos
misioneros, se encuentra a dos semanas yendo a pie por entre las montañas. Para
los microbiólogos, este pueblo aislado es una máquina en el tiempo con la que
imaginar como era la microbiota de los humanos antes de que la modernización lo
cambiara todo.
"Nuestras
bacterias juegan importantes cometidos en la fisiología humana, como la
respuesta inmune, el metabolismo y hasta la conducta. Pero aún no sabemos
cuánto y cómo han cambiado nuestros microbiomas occidentalizados con relación
al microbioma de nuestros ancestros", recuerda la profesora de la escuela
de medicina de la Universidad de Nueva York, María Gloria Domínguez, también
coautora del estudio. "Tenemos muchas prácticas antimicrobianas, como el
nacimiento por cesárea, el uso de los antibióticos, el jabón, los limpiadores.
Pero en el mundo aún quedan poblaciones remotas de cazadores y recolectores que
viven en la era pre-biótica como lo hacían nuestros antepasados", añade.
Unos pueblos, que alerta, "se están occidentalizando rápidamente".
Antes de
que el estilo de vida occidental reduzca su diversidad bacteriana, pueblos como
este yanomami, pueden ayudar a la ciencia. Muchas de las enfermedades no
transmisibles, como inflamación intestinal, la esclerosis múltiple, la diabetes
tipo I, la artritis reumatoide, obesidad, cáncer de colon y un sinfín de
alergias están mediatizadas por bacterias. La mayoría tienen una alta
prevalencia en las sociedades avanzadas, siendo testimoniales en las
poblaciones menos occidentalizadas. Aunque queda mucho por investigar, la
degradación del microbioma puede tener mucho que ver con estas enfermedades
modernas.
Resistencia
adquirida a los antibióticos
La
segunda gran sorpresa que se llevaron los investigadores fue que, al cultivar y
secuenciar las muestras fecales, encontraron que las bacterias de los yanomami
portan genes que las harían resistentes a los antibióticos, incluso a los de
última generación. Para medir esta resistencia, los estudios científicos suelen
fijarse en las cepas de la enterobacteria Escherichia coli. En las
muestras fecales de los yanomami, encontraron que todas las cepas de E. coli contaban
con genes que intervienen en el desarrollo de resistencia a la acción de los
antibióticos. Entonces ampliaron su análisis a otras bacterias, encontrando
unos 30 genes que podrían expresar resistencia.
Si se da
por buenas las palabras del jefe del poblado, negando haber tenido contacto con
otros hombres que no fueran otros yanomami y, menos aún, con la medicina
moderna, ¿de dónde procede esa resistencia? La principal hipótesis de los
investigadores es que viene de la íntima relación de estos indios con el medio
que les rodea. Mucho antes de que Alexander Fleming descubriera casi por azar
el poder antibiótico de hongos del género Penicillium, las bacterias han
tenido que lidiar con otros microorganismos para sobrevivir. En el caso de los
yanomami, estos microbios habrían aprendido a combatir gracias a la flora
bacteriana del suelo de la selva que, por medio de transferencia horizontal,
les habrían prestado los genes anti antibióticos.
"Sin
embargo, también encontramos varios genes de resistencia que codifican
resistencia contra las últimas generaciones de antibióticos semisintéticos y
sintéticos", recuerda el profesor de patología de la Universidad
Washington en San Luis (EE UU), Gautam Dantas. "Incluyen, por ejemplo, a
medicamentos de tercera y cuarta generación (las cefalosporinas) que intentamos
reservar para luchar contra algunas de las peores infecciones del mundo",
añade. Son medicinas tan nuevas y tan sintéticas que la hipótesis del préstamo
de la resistencia por otras bacterias no consigue explicarlo.
A los
autores del estudio, publicado en Science Advances, les alarmó descubrir
que la flora bacteriana de los yanomami pudiera ser resistente a tan modernas
medicinas. "Pensamos en un par de explicaciones a estos resultados. La
primera y quizá la más simple es que en el suelo haya versiones naturales de
estos medicamentos sintéticos y que, simplemente, no las hayamos encontrado
aún", opina Dantas. Al fin y al cabo, las primeras generaciones de
antibióticos copiaban a la penicilina natural.
Pero hay
otra posibilidad que intriga aún más: que estos genes de resistencia tengan una
gran plasticidad y sean multifuncionales. "En realidad, podrían tener
otras funciones en la bacteria pero, expuestos a los antibióticos, podrían
reprogramarse para desarrollar carga de resistencia", sugiere este
patólogo. De ser así, esto explicaría el rápido y extendido desarrollo de resistencia
entre muchas de las bacterias patógenas que alarma tanto a los científicos y
médicos por el abuso de los antibióticos.
Los antibióticos, la dieta, el jabón o el nacimiento por
cesárea han reducido la diversidad bacteriana de los occidentales
En cuanto
a los yanomami que tanto han ayudado a la microbiología, el
doctor Noya-Alarcón comenta que han vuelto a esa comunidad solo una o dos
veces al año desde 2009, "por lo que el impacto en su microbioma habría
sido mínimo, pero ya no será el mismo". Recuerda haber dado antibióticos a
algún yanomami con neumonía o con alguna infección dermatológica. "Lo
ético era tratarla ya que teníamos la medicina a nuestra disposición, de otra
forma quizás el paciente con neumonía podría haber muerto", explica.
"Gracias
a esta oportunidad de encontrar un microbioma tan diverso, el resto de la
humanidad podría verse beneficiada al conocer que probablemente tengamos que
restablecer parte de nuestra flora microbiana para volver a lograr una armonía
entre nuestras funciones metabólicas o fisiológicas", opina Noya-Alarcón.
El primer hombre blanco, un venezolano de ascendencia gallega, que contactó con
este pueblo cree obligado, "reconocer esta diversidad bacteriana y
respetar este equilibrio que se mantiene entre los yanomami e intentar
extrapolarlo a lo macro, es decir, aprender del estrecho contacto que ellos
tienen con la naturaleza".
Fuente:
El País – 17 de Abril de 2.015
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