Escribe: Mariana
Aquino. 7 de Julio de 2.016 .
Fuente: Cítrica
Cooperativa de Trabajadores del Diario Crítica.
Los
pueblos originarios no tienen nada para festejar. A dos siglos de romper las
cadenas con los españoles, la historia oficial los sigue negando y el Estado
los ignora. El testimonio de los referentes de las comunidades.
Los
españoles llegaron a estas tierras hace cinco siglos. La independencia de
Argentina, hace dos. Los pueblos originarios llevan entonces 500 años de
sufrimiento, negación y desprecio. Ven cómo les roban las tierras, cómo los
monocultivos destrozan sus métodos de producción y alimentación ancestrales, y
cómo les quitan hasta el agua.
Mientras
se conmemora el bicentenario de la independencia, los originarios
acampan y reclaman; siguen denunciando la apropiación de territorios, el
exterminio sistemático y la negación de sus identidades culturales. El Estado
moderno les priva el derecho a la tierra e intenta aniquilarlos; pero aún no lo
ha conseguido.
Los
referentes de distintas comunidades que consultamos coinciden en que
aquello que la historia oficial llamó el descubrimiento de América no fue
más que el inicio de una persecución étnica que no termina. La opresión hacia
los pueblos cambió de dueño y de argumentos pero no de objetivo. “No tenemos
nada que festejar. Pasaron doscientos años de independencia relativa. Hoy los
originarios seguimos ausentes, seguimos siendo los convidados de piedra de la
historia”, afirma Valentín Palma Yallanullo, miembro de la organización Punta
Querandí, de la provincia de Buenos Aires.
En
la idea de Estado-Nación se debe repensar el surgimiento del propio país, que
obtuvo muchas de sus victorias, alabadas en las páginas doradas de la historia,
mediante el sometimiento de los pueblos. Así lo fue la Conquista del Desierto
para las comunidades del sur del país. “Nuestro pueblo quiere poner en agenda
el genocidio que dio origen a la Argentina a través de la matanza, la
apropiación de territorios y el borramiento de lo que fue la identidad de
distintos pueblos indígenas”, enfatiza Lorena Cañuqueo, miembro de la comunidad
Mapuche de Bariloche.
Marcha de los Pueblos Originarios 2010. Crédito PABLO VITALE
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El
proceso revisionista –desde lo académico– intenta darle un lugar en la historia
al originario como actor social; sin embargo su protagonismo en las primeras
rebeliones contra los españoles no se registra en datos oficiales, ni existen
estadísticas que marquen hasta qué punto se destruyeron pueblos enteros en
nombre de la patria y la unificación nacional. Eduardo Galeano los llamó los
nadies. La contundencia de la definición hiere a los ojos sensibles de quien
lee al escritor uruguayo que se ocupó de denunciar en Las venas abiertas
de América Latina a los invasores: “Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino
artesanía. Que no practican cultura, sino folklore”, sentenció Galeano.
Los
territorios de la mayoría de las comunidades originarias son aún presa
fácil para la avaricia del sistema capitalista. Los violentos desalojos
–impulsados por la Justicia en complicidad con los gobiernos provinciales y
ejecutados con saña por las fuerzas de seguridad– se encuentran con valientes
resistencias a lo ancho y largo del país. Esas tierras son ideales para los
ambiciosos proyectos de megaminería a cielo abierto, extracción de
petróleo, monocultivo y emprendimientos inmobiliarios. Para Cañuqueo,
"siempre fue difícil que el Estado nos reconozca como colectivo
político”. “Y ahora que tenemos un retorno a las políticas neoliberales,
nosotros corremos más riesgos que nunca”, agrega.
La
defensa del territorio no tiene sólo que ver con una necesidad básica de
mantenerse con vida en un lugar, más bien con la reparación histórica de parte
del Estado. “Hasta el trabajador pobre, que es parte de nuestro pueblo,
discrimina al indígena. Hace y dice lo que esa elite parasitaria y racista
quiere. Hoy más que nunca el Estado está alineado a los poderes imperiales de
Estados Unidos y Europa. Hay que apuntar a la cultura y la educación para
cambiar la realidad”, destaca Palma Yallanullo.
No
caben dudas: Argentina cumple 500 años de persecución hacia los pueblos
nativos. Y la deuda es del Estado. “Nuestro reclamo es el de toda la clase
obrera. Estos gobiernos no le van a dar los territorios a los originarios pero
tampoco le darán nada a los trabajadores ni a nadie”, asegura Enrique Mamani,
presidente de la Organización de Comunidades de Pueblos Originarios (Orcopo) y referente
de la comunidad Kolla Quechua Aymara. “Nosotros somos nativos que nos
reconocemos como tales, hay otros que lo son y aún no se reconocen; esos
trabajadores, desocupados y excluidos sociales en algún momento van a
tomar conciencia de su verdadera identidad”, remarca Mamani. Y coincide Palma
Yallanullo: “En Buenos Aires está la mayor población indígena del país, es
un gigante dormido.”
La
organización Punta Querandí nació para proteger el territorio amenazado por los
emprendimientos inmobiliarios en el límite entre Tigre y Escobar. Desde hace
varios años mantiene el reclamo por un predio de media hectárea que fue un
espacio sagrado. Se trata de un sitio arqueológico amenazado actualmente por
los avances de la especulación inmobiliaria en la zona. “Hay un resurgimiento
de una oligarquía terrateniente racista que avanza por todos lados. Aunque lo
dibujen con diálogo con algunos referentes, no les creemos. Hasta que el Estado
no se descolonice nada va a cambiar. Nuestra agenda es construir poder por
nuestros derechos”, afirma el dirigente querandí.
En
cambio, para Félix Díaz, referente de la comunidad Qom La Primavera, en
Formosa, se han logrado avances en los últimos tiempos. “Tras una lucha de
nuestros líderes de todo el país se pudo incorporar la legislación indígena a
nivel nacional y también se ven cambios en la legislación internacional. El
pueblo pudo participar en cuestiones de Estado, como la defensa del territorio.
Ese respeto lo vemos en este último tiempo”, señala Díaz, quien lideró un
acampe en pleno centro porteño durante el gobierno anterior para que el Estado
restituya territorios.
“Fuimos
cooptados por el enemigo, por la colonia al principio y por los partidos
políticos en este último tiempo. Nos encontramos con originarios del PRO, otros
kirchneristas y otros radicales. Todas esas diferencias hacen que nos alejemos
de nuestra verdadera manera de construir. Tenemos que apuntar a la reafirmación
de nuestra cultura”, refuta Palma Yallanullo.
El
genocidio de ayer, la invisibilización de hoy y la usurpación de las tierras de
siempre son indiferentes a la agenda de la clase dominante, hoy encarnada en
los grandes medios de comunicación. Pero acá están ellos, alzando su voz, la de
nuestros orígenes, la de nuestros ancestros, la nuestra. Resistiendo.
Fuente:
Mariana Aquino. (7 de Julio de 2.016) Cítrica Cooperativa de Trabajadores del
Diario Crítica
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