Demolida y vuelta a construir varias veces, a principios del siglo pasado se erigió una singular construcción que dio origen al apelativo. Aquí, la historia del solar donde 29 congresales pusieron la piedra fundacional de la República Argentina. Y el dato curioso de la "segunda capital argentina", que una vez por año deja a Buenos Aires sin ese honor.
La foto histórica tomada por Ángel Paganelli en 1869 |
Cuando hablamos de San Miguel de Tucumán y el 9 de Julio lo primero que nos viene a la memoria es “La Casita”. Así es como se llama comunmente a la vivienda donde fue declarada nuestra Independencia en aquel lejano 1816; grito de emancipación de una Argentina que aún no existía como la conocemos hoy: éramos “las provincia unidas de Sud América” como la canta nuestro Himno…(y no “del Rio de la Plata”). Veremos un poco, el derrotero histórico de la “Casita” y, de paso, un interrogante: la República Argentina ¿posee una Capital Federal o dos? En algún momento de esta nota, será descifrado el misterio.
Apenas llegamos a San Miguel de Tucumán, los que venimos de otras regiones del país, notamos que es una ciudad muy vivible, de ritmos lentos y tranquilos, donde la vida transcurre con serenidad. La ciudad huele a azahares, es cuna de muchos grandes de nuestra patria, entre ellos la genial Lola Mora, capital del “sánguche de milanesa” y no olvidar sus empanadas. Y ni hablar de la belleza del resto de la provincia, como tan pequeña es, tan descomunalmente hermosa se percibe. Nos ubicamos en la Plaza central de San Miguel, el típico damero: Catedral, Casa de Gobierno, edificios principales la rodean… pero nosotros, desesperados, buscamos “La Casita” por excelencia… sin caer en la cuenta de que todas las viviendas son “casitas de Tucumán” porque estamos en San Miguel de Tucumán… ahí nos despabilamos: lo que en realidad buscamos “La casa Histórica de la Independencia”.
Y cuando llegamos a las puertas del inmueble histórico ¡gran sorpresa! de “Casita” no tiene absolutamente nada; muy por el contrario es un caserón inmenso, con varios patios y muchos ambientes… entonces ¿de dónde viene lo de “Casita”? Paciencia, ya lo veremos…
Les hago una aclaración, como para conocer exhaustivamente el devenir de “la Casita” es necesario un volumen de varias hojas (o varios volúmenes) , esta es solo una pincelada a grandes rasgos, marcando lo más importante.
En 1874 el Ingeniero sueco Federico Stavelius diseñó un frente de estilo neo- renacentista. Se demolió la fachada con sus columnas salomónicas y sólo se conservó el Salón de la Jura.
Al iniciarse el mes de abril de 1815 tuvo lugar el derrocamiento del director supremo Carlos María de Alvear. Inmediatamente se dictó un nuevo Estatuto y se convocó a un Congreso a realizarse en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Por diversas circunstancias geopolíticas, se decide ese lugar porque estaba equidistante de todos los puntos de los cuales deberían llegar los congresales, sus objetivos eran: declarar la Independencia y dictar una Constitución para las Provincias Unidas. Pero toda esa parte histórico-política, es harina de otro costal, volvamos a la “Casita”.
Los Congresales irán llegando a la ciudad de San Miguel. Una ciudad de 5000 habitantes, de casas bajas, de las que sólo que sólo asoman, por encima de sus tejados, los campanarios de la iglesias. Se alojaron en casas de familia, y los religiosos seculares o regulares (que eran casi la mitad de los congresales) en los respectivos conventos de cada orden o en la Casa Parroquial. Pero como los arreglos y adecuaciones de la casa para que en ella funcionara el Congreso no se habían terminado (tirar paredes, ampliar salones, etc...) las primeras reuniones se realizaron en la casa del gobernador Bernabé Aráoz, que en abril de 1814 fue nombrado Gobernador de la provincia de Salta del Tucumán, y cuando Tucumán se separó de Salta, fue el primer gobernador titular de Tucumán, provincia que incluía a las actuales Catamarca y Santiago del Estero. Una vez concluidos los arreglos, -que también incluía la pintura del frente, vuelto a pintar de blanco con las aperturas y puerta del frente de celeste- se comenzó a sesionar en ella, pero con aportes de muebles de la familia Aráoz, y los frailes Dominicos y Franciscanos.
En 1869 fue sancionada la ley autorizando al Poder Ejecutivo Nacional a adquirir la casa y hacerse cargo de su conservación y puesta en valor. Ese año, el fotógrafo Ángel Paganelli tomó fotografías del frente en estado ruinoso y del primer patio (con el salón de la jura). Esas imágenes servirán mucho tiempo más adelante para la recuperación de su frente histórico y patios.
La compra se hará efectiva en 1874, con un costo de 25.000 Pesos Fuertes. Se pensaba hacer un museo, pero se escrituró como oficina de Correos y Telégrafos. Para ello debía reformarse el edificio. Por eso entonces sólo se consideraba valioso al Salón de la Jura o Salón Histórico. El Ingeniero sueco Federico Stavelius diseñó un frente de estilo neo- renacentista, se demolió la fachada con sus columnas salomónicas y su puerta de ingreso fue remitida al Complejo Museográfico Provincial “Enrique Udaondo” (popularmente conocido como “el museo de Luján”); sólo es conservado el Salón de la Jura.
Dentro del lujoso "Templete" que ordenó construir Roca, se encontraba el Salón de la Jura de la Independencia. Semejante contraste de opulencia y humildad dio origen al término "Casita de Tucumán" |
En 1902, otra vez todo el edificio amenazaba quedar en ruinas. El presidente Julio A. Roca, por medio de un decreto, ordena demoler la casa completa, dejando en pie sólo la sala de la Jura. En 1903 comenzó la demolición y en septiembre de 1904, presidido por el mismo Roca, fueron inauguradas las nuevas instalaciones. Se denominó “El Templete”, obra que fue considerada en esos momentos como una verdadera maravilla arquitectónica, de exquisito gusto y refinamiento europeo (nota: antes de cualquier juicio recordemos que todos somos esclavos de la época en la cual nos toca vivir; solo algunos logran ver más allá de su tiempo). Pero ¿qué guardaba dentro “el Templete”?: el Salón de la Jura. Y acá, damas y caballeros si han sido capaces de seguir todo el derrotero de esta historia llegamos al nudo de la misma, es donde aparece en el imaginario colectivo la famosa “Casita de Tucumán” ¿Por qué? Porque dentro de esta estructura imponente, con inmensos ventanales y vitraux, plagado de molduras, cornisas y pináculos, lleno de placas de bronces en sus muros, totalmente de estilo francés, en cuya explanada de ingreso había dos murales de bronce realizados por la genial escultora tucumana Lola Mora que recordaban el 25 de Mayo de 1810 y del 9 de Julio de 1816 y un balcón que rodeaba todo el edificio y servía como estrado para las autoridades, estaba el viejo “Salón de la Jura”, el cual al ser separado de su entorno natural parecía una simple casita, chiquita, de adobe, con una pequeña puerta central y dos ventanitas, con techos de tejas. Dentro de semejante e imponente alhajero estilo francés, no era ni más ni menos que una humilde y sencilla casita.
Pero los avatares no culminaron. En 1941 la Casa de la Independencia fue declarada Monumento Nacional. Comenzó entonces a debatirse sobre la posibilidad de reconstruirla. Para ello se formó una Comisión integrada por el Dr. Ricardo Levene y el Arquitecto Mario J. Buschiazzo, de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, el Arquitecto Martín Noel, de la Academia Nacional de la Historia y el Arquitecto Alejandro Figueroa, Director Nacional de Arquitectura. Esa comisión también restaurará a su estado original el Cabildo de la ciudad de Buenos Aires, del que para esa época poco quedaba de su estructura original, el cual había sido mutilado por todos sus lados; y la Santa Casa de Ejercicios Espirituales de la misma ciudad, la cual había sido totalmente italianizada y afrancesada. Buschiazzo contaba con las fotografías de Paganelli y los planos y el relevamiento de la casa realizado en 1870 como documentación. Por lo tanto, se comenzó buscando los cimientos de la primitiva casa y se logró.
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