Activistas aborígenes rezan fuera de la Mesa Nacional sobre
Mujeres Indígenas Desaparecidas y Asesinadas, en febrero de 2015 (Reuters)
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Canadá investiga estos días la muerte o desaparición de más de un
millar de aborígenes a lo largo de tres décadas. Crímenes apenas abordados por
las autoridades, lo que ha dado pie a la impunidad.
Casi 1.200 mujeres desaparecidas o asesinadas. Muchas de ellas menores
de edad. Todas aborígenes. Esto último, aseguran los críticos, fue
el motivo por el que la administración no se molestó en investigar en
profundidad estos crímenes, alimentando casi con certeza un ciclo
de impunidad que ha durado tres décadas.
Estos son los escalofriantes datos que maneja la fiscalía
canadiense. La investigación, una reivindicación histórica de las
asociaciones de nativos canadienses, ha tenido que esperar a la llegada de
Justin Trudeau al Gobiernopara recibir respaldo oficial. “Las víctimas merecen
justicia, sus familias una oportunidad para curar sus heridas y que se les
escuche”, dijo Trudeau el pasado 8 de diciembre, al anunciar el inicio de la
investigación, a la que su predecesor, el conservador Stephen Harper, se
había resistido firmemente. “Debemos trabajar juntos para poner fin a esta
tragedia en marcha”, declaró Trudeau.
La última frase no era retórica: de acuerdo con la prensa
canadiense, siguen desapareciendo mujeres indígenas en los barcos del
lago Ontario, probablemente secuestradas y vendidas a traficantes de personas
estadounidenses, que las obligan a prostituirse, según denunció el
pasado 7 de enero Carolyn Bennet, la Ministra de Asuntos Indígenas. “Se montan
en un barco, y entonces desaparecen”, explicó Bennet.
Pero lo que ha sucedido en Canadá en estos años es todavía más
siniestro: muchas de las 1.181 víctimas de la lista fueron brutalmente asesinadas
por hombres violentos, en ocasiones por vecinos o parientes, pero también a
manos de desconocidos, e incluso por asesinos en serie. Según cifras
oficiales, una mujer indígena tiene cuatro veces más posibilidades de ser
asesinada que una de raza caucásica: aunque son apenas un 4,3% de la
población femenina de Canadá, suponen el 16% de víctimas de dicho sexo, y un
11% de las mujeres desaparecidas. En regiones como Saskatchewan, esta última
proporción se dispara hasta el 59%.
No es que en Canadá no se hayan dedicado esfuerzos al asunto: la
Real Policía Montada del Canadá y dos comisiones oficiales en 1996 y 2012 han
realizado investigaciones al respecto. Pero sus conclusiones han sido ignoradas
por los gobiernos federales. “Se ha excluido a las familias, los abogados se
han hecho ricos, muchos se han llenado el bolsillo, se han hecho muchas
recomendaciones, pero ¿cuántas se han puesto de verdad en práctica? No muchas”,
declaró Bernadette Smitth, cuya hermana desapareció en 2008, al diario
“The Guardian”. “Todavía hay mujeres muriendo ahí fuera”.
El Primer Ministro Justin Trudeau
se limpia las lágrimas, emocionado por el informe de la Comisión de la Verdad y
la Reconciliación, el 15 de diciembre de 2015 (Reuters)
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El racismo, el problema de fondo
La Asociación de Mujeres Nativas de Canadá ha documentado
en profundidad 582 de estos casos, y ha extraído conclusiones
interesantes: la mayoría de los casos (3 de cada 4) ocurrieron en áreas
urbanas, lo que apunta a que muchas de estas mujeres eran migrantes económicas
en especial situación de vulnerabilidad. Además, casi la mitad de los
asesinatos quedan sin resolver, lo que contrasta con las estadísticas cuando la
víctima es de raza blanca, crímenes que son resueltos un 84% de las veces. El
problema de fondo, aseguran los críticos, es el racismo, tanto entre los
perpetradores como entre las fuerzas de seguridad responsables de investigar y
prevenir los crímenes.
“Los estereotipos racistas y sexistas niegan la dignidad y el valor
de las mujeres indígenas, promoviendo el sentimiento en algunos hombres de que
pueden cometer impunemente actos de violencia y odio contra ellas”,
asegura la rama canadiense de Amnistía Internacional, que ha tratado
extensamente el tema. “Muchas fuerzas policiales han fracasado a la hora de
instituir las medidas necesarias, como la formación, los protocolos apropiados
de investigación, y los mecanismos para exigir responsabilidades, para eliminar
los prejuicios a la hora de responder a las necesidades de las mujeres
indígenas y sus familias”, dice la ONG.
Canadá ha lanzado también estos días una Comisión de la Verdad y la
Reconciliación que, entre otros asuntos, ha abordado el brutal trato que
afrontaron 150.000 niños aborígenes durante el pasado siglo,
internados de forma forzosa en escuelas religiosas, donde fueron sometidos a
abusos psicológicos y sexuales, a castigos desproporcionados y a torturas. “Se
les despojó de su amor propio y se les despojó de su identidad”, concluyó
Murray Sinclair, autor de un estudio de 4.000 páginas presentado en la
Comisión, que calificó lo sucedido de “genocidio cultural”. Más de 6.000
niños murieron. Sus cuerpos fueron enterrados en tumbas sin identificar.
“Nuestro objetivo, mientras avanzamos juntos, es claro: quitarnos
esta carga de nuestros hombros, de los de vuestras familias y comunidades”,
declaró Trudeau en diciembre, en un encuentro a supervivientes de esos centros.
El nuevo ejecutivo canadiense ha prometido nuevos planes de desarrollo y
ayuda para las comunidades nativas, y Trudeau ha pedido una “reconciliación
plena” entre los pueblos indígenas y el resto de la sociedad canadiense.
El primer paso, aseguran quienes respaldan la causa aborigen, es que se
sepa la verdad.
Fuente
El Confidencial (España) – 29 de Enero de 2.016
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