Los integrantes de las aldeas de este pueblo originario cultivan diez variedades de maíz nativo, a las que llaman en general avachi ete, “maíz verdadero”, en contraposición a las especies cuyos granos se compran o son obtenidos por donaciones que también cultivan, aunque en menor grado. Las variedades propias son: avachi guachu, “maíz grande”; avachi takua, “maíz tacuara”; avachi ju guachu, “maíz amarillo grande”; avachi chî poi,” maíz blanco fino”; avachi ju poi, “maíz amarillo fino”; avachi ovy “maíz azul”; avachi parakáu, “maíz del loro parakáu”; avachi yvy’i, “maíz de tierra”; avachi tupi chî, “maíz tupí blanco”; avachi tupi pytã, “maíz tupí rojo” (Cebolla Badie, 2013).
Es habitual ver manojos de mazorcas secándose, colgados de las vigas de los techos de las casas de las aldeas mbya. Luego de un tiempo, los miembros de estas comunidades guardan los granos de las mazorcas en los hy’akua, calabazas o porongos, para sembrarlos el año siguiente.
Existe una gran variedad de platos mbya preparados con maíz y este es uno de los componentes principales en la ceremonia del ñemongarai a través del mbojape, el pan que para los mbya representa a las mujeres.
Se han identificado siete variedades de batata y dos de mandioca, entre otros cultivos propios cuya genética se ha conservado durante siglos (Felipim, 2001).
Los mbya también plantan distintas especies y variedades de poroto, calabaza y maní, además de productos introducidos desde tiempos coloniales como sandía, melón, banana, caña de azúcar, arroz y naranja.
Por otra parte, en los huertos de las aldeas mbya se cultivan plantas con finalidades distintas a la alimentación como el tabaco, la calabaza y’a kua (Lagenaria siceraria), utilizada para almacenar granos y transportar agua y miel, y también usada como recipiente de la yerba para tomar mate. También se cultiva la gramínea kapi’i a (Coix lacryma jobi) y la hierba yva û (Cardiospermum sp.), que dan semillas con las que los mbya se confeccionan collares y pulseras.
En la actualidad, los mbya cultivan en la selva utilizando la antigua técnica de tala y quema.
Así, abren claros entre los árboles y queman la madera, aprovechando la ceniza para nutrir la tierra. A este espacio le llaman “rozado”. A diferencia de la tala rasa que se practica en las colonias agrícolas de los no indígenas, el rozado de los mbya trata de conservar los árboles altos para que protejan el suelo de los rayos directos del sol.
Tradicionalmente, los mbya cultivaban una chacra durante cinco o seis años, luego la dejaban en barbecho para que el suelo se recuperara y procedían a despejar un nuevo sector de selva.
En el presente las chacras se han reducido en tamaño y no suelen exceder las dos hectáreas.
Los miembros de estas comunidades se lamentan por el creciente desgaste de los suelos, y recuerdan con nostalgia las épocas en que abrían continuamente claros en la selva para los nuevos cultivos que crecían en abundancia gracias a la fertilidad de la tierra. Estos relatos añoran los patrones de movilidad tradicionales de los mbya, cuando estos no permanecían en un mismo lugar más de una cierta cantidad de años. Actualmente, debido a la problemática de la falta de tierras y al hecho de que los miembros de estas comunidades están obligados a vivir en forma permanente en un mismo lugar, solamente las aldeas que aún se encuentran en zonas selváticas pueden continuar con las prácticas de derrumbe y quema.
Fuente: Red de Medios Misiones: EldoradoAlMundo - 1ro de Octubre de 2021.
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