Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

jueves, 21 de diciembre de 2017

El pueblo Guarani y la naturaleza



El pueblo Guarani habita desde hace siglos en  América Latina. Antes de la llegada de los españoles, la gran familia Guarani-Tupí habitaba parte de los actuales territorios de Brasil, Paraguay, Argentina, Uruguay, Guyana, Bolivia, Perú y Ecuador. Actualmente no hay datos oficiales de su población, pero se sabe que en las comunidades que quedan de Bolivia, Paraguay, Argentina y Brasil, hay alrededor de 130.000 a 150.000 habitantes.

En la lengua guaraní no existe palabra “naturaleza”, mejor dicho, esta palabra nos lleva directamente a su vida religiosa cotidiana, a la dimensión espiritual y a su mitología.

Los Mbyá describen la creación como un proceso de toma de conciencia del primer ser divino que, paso a paso, se autodesarrolló desde la “oscuridad originaria” – un estado mítico primigenio en el que aún no había todavía conciencia de la futura creación – a formas antropomorfas. Ya en esta primera etapa de la creación aparece un animal – el colibrí. Ése primer canto de la historia de la creación mbyá ha recibido el título “Las primitivas costumbres del Colibrí”. Cuando se inicia la revelación de la conciencia del Dios creador. Ñamandu, el colibrí le trae “néctar celestial”, una expresión metafórica en la lengua mbyá que se refiere a la inspiración divina.

En una etapa posterior de la creación, después de que la tierra ya había sido consolidada, los animales aparecen también en formas concretas. En principio los guaraní distinguen dos tipos de alma. El alma espiritual ñe’ y el alma corporal ã. Los seres humanos poseen las dos durante toda su vida en la tierra. El alma espiritual se expresa por medio de la palabra, se ubica en la garganta y después de la muerte sale del cuerpo para regresar directamente a su “morada celestial” que se encuentra en uno de los siete niveles celestiales. El alma corporal tiene como tres capas, está ubicada en la sangre y en la leche materna y se manifiesta por medio de la sombra.

Según los contextos, la palabra para “sombra” -ra’anga- también puede significar “forma”. Al principio de la creación los animales vivían en la tierra animados por el alma espiritual y el alma corporal, igual que los seres humanos. Ahora, en la segunda creación, las almas espirituales de los animales viven “en las afueras del paraíso de Nuestro Padre”. Los animales de la tierra están animados sólo por el alma corporal. Según la cosmovisión guaraní es esta la diferencia entre los seres humanos y los animales.

 Los Tavyterã han transferido el mencionado concepto de las almas incluso a la modernidad. En su visión existe solamente un alma espiritual para cada especie animal. Todas las especies evolucionaron al inicio de la creación o a lo largo de la primera creación. Al ser confrontados con nuevos animales oriundos del “Viejo Mundo” (caballos, vacas, puercos, ovejas, etc.) explican que se trata de manifestaciones diferentes de las almas espirituales de los animales, formadas en la época mítica. El alma espiritual del tapir se manifestó “en el otro lado del mundo” como vaca, el alma espiritual del ciervo como caballo, el alma espiritual del corzo como cabra, etc. De ahí los extranjeros no-indígenas trajeron esas “formas” o “sombras manifestadas en otras formas” de las almas espirituales originarias de los animales a la zona de asentamiento de los Tavyterã.

En los mitos se relatan metamorfosis de seres humanos que se transformaron en animales, porque ya no querían soportar más humillaciones o porque habían violado un tabú. En otras ocasiones esta metamorfosis tuvo lugar, porque una persona que tenía un talento especial, lo quiso ofrecer a sus prójimos y descendientes y para ello tomó la forma de una especie animal o vegetal. Los Ayoréode en el Chaco paraguayo cuentan, por ejemplo, el mito de un hombre que descubrió la miel. Para mantener la habilidad de encontrar miel en beneficio de los demás también en el futuro, se convirtió en abeja. La miel es un alimento muy apreciado e importante porque es dulce y proporciona mucha energía.

Para los pueblos indígenas la diferencia entre los seres humanos y los animales no es fundamental sino más bien gradual y transitoria. En muchas culturas indígenas, igual que en la cultura guaraní, antes de la caza un buen cazador solía establecer contacto en su sueño con un animal que estuviera dispuesto a dejarse cazar por él. La parte del alma corporal del cazador que tiene la capacidad de viajar durante el sueño intentaba entrar en contacto con el alma corporal del animal. Cuando el animal estaba de acuerdo con dejarse matar para que sea su comida el cazador ya tenía la certeza de que tendría éxito al día siguiente.

En estas culturas indígenas se come de la caza con la conciencia de que al comer uno incorpora también las capacidades especificas del animal. Según los Aché, un pueblo guaraní de cazadores y recolectoras en el este del Paraguay, el embrión recibe las cualidades del primer alimento que el padre trae a la madre después de saber del embarazo. Puede ser un animal o una planta. Este alimento forma sobre todo el alma corporal del niño aún no nacido. Recibirá el nombre de este animal o esta planta y seguirá estando estrechamente relacionado con él por toda su vida sin jamás comerlo.

 Además, muchos pueblos indígenas atribuyen a la comida de carne una influencia en los sueños nocturnos. Por esta razón algunos miembros más tradicionales de los pueblos amazónicos rechazan la carne. Aparte de las relaciones de alma con animales y plantas y la comunicación directa con ellos, hay otras formas espirituales para entrar en contacto con los seres no humanos. Cada especie animal y muchas plantas tienen un cuidador o una cuidadora. Son seres espirituales que se ocupan, entre otras cosas, de que se trate con respeto a los animales y las plantas a quienes cuidan.

Los Tavyterã, por ejemplo, siempre expresaban una súplica a la cuidadora de las víboras antes de iniciar una larga caminata:

“Bueno será (suplico) que Kuñambía (cuidadora de las víboras), se aparte buenamente con sus colmillos de los caminos que deberé seguir. Que buenamente se mantenga escondida, juntamente con sus colmillos, (lejos) de los lugares por los que deberé transitar. Que constantemente mantenga amortiguados sus colmillos, lejos de los lugares por los que deberé transitar. Guarda buenamente a tus numerosos nietos, Jarara Grande, apartados de los lugares por los que deberemos transitar”

 También hay casos en que por haber violado un tabú o  por estar obsesionados con un alma de un animal poderoso, como, por ejemplo, el jaguar, seres humanos han llegado hasta a perder su condición humana y caer en un cierto estado parecido a un animal salvaje del que en algunos casos solamente chamanes muy poderosos pueden liberarles.

Otro ámbito extenso de las relaciones religiosas con la naturaleza surge en el contexto de la agricultura de corte y quema. Los Tavyterã en el Paraguay son excelentes agricultores y conocidos por la alta calidad de su maíz y su mandioca. Todo el ciclo agrícola, desde el corte hasta la cosecha, está acompañado por oraciones. Ruegan a los árboles que se dejen talar para dar lugar a la siembra. Durante la quema cantan al viento que sople suavemente para no distribuir el fuego por todos lados. Para ganarse las simpatías de Jakaira, un ser divino asociado a la fertilidad, observan cuidadosamente el código moral que se refiere sobre todo al comportamiento respetuoso frente a los ancianos, observan la obligación de compartir con la comunidad y utilizar los recursos naturales con entendimiento. Se bendicen los primeros frutos del campo y al cosechar el maíz blanco se celebra la gran fiesta del maíz. A lo largo de la primera noche cantan un largo canto ritual y durante la segunda noche presentan diferentes bailes en círculo. Según los Tavyterã también las plantas medicinales revelan todo su potencial sólo cuando se reza debidamente antes de recogerlas.

De igual manera la relación indígena con la naturaleza concierne las relaciones con ciertos lugares en el paisaje. En este contexto es de suma importancia conocer qué ser espiritual, ser divino o alma de difunto habita el espacio geográfico determinado. Montes y sobre todo los picos y las mesetas sirven como “domicilio” para seres divinos y por lo tanto los indígenas los evitan respetuosamente. El pantano y las orillas del río están habitados muchas veces por seres espirituales malévolos y patógenos y por lo tanto son evitados igualmente, pero más por miedo que otra cosa. Si no es posible evitarlos, se atraviesa estas zonas con rapidez y concentración.

En algunas culturas las almas de los difuntos vigilan ciertos lugares de la zona del asentamiento tradicional. Mantener buenas relaciones con ellos forma parte de la protección del espacio habitado y usado por sus descendientes vivos.

Actualmente esta comunidad es victima de la miseria, abandono y violencia en diferentes puntos del continente, como en  Mato Grosso do Sul, Brasil, y su constante lucha por la reapropiación de parte de las tierras que antaño pertenecieron a sus ancestrales.(puedes ver un video relacionado a este tema, copiando y pegando en la barra de tu programa de internet el siguiente link:  http://vimeo.com/7131527#at=56 )

Bibliografia
Friedl Paz Grünberg indígenas – naturaleza – proyectos 1999/2003
Cadogan 1992
Grünberg 1995
Cadogan 1962:60 “Hiña anga, Kuñambía toguerosyry katupyry o kuarasy che renonerãmagui.
 Togueroñemi katupyry o kuarasy che renonerãmagui.
Togueroapaiky joty o kuarasy che renonerãmagui.
Emoingatu ne remiarirõ eta, Jarara Jusu, ore renonerãmagui.”

Fuente
Blog de los sueños 

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