Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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lunes, 25 de noviembre de 2019

El “buen vivir”: lecciones de los pueblos indígenas de América para aprender a vivir mejor

Los pueblos originarios tienen lecciones para nosotros, provenientes de su ancestral cosmovisión. Conócelas y ponlas en práctica.
Hoy el “buen vivir” se hace presente, y se inscribe incluso en las constituciones de países como Ecuador y Bolivia. Este termino aborda numerosos conceptos ligados a la calidad de vida y a la felicidad de una persona desde la perspectiva social y ambiental, pero también desde la humana. Se trata de una frase que aborda un compendio de principios fundamentales y universales para alimentar la vida misma, ya no sólo como seres en comunidad, sino como seres vivos que tenemos necesidades físicas y anímicas.
El buen vivir es un modelo de vida para muchas culturas indígenas de America; es algo más que un concepto o una utopía. Se trata de una práctica viva, que se vivifica más conforme se comparte, y así es como ha llegado, de generación en generación, hasta los actuales indígenas. Sorprendentemente, casi todas las culturas comparten esta práctica, que aunque es nombrada de distintas maneras, puede ser genéricamente entendida de esta forma.
Por ejemplo, en el mundo andino sudamericano se hace presente en Ecuador, donde se le conoce como Sumak Kawsay; en los aymaras de Bolivia, donde se le conoce como Suma Qamañaos; en los guaranís de Bolivia y Paraguay, que hablan de Ñande Riko (vida armoniosa); y en los mapuches de Chile, que practican el Kyme Mogen. En Centroamérica, los tzeltales de Chiapas se refieren a la vida buena como Lekil Kuxlejal y los idiomas mayas de Guatemala lo traducen como Utzilãj K’aslemal.
Todas estas definiciones aluden a practicas de igualdad, convivencia comunitaria, reciprocidad y relaciones armónicas con los otros y con la Madre Tierra. Y si bien no se trata de idealizar a las culturas precolombinas, sí podemos escuchar lo que la cosmovisión de estos pueblos nos puede aportar en la actualidad, sobre todo en épocas donde en el prototipo de ciudad contemporánea prevalece, por encima de todo, el espíritu individualista, y el poco o nulo respeto hacia el medioambiente.
A continuación te compartimos cinco lecciones halladas en esta profunda cosmovisión que, vale la pena destacar, podría ayudarnos a construir mejores comunidades y un mejor planeta:

La ética cósmica

Convivir bien (y no “vivir mejor que los otros”) es lo que para el sociólogo boliviano Xavier Albó sostiene la ética de estas comunidades indígenas. Es también una ética para con la naturaleza, sobre cómo convivir con todo lo que nos rodea, entendiendo nuestra vida como una profunda interrelación con otros seres vivos y no como un proceso aislado. Así, la ética cósmica del buen vivir toma en cuenta todas las dimensiones de la vida y procura la realización afectiva y espiritual de todos los seres, e incluso del cosmos.
Comprender y llevar a la práctica una ética así requiere un arduo trabajo de reflexión y de lucha diaria por evitar las conductas individualistas y oportunistas que a veces tenemos (quizás con afán de sobrevivir), pero que son muy perjudiciales y poco éticas. Si algo queda claro, es que cultivar otra ética es posible: una de bienestar general y no de bienestar para unos pocos; de solidaridad y no de competencia.

La economía sustentable

Siendo comunidades pequeñas, lo que estos pueblos ponen en práctica suelen ser formas económicas de trueque. También viven con un esfuerzo colectivo y bastante equitativo que hace del trabajo una esfera menos desigual para todos los miembros de la comunidad. Y por supuesto, usan a la naturaleza, pero siempre retribuyendo todo lo que ésta les da.
Todo esto puede ser puesto en práctica por nosotros de forma local: en nuestros espacios de trabajo, en la escuela o con los vecinos, optando por hacer intercambios de diversos productos u ofreciendo trabajo solidario. También podemos hacerlo procurando producir nosotros mismos aquellos objetos que necesitamos, como muebles, ropa, productos de aseo personal u otro tipo de utensilios y productos, volviéndonos más autosuficientes.

Somos uno con la naturaleza

Mantener un lazo de profundo respeto con la Madre Tierra resulta un imperativo para las comunidades indígenas porque desde el buen vivir se entiende que ella, el universo y nosotros somos un mismo elemento de vida. Por eso cuenta David Choquehuanca, indígena y político en Bolivia, que “desde tiempos inmemoriales acostumbramos hablar con nuestras aguas y respetarlas, con nuestro sol y nuestra luna, con los vientos, los puntos cardinales y todos los animales y plantas de nuestras tierras que nos acompañan”.
Nosotros también podemos hablar con la naturaleza: con las plantas que sembremos en nuestro hogar, por ejemplo, pues además de hacerles un bien a ellas (pues está comprobado que son seres que escuchan), nos puede ayudar terapéuticamente. Pero no basta con hablarle a la naturaleza: debemos respetarla a partir de nuestros actos y volvernos más conscientes de nuestra relación con ella, evitando realizar acciones que la afecten, como tirar basura o desperdiciar el agua.

La alimentación: una práctica sagrada

María Eugenia Choque Quispe, maestra de historia en Bolivia, utiliza otro concepto además del de buen vivir: Suma Jakaña, que se centra en la satisfacción de la alimentación para llegar a la plenitud de la vida y al desarrollo de los pueblos. Tiene que ver también con la importancia de producir los propios alimentos y mantener la cultura culinaria, en la cual se incluye el uso de hierbas medicinales.
Producir nuestra propia comida es algo que en las ciudades es posible, mediante huertos urbanos y muros verdes, lo que nos ayudará a llevar el Suma Jakaña a la práctica. Esto favorecerá nuestra salud y nos dará una gran satisfacción, al poder ser más sustentables y autosuficientes. Incluso podemos tener hierbas medicinales y cultivar en nosotros el ancestral saber de la medicina tradicional, lo que nos hará más conscientes de nuestro cuerpo y de cómo curarnos de aquello que padezcamos.

Vivir la vida como un arte

La idea del buen vivir ecuatoriano (Sumak Kawsay) comprende la existencia de los seres humanos como una reintegración de la naturaleza en la historia de los hombres, como inherente al ser social. Por eso, algunos reconocen el Sumak Kawsaycomo un “arte de vida”, idea que nos puede hacer ir más allá de nuestra inmediatez moderna para pensar en el enorme proceso que es la vida en sí
No importa que estemos en grandes urbes donde la vida pasa tan veloz; siempre podemos darnos momentos para reflexionar, pues eso nos ayudará a ver que, aunque lo parezca, no todo gira alrededor de nuestro trabajo, de las deudas o de las calificaciones en la escuela. En ese sentido, la lección del buen vivir es que la vida es mucho más profunda que esas preocupaciones cotidianas, y que somos parte de algo mucho más grande que nosotros mismos: una gran obra de arte que aún está inconclusa.
Fuentes: Ecoosfera
https://ecoosfera.com/2017/10/buen-vivir-culturas-indigenas-latinoamerica-lecciones/
Consejo Interamericano sobre Espiritualidad Indígena

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Otro mundo es posible




Escrito por José Zanardini (*)

En los bosques del cerro sagrado Jasuka Vendá en el Amambay, donde reina una atmósfera de profunda armonía creada por los rituales propiciatorios de los chamanes, no hay nada más gratificante que despertar con el suave y maravilloso concierto polifónico de diferentes especies de aves magistralmente afinadas y coordinadas por la misma naturaleza.

Al abrir los ojos, vi desde mi hamaca al cacique pãi tavyterá Eulogio, disfrutando en su «apyka» del mate matutino.
–¿Estás escuchando la música de los guyra kuéra? –me preguntó.
–Claro que sí –le respondí–, me encanta.
–¡Cómo quisiera –continuó Eulogio– que en Paraguay políticos, campesinos, comerciantes, docentes, indígenas y extranjeros pudieran vivir bien y felices! 
El buen vivir es un concepto que se extiende a todo y a todos; no solo a los seres humanos, sino también a la tierra, los árboles, el agua, el aire. Todos tienen el derecho de vivir de acuerdo a sus propias necesidades y características.

–El árbol llora cuando lo cortan –dijo el chamán Ignacio, sentado en su apyka, un poco más lejos–, y los otros árboles sufren al verlo morir. La tierra gime cuando agoniza al ser rociada con químicos, el agua se enoja al recibir agrotóxicos y luego, después de evaporarse y condensarse en nubes, nos castiga con granizos, inundaciones, destrucciones.

El chamán apoyó los codos en las rodillas y el mentón en las manos y se quedó concentrado y callado mientras iban llegando más indígenas, sobre todo mujeres y niños.

Tras un largo silencio alegrado por el concierto de los guyra kuéra, el chamán, sin levantar la cabeza, en voz muy baja, apenas perceptible, susurró: «Oigo el gemido de los árboles, veo un extraño movimiento de animales que huyen despavoridos, la tierra emite suspiros de dolor, las flores lloran, el cielo se oscurece y el agua se evapora… El gran fuego se está acercando». La floresta entró en un silencio sepulcral y los pájaros suspendieron sus conciertos.

El arte del buen vivir 
El buen vivir es una concepción muy difundida entre los pueblos indígenas del continente –los aymara lo llaman «suma qamaña»; los quechua, «sumak kawsay»; los mapuche, «kime mogen»; los guaraní, «ñande reko»– que no ve en la naturaleza un objeto para usar y abusar sino un sujeto viviente, con derechos y proyectos existenciales. Los humanos, como parte de ella, debemos desarrollar una convivencia cósmica. De esto, entre otras consecuencias, se desprende que la economía debe ser renovable y solidaria. Este es un punto clave de la posmodernidad; al ignorarlo, se cumplirá la visión apocalíptica del chamán.

Después de la caída del muro de Berlín en 1989, con el triunfo de la globalización y del pensamiento único, se impuso la frase de Margaret Thatcher «There is no alternative»; o sea, no hay otra posibilidad que un crecimiento económico prácticamente ilimitado. El lema thatcheriano goza todavía de muy buena salud, pero pensadores, filósofos y economistas lo contradicen afirmando que hay alternativas al modelo vigente. Como el profesor de la Universidad de París Serge Latouche, con su propuesta de «las ocho R», ocho verbos que representan otros tantos caminos para inspirar políticas públicas y prácticas personales y comunitarias: Reevaluar, Reconceptualizar, Reestructurar, Redistribuir, Relocalizar, Reducir, Reutilizar, Reciclar. Las ocho R no constituyen propiamente un proyecto alternativo, sino una matriz, porque no pueden aplicarse de la misma manera en Francia, Brasil o Nueva Zelanda. Para construir un futuro sustentable se necesita un cambio en la relación con la naturaleza, la producción y la distribución; sin embargo, le toca a cada sociedad elaborar su proyecto político propio.

Uno de los problemas que más afligen a las sociedades industrializadas es el desempleo; solucionarlo requiere relocalizar, reconvertir y reducir. Se trata de generar a nivel local una nueva vida económica, social, política y cultural. Lo producido por la globalización fue una mercantilización del mundo y no una mundialización de los mercados. ¿Se acuerdan de la expresión «made in» Europa hace un par de siglos: «Libre zorro en libre gallinero»? Con este principio, el zorro europeo destruyó la economía de los campesinos chinos; pero ahora el zorro chino destruye el tejido industrial europeo.

Reconvertirse a la energía renovable permite vivir holgadamente sin caer en la actual sociedad del desperdicio, donde, según Latouche, el cuarenta por ciento de los alimentos producidos se tira a la basura y cada mes salen de Estados Unidos ochocientos barcos a descargar computadoras, productos electrónicos y celulares obsoletos en los océanos o en tierras africanas, produciendo contaminación.

Sobre la reconversión de la agricultura, Olivier de Schutter, copresidente del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles y antiguo relator especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, decía: «No creo que la agricultura biológica pueda alimentar en el futuro a doce mil millones de personas, pero estoy seguro de que la agricultura productivista no podrá hacerlo». Sabemos que para producir un kilo de carne se consumen seis litros de gasoil. Cada año, dieciséis millones de hectáreas se convierten en desierto porque los pesticidas son biocidas, matan todo. Se necesita una agricultura sin pesticidas ni químicos. No se trata de volver al pasado sino de crear nuevas tecnologías y posibilidades.

Reducir todo, empezando por el horario de trabajo. El lema «trabajar más para ganar más» es una falacia; en base a la ley de demanda y oferta, al producir más aumenta la oferta, pero siendo que la demanda es baja, el resultado es la disminución del costo del trabajo, que es, lamentablemente, el salario. Se trabaja siempre más y los salarios valen siempre menos. Latouche sugiere una reducción drástica del horario del trabajo para que haya trabajo para todos y tiempo libre para disfrutar de la vida.

Actualmente, junto al crecimiento económico está el del estrés: insatisfacción, frustración, depresiones, locura, suicidios en constante aumento. ¿Qué sociedad estamos sosteniendo? ¿No es hora de pensar en otro modelo? Los habitantes de este hermoso planeta merecemos vivir felices.

Bibliografía 
Serge Latouche: «Diventare atei della crescita», en: ADISTA nº 24, Roma, julio 2016 
– La sociedad de la abundancia frugal, 2012

Correo josezanardini@hotmail.com
Fuente
Diario ABC Color (Asunción-Paraguay) – 3 de Diciembre de 2.017 

jueves, 9 de noviembre de 2017

Pueblos Originarios: Valores y Buen Vivir


Escrito por Carlos Martinez Sarasola

En los últimos meses los pueblos indígenas han pasado a un primer plano como hace mucho tiempo no ocurría en la Argentina. Desgraciadamente, ello sucedió a raíz de conflictos territoriales en diversas comunidades, en cuyo marco se produjo la desaparición y muerte de Santiago Maldonado, como hecho de máxima gravedad.
A estos críticos acontecimientos se agregaron los reclamos indígenas y los debates parlamentarios relacionados con la prórroga de la ley 26160 de emergencia territorial, los que hoy continúan, desnudando una de las más grandes deudas históricas del Estado argentino para con los pueblos originarios: la no resolución de la propiedad comunitaria de sus tierras y territorios, un anacronismo inadmisible en pleno siglo XXI.

Estos sucesos -sin negar su presencia y suma importancia- me llevan a reflexionar que una vez más los indígenas son visibilizados en general por buena parte de los medios y la sociedad, como asociados a desgracias, carencias, vulnerabilidad, discriminación, victimización o violencia . Peor aún, muchas veces estas miradas se deslizan hacia desvalorizaciones y generalizaciones peligrosas que han llevado en los últimos meses a la reaparición de voces racistas y anti indígenas.

Sin embargo, a contracorriente de este panorama que al hacer foco en los problemas crónicos que aún subsisten solo suma confusión y desconocimiento, los pueblos indígenas nos muestran otra faceta sugestivamente poco difundida: su gran riqueza fundada en valores que están vigentes y activos, y que constituyen la base de muchos de sus logros actuales.

El cuidado de la Madre Tierra; el respeto por los mayores y los niños; el despliegue de una profunda espiritualidad ; la conexión con el Universo; el sentido comunitario de la vida, son algunos de esos valores que han posibilitado a los originarios sostenerse en el eje de sus identidades y desde ahí desplegar sus culturas y cosmovisiones.

Ese despliegue incluye una nueva agenda en la que los originarios proponen un conjunto de temas novedosos -además de las clásicas reivindicaciones- producto de un empoderamiento creciente que muchas veces no se ve, pero está.

En toda América se están dando procesos muy diversos y positivos al interior del mundo indígena, tales como las renovadas y crecientes autoidentificaciones identitarias; el desarrollo de la espiritualidad originaria; el reestablecimiento de los ciclos ceremoniales; la revalorización de la cocina ancestral; la revitalización de las artes tradicionales; la reivindicación de los derechos intelectuales, por mencionar solo algunos. Un importante y creciente número de líderes, escritores, artistas, comunicadores y profesionales indígenas interactúan además en múltiples espacios de convergencias e interculturalidad, desde foros nacionales e internacionales hasta ámbitos estatales y privados, ocupando lugares donde sus voces son necesariamente escuchadas. Si tuviéramos que sintetizar toda esta auspiciosa dinámica mencionaríamos a modo de ejemplo el Buen Vivir/Vivir Bien, el Sumak Kawsay/Suma Qamaña de los pueblos quechuas y aymaras; una propuesta referida a la vida plena que tiene su base en los valores y las cosmovisiones andinas –aunque con modelos muy semejantes en muchos otros pueblos- y que hoy tiene rango constitucional en países como Ecuador y Bolivia, novedoso aporte para todas las personas, sean ellas indígenas o no.

Los pueblos originarios son mucho más que malas noticias. Y pienso que una de las tareas que desde las ciencias sociales, medios de comunicación y demás ámbitos relacionados tenemos por delante, es el de contribuir a visibilizar los logros y mensajes que estos pueblos nos muestran. Ello posibilitará el presentar una perspectiva mucho más amplia y real sobre ellos, así como ofrecer una visión esperanzadora, más aún cuando son los indígenas con su ejemplo de vida, los que nos siguen trasmitiendo el inapreciable valor de la diversidad.

Carlos Martínez Sarasola es antropólogo y autor de varios libros. Docente investigador de IDEIA-UNTREF. Director de El Orejiverde.

Fuente: Diario Clarín - 9 de Noviembre de 2.017

Arte Guaraní: Fotografía de Natalia Guerrero para el Diario El Territorio

jueves, 2 de junio de 2016

Buen Vivir

Fuente: El Orejiverde

domingo, 12 de abril de 2015

Primera Marcha de Mujeres Originarias (Argentina) / Proyecto de Ley del Buen Vivir


Es un proceso de consulta que se realiza con las mujeres de las 36 naciones originarias a lo largo y  ancho del territorio argentino, para ir generando las bases con las que se elaborará la Ley de Mujeres de Pueblos Originarios por el Buen Vivir. Con esta Ley se plantearán propuestas concretas frente a los confl­ictos que afectan directamente a las naciones originarias, y a todos los habitantes, producto del deshumanizado sistema social y económico.

La misma será presentada al Congreso de la Nación Argentina con el aval de más de un millón de firmas, y será acompañada con una gran e histórica marcha de un millón de mujeres por el Buen Vivir.


Redacción de la ley
El Proyecto de ley fue elaborado a partir de las conclusiones del proceso de consulta que a las 36 naciones originarias de todo el territorio argentino.

Recolección de firmas
Apoyada por más de un millón de firmas recolectadas que respaldarán este Proyecto de ley, firmas de la población argentina que respaldan la voz de los pueblos originarios por el buen vivir de todas y todos. 


Organización de la marcha
El  21 de abril del 2015, las Mujeres Originarias de la República Argentina se concentraran  frente al monumento del genocida Roca para reemplazarlo por el monumento a la Mujer Originaria. Desde allí marcharan al Congreso de la Nación, para presentar la ley y hacer oír nuestra voz, todas las voces, al pueblo que habita el territorio argentino y el mundo.

Instalar mesas de trabajo
Luego de presentar la propuesta ante el Congreso, se instalarán mesas de trabajo en todo el país para reglamentar la Ley por el Buen Vivir.


Objetivos:
 -Establecer una relación de reciprocidad entre el estado argentino con las naciones originarias.
Las Mujeres Originarias entendemos que el estado argentino, desde su formación, nunca ha tenido una agenda política que revise la relación con las naciones originarias buscando reciprocidad. Actualmente se ha retrocedido en términos de derechos fundamentales, sufriendo la avanzada voraz de las empresas extractivistas. Las reducciones territoriales a las comunidades continúan, y el hambre, la miseria y la muerte siguen siendo parte de nuestra realidad desde la instalación de este estado.

-Instalar no solamente en la agenda política sino también en la social la propuesta del Buen Vivir. -Promover este buen vivir, la forma de entender nuestra relación con la Tierra y los demás, no solamente para los pueblos originarios sino para todos, comprendiendo la diversidad y la pluralidad.

-Articular la propuesta del Buen Vivir para todos los habitantes a través de 2 herramientas concretas:
La Ley del Buen Vivir: para restablecer la armonía entre nosotros y con la naturaleza.

Consejo Ministerial Indígena: Autónomo y con verdadera representatividad de las naciones originarias.

Fuente: Primera Marcha de Mujeres Originarias por el Buen Vivir.



viernes, 20 de febrero de 2015

‘Sumak Kawsay’ y ‘Suma Qamaña’ : Buen Vivir


Escribe: Noemí Villaverde Maza

El buen vivir y el tumpasiña o venir a echarte de menos

Sumak Kawsay y Suma Qamaña significan Buen Vivir, aunque cada cual, en su contexto, son diferentes. Sumak Kawsay es vida en plenitud, y Suma Qamaña añade el matiz de comunidad. Pero en general, saber vivir o saber convivir, las dos resaltan el “cuidar” y “criar” la vida, la de uno mismo, la de los demás, y la de la Pacha Mama. No son filosofías nuevas ni aparecen de casualidad. Están insertas en toda una compleja cosmología andina como el “thakhi” o el ‘camino’ de la vida que toda persona debe recorrer; la minga o el “ayni” o trabajo comunitario o de reciprocidad; la pobreza como sinónimo de horfandad; o el verbo tumpasiña o “venir a echarte de menos”.


En un pueblo de la costa mexicana. Un paisano está, medio adormecido, junto al mar. Un turista norteamericano se le acerca y entablan conversación.
El turista le pregunta:
—”Y usted, ¿a qué se dedica? ¿En qué trabaja?”.
El mexicano responde:
—” Soy pescador”.
—”¡Vaya, pues debe ser un trabajo muy duro! Trabajará usted muchas horas”.
—”Sí, muchas horas”, replica el mexicano.
—”¿Cuántas horas trabaja usted al día?”.
—”Bueno, trabajo tres o cuatro horitas”.
—”Pues no me parece que sean muchas. ¿Y qué hace usted el resto del tiempo?”.
—”Vaya. Trabajo tres o cuatro horitas, juego un rato con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer y luego, al atardecer, salgo con los amigos a tomar unas cervezas y a tocar la guitarra”.
El turista norteamericano reacciona inmediatamente de forma airada y responde:
—”Pero hombre, ¿cómo es usted así?”.
—”¿Qué quiere decir?”.
—”¿Por qué no trabaja usted más horas?”.
—”¿Y para qué?”, responde el mexicano.
—”Porque así al cabo de un par de años podría comprar un barco más grande”.
—”¿Y para qué?”.
—”Porque un tiempo después podría montar una factoría en este pueblo”.
—”¿Y para qué?”.
—”Porque luego podría abrir una oficina en el distrito federal”.
—”¿Y para qué?”.
—”Porque más adelante montaría delegaciones en Estados Unidos y en Europa”.
—”¿Y para qué?”.
—”Porque las acciones de su empresa cotizarían en bolsa y usted se haría inmensamente rico”.
—”¿Y para qué?”.
—”Pues para poder jubilarse tranquilamente, venir aquí, jugar un rato con sus nietos, dormir la siesta con su mujer y salir al atardecer a tomarse unas cervezas y a tocar la guitarra con los amigos”. (1)

Que es lo que los aymaras y quechuas llamarían, precisamente, “cuidar” y “criar” la vida, la de uno mismo, la de los demás, y la de la Pacha Mama; es decir, Suma Qamaña o Sumak Kawsay.

Sumak Kawsay y Suma Qamaña significan lo mismo, aunque cada cual, en su contexto, presentan matices diferenciadores.

Sumak Kawsay es kichwa ecuatoriano y expresa la idea de una vida no mejor, ni mejor que la de otros, ni en continuo desvivir por mejorarla por ese continuo sentimiento de escasez, sino simplemente buena, satisfecha.

Suma qamaña viene del aymara boliviano e introduce el elemento comunitario, por lo que tal vez se podría traducir como “buen convivir”, la sociedad buena para todos en suficiente armonía interna. (2)

Pero, en ningún caso, nada que ver con el “vivir bien” que se podría entender en Occidente como el disfrute individual, material, hedonista e incesante.

Madre e Hijo Quechua. Foto: Pagree
Aunque esta filosofía ha cobrado notoriedad internacional por sus recientes formulaciones constitucionales, no es un concepto nuevo. Luis Macas, dirigente indígena, político e intelectual ecuatoriano de nacionalidad kichwa, explica que el Sumak Kawsay ecuatoriano:
“Para los Pueblos Indígenas o las Naciones Originarias, es producto de todo un acumulado histórico milenario, proviene desde su vivencia de hace miles de años, así como de las experiencias de lucha de resistencia.
Por lo tanto, este concepto no aparece de la casualidad, ni nace en la Constitución de la República Ecuatoriana, el Sumak Kawsay se origina en el centro de la vida comunitaria y se explica en el ejercicio y práctica cotidiana de nuestras comunidades, es lo vital de la matriz civilizatoria de nuestros Pueblos, que aún tiene vigencia, a pesar de la interrupción violenta de la colonialidad y la agresión del modelo capitalista.” (3)
Sumak, significa plenitud, grandeza, lo justo, completamente, lo superior.
Kawsay, es vida en realización permanente, dinámica y cambiante. Es interacción de la totalidad de existencia en movimiento, la vida entendida desde lo integral, es la esencia de todo ser vital. Por tanto, Kawsay es “estar siendo”.
El Sumak Kawsay, entonces, es la vida en plenitud, es el resultado de la interacción de la existencia humana y natural. Es la construcción permanente de todos los procesos vitales a través de la armonía, el equilibrio, interno y externo de toda la comunidad no solo humana, pero también natural.
El Sumak Kawsay no se trata de la conformidad, la prosperidad económica, la comodidad o la vagancia. No se puede incrustar o incorporar al modelo de desarrollo ni puede ser un apéndice de este sistema actual consumista y egoísta ni de este modelo de Estado, sino que hay que transformar fundamentalmente las viejas estructuras. Según Macas:
“No se trata, de una propuesta para indígenas, sino para la humanidad, es más, consideramos que es una construcción de una opción de vida para todas y todos.” (4)
En cuanto al aymara boliviano, Qamaña es habitar, vivir, morar. Qamaña es también el nombre que se da al lugar abrigado y protegido de los vientos de los pastores, para que mientras descansan, cuiden a sus rebaños. Es decir, qamaña, desde sus diversos ángulos, es vivir, morar, descansar, cobijarse y cuidar a otros. En su segundo uso, insinúa también la convivencia con la naturaleza, con la Madre Tierra Pacha Mama.
Es, por tanto, la energía y fuerza vital para vivir y compartir con otros. Por eso, cuando en el mundo andino, y en tantos otros pueblos indígenas originarios, se afirma que las suyas son culturas para la vida, no se refieren sólo a este hecho físico de vivir sino también a todo este conjunto de relaciones sociales con un ambiente de acogida. Por eso se habla además de “cuidar” y “criar” la vida, como algo que hacen juntos, en familia. (5)
Fernando Huanacuni Mamani, aymara, lo explica de esta manera:
“Nosotros diferenciamos vivir mejor de Vivir Bien. La modernidad, el desarrollo, el progreso occidental, motivan el vivir mejor, que tiene una connotación de tener más, de ahorrar más, de acaparar más bienes materiales… Es un sistema de competencia entre seres, entre pueblos… Si antes el principio era “pienso, luego existo”, ahora la premisa de Occidente, de la modernidad, es “compito, luego existo”. Esa es la característica de vivir mejor.
Nosotros no queremos vivir mejor, no queremos competir con nadie. Para nosotros la premisa de Vivir Bien significa vivir en armonía o equilibrio, ese es el concepto básico de la vida. Para el capitalismo el capital es lo más importante, para el comunismo el hombre es lo más importante, pero para la comunidad, para el pueblo indígena originario, la vida es lo más importante, y en ese contexto se sitúa el Suma Qamaña. (6)
En un reciente taller del Viceministerio de Planificación sobre el objetivo central del desarrollo, un aymara comentó:
“Es que suma qamaña en realidad no es ‘vivir bien’ sino ‘el saber convivir y apoyarnos los unos a los otros’. (7)
Esa manera de buen convivir va rebalsando de la esfera familiar a la comunal y más allá y no es sólo una cuestión social sino también política, y hasta ritual.

En la comunidad rural, toda la vida de cada individuo es concebida como caminar, en una creciente madurez expresada sobre todo en el mayor servicio a la comunidad. Este proceso por el que de una u otra manera y a ritmos distintos todos pasan, en aymara se llama thakhi ‘camino’. Los dirigentes de las comunidades durante su año de autoridad dedican todo su tiempo al servicio de su comunidad correteando de un lugar a otro para lograr que mejoren su escuelas o colegios, se atienda bien en salud, arreglen los caminos, haya reconciliación cuando hay peleas, los visitantes se sientan bien recibidos…Tener un cargo es, realmente tener una carga pesada de la que no salen enriquecidos sino con los bolsillos vacíos. Por eso, un elemento clave en la indumentaria es el bulto (q’ipi) pesado que cargan en la espalda. La gente le critica si ese bulto no es pesado, pues debe significar que los dos cargan la responsabilidad por toda la comunidad. Un cargo es una carga, no un lucro. (8)

Por eso, entienden que el trabajo duro no está reñido con el buen vivir. Con el cumplimiento sucesivo de determinados servicios, la persona o pareja que pasa por ellos va creciendo en responsabilidad y a la vez en reconocimiento por parte de la comunidad.

Los precolombinos ya utilizaban la minka, mingako o minga (del quechua “minccacuni”, «solicitar ayuda prometiendo algo»), que hoy los pueblos indígenas de la cordillera andina usan todavía para completar este camino. El caso más llamativo de minga es el del puente peruano de Q’eswachaka, el último puente colgante hecho exclusivamente de fibras vegetales y que se ha regenerado por más de cinco siglos. Y es que cerca de mil personas de comunidades diferentes (Huinchiri, Chaupibanda, Ccollana Quehue y Pelcaro) se reúnen anualmente en su renovación. Durante tres días, hombres, mujeres y niños trabajan unidos para levantar esta original obra de ingeniería sobre el río Apu-rimac, utilizando para ello técnicas ancestrales heredadas de los incas.


Bolivia. Laja. Fiesta de la Inmaculada. Tradiciones Aymaras
. Fotografía: César Catalán
Esta maravilla de la ingeniería inca tiene 28.67 metros. Aunque sus orígenes son aún discutidos, podemos asegurar que tiene más de cinco siglos como parte integrante del extenso sistema vial de caminos inkas o Qhapac Ñan con más de 30.000 km de vías construidas de diferentes recursos y tecnología. Lo increíble no es sólo que este puente es el único de fibra vegetal o paja, sino que la tradición ha mantenido hasta el presente este antiguo tipo de puente, con sus rituales y el sistema de trabajo comunitario, permitiendo que podamos observar después de tantos años la vigencia de la cultura material e inmaterial de los incas hasta el presente.

De esta forma, reforzando el puente que les une, refuerzan también su identidad como pueblo y celebran la renovación de la vida. Una lección vital sobre la importancia del trabajo en equipo y el control sostenible con la naturaleza. (9)

Otro ejemplo de minka es el que ocurrió en los años 60 y 80: se implantó la minka desde la administración de Perú para la construcción de redes de comunicación y para acometer las obras públicas de las que estaba necesitada el país. Los ciudadanos ofrecían su mano de obra en lugar de impuestos, y el Gobierno pagaba el material necesario para las obras. En pocos años se dotó el país de la mayoría de infraestructuras existentes. Corea del Sur se interesó por la experiencia, y tras una visita que hizo su gobierno para conocerla in situ, puso en marcha en su país este sistema aplicado a la economía: en pocos años pasó de ser un país pobre económicamente a ser una potencia que tiene su lugar a nivel internacional. (10)

Otro sistema no tan internacionalmente conocido es el “ayni”, un sistema de trabajo de reciprocidad familiar entre los miembros del ayllu (una comunidad que trabaja con propiedad colectiva). Funciona como lo que aquí llamaríamos un “banco del tiempo”. Lo más común es intercambiar trabajos en labores agrícolas, pastoreo, cocina o en la construcción de casas. Es lo que en Méjico se conoce como la gozona, o córima en el pueblo mexicano rarámuri, o la tradición de guelaguetza en Oaxaca. Para este tipo de sistemas, también se utilizan los términos “la faena”, “la fajina”, “el trabajo de en medio” y “la mano vuelta”. No se trata de caridad dictada por la moral católica, porque el que da limosna mantiene su mano encima de la mano que recibe. En estas sociedades, no hay mano encima de la otra. Simplemente, las manos se entrelazan en un “hoy por ti, mañana por mi”. Su práctica se teje alrededor de las relaciones recíprocas que unen a la gente.

José Fernández de Henestrosa, que pasó treinta años conviviendo con las comunidades aymara altiplánicas de Jesús y San Andrés de Machaq, cuenta una anécdota que aclara la importancia de las redes sociales en estas comunidades:
“En la casa parroquial de Qurpa acudía con frecuencia un célebre viejito pidiendo algo y, pese a sus muchos años, decía en castellano: ‘es que soy huerfanito’. Al cura español le sorprendía que apelara a sus padres muertos muchísimo tiempo atrás. Pero en ese contexto aymara resulta más bieniluminador sobre qué hace a alguien rico o pobre: la capacidad de vivir acogido y compartiendo con los demás.”

“La manera más común para decir en aymara que alguien es ‘rico’ es Qamiri. Y para hablar en aymara de gente burguesa, prepotente, etc. muchos suelen recurrir a ese término en plural: qamirinaka. ” (11)

De igual manera, hay otra palabra que expresa la manera en la que sienten el vacío de una persona ausente o de la que hace largo tiempo no se sabe nada, “tumpasiña”, que el mismo Fernández de Henestrosa lo describe como un…
“Sentimiento de totalidad que el Altiplano ejerce sobre sus moradores. Se puede traducir por: “Ir a visitar, ir a ver, ir a percatarse ocular y personalmente de alguien o de algo propio o considerado como propio, y por tanto muy querido, muy amado, muy apreciado por uno. Un ir a echarse de menos”. “La inmensidad del Altiplano nos hace sentir minúsculos en medio de él, por eso cuando de pronto en nuestra vida sumergida en esta inmensidad, se nos acerca un campesino y nos dice: “he venido a echarte de menos” se experimenta como un “desvelamiento” por no decir una “revelación” de la profundidad del Altiplano. ¡Uno se pensaba y se sentía pequeño, desconocido, extranjero… y de pronto le hacen notar que alguien en su corazón se ha apropiado de uno!

Ir a echarse de menos, no es ir a controlar, a vigilar, a pedir cuentas, a examinar, a juzgar… pues todas esas cosas se pueden hacer por terceras personas o con otros medios impersonales. No se va a echarse de menos por utilidad o en busca de seguridades personales, diría que se va porque sí, se va porque se ama.” (12)
Y así es como se debería reaprender esta manera de vivir, yendo a echar Latinoamérica de menos.
Portada: Mujer aymara observa Copacabana desde Cerro Calvario (Bolivia). Adam Jones

Fuente: Mito, Revista Cultural

Para saber más…
(1) Una versión de una historia que cuenta John dos Passos en “Rocinante vuelve al camino”. “Es exactamente la misma historia pero con unos arrieros que van con unos mulos por la provincia de Granada.” explicó el economista José Luis Sampedro. http://www.rebelion.org/
(2) Ñandareko es en guaraní.
(3) http://decrecimientoybuenvivir.files.wordpress.com/2011/01/sumak-kawsay-luis-macas.pdf
(4) ibíd.
(5) http://sumakkawsay.files.wordpress.com/2009/06/albo_sumaqamana.pdf
(6) Buen vivir: complementariedad con todas las formas de existencia. economíasolidaria.org
(7) http://sumakkawsay.files.wordpress.com/2009/06/albo_sumaqamana.pdf
(8) http://publicaciones.ua.es/filespubli/pdf/19891385RD41295095.pdf
(9) http://www.siroco.tv/#!qeswachaka/c1elm
(10) https://lagenterula.files.wordpress.com/2011/06/la-cultura-del-auzolan.pdf
(11) http://sumakkawsay.files.wordpress.com/2009/06/albo_sumaqamana.pdf
(12) ibíd.

Noemí Villaverde Maza es: Licenciada en Educación Social (UPV/EHU) y Antropología Social y Cultural (Universidad de Deusto). Antropóloga. Colaboradora en radios libres y en proyectos sociales. Amante de la lectura, el cine y la naturaleza.