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Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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domingo, 11 de marzo de 2018

11 de Marzo de 1641, la épica Batalla de Mbororé


Arroyo Acaraguá, otro de los escenarios de la Batalla de Mbororé

Investigación Esteban Snihur

Quizá no haya en Misiones un lugar más mítico en el río Uruguay que el de la Batalla de Mbororé, conocido precisamente como "La Vuelta de Mbororé". Quizás no haya otro hecho histórico territorio misionero sobre el cual más mitos y leyendas se hayan generado.

La "Vuelta de Mbororé" es el sitio donde en el mes de Marzo del año 1641 se produjo en pleno río Uruguay el choque entre la fuerza naval bandeirante, compuesta por 2.700 hombres, y la fuerza naval misionera, que sumada a la fuerza terrestre llegaba casi a los 4.000 guaraníes. El río allí tiene un mínimo de 400 metros de ancho y allí esperaron los guaraníes a que los bandeirantes doblaran la vuelta del río para hacerles frente.

Por otra parte no fue casualidad que los misioneros eligieran ese sitio para esperar a los bandeirantes y presentarles batalla. Es el único en toda una zona costera de más de 3 kilómetros de extensión al norte de San Javier con un terreno con barrancas mínimas hacia el río y con una superficie lo suficientemente llana y apropiada para contener una tropa de cerca de 4.000 guaraní - misioneros por más de un año en espera, con todas las dificultades logísticas que ello implicaba. El sitio de acantonamiento de las huestes guaraníes se denominó "el Real de Mbororé" y se ubicó estratégicamente en una zona de chacras de cultivo y de cría de ganado costera al río Uruguay, asegurándose con ello los suministros para la población acantonada en el lugar.


1: Lugar conocido como la "Vuelta de Mbororé". Fue el sitio al que se atrajo a los bandeirantes para enfrentarlos en el río y obligarlos a desembarcar en el territorio, donde las tropas terrestres los esperaban. La zona era parte de la jurisdicción de la reducción de San Javier y era conocida como "las chácaras de Mbororé". Allí los pobladores de San Javier tenían sus campos de cultivo y ganados.Además es el único lugar de la costa en toda la zona que no posee barranco altos sobre el río, lo que permite un rápido acceso al mismo. Además las características del terreno eran, por sus particularidades topográficas, el lugar más adecuado para contener un campamento de cerca de 4.000 guaraníes soldados durante casi un año, con toda la logística que ello implicaba.
2: Lugar donde se asentó provisoriamente la reducción de Nuestra Señora del Acaraguá luego de que abandonara su ubicación fundacional, en la margen derecha del arroyo homónimo, ante el peligro de la avanzada bandeirante. Tanto esta reducción como la de San Javier fueron claves en toda la logística necesaria para sustentar a las tropas misioneras acantonadas en la zona durante casi un año. Luego de la Batalla la reducción de Nuestra Señora del Acaraguá tendrá un nuevo traslado, el cual dará origen a la reducción de La Cruz, en la actual Provincia de Corrientes (Argentina). En el lugar quedará únicamente, como un hito recordatorio de la épica batalla, la "Capilla de Mbororé".
3: Lugar en que se asentaba la reducción de San Francisco Javier.
Gentileza:Esteban Snihur
En este sector la batalla fue estrictamente naval. En la zona dos arroyos de importante caudal desembocan en la ribera derecha del Uruguay y todo indica que las barras de los mismos sirvieron para el resguardo de las canoas y barcazas guaraníes que aguardaron allí para zarpar sorpresivamente y caer en medio del río sobre los bandeirantes.

Luego del episodio naval, los bandeirantes fueron obligados a desembarcar sobre la costa derecha del río, momento a partir del cual se comenzaron a generar los episodios terrestres de la batalla.

Aunque se presenta comúnmente al evento naval como lo más relevante de la Batalla, fue sin embargo solo un episodio que tuvo como único fin obligar a los bandeirantes a desembarcar e internarse en la orilla derecha del río, donde la victoria misionera estaba asegurada. Para los bandeirantes era un terreno desconocido, pero para los misioneros no y este factor fue aprovechado al máximo por los guaraníes.

1: Zona en que estuvo establecida la reducción de Nuestra Señora de la Asunción del Acaraguá (1630-1639)
2: Lugar en que los bandeirantes habían establecido a mediados de 1640 su "palizada del Acaraguá". Campamento y base de operaciones desde donde planificaron el avance por el río hacia la "Vuelta de Mbororé". 
3: Arroyo Acaraguá.
Gentileza:Esteban Snihur
Desde un año antes, previendo la invasión, se había armado todo un sistema de defensas y trampas para emboscar a los bandeirantes en su huída por la selva costera al río. Este sistema defensivo se extendió desde la "Vuelta de Mbororé" hasta la "palizada del Acaraguá" (actualmente Barra Bonita), lugar este último donde desde mediado de 1640, en los meses previos a la batalla, los bandeirantes habían establecido su campamento base.

Durante varios meses, pudiendo ser atacados en la "palizada del Acaraguá", no se decidió por esa opción. Inclusive la cercana reducción de Nuestra Señora de la Asunción del Acaraguá, que se hallaba allí muy cerca, en la otra orilla del arroyo Acaraguá, fue trasladada de ese sitio, alejándola del peligro, más al sur, a la zona de Mbororé, sobre la margen derecha del arroyo Once Vueltas. El objetivo fue, como lo cuenta el P. Ruyer, un testigo presencial de los hechos, vaciar el territorio y obligar a los bandeirantes a bajar por el río con sus embarcaciones, para así enfrentarlos en un terreno en que la victoria estaría asegurada. Y ese lugar era la "Vuelta de Mbororé".

El Peñón de Mbororé: Aunque ningún documento histórico conocido menciona a este sitio como parte de algunos de los episodios de la Batalla de Mbororé, es muy probable que aprovechando su altura se haya establecido en los meses previos a la batalla algún puesto de vigilancia sobre el río. Actualmente en la cima del peñón se hallan placas conmemorativas de la batalla, además de los mástiles con las banderas de Argentina y de la Provincia de Misiones.
Gentileza:Esteban Snihur
Lo ocurrido el 11 de marzo de 1641 fue tan solo el inicio de una batalla que se extendería por más de una semana y terminaría convirtiéndose en una encarnizada persecución desatada contra los portugueses hasta los mismos Saltos del Moconá. Los intentos de los bandeirantes por imponerse terminaron en una desesperada fuga por la selva, donde se dieron escaramuzas y fundamentalmente dos grandes batallas: la primera cuando los bandeirantes buscaron el cruce del arroyo Once Vueltas, donde fueron sorprendidos por centenares de guaraníes que los estaban esperando con un sistema de fortificaciones de zanjas o trincheras. Y finalmente, el golpe final, cuando los sobrevivientes del cruce del arroyo Once Vueltas buscaron cruzar el arroyo Acaraguá, en un intento de llegar a la "palizada del Acaraguá". Allí fueron sorprendidos por otra guarnición guaraní que estaban a la espera y fue este el golpe final a los bandeirantes. A partir de allí fue la fuga descontrolada. Un grupo tomó el camino hacia los saltos del Moconá, mientras otro grupo siguió más al norte buscando el cauce del río Iguazú, con una sola meta, llegar vivos a San Pablo, de donde habían partido un año antes sedientos de guaraníes para esclavizar.

La Batalla de Mbororé cerraba un ciclo histórico y abría otro, el ciclo de la consolidación territorial de las misiones jesuítico-guaraní.

Investigación
Esteban Snihur
Profesor y Licenciado en Historia, egresado de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones. Oriundo de la ciudad de Apóstoles, es autor del libro De Ucrania a Misiones, una Experiencia de Transformación y Crecimiento. Ex docente de la Cátedra Historia Regional I en el Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la UNaM. Es Miembro de la Junta de Estudios Históricos de Misiones. Investigador del pasado regional y docente en la Escuela Superior de Comercio Nro. 3 y en el Instituto Cristo Rey de Apóstoles.

Desembocadura del arroyo Once Vueltas o Mbororé en el río Uruguay. Escenario de uno de los episodios épicos de la Batalla de Mbororé.


lunes, 4 de diciembre de 2017

Proyectan un centro de interpretación de la Batalla de Mbororé en Misiones

Misiones tiene decidido abrir el camino de los jesuitas inyectando fuertes recursos para exploraciones arqueológicas y construcción de centros de visitantes. Las mayores inversiones están previstas en el plan de ordenamiento urbano ambiental y puesta en valor de los once pueblos jesuíticos y, sobre todo, la construcción del centro de visitantes e interpretación de la Batalla de Mbororé y el territorio guaraní. Es lo que ratificó el  ministro de Turismo de la provincia, José María Arrúa, al detallar cómo se distribuirán los 100 millones de pesos que Misiones espera conseguir del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Fonplata. 

El funcionario recordó que en julio se realizó la presentación de proyectos para el préstamo BID-Fonplata para abrir el camino de los jesuitas y confía en su pronta aprobación. 

El monto global es de 30 millones de dólares que se repartirán en similar proyecto entre Paraguay, Brasil y Argentina. En el caso de Misiones, llegarán 100 millones de pesos, que tendrán destinos específicos. 

Para la exploraciones arqueológicas y consolidación estructural de las misiones prevén destinar 18 millones. Para la puesta en valor de la gastronomía jesuítica guaraní misionera, unos 15 millones, e incentivo a nuevos emprendedores 1.800.000. Se incluye el proyecto de construir salas de interpretación en la reducción de Loreto sobre la escritura guaraní, para lo que se estima destinar 3.600.000 pesos. 

Las dos grandes inversiones

Para revalorizar el camino de los jesuitas, se contemplan además dos grandes inversiones. Uno de los más importantes en materia de recursos es para la construcción del centro de visitantes e interpretación de la Batalla de Mbororé y el territorio guaraní misionero, para el que se destinarán unos 36 millones. A su vez, un plan de ordenamiento urbano ambiental y puesta en valor de los once pueblos jesuíticos, para lo que estiman destinar 18 millones de pesos.

Se añade en la iniciativa oficial el proyecto de inclusión al conocimiento patrimonial de las misiones jesuítico guaraníes. Plan de identidad y comunicación visual de los once conjuntos jesuíticos y proyecto de señalización integral de los atractivos turísticos patrimoniales, como portales de acceso y su conexión vial.

De esta manera, por lo explicado por el ministro Arrúa, “se están desarrollando estas rutas jesuíticas y los 30 pueblos guaraníes de los cuales somos parte”.

El potencial
En el repaso efectuado, el funcionario provincial indicó que, al arribar a la gestión, se estaba trabajando desde la Provincia sobre diversos productos, “como la Cruz de Santa Anta, el Moconá y Puerto Iguazú”. 

Recordó que el primer desafío lanzado por el gobernador Hugo Passalacqua fue que “el millón y medio que ingresa a Iguazú se extienda a toda la provincia”. Indicó que ello implicaba romper la estacionalidad, que solamente llegaran visitantes en verano, Semana Santa y las vacaciones de julio. Luego, el siguiente paso fue “superar las mediciones anteriores y traer volumen y niveles de pernocte. Se pasó de 3,5 a 4,8 personas y pretendemos en el 2019 llegar a seis noches”. 

En cuanto a los recorridos históricos, afirmó que la misión de San Ignacio es la primera y lo seguirá siendo por ahora, por infraestructura.  “Es un poco el ícono, por tener además el conjunto jesuítico más cuidado, por tener infraestructura como restaurante al lado”. A su vez, recordó que está en plena vigencia el paquete de recorridos turísticos a las demás ruinas.

La marca
Allí se detuvo a mencionar que a este plan se van sumando países que entienden al rescate histórico como atractivo turístico: los paraguayos supieron construir una marca, la de las rutas jesuíticas multidestino, más sol y playa con Encarnación, además de añadir el turismo de compras. Brasil, que a esto recién ahora le da un mayor impulso, incluye del mismo modo el recorrido histórico y sus playas.
Por esto, al pedido de crédito al BID impulsado por el gobierno de Misiones, se fueron sumando otras provincias como Córdoba, además de Uruguay y Bolivia. Estos dos países, en esta primera tanda, aún no recibirían los créditos citados. 

Como se afirmó, los primeros en esperar la llegada del BID y Fonplata son Argentina, Paraguay y Brasil, con quienes desde Misiones se armó una mesa para el seguimiento de estos proyectos. Porque de los 20 millones de dólares, cada país tiene un porcentaje de crédito al igual que cada provincia.

Según Arrúa, “la idea es brindar experiencia en cada uno de estos países que participan del proyecto, desde la gastronomía, la cultura, la historia, los atractivos naturales” es decir un atractivo paquete turístico para visitantes de todo el mundo.

Fuente
Diario El Territorio – 19 de Noviembre de 2.017




sábado, 11 de marzo de 2017

11 de Marzo, Aniversario de la Batalla de MBORORÉ. Victoria de los Guaraníes sobre los Bandeirantes


Aunque hubo escarceos preliminares, comienza el 11 de Marzo de 1641 la primera batalla naval en la historia Argentina, la cual durará hasta el 18, con la total rendición de los portugueses. Una improvisada pero aguerrida armada de naturales Misioneros y religiosos jesuitas, destruyen totalmente una "bandeira" esclavista Portuguesa compuesta por 500 blancos y mamelucos (mezcla de europeo e indio), más, 2200 indios Tupíes. El choque fue en las inmediaciones de Panambi. Las fuerzas defensoras estaban dirigidas por los jesuitas Cristóbal Altamirano, Pedro Mola, Juan de Porras, José Domenech, Miguel Gómez, Domingo Suárez, y estaban armadas con arcos, hondas y piedras, macanas y garrotes, alfanjes y rodelas, 300 arcabuces, además de un centenar de balsas, cubiertas con cuero para evitar la flechería y la pedrada de los tupíes.

Antecedentes El freno a la importación de esclavos africanos, debido al bloqueo naval holandés, obligó a los portugueses a adentrarse en territorio español. Primeramente arrasaron la zona del Guayrá, obligando al éxodo que inició el poblamiento de la región del Tapé desde 1632. En forma consecutiva durante 1636,37 y 38 los "bandeirantes" (mercenarios financiados por los estancieros portugueses de San Pablo) realizaron incursiones. Para 1641 reunieron una bandeira de enormes dimensiones, la cual pretendía capturar al menos 5 a 8 mil esclavos, entre los guaraníes de las reducciones.

La batalla
La bandeira de preparó en la zona de los saltos del Moconá para el asalto definitivo, vertiendo gran cantidad de residuos de canoas y flechería, que revelaría a los defensores la inminente invasión.

Más tarde algunos indios que huían, confirmaron el tamaño y equipamiento del contingente paulista.

Entonces una pequeña partida misionera se estableció nuevamente en el Acaraguá en misión de observación y centinela. El 25 de febrero de 1641 partieron ocho canoas río arriba en misión de reconocimiento. A pocas horas de navegar, se encontraron cara a cara con la bandeira que llegaba bajando con la corriente del río con sus 300 canoas y balsas pertrechadas. Inmediatamente seis canoas bandeirantes comenzaron a perseguir a los misioneros, los cuales se replegaron rápidamente hacia el Acaraguá. Al llegar, los guaraníes recibieron refuerzos y las canoas bandeirantes debieron replegarse.

Mientras tanto un grupo de misioneros partió velozmente a informar a los jesuitas del cuartel de Mbororé de la situación río arriba.

Al amanecer del día siguiente, 250 guaraníes, distribuidos en treinta canoas y dirigidos por el cacique Ignacio Abiarú se enfrentaron a más de cien canoas bandeirantes, logrando que éstos debieran replegarse.

Alejados los paulistas, los guaraníes procedieron a destruir todo aquello que pudiera servir de abastecimiento en Acaraguá y se replegaron hacia Mbororé. Por las características geográficas de este sitio, era el ideal para enfrentar a los portugueses, ya que los obligaba a una batalla frontal.

Efectivamente, al llegar la bandeira a la desembocadura del Acaraguá, el 11 de marzo de 1641 no encontró nada de provecho y se dirigió rumbo a Mbororé. Toda la flota portuguesa avanzó río abajo, sin tener idea la fuerza defensiva que lo esperaba.

Sesenta canoas con 57 arcabuces y mosquetes, comandadas por el capitán Ignacio Abiarú, los esperaban flotando inmóviles en el arroyo Mbororé. En tierra, miles de guaraníes, tras parapetos sólidos, respaldaban a las canoas con arcabuces, arcos y flechas, hondas, alfanjes y garrotes.
El choque armado fue rápidamente favorable a los guaraníes. Un grupo de bandeirantes logró ganar tierra y se replegó a pie hacia el norte, donde levantaron una empalizada defensiva.

Durante los días 12, 13, 14 y 15 de marzo, los misioneros bombardearon continuamente la improvisada fortificación con un cañón, arcabuces y mosquetes, tanto desde posiciones terrestres como fluviales, sin arriesgar un ataque directo. Sabían que los portugueses carecían de alimentos y agua, por lo que se prefirió una guerra de desgaste. Además, varios tupíes comenzaron a desertar y unirse a las tropas misioneras, facilitando información sobre el enemigo.

El 16 de marzo los bandeirantes enviaron a los jesuitas una carta donde solicitaban la rendición. Dicha carta fue rota por los guaraníes. Los portugueses entonces intentaron huir del asedio guaraní remontando en sus balsas y canoas el río Uruguay. Sin embargo, cayeron en otra emboscada, ya que los esperaba un contingente de 2.000 guaraníes armados y deseosos de vengar las atrocidades portuguesas.

Ante esta situación, los bandeirantes decidieron retroceder intentando alcanzar la margen derecha (opuesta) del río y así poder escapar de los guaraníes. Sin embargo fueron perseguidos, asesinando a todos los de retaguardia, hasta perder gran cantidad de hombres.

Del contingente inicial que salió de San Pablo, sólo lograron volver unos cuantos, sin conocerse precisamente el número de bajas totales, las que se presumen en más de mil.

Consecuencias
Las principales consecuencias inmediatas de la batalla de Mbororé fueron:
· Consolidación territorial de las Misiones Jesuíticas en la región del Tapé, la cual llegaría a constituir 30 Pueblos y un gran desarrollo, con más de 100 mil habitantes.

· Freno al ataque bandeirante a las Misiones jesuíticas. Los jesuitas llevaron cabo un plan defensivo que fue la concentración de las misiones en el corredor de los ríos Paraná y Uruguay; la fortificación de las mismas y el entrenamiento militar de los hombres adultos.

· Obtención del permiso real a los jesuitas para formar sus propias milicias de parte del Virrey del Perú García Sarmiento de Sotomayor en 1649, a cambio de esto los guaraníes fueron excluidos de la mita o el pago de impuestos por sus servicios defendiendo la frontera septentrional, esto significo también que los jesuitas pudieron comprar armas de fuego de manera legal. A pesar de su papel defendiendo las fronteras, las milicias tuvieron una mala relación con los habitantes de Asunción, a quienes le cuidaban las espaldas de los portugueses En 1735, cuando Bruno Mauricio de Zabala acabó con la Segunda revolución comunera del Paraguay las milicias jesuitas contaban con más de 7.000 guaraníes en sus filas, lo cual otorgaba una mayor y temible autonomía a las misiones. Tiempo después, esto será un motivo para la expulsión de los jesuitas de América.

· Asegurar la paz y prosperidad de las misiones, las cuales se desarrollarán durante otros cien años hasta la guerra guaranítica en 1754 y/o la expulsión de 1767.

· Freno, temporal, al expansionismo portugués sobre los territorios de la Corona española, el cual recobraría su dinámica en 1801, hasta la pérdida de los territorios del nordeste Misionero en 1890.

Fuente
Tribunal Electoral de la Provincia de Misiones – 10 de Marzo de 2.017




miércoles, 13 de enero de 2016

Pueblo Jesuítico de Loreto: el de la Primera imprenta del Río de la Plata, Juan Yaparí y el Padre Antonio Ruíz de Montoya

Escribe: Julio Alejo Gómez (Periodista, profesor de Historia y miembro de la Junta de Estudios Históricos de Misiones).

Fundada por los jesuitas José Cataldino y Simón Masseta en 1610, luego de las transmigraciones impuestas por los ataques bandeirantes, la reducción de Loreto se asentó definitivamente en 1686.


Populosa para la época, alcanzó los seis mil habitantes y llegó a contar con barrios bien diferenciados, denominados Pirapó, Los Ángeles, Encarnación y San Javier.

Sus vecinos se disputaban cristianamente y a veces no tanto, la organización de las principales festividades religiosas, ocasiones en que junto a los curas se lucían caciques como Marcos Tacuarí, Bartolomé Pará, Nicolás Moroatá o José Ariapú.

Loreto, hoy
Como en cada una de las reducciones guaraníes, también en Loreto el edificio de la iglesia dominaba toda la misión. Levantada por el hermano arquitecto José Brasanelli, quien además dirigió la construcción de los templos de Santa Ana, San Ignacio y San Javier, la majestuosa catedral de Loreto de 75 varas de largo por 30 de ancho (vara =0, 84 metros) constaba de tres naves, paredes de piedra, techo de madera cubierto de tejas, un altar mayor adornado con diez hermosas estatuas y otros cuatro retablos laterales con imágenes. Sobre la puerta principal una estatua de Nuestra Señora.

Fue entre sus muros donde el padre Claudio Ruyer ofició la misa de acción de gracias y trazó la estrategia que derivó en la gran Victoria de Mbororé. Sus campanas doblaron a triunfo en aquellos heroicos días de la Semana Santa de 1641. Fue entonces, que los guaraníes tallaron en madera una imagen de la Virgen María, e iniciaron su adoración bajo la advocación de "Nuestra Señora de Mbororé". 


Pero Loreto encierra dos historias excepcionales. Allí se construyó y funcionó la primera imprenta del Río de la Plata, y además, bajo los bloques de asperón rojo derrumbados por el tiempo, descansan los restos de un insigne y devoto varón, el padre Antonio Ruiz de Montoya.

La imprenta
Con recortes de hierros viejos nuevamente trabajados, madera del monte misionero y gracias a una aleación de plomo y estaño, los jesuitas Juan Bautista Neumann y José Serrano diseñaron un prensa que permitió, en el año 1700, la edición del primer libro impreso en estas latitudes: "El Martirologio Romano".

La provincia de Misiones solicitó la devolución de la Primera Imprenta del Río de la Plata según se enmarca en la Ley Provincial VI - N° 145 en la cual se la declara Patrimonio Cultural Misionero
La imprenta histórica fue construida íntegramente en la Reducción Jesuítica de Loreto a fines del siglo XVII por los padres Juan Bautista Neumann y José Serrano. Ese equipo fue pionero en el territorio del Virreinato del Río de la Plata, ya que recién 65 años después comenzó a funcionar la imprenta de Córdoba, cuando ni en Buenos Aires, ni en Asunción, ni en Santiago de Chile existían aparatos de este tipo.
Las investigaciones indican que hacia 1784 el Virrey del Río de la Plata, Marques de Loreto mandó a buscar a la “Imprenta Guaranítica Misionera” para hacerla instalar en Buenos Aires, donde fue preservada hasta ahora (en el Cabildo).
Cinco años más tarde apareció una segunda obra. "De la diferencia entre lo temporal y lo eterno", del padre Juan Eusebio Nieremberg. Con ilustraciones realizadas por un artista aborigen, el maestro Juan Yaparí, sus 67 viñetas xilografiadas casi en su totalidad, y las 43 láminas, son demostrativas de una labor artesanal y hasta primorosa de jesuitas y guaraníes.

De la diferencia de lo temporal y lo eterno. Por Juan Yaparí
El padre Montoya
Nacido en la Lima de los incas y los virreyes en 1582, Antonio Ruiz de Montoya encauzó su vocación religiosa ingresando a la Orden de Jesús y brindándose de lleno a la evangelización. 

Ya como cura de la reducción de Loreto, en 1621 fue testigo de la crueldad de los bandeirantes paulistas, que en busca de mano de obra esclava, mataban y secuestraban a los aborígenes impunemente.

Devenido en una suerte de Moisés sudamericano, el padre Montoya condujo en 1631 el gran éxodo de más de 12 mil indígenas hacia las márgenes del arroyo Yabebirí para escapar de los mamelucos. Como superior general de las Reducciones del Paraná y Uruguay, su apostolado lo llevó ante el mismísimo rey de España, a quién relató las crueldades de los bandeirantes y de quien obtuvo la autorización para armar a las reducciones en su defensa. Escritor, a su "Conquista Espiritual", se suman varios "Memoriales" y el "Vocabulario de la lengua guaraní", éstos dos últimos impresos en la misión de Santa María la Mayor.

Según el historiador jesuita Guillermo Furlong, “en 1651 hallándose en Lima a su regreso de España, terminó Ruiz de Montoya se heroica vida, pero los indios que tanto lo apreciaban y admiraban, fueron hasta la capital peruana, exigieron la entrega de sus mortales despojos y los condujeron hasta Loreto, donde los sepultaron”.


Antonio Ruíz de Montoya
Sólo el silencio impera hoy en los solitarios rincones de piedra que otrora fueran templos, talleres, colegios y hogares llenos de murmullos nativos y cristianas letanías.


Pero, acaso ese sobrecogedor silencio sea, junto con las piedras, el mayor homenaje - en el arranque de un nuevo siglo- a ese devoto varón que, desde su eterno descanso, santifica la roja tierra misionera.

Fuente: Diario el Territorio (Posadas) – 18 de Noviembre de 2.010
 

sábado, 12 de marzo de 2011

Batalla de Mbororé. Primer Combate Naval Argentino.

11 de Marzo de 1641 "Batalla de Mbororé" 

Primer Combate Naval Argentino

La batalla de Mbororé, ocurrida el 11 de marzo de 1641, fue un enfrentamiento entre los guaraníes que habitaban las Misiones Jesuíticas y los bandeirantes, exploradores y aventureros portugueses cuyo centro de acción estaba en San Pablo. El lugar de la batalla se halla en cercanías del cerro Mbororé, hoy municipio de Panambí en la Provincia de Misiones, Argentina. La batalla finalizó con victoria de los guaraníes.


Antecedentes históricos

Necesidad de esclavos e inicio de las bandeiras

A comienzos del siglo XVII los holandeses llegaron a las costas del actual Brasil con la firme intención de instalarse y de ocupar posesiones en ellas. Para ello, y mediante actos de piratería lograron controlar la navegación sobre la costa del océano Atlántico, perturbando seriamente el tráfico de esclavos. Esto significó un duro golpe económico para el Imperio portugués que necesitaba de la mano de obra esclava para continuar con el desarrollo productivo azucarero y ganadero que predominaba sobre el litoral atlántico brasileño. Fue entonces cuando los indígenas cayeron en la mira de los hacendados y fazendeiros portugueses como potenciales esclavos. Además, debido a las escasas cantidades de plata, oro y piedras preciosas encontradas en la región de Piratininga, los grupos de exploradores comenzaron avanzar hacia el desconocido interior del Brasil. Estos grupos de exploración y caza de esclavos, denominados bandeiras, estaban organizados y dirigidos como una empresa comercial por los sectores dirigentes de San Pablo, y sus filas se integraban con mamelucos (mestizos de portugueses e indígenas), aborígenes tupíes y aventureros extranjeros (sobre todo holandeses) que llegaban a las costas del Brasil a probar fortuna. Contaban, también, con la complicidad de la sociedad de funcionarios coloniales españoles y encomenderos del Paraguay. En su avance hacia el occidente, los bandeirantes cruzaron el nunca precisado límite del Tratado de Tordesillas, que perdió su sentido durante el período en el que Portugal formó una unión dinástica con la Corona de Castilla, penetrando repetidas veces con sus incursiones en territorios del virreinato de Perú. Indirectamente, los bandeirantes paulistas se convirtieron en la vanguardia de la expansión territorial portuguesa, lo que se consolidó al recuperar Portugal su independencia.


Primeros ataques a las Misiones Jesuíticas

Por una Real Cédula de 1608 se ordenó al gobernador de Asunción del Paraguay, Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias) que los jesuitas se dirigieran a las regiones del río Paraná, del Guayrá y a la áreas habitadas por los guaycurúes. Su misión era la de fundar pueblos y evangelizar a los indígenas que habitaban dichas regiones. Posteriormente se añadirían los pueblos de Itatín (al norte de Asunción) y del  Tapé (en el actual estado de Río Grande del Sur, Brasil). Los jesuitas se encontraban en plena labor evangelizadora cuando los bandeirantes comenzaron a llegar a la zona oriental del Guayrá. En un primer momento, éstos respetaron a los indígenas reducidos en pueblos por los jesuitas y no los capturaban. Sin embargo, los guaraníes, concentrados en pueblos y diestros en diversos oficios, representaban una mano de obra especializada altamente competente para los portugueses. Mucho más aún cuando estaban indefensos y desarmados ya que, por decreto real, les estaba vedado el manejo de armas de fuego.
Desde 1620 las incursiones de los bandeiras se hicieron cada vez más agresivas, lo que obligó al abandono o reubicación de algunos pueblos.
Entre los años 1628 y 1631 los jefes bandeirantes Raposo Tavares, Manuel Preto y Antonio Pires con sus huestes, azotaron periódicamente las reducciones del Guayrá, capturando miles de guaraníes que luego fueron subastados en San Pablo. Se calcula que en las incursiones de los años 1628-1629 capturaron a unos 5.000 indígenas, de los cuáles sólo llegaron a San Pablo unos 1.200. La gran mayoría de ellos murió en el traslado debido a los malos tratos propinados por los esclavistas.
Hacia el año 1632 se produjo el éxodo masivo hacia el sur de 12.000 guaraníes reducidos por los jesuitas, dejando la región del Guayrá prácticamente desierta. Se refundaron las reducciones de San Ignacio Miní y Loreto en territorio de la actual Provincia de Misiones.
Los bandeirantes continuaron hacia el occidente, atacando las reducciones del Itatín en el año 1632. Luego siguió el Tapé, invadido durante los años 1636, 1637 y 1638 por sucesivas bandeiras dirigidas por Raposo Tavares, Andrés Fernández y Fernando Dias Pais.

Las Misiones Jesuíticas se protegen

Misión de Montoya frente a la Corona española

En el año 1638 los padres Antonio Ruiz de Montoya y Francisco Díaz Taño viajaron a España con el objetivo de dar cuenta al rey Felipe IVde lo que ocurría en las misiones. Su intención era conseguir que el rey levantara la restricción del manejo de armas por parte de los indígenas.
Las recomendaciones de Ruiz de Montoya fueron aceptadas por el rey y el Consejo de Indias, expidiéndose varias Cédulas Reales, despachándoselas a América para su cumplimiento.
Por una Real Cédula del 12 de mayo de 1640 se permitió que los guaraníes tomaran armas de fuego para su defensa, pero siempre que así lo dispusiera previamente el virrey del Perú. Por este motivo Ruiz de Montoya partió hacia Lima, con la objeto de continuar allí las gestiones referidas a la provisión de armas.
Por su parte, el padre Taño viajó a Roma para informar al papa de la caza de esclavos en las misiones a fin de obtener una protección papal.

El encuentro en Apóstoles de Caazapaguazú

Mientras tanto y ante el peligro inminente de que los bandeirantes cruzaran el río Uruguay, el padre provincial Diego de Boroa, con la anuencia del Gobernador de Asunción y de la Real Audiencia de Charcas, decidió que las tropas misioneras utilizaran armas de fuego y recibieran instrucción militar. Desde Buenos Aires se enviaron once españoles para organizar a las fuerzas de defensa.
Batalla de Mbororé
A fines de 1638 el padre Diego de Alfaro cruzó el río Uruguay con un buen número de guaraníes armados y adiestrados militarmente con la intención de recuperar indígenas y eventualmente enfrentar a los bandeirantes que merodeaban por la región.
Luego de algunos encuentro esporádicos con las fuerzas paulistas, a las tropas del padre Alfaro se le sumaron 1.500 guaraníes que llegaban dirigidos por el padre Romero. Se formó entonces un ejército de 4.000 misioneros que avanzó hasta la arrasada reducción de Apóstoles de Caazapaguazú donde los bandeirantes se hallaban atrincherados después de varias derrotas parciales.
El choque armado constituyó la primera victoria decisiva de las huestes guaraníes sobre los paulistas, los cuales luego de rendirse huyeron precipitadamente.

Los paulistas preparan su contraataque

Desechas las fuerzas bandeirantes luego del encuentro en los campos de Caazapaguazú, éstos regresaron a San Pablo para informar a las autoridades de lo ocurrido.
Coincidentemente, para esa fecha (mediados del año 1640), llegó a Río de Janeiro el padre Taño procedente de Madrid y de Roma. Llevaba en su poder Cédulas Reales y Bulas pontificias que condenaban severamente a las bandeiras y al tráfico de indígenas.
Ambos hechos produjeron una violenta reacción en la Cámara Municipal de San Pablo, la que, de común acuerdo con los fazendados, expulsó de la ciudad a los jesuitas.
Se organizó una enorme bandeira con 450 holandeses y portugueses armados con fusiles y arcabuces, 700 canoas y 2.700 tupíes armados con flechas, comandada por Manuel Pires. El objetivo de la expedición era tomar y destruir todo lo que se encontrara en los ríos Uruguay y Paraná, tomando todos los esclavos posibles.


El encuentro en Mbororé

Se anuncia la batalla.

A fines de 1640 los jesuitas tuvieron evidencias de una nueva incursión de bandeirantes más numerosa que las anteriores. Para ello se constituyó un ejército de 4.200 guaraníes, armados con arcos y flechas, hondas y piedras, macanas y garrotes, alfanjes y rodelas, y300 arcabuces, además de un centenar de balsas armadas con mosquetes y cubiertas. Recibieron instrucción militar de ex militares, los Hermanos Juan Cárdenas, Antonio Bernal y Domingo Torres. La operación estaba dirigida por el padre Romero.
Las fuerzas defensoras estaban dirigidas por lo padres Cristóbal Altamirano, Pedro Mola, Juan de Porras, José Domenech, Miguel Gómez, Domingo Suárez, y estaban armadas con arcos, hondas y piedras, macanas y garrotes, alfanjes y rodelas, 300 arcabuces, además de un centenar de balsas armadas con mosquetes y cubiertas para evitar la flechería y la pedrada de los tupíes.
El Ejército Guaraní se organizó en compañías comandadas por capitanes. El capitán general fue un renombrado cacique del pueblo de Concepción, Nicolás Ñeenguirú. Le seguían en el mando los capitanes Ignacio Abiarú, cacique de la reducción de Nuestra Señora de la Asunción del Acaraguá, Francisco Mbayroba, cacique de la reducción de San Nicolás, y el cacique Arazay, del pueblo de San Javier.
La reducción de la Asunción del Acaraguá, ubicada sobre la orilla derecha del río Uruguay, en una loma cercana a la desembocadura del arroyo Acaraguá, fue trasladada y reubicada por precaución río abajo, cerca de la desembocadura del arroyo Mbororé en el río Uruguay. De ese modo la reducción quedó convertida en centro de operaciones y en el cuartel general del ejército guaraní misionero.
Las características del terrero y el recodo que forma el arroyo Mbororé hacían de este sitio un lugar ideal para la defensa.
Al mismo tiempo se destacaron espías y guardias por los territorios adyacentes y se estableció una retaguardia en Acarágua.

La bandeira avanza

Las fuerzas bandeirantes al mando de Manuel Pires y Jerónimo Pedrozo de Barros partieron de San Pablo en septiembre de 1640.
Luego de establecer diversos campamentos y parapetarse en varios puntos del recorrido, una partida llegó al Acaraguá, donde encontraron la reducción completamente abandonada. Sitio que eligieron para levantar empalizadas y fortificarlo a fin de utilizarlo como base de operaciones.
Posteriormente se replegaron para avisar al resto de la bandeira de la seguridad del asentamiento.
Peñón del Mbororé, hoy.

La Batalla
Una crecida del río Uruguay en enero de 1641 trajo consigo una gran cantidad de canoas y mucha flechería. Lo cual dio una idea a los jesuitas de la cercanía del enemigo.
Además, luego de que el grupo explorador paulista se replegara del Acaraguá, varios guaraníes que habían logrado escapar de los esclavistas dieron con los jesuitas a quienes informaron del número y armamento de los bandeirantes.
Entonces una pequeña partida misionera se estableció nuevamente en el Acaraguá en misión de observación y centinela. El 25 de febrero de 1641 partieron ocho canoas río arriba en misión de reconocimiento. A pocas horas de navegar, se encontraron cara a cara con la bandeira que llegaba bajando con la corriente del río con sus 300 canoas y balsas pertrechadas. Inmediatamente seis canoas bandeirantes comenzaron a perseguir a los misioneros, los cuales se replegaron rápidamente hacia el Acaraguá. Al llegar, los guaraníes recibieron refuerzos y las canoas bandeirantes debieron replegarse.
Mientras tanto un grupo de misioneros partió velozmente a informar a los jesuitas del cuartel de Mbororé de la situación río arriba.
Al amanecer del día siguiente, 250 guaraníes, distribuidos en treinta canoas y dirigidos por el cacique Ignacio Abiarú se enfrentaron a más de cien canoas bandeirantes, logrando que éstos debieran replegarse.
Alejados los paulistas, los guaraníes procedieron a destruir todo aquello que pudiera servir de abastecimiento en Acaraguá y se replegaron hacia Mbororé. Por las características geográficas de este sitio, era el ideal para enfrentar a los portugueses, ya que los obligaba a una batalla frontal.
Efectivamente, al llegar la bandeira a Aracaguá el 11 de marzo de 1641 no encontró nada de provecho y se dirigió rumbo a Mbororé. Unas 300 canoas y balsas avanzaron río abajo.
Sesenta canoas con 57 arcabuces y mosquetes, comandadas por el capitán Ignacio Abiarú, los esperaban en el arroyo Mbororé. En tierra, miles de guaraníes respaldaban a las canoas con arcabuces, arcos y flechas, hondas, alfanjes y garrotes.
El choque armado fue rápidamente favorable a los guaraníes. Un grupo de bandeirantes logró ganar tierra y se replegó hacia Acaraguá, donde levantaron una empalizada.
Durante los días 12, 13, 14 y 15 de marzo, los misioneros bombardearon continuamente la fortificación con cañones, arcabuces y mosquetes, tanto desde posiciones terrestres como fluviales, sin arriesgar un ataque directo. Sabían que los portugueses carecían de alimentos y agua, por lo que se prefirió una guerra de desgaste. Además, varios tupíes comenzaron a desertar y unirse a las tropas misioneras, facilitando información sobre el enemigo.
El 16 de marzo los bandeirantes enviaron a los jesuitas una carta donde solicitaban la rendición. Dicha carta fue rota por los guaraníes. Los portugueses intentaron huir del asedio guaraní remontando en sus balsas y canoas el río Uruguay. Sin embargo, en la desembocadura del río Tabay los esperaba un contingente de 2.000 guaraníes armados.
Ante esta situación, los portugueses decidieron retroceder hacia el Acaraguá para ganar la margen derecha del río y así poder escapar de los guaraníes. Sin embargo fueron perseguidos hasta perder gran cantidad de hombres.
Del contingente inicial que salió de San Pablo, sólo lograron volver unos cuantos.


Consecuencias
Las principales consecuencias inmediatas de la batalla de Mbororé fueron:
*Consolidación territorial de las Misiones Jesuíticas.
*Freno al ataque bandeirante a las Misiones Jesuíticas.
*Obtención del permiso real a los jesuitas para formar sus propias milicias. Lo cual otorgaba una mayor autonomía a las misiones. Tiempo después, esto será motivo para la expulsión de los jesuitas de América.
* Asegurar la paz y prosperidad de las misiones, las cuales se desarrollarán durante otros cien años hasta la expulsión de los jesuitas en 1767.
*Freno, temporal, al expansionismo portugués sobre los territorios de la Corona española.

Bibliografía
Wikipedia la Enciclopedia Libre.
Martín Benítez: Conflictos y Armonías En La Historia Argentina.
Colección "Herencia Misionera" (Diario El Territorio).