Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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sábado, 13 de mayo de 2023

La tierra no pertenece al hombre. El hombre pertenece a la tierra. Jefe Seattle / Alex Rovira



Esta es la carta del jefe indio Seattle. El jefe indio Seattle de la tribu Suwamish envió en 1855 esta carta al presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, en respuesta a la oferta de compra de las tierras de los Suwamish en el noroeste de los Estados Unidos, actual Estado de Washinton. Los indios americanos estaban muy unidos a su tierra no conociendo la idea de propiedad, es más, consideraban a la tierra dueña de los hombres. La carta del jefe indio Seattle, conmovedora y lúcida, dice así:

El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. El Gran Jefe también nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington podrá confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos podrán confiar en la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas.

¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? Lo decimos oportunamente. Habeis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo. La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de piel roja.

Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se van a caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan esta hermosa tierra porque ella es la madre del hombre de piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las fragantes flores son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las praderas, el calor corporal del potrillo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia. «Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras, es mucho lo que pide. El Gran Jefe manda decir que nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre nosotros. El será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Mas, ello no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua centelleante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos estas tierras, tendréis que recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a vuestros hijos que lo son y que cada reflejo fantasmal en las aguas claras de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras, deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos y hermanos de vosotros; deberéis en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daréis a cualquier hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermano sino su enemigo. Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino. Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja de la tierra a sus hijos sin que le importe. Olvida la sepultura de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos y cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará la tierra y dejará tras sí sólo un desierto.

No lo comprendo. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra. La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja. Pero quizá sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escucharse el desplegarse de las hojas en primavera o el orzar de las alas de un insecto. Pero quizá sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas. El ruido de la ciudad parece insultar los oídos. ¿Y qué clase de vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna? Soy un hombre de piel roja y no lo comprendo.

Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la cala del lago y el olor del mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la fragancia de los pinos.

El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre. El hombre blanco parece no sentir el aire que respira. Al igual que un hombre muchos días agonizante, se ha vuelto insensible al hedor. Mas, si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que sustenta. Y, si os vendemos nuestras tierras, debéis dejarlas aparte y mantenerlas sagradas como un lugar al cual podrá llegar incluso el hombre blanco a saborear el viento dulcificado por las flores de la pradera.

Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, pondré una condición: que el hombre blanco deberá tratar a los animales de estas tierras como hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de conducta. He visto miles de búfalos pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el hombre blanco que les disparó desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como el humeante caballo de vapor puede ser más importante que el búfalo al que sólo matamos para poder vivir. ¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales hubiesen desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu. Porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir también al hombre. Todas las cosas están relacionadas ente sí.

Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, debéis decir a vuestros hijos que la tierra está plena de vida de nuestros antepasados. Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñados a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen el suelo se escupen a sí mismos.

Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia.

Aún el hombre blanco, cuyo Dios se pasea con él y conversa con él -de amigo a amigo no puede estar exento del destino común-. Quizá seamos hermanos, después de todo. Lo veremos. Sabemos algo que el hombre blanco descubrirá algún día: que nuestro Dios es su mismo Dios. Ahora pensáis quizá que sois dueño de nuestras tierras; pero no podéis serlo. Él es el Dios de la humanidad y Su compasión es igual para el hombre blanco. Esta tierra es preciosa para Él y el causarle daño significa mostrar desprecio hacia su Creador. Los hombres blancos también pasarán, tal vez antes que las demás tribus. Si contamináis vuestra cama, moriréis alguna noche sofocados por vuestros propios desperdicios. Pero aún en vuestra hora final os sentiréis iluminados por la idea de que Dios os trajo a estas tierras y os dio el dominio sobre ellas y sobre el hombre de piel roja con algún propósito especial. Tal destino es un misterio para nosotros porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambres parlantes. ¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Así termina la vida y comienza la supervivencia…

Besos, abrazos,

Álex Rovira

jueves, 12 de diciembre de 2019

A la luz de la luna - Alex Rovira



En latín, humilde vienes de humilis, que a su vez viene de humus. Somos humildes cuando somos capaces de desnudarnos. Y en ese «soltar» está lo que nos hará crecer en el futuro, como las hojas que se despiden del árbol cada otoño para devenir su alimento y abono, su retención de humedad en verano, su nido de vida para insectos que luego polinizarán sus flores.

En griego clásico, humilde significa «pequeño». Porque es humilde quien reconoce la grandeza de lo que le rodea, y en ese gesto interno es capaz de ver lo realmente valioso. El que es humilde sabe reconocer la grandeza y la belleza de aquello que le rodea y tiene ese don.

Humano y humus tienen el mismo prefijo. No es baladí, nacemos de la tierra y volvemos a ella. Y este planeta surgió, algún día, de una inmensa nube de gas, rocas y polvo. Somos polvo de estrellas latiente, vivo, capaz de tomar consciencia. Somos hijos de la Tierra, y la luna, parece ser, también lo es, pero de una manera distinta.

Hay imágenes que despiertan evocaciones. Humanos fascinados por la belleza de la Luna, humanidad, pequeñez, humildad… Cuánto puede dar de sí el ejercicio de contemplar...

Alex Rovira

Fotografía: Sonia Maciel

jueves, 4 de enero de 2018

Si…


Si abrió, cierre.
Si ensució, limpie.
Si encendió, apague.
Si desordenó, ordene.
Si rompió, repare.
Si no sabe, no opine.
Si opinó, hágase cargo.
Si le prestaron, devuelva.
Si prometió, cumpla.
Si a pesar de prometer, no puede cumplir, discúlpese y repare.
Si debe usar algo que no le pertenece, pida permiso.
Si desconoce cómo funciona algo, no lo toque.
Si no sabe arreglar, busque a quien sepa hacerlo.
Si no sabe hacerlo mejor, no critique.
Si no puede ayudar, no moleste.
Si ofendió, discúlpese.
Si ignora qué decir, cállese.
Si no es asunto suyo, no se entrometa.
Si no es suyo, devuélvalo.
Si es gratis, no lo desperdicie.
Si le sirve, trátelo con cariño.
Si no puede hacer lo que quiere, trate de querer lo que hace.
Si le molesta a usted, no permita que afecte a otros.
Si puede ser amable, séalo. Siempre se puede ser amable.
Si puede ser responsable, séalo. Siempre se puede ser responsable.
Si puede ser agradecido, séalo. Siempre se puede, también.
Si puede elegir una buena actitud por el bien propio y ajeno, hágalo, también.
En definitiva, si puede y hace bien, hágalo.



Álex Rovira


viernes, 15 de diciembre de 2017

Mente y Corazón..


sábado, 9 de diciembre de 2017

ALEGRIA


Por Álex Rovira y Francesc Miralles 

“La voz del maestro sonó dulce y lejana como una letanía:

—Quién lo quiere tener todo, no tiene nada. Quien 
molesta a los demás, se molesta a sí mismo. Quien quiere controlar, termina descontrolado. Nunca estarás contento mientras aspires a un botín que no sea la gracia de estar vivo.

Tristán entendió que el maestro hablaba de él, de su vida y de la situación que le había llevado a entrar en crisis. Mientras la vieja tetera crepitaba en el fuego, el huésped habló en voz alta:

—Quizás el problema sea que no sé qué estoy buscando… Porque ¿qué es la alegría en realidad?

—Es una vasija vacía en la que caben todas las cosas. Hasta que no te vacíes de ti mismo, de tus tonterías y preocupaciones, no podrás cobijar la alegría.

—Comprendo lo que quiere decir, maestro, pero no sé cómo hacerlo.

El hombre respiró profundamente, antes de decirle:

—Un placer se define como la ausencia de necesidad, y tú ahora necesitas dormir. Tómate el té y cierra los ojos. Cuando el sol se levante sobre el lago, ve a su orilla y mira su superficie. Allí encontrarás la respuesta que necesitas.

Tristán hizo lo que le pedía y, tras beberse el té, fue a buscar un jergón. El maestro le acercó una manta y se despidió con las siguientes palabras:

—Nisargadatta, que fue maestro de mi padre, solía decir: «Saber que no eres nada es sabiduría. Saber que lo eres todo es amor»."

Extraído de la fábula que cierra ALEGRIA de Alex Rovira & Francesc Mirales



domingo, 17 de septiembre de 2017

Compartir es: Partir con...




“La única divisa con valor en un mundo en bancarrota es aquello que compartimos con los demás.”
Philip Seymour Hoffman  (como Cameron Crowe en “Almost Famous”)

En el libro “El Bosque de la Sabiduría”, que escribí junto con mi querido amigo Francesc Miralles, narramos este viejo cuento que nos habla de tener en cuenta al otro, de compartir. Dice así:

Cuenta una antigua leyenda que un discípulo preguntó a su venerable maestro:
¿Cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno?
Y el maestro le respondió:
Es muy pequeña y, sin embargo, tiene grandes consecuencias. Ven, te mostraré el infierno.
Entraron entonces en una habitación donde un grupo de personas estaba sentadas alrededor de un gran recipiente con arroz. Todos estaban hambrientos y desesperados. Cada uno sostenía una cuchara fijamente desde su extremo que llegaba hasta la olla, pero el mango era tan largo que no podían llevársela a la boca. La desesperación y el sufrimiento eran terribles.
Ven dijo el maestro después de un rato. Ahora voy a mostrarte el cielo.
Entraron en otra habitación, idéntica a la primera. Reconoció la olla de arroz, el grupo de gente, las mismas cucharas largas, pero allí todos estaban felices y alimentados.
No comprendo comentó el discípulo. ¿Por qué están tan felices aquí, mientras son desgraciados en la otra habitación, si todo es lo mismo?
¿No te has dado cuenta? sonrió el maestro. Como las cucharas tienen los mangos largos y no pueden llevarse la comida a su propia boca, aquí han aprendido a alimentarse unos a otros.

Y así es. Ningún ser humano es una isla. Todos, en mayor o menor medida, necesitamos esa mano del otro que nos reconoce y cuida. El vínculo, la calidad que seamos capaces de construir en el encuentro con el otro, define necesariamente la calidad de nuestra existencia. La respuesta a las miserias de esta existencia, su solución, está en nuestra mano mucho más de lo que imaginamos, como la cuchara del cuento.

Alex Rovira

lunes, 11 de septiembre de 2017

Actitud



Dice el aforismo:

Siembra una actitud y cosecharás un pensamiento.
Siembra un pensamiento y cosecharás una acción.
Siembra una acción y forjarás un hábito.
Cultiva hábitos y construirás un carácter.
Forja un carácter y crearás un destino.

Todo comienza en la actitud. Palabra mágica, pequeño gesto interior, acción aparentemente imperceptible que puede cambiarlo todo.
El signo de nuestras actitudes, positivas, si invitan a que el otro se sienta bien, o en el extremo opuesto, negativas, cuando procuran lo contrario, tiene un impacto mucho mayor del que imaginamos. Y las podemos elegir. Podemos elegir el signo de nuestras actitudes y forjar una cadena de pensamientos, acciones, hábitos y carácter que ayude a crear un signo de vida y a crear una realidad mejor para todos.

Alex Rovira



sábado, 28 de enero de 2017

Acción y Transformación