Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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miércoles, 9 de diciembre de 2020

Argentina: El país de los envenenadores sistémicos



Por Silvana Melo

Los envenenadores sistémicos se han quitado, sonrientes, las máscaras. Y gobiernan. Ya no en las sombras. Sentados en los sillones máximos. Exhibiendo a sus niños y a sus corbatas. Y firmando actas de defunción de cerros y ríos. El modelo extractivista –como se llama al sistema vampírico que deja anémica a la tierra e intoxica el agua y el aire- ya tiene sus delegados formales en el gobierno. En algunos casos, personajes fundacionales en el generoso presente con que en 1993 el país ensalzó a las megamineras: el régimen de estabilidad fiscal. Fue Daniel Melián, hoy secretario de Minería, el padre amante de ese pequeño monstruo al que hoy, veinte años después, le concede la mayoría de edad con la supresión de las retenciones. Justo en estos días cuando se conoce la pericia de la Federal emitida en diciembre: cinco ríos envenenados después del derrame de un millón de litros de agua cianurada en setiembre de 2015.

La nación puede determinar que no se cobrarán más los derechos de exportación de las entrañas de la tierra y perder 3300 millones de dólares al año. Pero se encoge de hombros ante los controles, porque sólo pueden ser ejercidos por los gobiernos provinciales. Que suelen ser rehenes a partir de sus desgracias financieras: cualquier canto de sirena que ofrezca consumo y puestos de trabajo temporales es alojado generosamente, sin detenerse en secuelas mínimas, como cerros volados, agujeros desérticos en la tierra, ríos envenenados, fauna y flora alterada, pueblos fantasma y graves consecuencias en la salud y en la vida.


La Nación (1) ejemplifica con la mina La Alumbrera, de la suiza Glencore, que “en 17 años aportó 4.820 millones de pesos al fisco de Catamarca y los 663 millones de pesos que aportó en 2014 solventaron los presupuestos de dos ministerios y dos secretarías de Estado”. También en 2014 la mina Veladero, de la canadiense Barrick Gold, “hizo compras a proveedores de San Juan por 1.505 millones de pesos y esas compras sostuvieron las arcas provinciales a través del impuesto de ingresos brutos”. En setiembre de 2015 Veladero admitió el derrame de un millón de litros de agua con cianuro en el río Potrerillos.
El modelo extractivista irrumpió triunfal en la Argentina de los 90, cuando se firmó la autorización para la transgénesis de la soja y se llamó a las inversiones megamineras con un voucher obsequio, un kit de leyes irresistible que consistía en entrar, disponer, volar, contaminar, pagar el 3% a boca de mina y vaciar. Dejando las migas del banquete en la panza vacía del suelo. Las leyes comenzaron a promulgarse en 1989 y fueron sembrándose durante diez años; varias de ellas fueron conceptualmente paridas por el regresado Daniel Melián. Un régimen jurídico que convirtió a la megaminería en la actividad extractiva más beneficiada del país. Y que subsiste hoy, sin que ninguno de los subsiguientes representantes políticos haya rozado siquiera la tentación de alterarlo.
La ley 24.196 de Inversiones Mineras le concedió a la minería un régimen de Estabilidad Fiscal por treinta años. Ningún mortal de estos pies del mundo hubiera soñado algo así: “esto significa que los sujetos alcanzados por estos beneficios no pueden ser afectados durante ese plazo por la creación de nuevos impuestos, el aumento de alícuotas, impuestos aduaneros, la derogación de exenciones otorgadas, la eliminación de deducciones admitidas, etc., tanto a nivel nacional y provincial como municipal” (2).


La Alumbrera, emplazada en Catamarca, ganó miles de millones de dólares por la extracción de cobre y oro durante 18 años. Ante el agotamiento de la mina, ya se prepara la explotación de Agua Rica. Y es Andalgalá la que resiste. Acampando en Buenos Aires, a los pies de la Corte, para ver si la Justicia baja la cabeza y los ve. Esperando el amparo que los ampare de la explosión de Agua Rica. Que afectará al río, fuente del agua potable de Andalgalá. Fuente de la vida de Andalgalá. Que a pesar de la cercanía con la Alumbrera y de las promesas de paraíso, no tiene cloacas, los baños del hospital no tienen agua potable, la mitad de sus habitantes está desempleada y depende de la caridad pública de la minera para que haya caminos transitables.
Sugestivamente, Elisa Carrió, una líbera ideológica, le apuntó con un dedo índice a su socio, el Presidente Sistémico: “mientras las tarifas energéticas suben para toda la población, para las mineras se mantienen congeladas. Hace apenas dos años, la mina Veladero pagaba 2.700 pesos al mes por usar millones y millones de litros de agua”.


En estos días se eriza el Famatina y se oye el temblor de los glaciares. Si había alguna puerta entornada que dificultara la entrada tumultuosa de las compañías, ahora se allanó. Daniel Melián cortó el candado de las retenciones y Mario Capello, subsecretario de Desarrollo Minero llegó a cuidar las ovejas con dentadura de lobo. El mismo que minimizó, junto al entonces gobernador Gioja, la travesura de la Barrick en el Jáchal. “Cosas que pueden pasar”, dijeron mientras ofrecían a los voluntarios un vaso de agua con cianuro para comprobar que seguirían vivos. De los cinco ríos envenenados ni una palabra. Gioja está muy ocupado intentando presidir el PJ. Y Capello, tratando de cajonear la pericia que, inexplicablemente, se filtró. Con cinco ríos cianurados, con metales pesados, sales y cobalto, que se vuelcan en la red domiciliaria.
Los envenenadores sistémicos están mordiendo el cuello del futuro. Donde había pájaros y niños habrá una oquedad infinita. Donde había ríos de cristal habrá correntadas verdes o rojas o amarillas. Donde había cerros que tocaban el cielo habrá apenas cielo. Y donde hay palabras absurdas, habrá silencio.
El ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren, dijo que la eliminación de retenciones a las mineras «es para conseguir pobreza cero». Entonces se retiran los pájaros. Y los niños se van a dormir, esperando despertarse en otro tiempo.

Notas
(1) La Nación, 23 de febrero de 2016
(2) 15 mitos y realidades de la minería transnacional en la Argentina. Guía para desmontar el imaginario prominero. Colectivo Voces de Alerta.

Fuente: Pelota de Trapo, Edición: 3109

miércoles, 3 de agosto de 2016

Juegos de los Niños Mbya Guaraníes de Misiones (Argentina)


Mientras en las ciudades la diversión infantil cada vez más se restringe a largas horas frente a pantallas de tablets, celulares o play station, en las comunidades aborígenes de la provincia de Misiones, todavía los niños se divierten con juegos colectivos al aire libre, en contacto con el entorno natural y con valores culturales ancestrales. También es cierto, que las escuelas bilingües han posibilitado que los pequeños mbya tomen conocimiento y practiquen ciertos juegos que sus padres no jugaron cuando niños: Poliladron, Martín Pescador y otros harto conocidos en la cultura “blanca”.
A la hora de la diversión los pequeños aborígenes siguen eligiendo la libertad del monte y los juegos autóctonos, aquellos que jugaban sus antepasados. Además saben pescar, cazar y nadar en arroyos.
Embopa en el monte
Todo el mundo jugó alguna vez en su vida a la “embopa escondida”, uno de los juegos infantiles más populares del planeta. Pero sin duda, no es lo mismo una embopa en la ciudad que en el monte, dónde las posibilidades de escondite se magnifican notoriamente.
“Cuando jugamos en la escuela hay poco lugar para esconderse, pero acá en la aldea tenemos el monte y nos escondemos entre los árboles o trepando. Es más divertido en el monte” dice Daniel (10), en guaraní. La traducción se hace posible gracias a la gentileza de Rosalino Duarte (24), joven de la aldea Guavirá Poty de San Pedro.
A la hora de trepar árboles, los niños guaraníes exhiben una destreza asombrosa que los lleva a situarse en pocos segundos en las alturas máximas de árboles de varios metros. Pero además, conocen a la perfección los nombres de cada especie y las características de cada uno de ellos, al menos, de los que suelen trepar. “El árbol de níspero es el mejor para trepar porque tiene ramas por todos lados, como escaleras, es fácil para subir y bajar. Cuando es época de frutas subimos y nos quedamos comiendo en la cima del árbol” comentó Víctor (11).
Mangá y matasapo
Después de jugar a la embopa en el monte, los chicos pasaron a dos juegos que se practican con una pelota – muy liviana - hecha de hojas de chala. Uno de ellos es el mangá, que consiste en pasarse la pelota con las manos unos a otros sin orden, con el objetivo de no dejar caerla. Podría decirse que este juego tiene cierta similitud con el vóley, aunque sin red ni puntajes.
También con la pelota de chala, se juega al “matasapo”. Más allá del nombre, el juego no representa riesgo alguno para uno de sus protagonistas: un sapo real, que los niños consiguen en el monte. “Se pone el sapo en un lugar, y desde lejos se patea la pelota hasta que le toque al sapo. El que le toca con la pelota gana y ahí se devuelve el sapo al monte. Cuando el sapo se pone a saltar es divertido, pero si se queda quieto es más aburrido” explicó Marcos (11), de la aldea Katu Piry.
Tape poí
La traducción de tape poí, explica Rosalino Duarte, sería “camino angosto”. Así se llama un juego que hace estallar en carcajadas a los niños mbya. Entrelazados en fila, los pequeños forman una suerte de tren humano en el cuál el primero (la “locomotora”) se aferra al tronco de un árbol. “Y ahí los otros chicos estiran para atrás hasta que se desprenda el de adelante y ahí todos caemos para atrás. Es el juego que más me divierte” dijo la pequeña Patricia (9), de Andresito, y alumna de la Escuela Bilingüe 44.

Inocencia y Naturaleza
Los chicos de la comunidad Andresito saben pescar, nadar, trepar árboles, cazar coatís para mascotas, jugar con lagartos y pasear por el monte a sus anchas desde muy temprana edad.
“A mí me enseñó a pescar mi papá. Saco bagres y mojarritas. Me gusta pescar pero a veces me aburre un poco. Más me gusta meterme al agua y jugar o nadar” dice el pequeño Daniel.
Para Alejandro (13), lo más divertido es “jugar al tocororí (especie de gallito ciego”) o a encontrar mariposas”.
En los juegos, participan tanto varones como niñas, aunque hay ciertos juegos que practican sólo las niñas. “A mí me gusta jugar con todos. Pero en la escuela a veces jugamos solo con otras nenas, a las muñecas o al elástico. Me gusta más jugar en la aldea, pero en la escuela tengo muchas amigas y me llevo bien con todas” cuenta Patricia.
Sobre el final de la jornada, los niños regalan algunas canciones que dejan al desnudo valiosos dotes vocales innatas. El canto se eleva en la aldea afinado, dulce y profundo. Los adultos dejan la asamblea por un rato y se dan vuelta a ver a sus niños cantar.
Fuente: Agencia Pelota de Trapo
Escrito: Sergio Alvez – 2 de Agosto de 2.016