Memento mori nos susurra que toda vida se inclina hacia su final. No es un mensaje sombrío, sino un recordatorio de la fragilidad que nos atraviesa. Los antiguos lo plasmaban en calaveras y relojes de arena para recordarnos que ningún instante vuelve y que la soberbia se disuelve ante la certeza del tiempo.
La muerte, al hacerse presente, nos obliga a mirar con humildad el sentido de lo que hacemos, de lo que dejamos y de lo que somos. Pero frente a esa voz se alza otra: memento vivere. Recuerda vivir. No basta con aceptar la finitud; hay que abrazar los días que nos han sido dados.
Vivir no es consumir el tiempo sin más, sino habitarlo con intensidad, con gratitud y con conciencia. Entre ambas frases se dibuja la paradoja esencial: recordar la muerte para no olvidar la vida. En esa tensión se encuentra quizá el secreto de existir con hondura.
Fuente
Diccionario Vip