Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

Mostrando entradas con la etiqueta 25 de Mayo de 1.810 Revolución de Mayo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta 25 de Mayo de 1.810 Revolución de Mayo. Mostrar todas las entradas

sábado, 25 de mayo de 2024

25 de Mayo de 1810 - Los Pueblos Indígenas reivindican su existencia y protagonismo en la historia de la Patria



En 1810, con la revolución incipiente, nuestro país comienza a pensarse patria, las discusiones en el espacio público y el privado giraban en torno a qué alcance le daban a esta gesta: ¿sería una revolución en el más pleno sentido de la palabra y entonces comenzaríamos a pensarnos como un país independiente de la colonia española? o, como algunos preferían pensar, ¿solo un acto de resistencia contra el invasor francés que había derrocado al Rey Carlos IV y a su heredero Fernando VII?

Los revolucionarios eran leales a la corona algunos, y otros, inspirados en las ideas de la revolución francesa, comenzaban a imaginarse independientes. En cualquier caso, seguía siendo un proceso burgués y municipal que, a partir de entonces, ensayarían distintos modelos de gobiernos como el Cabildo Abierto, la Primera Junta de Gobierno y los triunviratos.

Por fuera de los límites del Cabildo, en las extensiones del territorio aún colonial, los Pueblos Indígenas vivían sus propios procesos de resistencia.

Desde el 25 de mayo de 1810 estos nuevos gobiernos patrios interactúan con los Pueblos Indígenas en forma pacífica, promovida por Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Juan José Castelli, todos estos líderes de la revolución.

En diciembre de 1810, Castelli decreta la emancipación y la anulación total del tributo impuesto a los Pueblos Originarios, equiparó a los nativos con los criollos y los declaró aptos para ocupar todos los cargos del Estado. Sus decretos y actas se tradujeron al Quechua y al Aymara.

En este contexto, pareciera que el nuevo país se pensaba inclusivo, integraba a los Pueblos Indígenas. Belgrano reconocía como héroes a los Incas, la Asamblea del Año XIII declara la libertad de vientres, el propio Himno Nacional Argentino en su texto los nombra “se conmueven del Inca las tumbas y en sus huesos revive el ardor, lo que ve renovando a sus hijos, de la Patria el antiguo esplendor”.

Este mismo reconocimiento es llevado a los debates del Congreso de Tucumán. Belgrano y San Martín proponen la independencia de España y la formación de una monarquía, Belgrano propone que el monarca “debe pertenecer a la dinastía de los Incas por la justicia que en sí envuelve la restitución de esta Casa tan inicuamente despojada del trono”.

“Existía el modelo de pensarnos como pueblo liberado, una América Latina que es criolla, pero también mestiza, negra, afro e indígena”[1]. El 9 de Julio de 1816 se declara la independencia y el acta se traduce a los idiomas Aymara, Guaraní y Quechua, nada de ello consta en los libros oficiales de historia, sin embargo la independencia no hubiera sido posible sin la participación indígena.

La gesta de los ejércitos patrios contra los realistas no se hubiera podido lograr sin las habilidades, los conocimientos del territorio y la valentía de los soldados indígenas. Los Andes hubieran sido infranqueables sin los saberes y recursos de las Comunidades Indígenas, al decir del propio General San Martín:

“He creído del mayor interés tener un parlamento general con los indios pehuenches, con doble objeto, primero, el que si se verifica la expedición a Chile, me permitan el paso por sus tierras; y segundo, el que auxilien el ejército con ganados, caballadas y demás que esté a sus alcances, a los precios o cambios que se estipularán: al efecto se hallan reunidos en el Fuerte de San Carlos el Gobernador Necuñan y demás caciques”[2].

San Martín reconocía a los Pehuenche como dueños del territorio que iba a atravesar y para ello debía contar con su consentimiento, tenían que ser “consultados”, había que parlamentar con sus autoridades, lo que hizo personalmente, tal como procedió con el mismo General Simón Bolívar.

Muchos de estos conceptos, tales como “preexistencia étnica”, “reconocimiento de sus autoridades y culturas ancestrales” y “consulta”, solo fueron retomados y reconocidos por el Estado tras más de 180 años con la Reforma Constitucional de 1994.

La discusión acerca de la forma de Estado a adoptar -monárquica, democrática, republicana, federal o unitaria- se resuelve con el dictado de la Constitución de 1853, y con ella la invisibilización y negación de los Pueblos Indígenas. Mitre comienza a escribir la historia oficial, aquella que se sustenta en el paradigma de un Estado nacional, una única cultura, única lengua y una sola espiritualidad, la cristiana.

El proyecto de país inclusivo se derrumba y se desata la guerra silenciosa contra aquel otro, “el indio”, del que había que proteger las fronteras de la patria. El exterminio comienza y se legitima en nombre de la unidad nacional, Roca sella los destinos de los Pueblos del Sur, en el genocidio -conquista- del desierto (1879). Al otro, largo y silencioso, de los Pueblos Indígenas del norte durante fines del siglo XIX y XX -Masacre de Napalpí y Masacre de Rincón Bomba- se suma la esclavitud a la que los sometían las empresas forestales.

Pasaron años de invisibilización, de resistencia y de constantes lucha en la que los Pueblos Indígenas reivindicaron su existencia y protagonismo en la historia de nuestra patria, se reconocen y reafirman como parte de este Estado al que se incorporan con su preexistencia, exigiendo el reconocimiento de la multiculturalidad de la Argentina. Así quedó establecido en la Reforma Constitucional de 1994 -en el artículo 75, inciso 17-, a partir de ahí solo puede pensarse en más derechos, más reivindicaciones, mas ciudadanía y más respeto.

Sin embargo, hoy, a las puertas de concretarse “pactos” convocados por el gobierno de Milei, con el objeto de refundar la República, una vez más el paradigma impuesto por el Estado parece ser la invisibilidad, pues a esa reunión en la que se supone se pensará un nuevo modelo de país, partiendo de las bases que el presidente propone-impone, los Pueblos Indígenas han sido excluidos.

[1] Abraxas Zulema Enríquez, periodista y docente a cargo del área de Pueblos Originarios en la Secretaría de Derechos Humanos de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social en la Universidad Nacional de La Plata.

[2] Carta de San Martín al Gobierno de Buenos Aires en Gerónimo Espejo, El paso de los Andes, Buenos Aires, Kraft, 1953, págs. 301/2, citado en Pag 305, Carlos Martínez Sarasola, “Nuestros paisanos los Indios” [1992], 2011, Editorial Del Nuevo Extremo S.A. Mantenemos la cita textual, atendiendo a usos del lenguaje por aquel entonces.

Fuente
ENDEPA- EMIPA 

jueves, 10 de junio de 2021

El rol que tuvo Misiones en la gesta de Mayo de 1810


La provincia de Misiones fue la primera en adherir a la formación de la Primera Junta en 1810.

“De lo que hoy son las provincias argentinas, Misiones fue la primera en adherir a la formación de la Primera Junta de mayo en Buenos Aires. Envían notificaciones al resto del territorio para que reconozcan a la junta como nueva autoridad en el espacio virreinal en el Río de la Plata y el gobernador, que era Tomás De Rocamora, informa a los tres departamentos; que eran Candelaria, Concepción y Yapeyú. Los subdelegados ratifican a esta adhesión, lo mismo los cabildos guaraníes”, relató el historiador Pablo Camogli.

En diálogo con radio Trend Topic, señaló que “Misiones en esa época estaba muy tensionada por dos focos de poder: Asunción del Paraguay y Buenos Aires. El gobernador de Buenos Aires, Bernardo de Velazco, no adhiere a la Primera Junta. Se mantiene leal al Consejo de Defensa Español y le escribe a Rocamora diciendo que debe obedecer las órdenes; porque es él el real representante del Rey en el Río de la Plata”.

“Velazco invade la provincia y Rocamora empieza a solicitar auxilios a Buenos Aires; lo que desemboca en el envío de la famosa expedición de Manuel Belgrano; quien va a Misiones a fines de 1810”, completó.

“Misiones tuvo realmente una importancia en la época; porque la Primera Junta envió dos expediciones militares al interior: una al Alto Perú y otra a Misiones y Paraguay”, explicó el docente e historiador.

Además, el territorio era mucho más extenso que en la actualidad. “El departamento de Candelaria, donde está la ciudad hoy en día y Posadas, que no existía todavía en ese entonces; el departamento de Concepción, lo que es el sur de la provincia sobre la costa del Río Uruguay; pero también era toda la costa del Río Uruguay que hoy pertenece a Corrientes: Yapeyú, La Cruz y Santo Tomé; incluso hasta una parte del noreste de Entre Ríos”.


José de San Martín ¿nacido en Misiones?

“El norte de lo que hoy es la provincia era una zona mucho más inhóspita porque era selva más impenetrable; no había una presencia efectiva como sí la había en el resto del territorio”, añadió Camogli; quién indicó que así se conformó el territorio de Misiones hasta 1820; cuando luego de la derrota de Andresito y de la experiencia federal artiguista, Corrientes ocupa todo ese territorio con el gobernador Pedro Ferré; un progresista y desarrollista que le dio un gran impulso a la provincia de Corrientes.

Ferré “se dio cuenta que era un espacio que había quedado medio vacío con el repliegue de los guaraníes y lo termina ocupando, repartiendo las tierras y gestando un poco lo que fue la Corrientes del siglo XIX; una de las provincias más importantes de Argentina en términos políticos y económicos”.

Por otra parte, el historiador misionero repasó que “San Martín nació en Yapeyú, que era un pueblo de las Misiones en 1778. Era la Gobernación de las Misiones que habían quedado después de la experiencia de las misiones jesuíticas; los famosos 30 pueblos históricos”.

“Cuando se expulsa a los jesuitas hacia 1777, las autoridades coloniales designan administradores españoles para que gobiernen estos pueblos. Uno de ellos fue Juan de San Martín, el padre de José Francisco de San Martín. Por eso nace en Yapeyú, que por entonces era Misiones. Con ese criterio, Carlos Alvear, que nació en San Miguel, hoy en día sería brasileño; o Andrés Guacurarí Artigas, que es el prócer misionero, sería correntino porque nació en Santo Tomé”, abundó Pablo Camogli.

Y concluyó: “No cambia nada en la historia de San Martín si nació en Misiones o Corrientes, pero no está mal que los misioneros levanten esa bandera”.

Fuente: Noticias del 6 - Posadas (Misiones) - 26 de Mayo de 2021.

https://www.noticiasdel6.com/misiones-gesta-de-mayo-1810/?fbclid=IwAR18Sm8wMfeYChY7b2Z4itb-Z3XdSBxmCML5NSCaD4GVsHllUcVyK_ucaEg

lunes, 25 de mayo de 2020

El grito indìgena de 1810



Los Pueblos Indígenas, habitantes preexistentes a la conformación del primer gobierno patrio, fueron parte importante del proceso que llevó a nuestro país a la declaración de su Independencia. Respetados y reconocidos por algunos de los más importantes revolucionarios de Mayo, luego de consolidada la Nación empezaron a ser víctimas de atropellos, persecución y despojo de sus territorios, y así hasta nuestros días.

Algunos Pueblos Indígenas tuvieron un papel significativo en el proceso que llevó a liberarnos de España. Lamentablemente la historiografía se encargó de minimizar los hechos y en muchos casos, borrar completamente su participación. El documento petitorio que derivó en la conformación del Primer Gobierno Patrio llevó la firma de Caciques, marcando así su participación en la causa revolucionaria. 

Mariano Moreno, secretario de la Primera Junta de Gobierno, defendía la igualdad entre los Pueblos y consideró de fundamental importancia la participación Indígena en el proceso del surgimiento del Estado argentino. Vale destacar que Moreno presentó su tesis de doctorado en Chuquisaca, sobre el servicio personal de las Poblaciones Originarias, en la que hizo una contundente denuncia de los maltratos de que eran objeto las Comunidades Indígenas.

Otro protagonista importante de ese momento fue Manuel Belgrano, quién elaboró el Reglamento para el Régimen Político y Administrativo y Reforma de los 30 Pueblos de las Misiones, un documento que sirvió como primer proyecto constitucional del Río de la Plata, disponiendo que los indígenas eran libres e iguales “a los que hemos tenido la gloria de nacer en el suelo de América”, y que los habilitaba para todos los empleos civiles, políticos, militares y eclesiásticos. En 1811 una nueva orden de la Primera Junta dispone que cada intendencia designe representantes indígenas.

Construir un país junto a los Pueblos Originarios

Las disposiciones y líneas de la Revolución de Mayo tuvieron en cuenta a los Pueblos Indígenas ya que algunos miembros de la Primera Junta marcaron un camino y establecieron una coyuntura que permitiera la construcción de una nueva sociedad con características multiculturales y pluriétnicas que incluyera a las Comunidades Indígenas como parte integral.

El material de este artículo está editado digitalmente en versión personalizada por ENDEPA en base a los siguientes documentos:

-Cristina Seghesso de López. La Revolución de Mayo y los Indígenas. Vivencias y políticas vindicatorias.
-Martinez Sarasola, Carlos. 2013 [1992] Nuestros Paisanos los Indios. Vida, historia y destino de las comunidades indígenas en la Argentina. Del Nuevo Extremo, Bs As.
-Felipe Pigna – El Historiador
-Mariano Moreno, Escritos (prólogo y edición crítica de Ricardo Levene), Clásicos Argentinos, Estrada, Buenos Aires, 1956.

Fuente: ENDEPA - 25 de Mayo de 2020



domingo, 24 de mayo de 2020

La Revolución de Mayo en Misiones



Por el Lic. Oscar Daniel Cantero, docente del Profesorado en Historia, publicado en “SIGNO. Comunicación Católica” Nº 155 Mayo 2019 Año XVI.

“ASAMBLEA DE CANDELARIA” (8 DE JULIO DE 1810). ARTISTA: GERÓNIMO RODRÍGUEZ . TÉCNICA: ACRÍLICO – AÑO 1986 . PATRIMONIO DEL ISARM

La Edad Contemporánea, la época que nos tocó vivir, se inició de manera violenta y, en términos históricos, de forma rápida, a partir de una serie de grandes cambios que se operaron en tan solo una o dos generaciones. Es lo que Eric Hobsbawn denominó “la era de las revoluciones”: a la “doble revolución”, Industrial y Francesa, que dieron origen, respectivamente, al orden político republicano y al sistema capitalista que caracterizan a nuestro tiempo, se le suman en el caso americano las revoluciones de independencia, que forjaron las naciones de nuestro continente. En poco más de cincuenta años, el mundo cambió de forma irreversible.

Generación tras generación, los argentinos afirmamos que con la Revolución de 1810 “nació la Patria”. Más allá de la discusión en torno a qué Patria fue la que nació, y si nuestro país es o no lo que soñaron los primeros precursores, existe un claro consenso en que se trató de uno de los hechos más trascendentales de nuestra historia. Igualmente, pese a los ríos de tinta que corrieron respecto al tema, resulta difícil separar los hechos históricos de las construcciones de sentido elaboradas a partir de discursos a veces más emotivos que científicos, más interesadas en construir determinada identidad nacional que en reconstruir el pasado buscando explicaciones respecto al presente, y no solo ejemplos a seguir.

La revolución no fue solo lo que pasó la semana de mayo, sino más bien el proceso que se inició a partir esa fecha, el cual fue complejo y contradictorio, y se prolongó a lo largo de toda la segunda década del siglo XIX. Involucró no solo a los criollos de Buenos Aires, sino que a medida que se fue profundizando, también sumó a mestizos, negros e indígenas. Aunque la elite dirigente porteña inicialmente buscó el apoyo de estos sectores sin pretender necesariamente un cambio social profundo, pronto los sectores populares generaron sus propios programas políticos que no necesariamente fueron coincidentes con los de la nueva elite dirigente.

Frente a ese escenario, la actitud de los misioneros de entonces (en su gran mayoría guaraníes descendientes de quienes habían pasado por la experiencia de la evangelización jesuítica), también tuvo avances, retrocesos y ambigüedades. El gobernador Tomás de Rocamora había asumido recientemente el cargo, y tras arribar a Yapeyú, se encontró con la novedad de que el virrey Baltazar Hidalgo de Cisneros había sido depuesto y reemplazado por una Junta de Gobierno. Aunque esta se reconocía fiel al rey Fernando VII, prisionero de Napoleón, era evidente que el cambio significaba un empoderamiento de los sectores criollos, y abría la clara posibilidad de una futura emancipación. Rocamora, tal vez por su condición de criollo, apoyó de manera inmediata a la Junta. El gobernador intendente de Paraguay, Bernardo de Velasco, un español peninsular, no reconocería la legitimidad del nuevo gobierno y juraría fidelidad al Consejo de Regencia conformado en España. Esto puso a Misiones en una delicada posición.

Para consolidar la posición asumida, Rocamora buscó el apoyo de los líderes guaraníes y otras autoridades locales de los pueblos del Paraná. Con ese fin, el 8 de julio de 1810 se realizó una reunión de funcionarios del departamento Candelaria que manifestó su plena adhesión a la Junta de Gobierno de Buenos Aires. Aunque tradicionalmente se considera este hecho como la incorporación de Misiones a la causa de mayo, la posición lejos estaba de ser firme. En agosto de ese mismo año, es decir, tan solo un mes después, los mismos funcionarios volvieron a realizar una reunión similar, esta vez por pedido de Velasco, y procedieron a jurar fidelidad al Consejo de Regencia, es decir, rectificaban lo decidido antes.

La campaña de Belgrano, que pasó por Misiones en diciembre de 1810 y su posterior derrota, marcaron nuevos y vertiginosos cambios en la situación de Misiones. Los guaraníes, en estas circunstancias, se adaptaron a los cambios sin manifestar un posicionamiento firme respecto a la revolución, ni a favor ni en contra. No es que no comprendieran los cambios que se estaban operando. Sencillamente no sentían que fuera su revolución. Eso cambió radicalmente a partir de 1811, cuando comenzó a configurarse el artiguismo como proyecto alternativo de organización nacional. El principio de libre determinación de los pueblos, la igualdad práctica y el confederacionismo fueron considerados como banderas por las que valía la pena luchar, y explican el entusiasmo y la temeridad con que los guaraníes se involucrarían en los conflictos del Litoral en los años siguientes. Esto marcaría, también, el paso de una revolución meramente política a un proceso de carácter social que, aunque incompleto, marcó un cambio irreversible y generó a largo plazo el país que hoy conocemos.

Lic. Oscar Daniel Cantero

Fuente: Instituto Superior de Estudios Superiores "Antonio Ruíz de Montoya"

https://infomontoya.isparm.edu.ar/noticia/1780-la-revolucion-de-mayo-en-misiones

Docente del Profesorado de Historia del ISARM

jueves, 25 de mayo de 2017

25 mayo 1810. Pueblos indígenas, preexistentes al Estado, en lucha, y que resisten aún hoy


"La fracción de los americanistas de Mayo compuesta por Mariano Moreno, Juan José Castelli, Bernardo Monteagudo, Manuel Belgrano y José de San Martín tenía una posición frente a la cuestión indígena que planteaba la igualdad absoluta de todos ante la ley.
Aquellos revolucionarios de Mayo reconocían en Túpac Amauru II al verdadero referente de la revolución americana, quien además tuvo un programa económico y social. Por eso es que Belgrano propuso una forma de monarquía constitucional que retome la tradición de los incas y que tenga a un descendiente indígena a cargo del gobierno del Río de La Plata.
Eso fue desdibujado en nuestra historia".
Marcelino Forlan
https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-194870-2012-05-25.html

25 de Mayo, la voz de Mariano Moreno


No está de más, recordar las palabras de uno de los hombres que cerca de la revolución de mayo, alzaron su voz, Mariano Moreno:

“Desde el descubrimiento empezó la malicia a perseguir unos hombres que no tuvieron otro delito que haber nacido en unas tierras que la naturaleza enriqueció con opulencia y que prefieren dejar sus pueblos que sujetarse a las opresiones y servicios de sus amos, jueces y curas. Se ve continuamente sacarse violentamente a estos infelices de sus hogares y patrias, para venir a ser víctimas de una disimulada inmolación. Se ven precisados a entrar por conductos estrechos y subterráneos cargando sobre sus hombros los alimentos y herramientas necesarias para su labor, a estar encerrados por muchos días, a sacar después los metales que han excavado sobre sus propias espaldas, con notoria infracción de las leyes, que prohíben que aun voluntariamente puedan llevar cargas sobre sus hombros, padecimientos que, unidos al mal trato que les es consiguiente, ocasionan que de las cuatro partes de indios que salen de la mita, rara vez regresen a sus patrias las tres enteras” (tesis doctoral, año 1801).

“El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal."
“Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce, lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte, mudar de tiranos, sin destruir la tiranía”

Mariano Moreno


Compartido por Kiki Cacho

miércoles, 24 de mayo de 2017

Pensando el 25 de Mayo


“Sin alterar los discursos americanistas no se podía justificar el genocidio indígena”.

El genocidio indígena está a lo largo de toda la historia colonial, pero el Estado argentino, entre los años 1879 y 1880, en la llamada Campaña del Desierto de Roca ejecuta un genocidio físico y cultural con un plan sistemático: negación de identidad, secuestros, apropiación de personas. El exterminio de esas poblaciones como tales era el gran objetivo. En muchos casos, esos pueblos continuaron en estado de sometimiento con intervenciones violentas, vinculadas con la explotación como mano de obra o a la represión ante la resistencia. Lo mismo ocurrió en la Campaña del Chaco, que empezó cuatro años después que la de la Patagonia, a cargo del general Benjamín Victorica. Allí, además de toda la lógica utilizada en el sur, se puso el acento en el sometimiento físico para así garantizar trabajadores para los obrajes e ingenios de las grandes empresas.

Esos genocidios son resignificados en la historia como una expansión de la civilización frente al mundo salvaje.
Lo interesante es que, décadas antes, la fracción de los americanistas de Mayo compuesta por Mariano Moreno, Juan José Castelli, Bernardo Monteagudo, Manuel Belgrano y José de San Martín tenía una posición frente a la cuestión indígena que planteaba la igualdad absoluta de todos ante la ley. Tomaron las ideas de la revolución francesa, las llevaron a la realidad americana y la hicieron extensiva a la población negra, indígena y criolla.

Monteagudo, Moreno y Castelli eran abogados que estudiaron en la Universidad de Chuquisaca (actual territorio de Sucre, Bolivia) y allí recibieron la memoria oral de la rebelión de Túpac Amaru II (Gabriel Condorcanqui), de 1780. Y como abogados defendían causas indígenas contra la explotación de esos pueblos en las minas. Ellos tenían un proyecto común. Por ejemplo, Monteagudo es una figura dejada de lado, que tiene una trascendencia enorme en este sentido. Entre otras acciones, redacta la proclama de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809, donde la reivindicación de la libertad para el indígena es central, y junto a Castelli, en la campaña del Alto Perú, realizaron la proclama de Tiahuanaco, que eliminaba toda forma de servidumbre de los indígenas. Monteagudo tiene un paralelismo bastante fuerte con la figura del Che. Fue un tipo que estuvo en todos los movimientos revolucionarios, con un papel activísimo para concretar este ideario americanista.

Aunque fue un largo proceso, el recorte de estos discursos, resignificados en términos donde se vuelven inocuos, toma fuerza cuando se comienza a reescribir oficialmente la historia por la Generación del Ochenta. En 1882 es citado el primer Congreso Pedagógico Nacional por el gobierno de Roca. Allí se establecen los planes de estudio que apuntan a una población inmigrante, recién llegada y sin memoria. Reciben un relato histórico que justifica el nuevo modelo de país. Eso se enmarca en un operativo cultural, que también incluye a la literatura, la plástica, la ciencia. Es decir, sin alterar los discursos americanistas no se podía justificar el genocidio indígena.

Por ejemplo entre 1884 y 1887, Estanislao Zeballos escribe su famosa trilogía donde da una versión de las costumbres de “los salvajes” cargada de valoraciones negativas, que contribuyen a justificar que hayan sido desplazados. En los mismos años, José Hernández escribe el Martín Fierro, que más allá de los méritos literarios, hace circular como ideología un profundo desprecio del indígena e incluso de alguna manera celebra que sea aniquilado. Es interesante la difusión del libro, que según algunos estudios, para fines de los ’80 había vendido 50.000 ejemplares en un país de poco más de dos millones de habitantes. También, Angel Della Valle, pintor de La Vuelta del Malón, presenta desde la plástica una imagen del indígena como un ser feroz y oscuro. Ese tipo de pinturas se incorporan a los libros de texto y trabajan sobre ese nuevo discurso.

La generación del ochenta piensa un país, lo delinea y pone en juego todo. Es un modelo de pensamiento estratégico, que claramente estableció una visión hegemónica. Entonces la tarea nuestra es absolutamente contrahegemónica. Hace falta deconstruir todo este proceso que nos llevó hasta aquí, para empezar a entenderlo de nuevo.
Hay que comprender que aquellos revolucionarios de Mayo reconocían en Túpac Amauru II al verdadero referente de la revolución americana, quien además tuvo un programa económico y social. Por eso es que Belgrano propuso en el Congreso de Tucumán una forma de monarquía constitucional que retome la tradición de los incas y que tenga a un descendiente indígena a cargo del gobierno del Río de La Plata. Eso fue desdibujado en nuestra historia, pintado como un arranque de locura de Belgrano. Lo que se perdió entonces fue un proyecto político contrapuesto al que triunfó.

Ignorar a Belgrano no era posible. Pero las relaciones de poder que se establecen después de 1880 chocan con su discurso. Eran indigeribles las ideas de libertad, igualdad y fraternidad entre criollos e indígenas al lado de Sarmiento, vocero del positivismo, que consideraba que estos habitantes originarios de América eran animales bípedos. Fue una dura tarea la de recortar, y se llevó a cabo con delicadeza, manteniendo los nombres y citando los hechos, pero deformándolos. Este relato fue entregado a los inmigrantes que poblaron la Argentina. Y mientras éstos recibieron una historia del nuevo lugar, los indígenas ya contaban con una memoria de esta tierra. Esa memoria es la que se buscó silenciar mediante el genocidio.

Desde el debate ideológico, volver a poner en escena a los revolucionarios de Mayo, después de 200 años, no estaría nada mal. Pero sobre todo, sería valioso que los propios pueblos indígenas puedan reconectar su pasado con las luchas de aquella generación, culturalmente desaparecida, que peleaba junto a ellos. Es una relación que fue cortada. Ese ideario americanista es parte de la historia de los pueblos originarios que habitan el actual territorio argentino.

Escrito por Marcelino Fontán, antropólogo, profesor titular en la maestría en Antropología Social de Flacso y docente de la cátedra de Salud y Derechos Humanos (Medicina-UBA)



miércoles, 25 de mayo de 2016

El Mayo de nuestros paisanos los indios


Escribe: Carlos Martinez Sarasola

Más allá de las reflexiones que podamos hacer sobre la “Revolución de Mayo” es indudable que ese crucial momento histórico también tuvo muchas implicancias para nuestros pueblos originarios

Lo que nuestra historiografía ha dado en llamar la Revolución de Mayo, fue el momento previo a la Independencia definitiva de la Corona española. El modelo de país no estaba aún resuelto, a al menos aquel modelo que casi un siglo después se impondría, con la “generación del ochenta” como ideóloga, sellando entre otras cuestiones la suerte de las comunidades indígenas de las llanuras que aún permanecían libres.

Fue un momento de transición en que todo pudo ser posible. Tal vez por eso acaecieron una serie de sucesos en donde los indígenas fueron activos protagonistas. Es que la Revolución no ocurrió exclusivamente en aquellas jornadas de 1810. Antes y especialmente después de esa fecha la ola de transformaciones continuó: los últimos enfrentamientos contra el español; la culminación del proceso independentista en estas tierras y el resto del continente; las luchas intestinas. La Revolución fue también el proceso de una sociedad colonial que se desprendió de su antiguo dominador, comenzando a construir su nueva y definitiva identidad.

También es la época de la irrupción en la escena social de otros grupos étnicos marginados como los afrodescendientes y los gauchos, que pugnan en el primer caso, por su liberación como personas y en el segundo, por el sostenimiento de sus valores y formas de vida tradicionales, aprovechando cierto espacio abierto después de su histórico sometimiento. En otras palabras: el movimiento de Mayo tuvo consecuencias para los pueblos indígenas y algunos de los hechos que en aquella etapa sucedieron sugieren la posibilidad de un camino diferente al que más tarde finalmente sucedió.

Los "pampas" contra "los colorados": un acontecimiento en las vísperas
Cuatro años antes de 1810, el imperio inglés intentó hacer pie en esta parte del mundo. Mil quinientos soldados desembarcaron en Quilmes y emprendieron la marcha hacia Buenos Aires con el objetivo de tomarla. No sabían que estaban siendo vigilados por decenas de escrutadores ojos. Grupos de tehuelches y "pampas" debidamente ocultos vigilaron los movimientos de los recién desembarcados y los siguieron a distancia, hasta que pudieron confirmar sus intenciones. Las casacas de los invasores brillaban al sol. Fue así que los llamaron "los Colorados".

Los ingleses tomaron rápidamente a Buenos Aires, pero no lograron consolidar la posición y tan solo dos meses después la población local desalojó a los atacantes. El Cabildo, convertido en el nuevo centro del poder desde la huida del virrey, sesionaba continuamente. Y fue esta institución la que mantuvo durante todo el período de la ocupación inglesa una singular relación con los indios de la actual provincia de Buenos Aires, que ofrecieron su apoyo a la gente de la ciudad. Las Actas de esos años asi lo atestiguan.

Poco después sobrevino un segundo y más poderoso desembarco inglés, que también fue rechazado, siempre con el ofrecimiento de los indígenas de aliarse a los defensores de la ciudad. Las comunidades originarias intentaron participar en la batalla contra los invasores, aunque los temores, la distancia cultural, la desconfianza y quizás el desprecio por los hijos de la tierra pudieron más. Es probable que incluso la idea misma de tener a centenares de guerreros indígenas dando vueltas a caballo por Buenos Aires, hizo optar a los cabildantes por la no aceptación de los ofrecimientos.

Lo cierto es que la posibilidad de contar con ese apoyo existió. No tantos años después, esta situación hubiera sido impensable, enfrascado el país naciente en una guerra abierta contra los pueblos de las llanuras e incapaz de pensar en las posibles vías de integración con ellos. Este instante de las vísperas dejó asi un mensaje: indios, criollos y afrodescendientes estuvieron juntos frente a un agresor común. Una ráfaga de la historia los encontraba del mismo lado.

La fiebre indigenista
En los años inmediatamente posteriores a la Revolución de 1810, se sucedieron un conjunto de decretos, leyes, oficios y disposiciones varias dirigidas a tratar de reparar la situación integral de las comunidades indígenas. Se procuraba borrar la imagen dejada por la conquista hispánica y atraer al mismo tiempo a esos pueblos a la causa revolucionaria.

Los antecedentes de la participación indígena durante las invasiones inglesas; el "servicio militar" que cumplían algunos indios de la ciudad en los cuerpos de "pardos y mulatos" y la proximidad efectiva y pacífica de muchos grupos aborígenes en la periferia de la ciudad alentaron la idea de un interés común entre ambas partes, más aun teniendo en cuenta la nueva situación creada de una virtual independencia del poder español.

En la petición del 25 de Mayo que llevaba más de cien firmas y por la cual se constituyó el Primer Gobierno Patrio figuran dos caciques. Poco después, el 8 de junio la Junta convocó a los oficiales indígenas que estaban desde hacía tiempo incorporados a los cuerpos de pardos y mulatos. Reunidos ante el secretario Mariano Moreno escucharon la Orden del Día, que disponía su igualdad jurídica, sumándolos a los regimientos de criollos, sin diferencia alguna y con igual opción a los ascensos. Esta disposición se hizo extensiva después al resto de las provincias.

Moreno fue un personaje clave en estos primeros momentos del proceso revolucionario. Había obtenido su doctorado en Chuquisaca, con una tesis sobre el servicio personal de los indios en el que hacía una vigorosa denuncia de los maltratos de que eran objeto las poblaciones originarias. Seguía los pasos del fiscal de la Audiencia de Charcas, Victorián de Villava, un defensor de los derechos de los pueblos indígenas, y se encontraba influenciado también por las ideologías emancipadoras, como la rebelión de Tupac Amaru, una insurrección que poco antes había marcado a fuego la historia de la resistencia indígena en América.


Otro personaje trascendente de esta etapa fue Manuel Belgrano quién tuvo la tarea de legislar para las comunidades guaraníes que pertenecían al régimen jesuita, estableciendo que sus habitantes eran libres e iguales "a los que hemos tenido la gloria de nacer en el suelo de América", al mismo tiempo que los habilitaba para todos los empleos civiles, políticos, militares y eclesiásticos. En 1811 una nueva orden de la Primera Junta dispone que cada intendencia designe representantes indígenas.

Conmemorando el primer aniversario de la Revolución, Juan José Castelli, quién participaba junto a Moreno y Belgrano de un pensamiento político de avanzada, tributa un homenaje a los incas en el centro sagrado de Tiwanaku, Bolivia, proclamando la unión fraternal con los indios.

Por esos días, Feliciano Chiclana, presidente del Triunvirato recibió al cacique general tehuelche Quintelau y a sus numerosos acompañantes. En la oportunidad Chiclana pronunció un discurso en el que puso de manifiesto la unidad con los indígenas, elogiándolos y considerándolos "amigos, compatriotas y hermanos", aludiendo a la necesidad de constituir con ellos una solo familia.

Una medida fundamental de esa época fue la supresión del tributo, "signo de la Conquista" y símbolo del sometimiento indígena. Con fecha 1 de septiembre de 1811 la Junta sancionó el famoso decreto, en el que se definió a los indígenas "estos nuestros hermanos, que son ciertamente los hijos primogénitos de América" El decreto de extinción del tributo fue sancionado por la Asamblea General del año 1813 que además procede a la abolición de la mita, la encomienda, el yanaconazgo y todo servicio personal, declarando que los indígenas son hombres libres e iguales a todos los demás ciudadanos. Se ordenó además que el documento se publicara y se traduzca "al efecto fielmente en los idiomas guaraní, quechua y aymará para la común inteligencia".

Salinas Grandes y la expedición del coronel García
Hacia 1770 los virreyes habían tomado conocimiento de la existencia del rico yacimiento de Salinas Grandes (actual provincia de La Pampa) y organizaron desde entonces expediciones anuales, para lo cual debían solicitar de los caciques el permiso para ingresar a sus territorios.

El gobierno revolucionario de 1810 no desconoció la importancia de las Salinas y con el fin de incentivar su explotación, encomendó al coronel Pedro García la preparación de una expedición de reconocimiento. También tenía como objetivo el buscar aliados entre los indígenas que permitieran al nuevo gobierno tranquilizar la frontera y fomentar su poblamiento. García no imaginaba por entonces que con esa misión iniciaría un camino personal sembrado por numerosos encuentros con las comunidades indígenas, que lo llevaría a convertirse para muchos caciques en uno de los pocos interlocutores válidos entre los "cristianos". Era español de nacimiento, pero se había formado en América luchando contra los ingleses en las invasiones de 1806 y 1807 para luego continuar actuando en las filas de la Revolución.

La expedición de García abrió el camino a las posteriores medidas del gobierno vinculadas con la exportación de carnes saladas, y también introdujo en el territorio indígena una profunda cuña de penetración, sustentada en ese entonces por algunos de sus protagonistas en el diálogo, pero utilizada más tarde por otros para la guerra contra los pueblos de las pampas.

La construcción de una sociedad “con” los pueblos indígenas
La tendencia de aquellos momentos históricos fue más que interesante, más allá de que toda esta "fiebre indigenista" constituyó no pocas veces una "declaración de principios". Muchos de los ideólogos de la Revolución señalaron un camino, una posibilidad cierta de construir una sociedad en la cual las diferencias fueran respetadas.

Si bien es cierto que estas políticas estaban dirigidas fundamentalmente hacia aquellas comunidades ya incorporadas y/o sometidas, o hacia las que como las del Alto Perú, todavía prestaban servicios a los españoles, los patriotas nunca descartaron intensificar el vínculo amistoso con los “rebeldes” tehuelches, mapuches, ranküllche y guaikurúes. Estos no encajaban del todo en los planes del proceso revolucionario, y hacían que las fronteras de Chaco, Pampa y Patagonia siguieran inestables y peligrosas con la inquietante presencia de los "territorios libres indígenas" en Tierra Adentro.

Varias experiencias de la época nos hablan de esos intentos de acercamiento. Fue lo que sucedió con San Martin en Cuyo mientras preparaba el Ejército de los Andes. Su política y hechos concretos dejaron bien en claro sus aspiraciones de construir un país que incluyera a los indígenas, de los que se sintió un hermano cuando los llamó con su ya célebre “nuestros paisanos los indios". Muchos de aquellos patriotas impulsaron en 1816 los principales contenidos de las proclamas de la Independencia y a instancias de algunos las Actas fueron traducidas a las lenguas quichua, aymará y guaraní, para ser posteriormente distribuidas en las comunidades indígenas.

En esta línea de acción podríamos sumar los nombres de Dorrego, Artigas, Güemes o al mismo Rosas de la mayor parte de su actuación política, por mencionar sólo algunos de los revolucionarios que insistimos, pensaron una Argentina con los pueblos originarios.

Este singular tiempo y espacio del "Mayo indígena" fue el que confluyó con otro tiempo y espacio: el de la frontera, que por entonces desvelaba a unos y otros: los dos ámbitos fueron de transición, abiertos a distintas posibilidades; con varios caminos posibles por delante. Y esas arenas de las confluencias fueron desandadas no solo por aquellos patriotas sino también por los propios pueblos originarios, que sin renunciar a sus identidades y sus tradiciones, casi siempre apostaron a participar de la nueva sociedad en gestación. Una sociedad que imaginaron juntos, cuando la Argentina aún no era un país.

Por: ElOrejiverde

Fuentes:
 -Martínez Sarasola, Carlos. 2013 [1992] Nuestros Paisanos los Indios. Vida, historia y destino de las comunidades indígenas en la Argentina. Del Nuevo Extremo, Bs As


-2006. El Mayo Indígena. En: ¡Libertad, Muera el Tirano !. El camino a la independencia en América.; pp 51-69. Ediciones Madres de Plaza de Mayo, Bs As
Publicado el 23 de Mayo de 2.016

domingo, 15 de mayo de 2011

Los Guaraníes y la Revolución de Mayo


El 8 de Julio de 1.810 fue un día histórico para el suelo misionero. Ese día en el Cabildo de Candelaria se reconoció al gobierno criollo elegido el 25 de Mayo en Buenos Aires. Asistieron caciques de los ocho pueblos. “No es un hecho casual; los misioneros eran pueblo originario” según la expresión del historiador Alejandro Larguía.

Los sucesos que se celebran
Apenas había transcurrido un mes y medio de la sesión del Cabildo en Buenos Aires del 25 de mayo - que inauguraba la instancia de liberación de la corona española - cuando Misiones unía sus votos a la Primera Junta que presidía Cornelio Saavedra.
Se reunieron en la sala capitular del Cabildo de Candelaria los caciques principales de Santa Ana, Loreto, San Ignacio, Corpus, Jesús, Trinidad e Itapúa, junto con otros vecinos y autoridades, todos citados por bando del 25 de junio.
El subdelegado leyó en voz alta la copia del oficio de la Junta de la Capital inserta en el oficio del gobernador interino de entonces, Tomás de Rocamora.
Una vez conocida por los que entendían el castellano, la copia fue leída en guaraní por el intérprete Antonio Morales.
Finalizada esa doble lectura, el vecindario congregado reconoció la autoridad de la Primera Junta.
Se celebró inmediatamente una misa de gracias en la Iglesia Parroquial a cargo del vicario Jacinto Núñez y el Tedéum. 

Contexto post-mayo
Pese a que se había constituido la Primera Junta de Gobierno, estaba claro que los españoles no iban a darse fácilmente por vencidos frente a aquel grupo de insurrectos; el propio ex-virrey Cisneros intentó lograr apoyo de Montevideo, pero terminó arrestado y enviado a España.
El haber derrocado al virrey y a la junta que en principio se había formado para representarlo, reemplazándolos por la Primera Junta fue sin embargo un acontecimiento escandaloso para muchos, y por lo tanto las primeras reacciones en el virreinato ante lo sucedido no fueron las mejores. En Córdoba se armó una contrarrevolución, presidida por Liniers; Mendoza tuvo algunas reticencias en aceptar a la nueva Junta; en Salta hubo muchas discusiones; y la resistencia fue activa en el Alto Perú, Paraguay y Montevideo.
La Argentina era muy distinta a lo que hoy es y los principales centros estaban ubicados como se ve, en Córdoba, Paraguay y el Alto Perú.
Una de las primeras medidas de la Junta fue anoticiar de los sucesos e invitar a todas las provincias a participar del primer gobierno propio, y para lograr apoyos envió a Juan José Castelli al Alto Perú y a Manuel Belgrano al Paraguay.
En Córdoba, Santiago de Liniers (ex virrey y héroe de la resistencia frente a los ingleses) se levantó contra el poder de la Junta, pero la rebelión fue sofocada por las fuerzas patriotas al mando de Francisco Ortiz de Ocampo. Juan José Castelli se encargaría de llevar a cabo su fusilamiento.
Mientras que en su trayecto al Paraguay, Belgrano tuvo algunas victorias iniciales, pero fue derrotado en Paraguarí y Tacuarí. En consecuencia, los paraguayos formaron un gobierno propio en Asunción y el Paraguay dejó de formar parte definitivamente de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Por su parte, Castelli triunfó en las batallas de Suipacha (que según algunos historiadores, no duró más de 30 minutos) y Cotagaita, dando comienzo a la Guerra de la Independencia, que allanaría el camino hacia la declaración de nuestra Independencia el 9 de julio de 1816.


“El ser americano”, por Larguía
El historiador misionero Alejandro Larguía fundamenta la actitud, primera entre todas, de los cabildantes misioneros:
“Advertimos en 1810 una confrontación claramente definida entre los españoles americanos y los europeos la cual refleja el espíritu de revancha contra estos por parte de los principales dirigentes revolucionarios como fueron Castelli, French, Moreno desde que tuvieron el poder de la fuerza armada.
“Esto viene a cuento de los sucesos de 1810 en Misiones, provincia que junto a la del Paraguay gobernaba el General español peninsular Bernardo de Velasco.
“Este rechazó el pronunciamiento de la Junta que había depuesto al Virrey Cisneros. Diferente fue la actitud de su subordinado el Coronel americano Tomás de Rocamora, que desde la sede del Departamento de Yapeyú adhirió a la autoridad de la Junta siendo designado gobernador propietario de la provincia de Misiones. O al menos de la parte de esta que excluyendo del departamento de Santiago quedaba en su jurisdicción.
“Rocamora remitió oficios a Candelaria para que los cabildos se reunieran a considerar la cuestión del pronunciamiento de la Junta.
“La reunión se verificó el día 8 de julio y todos los representantes, capitulares de los ocho pueblos del departamento de Candelaria aprobaron la adhesión al pronunciamiento después de serles leído en guaraní que era su lengua.
“La primer provincia que adhirió al proceso independentista iniciado en Mayo de 1810 fue la de Misiones. Y lo hizo en asamblea convocada al efecto en la que libremente los representantes se manifestaron. Y no por casualidad sino por causalidad todos ellos eran americanos. Del tipo más genuino posible de la americanidad, eran pueblo originario, prácticamente sin mezclas todavía con otras sangres con las que hoy, dos siglos después están amalgamados.”

Los firmantes del acta histórica
Francisco Martínez de Lobato, José Jacinto Núñez, Manuel Hidalgo, Bartolomé Coronil, Rafael Díaz de los Ríos, Luis Chivé, Francisco Cambiró, José Pancia, Fuctuoso Bera Potí, Benedicto Yué, Valeriano Mbacay, Cristano Chiyú, Mariano Arendá, Francisco Taberacuá, Ignacio Abañerú, Fulgencio Yaparí, Pedro Yarupá, Gregori Cariyú, Juan Ángel Yrarobí, Fabián Arauarí, José Ñandubay, José Añegará, Eusebio Guirapepó, Antonio Morales, Domingo Pereyra.

Fuente: Diario “El Territorio” – Posadas del 8 de Julio de 2.010