Escribe Georgina García Sainz
En nuestra mitología el jaguar es un dios fuerte, inteligente y
poderoso; encarna la belleza y la ferocidad, los dos polos opuestos. Es el
padre que da origen al cruzarse con una mujer a nuestras razas mesoamericanas.
El dios jaguar está vivo. Los ritos lo hacen resurgir del ámbito
cosmogónico y del inframundo. Salen en Oaxaca, en los valles, la sierra o la
costa; en Chiapas, en la selva lacandona, en los Altos o en el Soconusco.
Las máscaras que los personifican son magníficas piezas, la mayoría
talladas en madera, policromadas con incrustaciones de dientes, piel, cerdas o
espejos, según el estilo estético tradicional de la región. Otras
representaciones son las estatuas en cerámica de Amatenango, Chiapas; las
recamadas de chaquira de los huicholes de la Sierra del Nayar; los pintados o
los bordados en textiles.
Pero, donde más se enseñorea este dios jaguar es en el actual
estado de Guerrero. Aparecen en Chichihualco, en las misteriosas danzas que ahí
se realizan. Son de admirar la máscara laqueada de Olinalá, los cascos tallados
magistralmente en Teloloapan -donde están plasmados varios personajes, como en
el teatro griego- y no se diga las danzas del jaguar de Chilapa. El jaguar, el
bien y el mal, por ejemplo, son representados por un solo actor.
En la Montaña de Guerrero hay un pueblo pequeño y aislado que se
llama Zitlala. Los primeros días de mayo salen los jaguares en un rito
impresionante. Hay unos riscos cercanos con cuevas, que son templos de
veneración, en las que se ven pinturas rupestres, probablemente de origen
olmeca, la más antigua ele nuestras culturas. Ahí está la imagen del dios
jaguar haciendo el amor con una mujer.
El rito empieza en la noche. Suben al pico más alto, con hachones
encendidos, a celebrar una ceremonia que nunca ha sido presenciada por
extraños, donde curiosamente, desde tiempos prehispánicos, comulgan con
tortillas y mezcal como alimentos divinos. A la mañana siguiente bajan por
delante las mujeres con sus músicos, bailando. Van ataviadas con sus vistosos
trajes: una amplia falda con cenefas horizontales -bordadas en brillantes
colores con animales y plantas de la región-, un huipil blanco, también
bordado, y las casadas con un collar de ámbar brincándole en el pecho.
Por otro lado, en un recodo del río, casi seco pues es de estiaje,
van apareciendo los jaguares. Surgen chapoteando o bajan brincando de las
laderas de las montañas. Portan un casco hecho de tiras de cuero con ojos
saltones en tubos, cerrados con espejos que encandilan con la luz del brillante
Sol y fauces rugientes con colmillos de jabalí. Van rodeados de seres del
inframundo y sus máscaras humanas llevan adheridos animales que habitan en las
cuevas de la noche: murciélagos, serpientes o alacranes venenosos; portan un
gran sombrero de petate y un traje de costal. Luego desaparecen y quedan los
jaguares. Se van juntando, rugiendo, en una gran rueda. En el centro está un
anciano chamán que dirige la lucha. Salen dos al centro blandiendo un fuete
cuyas puntas tienen piedras. Saltan los felinos, se atacan bramando hasta dejar
al rival en el suelo, derrotado. Viene otro y otro hasta quedar el que no ha
caído, victorioso. Éste será el que reinará. Su poblado, al que representa,
tendrá todo el año la primacía. Entonces regresan los seres del inframundo,
rodeando a su jaguar; algunos heridos desaparecen en la maleza. Han pasado
horas bajo un Sol pesado y seco. Cae la tarde y con ella ¡la primera lluvia ele
la temporada! Llegan al centro del pueblo los jaguares rodeados de su corte
abominable y bailan juntos con hombres, mujeres y niños, alzando los brazos y
empapados con el agua fresca que cae del cielo.
Georgina García Sáinz. Investigadora del arte popular mexicano.
García Sáinz, Georgina, “El jaguar, dios y origen de nuestra raza
indígena”, Arqueología Mexicana núm. 72, pp. 17.
http://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/el-jaguar-dios-y-origen-de-nuestra-raza-indigena
Izquierda: máscara de madera de colorín. Guerrero. Centro: figura de danzante disfrazado de jaguar para la danza del tecuani. Chilapa, Guerrero. Derecha: máscara de madera laqueada. Olinalá, Guerrero. Colección particular. Fotos. Ignacio Urquiza, M.A.P. / Raíces
Fuente
Mancomunidad de la America India Solar
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