Se dejan ver al amanecer, llevan a flor
de piel los sueños. Nadie los mira pero
todos saben que existen en algún lugar.
Llevan un traje color de humo, cenizas
heredadas de un pasado de niebla, una
alegría a prueba de la indiferencia y todas
las voces del silencio cantando en su voz.
Juegan a ser invisibles, a llenar espacios
entre el olvido y el desamparo, son material
de estadística y siempre miran a los ojos.
Yo los miro y ellos me miran, como
reconociéndome, como sabiéndome uno
de ellos y que fue un día un cazador
de sueños y fantasías.
–Han cambiado, dicen
y vuelven a su universo de cosas de colores
o al brillo opaco de la luna en un charco.
No es fácil reconocerlos. De mañana una imitan ligeramente la voz de un pájaro entre
las hojas, no es fácil distinguir entre el ave
y ellos, saben camuflar muy bien su existencia.
Andan solos o en bandada.
Llevan un mundo
en sus manos que ahora, en este lugar
de la realidad, se tienden a nosotros para
pedir ayuda.
Cristhian Espinoza y libris
Fotografía: Niño en Tekoa Jasy Pora por Alina Valeria
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