A veces olvidamos que la libertad no es un lujo: es un derecho.
Las aves no nacieron para decorar jaulas ni para entretener a nadie. Nacieron para sentir el viento, elegir su rumbo y vivir sus propios ciclos.
La selva es su casa, su refugio, su escuela… y también su familia.
Si de verdad amamos a los animales, aprendamos a admirarlos sin poseerlos.
La naturaleza no nos pide aplausos, nos pide respeto.
Que nunca se nos olvide: ningún hogar humano puede reemplazar la libertad.

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