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Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

domingo, 26 de noviembre de 2017

25 de Noviembre de 1886 - La primera masacre del Estado argentino a los nativos fueguinos


Escrito por Bernardo Veksler

Se produjo el 25 de noviembre de 1886. Si bien las incursiones de exploradores, aventureros, buscadores de oro y estancieros fueron dejando innumerables víctimas entre los nativos fueguinos, la matanza consumada este día alcanzó relevancia por ser la primera llevada a cabo por militares argentinos y por los testimonios que quedaron del injustificado derramamiento de sangre. También, dejó evidenciado el desprecio por los pueblos originarios que imperaba entre los que patrocinaron la “Conquista del Desierto”.

Como parte del frenesí instalado entre los gobernantes y la aristocracia porteña por ocupar los “desiertos” territorios de los pueblos originarios, el general Julio Argentino Roca designó al capitán Ramón Lista como jefe de la Expedición Exploradora de la Tierra del Fuego.

Cinco años antes, se había firmado un tratado con Chile que delimitaba a grandes rasgos la frontera entre ambos estados. Así, cada país se quedó con una porción de la isla Grande de Tierra del Fuego.

Detención masiva de nativos que fueron concentrados en Ushuaia

En 1884, la expedición comandada por el comodoro Augusto Lasserre había instalado el “Faro del Fin del Mundo” en la isla de los Estados y la subprefectura fundacional de Ushuaia.

Lista partió de Buenos Aires, en el transporte “Villarino”, el 31 de octubre de 1886. El contingente estaba integrado por 25 militares, el médico Polidoro Segers y el salesiano José Fagnano.

El 24 de noviembre, el navío arribó a la bahía de San Sebastián y los militares se aprestaron para el desembarco.
En la mañana siguiente, Lista y su gente se dispusieron a explorar la región. En medio de la recorrida encontraron a un grupo de selk´nam y, sin muchas razones, intentaron tomarlo prisionero. Ante la resistencia de los fueguinos, el militar ordenó entonces a sus hombres abrir fuego y se desató la matanza.

El propio Lista, en un texto escrito dos días después, informó al presidente Miguel Juárez Celman de su “victorioso” operativo para despejar un potrero en San Sebastián: “después de un ligero tiroteo, el matorral fue desalojado quedando en nuestro poder algunos prisioneros, mujeres en su mayor parte”.

En su libro Viaje al país de los onas relató que "después de algunas descargas de carabinas, el matorral quedo a nuestro poder, y sobre las zarzas veintiocho muertos, entre ellos un ona atlético, el jefe…” (Lista).

Después del desigual combate regresó “al campamento general con los prisioneros tomados de los cuales envío nueve a Buenos Aires en el transporte “Villarino” para ser entregados a quien corresponda”.

Pero hubo otras versiones de los hechos: “El comandante Supr dijo airado, que era una barbarie lo que hacen con los fueguinos. Embarcó a dos criaturas en pañales a las que le mataron la madre, ocho chicos, cinco mujeres heridas y varios hombres, algunos heridos otros no. Aseguran personas dignas de fe que los indios se acercaron al personal de la expedición sin aires de enemistad (…) A balazos primero y luego a sablazos mataron a muchos: 14 hombres fueron hallados muertos, otros habrán muerto en el bosque donde huyeron. Mujeres y niños tienen heridas, quien en la cabeza, quien en el pecho. Fue una masacre que no se sabe explicar y menos cohonestar…” (Enrique Inda. El exterminio de los onas).

Comandos armados de los estancieros

Los salesianos tomaron distancia de la masacre y relataron que Fagnano se enfrentó con Lista y le recriminó su conducta criminal, la respuesta del capitán fue amenazarlo con hacerlo fusilar.

A partir del testimonio del doctor Segers se pudo saber que “cuando pisaron tierra firme en San Sebastián, y los 25 hombres de Lista y del capitán Marzano hicieron fuego sobre los onas, dejando sobre la tierra fueguina 28 cadáveres, el sacerdote y el médico se levantaron, coléricos, en nombre de la justicia y de la humanidad” (Inda).

No fue la única matanza consumada por esta expedición. El 11 de diciembre, en el cabo Peñas se repitió la historia: “Tomáronse algunos prisioneros (mujeres y niños), quedando sobre las piedras dos indios muertos…”.

Segers dejó su testimonio: “En fin, acribillado por las balas cayó el valiente y por conmiseración fue ultimado con un tiro de revólver en el oído derecho. El reverendo Padre Fagnano, -capellán de la expedición-, y yo, nos hemos hecho cargo de las criaturas abandonadas y mientras seguía el tiroteo no podíamos menos que protestar indignados contra este acto de crueldad que pasaba a nuestra vista sin que pudiéramos impedirlo”.

Lista, luego de esta expedición, fue designado gobernador de Santa Cruz, donde mantuvo concubinatos y tuvo varios hijos con mujeres tehuelches.

Con el paso de los años, la culpa del ocupante blanco por el exterminio de los nativos fueguinos se fue haciendo visible y los legisladores determinaron que todos los 25 de noviembre se conmemore el “Día del Aborigen Fueguino”.

Forasteros masacradores

Las incursiones de los “civilizados” occidentales no aportaron muchos rasgos humanitarios a los seres humanos que vivían en el archipiélago fueguino, desde hacía unos diez mil años.

Cuatro etnias lo habitaban. Los nómades terrestres eran los selk´nam, en el centro y norte de la isla, y los haush, en el extremo sudeste. Los nómades canoeros eran los yámana, quienes habitaban las costas del Beagle y el espacio insular hasta el cabo de Hornos, y los alacaluf, que prosperaban en las costas del Pacífico austral.

Desde “los primeros viajeros, los buscadores de oro, los cazadores de ballenas y lobos marinos: todos ellos causaron grandes depredaciones, los primeros asesinatos e instauraron la costumbre de tomar prisioneras para convertirlas en sus mujeres”.

Los estancieros “organizaron escuadrillas de cazadores de indios y se pagaba por cabeza, por pares de orejas, testículos o mamas. Emplearon varios métodos de matanza como persecución directa, acecho con Winchester y perros adiestrados, envenenamiento de ballenas varadas (para los nativos era una fiesta social y gastronómica) e inclusive organización de festines con comida envenenada”.

Los gobiernos, argentino y chileno, “en su apoyo al reclamo de los terratenientes” llevaron “a cabo la verdadera política de genocidio y desaparición de los pueblos nativos”.

Hallazgo de cadáveres de selk´nam encontrados cerca del rio Marazzi, como prueba de las masacres ejecutadas por los grupos de tareas de los estancieros
La mentalidad de las autoridades estaba imbuida de un gran desprecio por los pueblos originarios. El gobernador fueguino Pedro Godoy lo demostró en una carta, del 20 de enero de 1897, dirigida al presidente de la Nación, donde planteó las siguientes soluciones para el “problema” de los nativos:

“Cuatro cosas pueden hacerse:

1ro.) Tomarlos y mantenerlos por cuenta de la nación.

2do.) Exterminarlos por el hambre y la miseria, o por muerte violenta en la lucha con la policía.

3ro.) Dejarlos en libertad de seguir su vida de depredaciones con perjuicio de los intereses de privados.

4to.) Tomarlos y trasladarlos a otro punto.” (Inda, 2005).
Finalmente, las misiones salesianas y anglicanas fueron funcionales al exterminio, los concentraron y les impusieron sus pautas culturales, contribuyendo así a la proliferación de enfermedades que devastaron a los pueblos originarios.

Después de tantas décadas de aniquilación llevada a cabo por los forasteros, los descendientes de los originarios, a través de la labor de la “Comunidad Aborigen Fueguina “Rafaela Ishton”, lograron la constitución de una reserva donde han podido reencontrarse con la historia y cultura de sus ancestros.

Fuentes
La Izquierda Diario – 25 de Noviembre de 2017
Ramón Lista. Viaje al país de los onas.
Enrique Inda. El exterminio de los onas.
Fernando M. Pepe, Patricio Harrison y Miguel Añon Suarez. Fueguinos en el Museo de la Plata.

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