Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

jueves, 20 de septiembre de 2012

La Quimera de El Dorado


En la conquista de América, las expediciones y masacres de Hernán Cortés en México y de Francisco Pizarro en Perú fueron los episodios más conocidos.

Pero, por las mismas fechas, otros conquistadores se lanzaron en rapiña hacia todas las direcciones de continente que acababan de descubrir. Los hubo que se aventuraron hasta América del Norte, en busca de los tesoros de las “Siete Ciudades de Cíbola”.

Pero la expedición de Coronado, que remontó el Colorado, descubrió el Gran Cañón y atravesó la Pradera, no logró los resultados apetecidos en 1540. Las minas de plata descubiertas en las montañas desérticas del norte de México (Zacatecas, 1546) señalaron durante largo tiempo el frente avanzado de la colonización española, que no se adentró en los espacios abiertos de América del Norte.

Un sueño turbaba todos los espíritus: el de El Dorado, el misterioso rey que, según se decía, se ungía el cuerpo con polco de oro antes de bañarse en una laguna sagrada. La crónica El Carnero, de Juan Rodríguez Freyle, relataría que:

“Desnudaban al heredero (…) y lo untaban con una liga pegajosa, y rociaban todo con oro en polvo, de manera que iba todo cubierto de ese metal. Metíanlo en la balsa, en la cual iba parado, y a los pies le ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. Entraban con él en la barca cuatro caciques, los más principales, aderezados de plumería, coronas, brazaletes, chagualas y orejeras de oro, y también desnudos… Hacía el indio dorado su ofrecimiento echando todo el oro y esmeraldas que llevaba a los pies en medio de la laguna, seguíanse luego los demás caciques que le acompañaban.”


El palacio del rey, ubicado entre las montañas de oro, era también de oro macizo. Hubo aventureros que lo buscaron en Venezuela, y luego se adentraron cada vez más en el continente. Se suponía que estaba ubicado en alguna parte de la selva amazónica, entre Ecuador, Perú, Colombia, o Brasil.

Los financieros europeos se vieron involucrados en el prometedor negocio. Los Welser, banqueros de Nuremberg, encargaron a un agente alemán descubrir los fabulosos tesoros, con el fin de cobrarse las deudas de la monarquía española.
En 1539, tres expediciones coincidieron en el lugar que más tarde sería la ciudad de Santa Fe de Bogotá: la de los Wesler de Nuremberg, la que Pizarro había enviado desde el Perú con Francisco de Orellana a la cabeza, y una tercera, llegada de Panamá.


Por supuesto, todo no era más que una quimera, y una no inocente. Junto con las exploraciones en busca de El Dorado se esparcían por el continente americano las nuevas enfermedades que traían los europeos, y los europeos mismos, gérmenes de la destrucción nativa.

Por otra parte, la conquista misma presentaba ya síntomas de agotamiento. Hacia el norte del continente, las principales fuerzas conquistadoras de Portugal y España no se adentraban, y hacia el sur, en la Cordillera de los Andes, luego de haber aniquilado todo a su paso, los españoles se toparon en Chile y Argentina con la resistencia de los araucanos.

Fuente: Blog Gotitas de Historia.

Sus fuentes han sido:
Venard, M.: Los Comienzos del Mundo Moderno, vol. V, Argos.
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