Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

domingo, 31 de agosto de 2025

Lo temporal y lo infinito...


Mente...


APOCALYPTO


En APOCALYPTO, hay una escena breve pero devastadora: los mayas, después de todo el caos, se encuentran frente al mar… y lo ven. Barcos inmensos, con velas que parecen alas blancas, acercándose a la costa.

Imagina lo que significó para ellos. Ningún presagio, ninguna profecía pudo preparar sus ojos para lo que estaban presenciando. Eran viajeros del tiempo sin saberlo: en ese momento contemplaban el fin de su mundo y el inicio de otro que no pedían, ni comprendían.

Lo que para nosotros es historia (la llegada de los conquistadores) para ellos fue el amanecer de lo desconocido. Una civilización entera sintió que su tiempo se rompía. Para nosotros sería el equivalente a ver un platillo volador aterrizar en el estacionamiento de un Aurrerá.

Esa escena no solo muestra barcos. Muestra el eco de una extinción cultural. El fin de los dioses, de los templos, de los rituales y de todo lo que creían conocer de su existencia.

Porque para un maya, ver aquellas velas en el horizonte fue como ver el futuro… y darse cuenta de que nada volvería a ser igual.

Un mundo moría para que otro naciera. 

Gabriela Salas, la científica indígena que llevó el náhuatl a Google.



Gabriela Salas es una científica mexicana de 28 años, originaria de Puerto del Caballo, Hidalgo, un pequeño pueblo de 20 habitantes. Su historia no solo es un ejemplo de dedicación y esfuerzo, también es la muestra de la importancia del derecho a la educación para las mujeres y su necesidad de formarse en carreras científicas. “Es importante que las niñas estudien para que sigan aprendiendo, sigan luchando y sean más libres”, comenta desde Madrid, donde ahora está estudiando un Máster en Ciencia de Datos por la Universidad Politécnica. Hace dos años, Salas fue reconocida a nivel nacional por incorporar el idioma náhuatl, hablado por 1,6 millones de personas en México, al traductor de Google.


La joven científica reivindica la importancia de incluir las lenguas indígenas dentro de las herramientas digitales, un hito que puede cambiar el futuro de las culturas originarias, condenadas a desaparecer a medida que mueren sus hablantes. En su pueblo, por ejemplo, ya solo quedan dos hablantes de náhuatl. Ella y su madre. “Con esta tecnología podemos rescatar nuestra historia”, responde. “Hay un montón de compendios, poemas y recetas de medicina ancestral que existen en otras lenguas y que no conocemos”, agrega. Esas recetas son las que aprendió de sus abuelas y su madre, heredadas de generación en generación de manera oral.


Salas reconoce que ella iba para ginecóloga. En realidad, lo que siempre quiso ser fue partera, “como una de mis abuelas”, dice, pero la vida y los recursos que tenía su familia, le llevaron a estudiar una ingeniería en Tecnologías de la Información en la Universidad Tecnológica de Tula-Tepeji, en Hidalgo. “Ahí me empecé a enamorar de la ciencia”, asegura. Gracias a una beca, continuó sus estudios en Ciudad de México con una maestría en Inteligencia Artificial en la Universidad Abierta y a Distancia de México. “Era de las pocas mujeres de mi clase, que además venía de un contexto rural”, apunta. El apoyo de su familia fue determinante para seguir adelante con su carrera. “Como decía mi papá: el día que termines tus estudios, vas a saber cómo defenderte”, dice.


En 2024, participó en una convocatoria de Google para colaborar en la inclusión de lenguas originarias en el traductor en línea que tiene la empresa. Salas aportó una base de datos que había reunido a lo largo de los años con palabras clave. Su trabajo fue fundamental para que ahora se pueda traducir a esta lengua de manera virtual. Después de aquello, la BBC la nombró una de las 100 mujeres más inspiradoras e influyentes del 2024. También fue reconocida como la primera mujer indígena en áreas de la tecnología por la Organización para las Mujeres en Ciencias de la Unesco.

Consciente de la realidad que tuvo que vivir, Salas ahora lucha para abrir el camino a otras mujeres que vienen detrás de ella y que la ven como un referente. “Quiero que las personas que hablan náhuatl tengan las mismas oportunidades de acceder a la información y comunicarse en el mundo digital”, asegura. Su próximo proyecto es crear un centro de recuperación de lenguas indígenas donde también se pueda rescatar maya, zapoteco, mixteco y lenguas originarias de cualquier lugar del mundo. “Ese es mi sueño”, dice.


Al igual que Gabriela, las niñas y mujeres enfrentan obstáculos en muchas partes de la región que les impiden acceder a la educación y a carreras en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, conocidas como STEM. Solo el 30% de los investigadores en el mundo son mujeres, según la Unesco. En América Latina y el Caribe, esta cifra es aún menor, destacando la urgente necesidad de políticas y programas que promuevan la inclusión de mujeres en estos campos. En México, de los 3,6 millones de empleos relacionados con carreras STEM, solo el 12,9% están ocupados por ellas, según datos del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria.


Entre sus referentes, Gabriela menciona varias veces a la matemática y escritora Ada Lovelace, considerada la primera programadora informática de la historia, o a Grace Hopper, inventora del lenguaje de programación Cobol. “Si ellas hicieron eso, imagina lo que nosotras podemos lograr en el futuro”, dice con entusiasmo. “Las mujeres podemos hacer muchas cosas si queremos, por eso me gustaría ser una inspiración para que las niñas y las mujeres le entren a la tecnología”, afirma.

Fuente
http://www.mirioverde.com/nacional/gabriela-salas-la-cient%C3%ADfica-ind%C3%ADgena-que-llev%C3%B3-el-n%C3%A1huatl-a-google/?fbclid=IwY2xjawMhjL5leHRuA2FlbQIxMQABHvI24y70V77HAUjw1Utdx4Vze6V8mp6AqGTol5R9wkAlygYny75A3bgoiTDJ_aem_QpPuI66soG4OX2T662pKeQ

Gente que Sí - Silvia Ana Casidis



Hay Gente que acaricia a través de una pantalla.
Hay Gente que te deja solo estando al lado tuyo.
Hay Gente que te roza el Alma sin tocarte
Y hay Gente que cuando toca
sólo logra lastimarte
Hay Gente que te dice adiós pero se queda
Y hay Gente que se queda y no acompaña
Hay Gente que es calor durante el frío
Y hay Gente que te deja frío cuando abraza
Hay Gente que le pone alas al silencio
Y hay Gente que es silencio que te daña
Hay Gente que que es canción y música y danza
Y hay Gente que no se inmuta cuando bailas

Es qué hay Gente que puede acariciarte
a través de una pantalla.
Y hay Gente que es siempre pantalla
Apagada.

Maxi Cambiasso

Ser / Autenticidad - Arnau de Tera


El camino inesperado - Sonit Rebecca


"Me he vuelto una amante de la lentitud, la paciencia, el aguante y la visión a largo plazo, ya que estas cosas parecen ser herramientas esenciales para cambiar el mundo o incluso para entenderlo. Y me he vuelto una escritora que busca historias que ejemplifiquen cómo práctica, pues con el tiempo he comprendido que cambiar el relato, desmontar los relatos que nos aprisionan, encontrar relatos adecuados para nuestras realidades, es fundamental para hallar nuestras capacidades y posibilidades. Creo también que existe belleza en la complejidad. En rastrear los largos caminos por los que unas cosas influyen en otras. En contemplar las intrincadas redes de relaciones y de causalidad. En presenciar el poder que tienen la paciencia obstinada y la visión a largo plazo. En reconocer lo frecuente que es que el cambio comience en la periferia, con visión a largo plazo. En reconocer lo frecuente que es que el cambio comience en la periferia, con movimientos y pensadores a los que se había considerado irrelevantes, aunque después, a medida que va avanzando, muchas veces se desplace hacia el centro y concluya su recorrido bajo los focos que alumbran los centros de poder. En ser consciente de lo mucho que la cultura -que, tal como yo lo veo, opera en los sustratos profundos de nuestras visiones colectivas del mundo-influye en los niveles superficiales en los que se desarrolla la política."

sábado, 30 de agosto de 2025

Chachacoma (Senecio nutans)


Historia

La chachacoma es una planta andina que crece en las alturas de la Puna de Jujuy, Bolivia, Chile y Perú, entre los 3.000 y 4.500 msnm. Desde tiempos prehispánicos, los pueblos andinos la recolectaban en las quebradas para tratar problemas respiratorios, dolores musculares y lesiones cutáneas. En relatos etnográficos recogidos en comunidades kollas y aymaras, se la menciona como hierba de “camino” porque los pastores la utilizaban durante largas travesías para curar heridas, raspones y quemaduras provocadas por el sol intenso de altura.

Beneficios medicinales

Cicatrizante natural: aplicada en forma de cataplasma sobre heridas abiertas o quemaduras leves, acelera la regeneración de la piel.

Antiinflamatoria: ayuda a reducir hinchazón en zonas lastimadas.

Analgésica: calma el dolor local en quemaduras o lesiones superficiales.

Desinfectante suave: sus aceites esenciales tienen propiedades antimicrobianas, lo que previene infecciones.
Amalia Vargas

Fuente
Estomba, D., Ladio, A., & Lozada, M. (2006). Medicinal wild plant knowledge and gathering patterns in a Mapuche community from Northwestern Patagonia. Journal of Ethnopharmacology, 103(1), 109–119. https://doi.org/10.1016/j.jep.2005.07.015

Respeto


Fijense niños, Hijos de Maíz...



Fíjense bien niños, guarden este recuerdo de plumas, de oro y orgullo, guarden este recuerdo que habla sin palabras, para que lo vean alguna vez cuando sientan que no pertenecen a ningún lado.
Ustedes son una promesa, el sueño de los que lucharon defendiendo esta tierra, llevan en su interior el mismo rojo de las venas de los que se fueron, respiran el mismo viento, que el color de su piel les recuerde que el sol los ha besado más, como besó la piel de sus abuelos hace 500 años; ustedes son pasado, presente y futuro, hoy semillas, mañana frutos.
Escuchen bien, mis pequeños, chiquitos, piedritas preciosas, que un día será su turno de contarle a sus hijos las palabras de estos viejos, las mismas que me dijeron mis padres y a ellos los suyos:
No agachen su cabeza por pena, como si su cabello negro o sus manitas bronceadas fueran algo que esconder, no vivan arrodillados, no teman, busquen siempre la luz de las teas, el consejo de los maestros y sabios, trabajen, aprendan, sean siempre aprendices y no levanten la cabeza con soberbia ante los que no saben, antes, agradezcan al dueño de cerca y de junto que les ha permitido transmitir su palabra, sepan honrar su momento como maestros como otros honraron el suyo cuando les enseñaron a ustedes, recuerden que los caminos se llenan de piedras ante los soberbios.
Miren una vez más, hijitos, que el camino será largo y cansado, más no por esto vivirán llorando, sino que lo tendrán en cuenta para estar preparados, así lo dispusieron los viejos, para que ustedes honraran su legado, para que los que los vean con extrañeza sepan que ustedes no vivirán agachados que a través de ustedes seguimos en pie, después de quinientos años.
Autor Xiu
Hijos del maíz

Haz aquello que viniste hacer - Arnau de Tera


En Casabindo todavía se respira tradición


Por Kay Pacha / Equipo Pueblos Originarios del SERPAJ - 22 de Agosto de 2025

Y sí, porque a pesar de que la festividad apunta a homenajear a la Virgen de la Asunción, que cada vez hay más turismo, del respetuoso y del otro, que con el tiempo hay cosas que se van desvirtuando, todavía quedan vestigios de la cultura andina ancestral, está la danza de los samilantes y las cuarteadas.





Esto se mezcla con los misachicos y el toreo de la vincha, tan celebrado por toda la gente que el 15 de agosto se congrega en ese pueblo.

Efectivamente, en esta oportunidad se produce un sincretismo (a pesar de que a muchos no le guste la palabra) que es la mezcla de elementos ancestrales con los de la religión católica, que tanta influencia tiene en la zona. Y que si, es cierto fueron realmente una imposición, porque no nos olvidemos que junto con la espada vino la cruz cuando los españoles invadieron estas tierras.

Pero bueno así como en carnavales mucha gente se congrega en los pueblos de la Quebrada de Humahuaca para ver la bajada de los diablos, en esta oportunidad, en esta zona de la Puna también se convoca mucha gente.

Los samilantes son hombres disfrazados con plumas de suri que abren camino para la procesión de la virgen. Se dice que simbolizan la petición de lluvia para la zona, ya que el suri, un ave de la puna, es considerado un anunciante de precipitaciones. Es decir, ellos, con sus atuendos y movimientos acompasados al ritmo de los sikus, representan el llamado a la lluvia para la región, donde escasea y es vital para la vida y la agricultura.

Pero si hay algo que nos simpatiza de esta fiesta popular, es el reencuentro de mucha gente de la región, que no siempre tienen posibilidad de hacerlo. Es cierto que hay mucho turismo hoy en día, que algunos no son tan respetuosos, pero todavía hay muchos rostros y personas originarias que son la mayoría de quienes disfrutan esta convocatoria.

Por otro lado, el toreo de la vincha, donde jóvenes de la zona se disputan las vinchas que los toros, que por supuesto no son tan bravos como los que acostumbramos a ver en las corridas de toros de España por ejemplo, y por eso a ellos no les cuesta mucho arrancarle la vincha de sus cabezas y dejarlas como obsequio a la virgen.

Con sus más y sus menos, estamos seguras que a mucha gente les interesaría poder estar y observar esta importante fiesta popular del mes de agosto. Por eso hoy queremos acercarles el testimonio que un joven comunicador indígena, “Chaski Kuntur” ha hecho desde su perspectiva el relato de esta fiesta, también recabamos testimonios recogidos por El Tribuno de Jujuy.  Entonces, al Chaski y al Tribuno les agradecemos por este interesante material.


viernes, 29 de agosto de 2025

29 de Agosto - Día del Árbol en Argentina




El Día del Árbol en Argentina se celebra el 29 de agosto y fue establecido en 1900 por iniciativa del Dr. Estanislao Zeballos, con el fin de concientizar sobre la importancia de la reforestación, proteger los bosques y fomentar la biodiversidad. Es un día que busca recordar los beneficios de los árboles para el medio ambiente, como la mitigación del cambio climático y la prevención de la desertificación.

Origen de la fecha

1900:
Por iniciativa del Dr. Estanislao Zeballos, el Consejo Nacional de Educación estableció el 29 de agosto como el Día Nacional del Árbol.

Importancia:
La fecha buscó promover la plantación de árboles y la conservación de las superficies arboladas, reconociendo su vital papel en la producción de oxígeno y la lucha contra la erosión.

Por qué se celebra el 29 de agosto

Beneficios de los árboles:
Los árboles transforman el dióxido de carbono en biomasa, evitan la inundación y la erosión del suelo, y son fundamentales para la biodiversidad.

Protección del medio ambiente:
La conmemoración es un llamado a la acción para cuidar los ecosistemas forestales y los bosques nativos, en un contexto de crisis climática.

Fomento de la acción:
Se promueve la participación en actividades de plantación y educación ambiental para asegurar un futuro más saludable para todos.

Sé tu escultor - Plotino


Haz como el escultor de una estatua que debe ser bella; quita lo superfluo, endereza lo oblicuo, limpia lo que es oscuro, no dejes de esculpir tu propia estatua, hasta que el resplandor divino de la virtud se manifieste, y veas la templanza sentada en su trono sagrado. Plotino

jueves, 28 de agosto de 2025

29 de Agosto - Día Nacional de la Lengua de Señas en Argentina





El 29 de agosto, Día Nacional de la Lengua de Señas Argentina (LSA), es una fecha que tiene como objetivo promover la concientización sobre la importancia de la lengua de señas para la plena realización de los derechos humanos de las personas sordas de nuestro país y, sobre todo, para acreditar la importancia de la regulación de los espacios de uso y enseñanza por la misma comunidad hablante de la lengua. Es una manera de promover la preservación de la Lengua de Señas Argentina como parte de la diversidad lingüística y cultural de nuestro país.


La declaración fue aprobada en el año 2012 por la Confederación Argentina de Sordos (CAS). Esta fecha es elegida por ser el 29 de agosto de 1987 el día en que se realizó la reunión entre diferentes asociaciones de Sordos para debatir y definir el nombre designado a la lengua utilizada por las personas Sordas de Argentina; así quedó establecido oficialmente "Lengua de Señas Argentina -LSA-".

La Lengua de Señas Argentina es considerada patrimonio lingüístico y cultural por parte de quienes integramos la comunidad sorda de nuestro país. En 1989 comenzó a reconocerse académicamente, a partir de investigaciones lingüísticas que demostraron que las lenguas de señas tienen el mismo status que las lenguas orales. Es decir, es una lengua como el español, el inglés o el guaraní, con su vocabulario y su sintaxis pero es viso-espacial: se desarrolla en el espacio, a través de señas y rasgos no manuales; interactuando visualmente.

VIVA LA VIDA!


... con todos sus colores. Sus acordes. Sus bordes y rebordes:
Viva la Vida.
Con todos sus amores.
Sus olores. Sus dolores.
Sus sudores.

Viva la Vida!

miércoles, 27 de agosto de 2025

Memento Mori



Memento mori nos susurra que toda vida se inclina hacia su final. No es un mensaje sombrío, sino un recordatorio de la fragilidad que nos atraviesa. Los antiguos lo plasmaban en calaveras y relojes de arena para recordarnos que ningún instante vuelve y que la soberbia se disuelve ante la certeza del tiempo. 

La muerte, al hacerse presente, nos obliga a mirar con humildad el sentido de lo que hacemos, de lo que dejamos y de lo que somos. Pero frente a esa voz se alza otra: memento vivere. Recuerda vivir. No basta con aceptar la finitud; hay que abrazar los días que nos han sido dados. 

Vivir no es consumir el tiempo sin más, sino habitarlo con intensidad, con gratitud y con conciencia. Entre ambas frases se dibuja la paradoja esencial: recordar la muerte para no olvidar la vida. En esa tensión se encuentra quizá el secreto de existir con hondura.

Fuente
Diccionario Vip

Sigue tu voz interna - Arnau de Tera


Recuerda Siempre!


No es No!


martes, 26 de agosto de 2025

La Ruda - Por Ameli Amelia Vargas




🌿
 Ruda (Ruta graveolens)
– Aliada en partos

Historia breve:
Adoptada por pueblos andinos desde la Colonia, la ruda se integró a rituales protectores y a la medicina de parteras, sobre todo en partos y pospartos.

Beneficios comprobados:

Estimula contracciones uterinas y facilita el parto (propiedades oxitócicas).

Ayuda en la recuperación posparto con baños o infusiones suaves (González-Trujano et al., 2006).

Propiedades antimicrobianas y antiinflamatorias (Preethi et al., 2009).
Calmante de cólicos menstruales y dolores pélvicos.

Cómo tomarla:
Baños posparto: hervir 3–4 ramas frescas en 2 litros de agua, dejar entibiar y usar en baños de asiento.

Infusión leve (posparto, no embarazo temprano): 1 ramita en 1 taza de agua hirviendo, reposar 10 min, beber 1 taza al día por 3 días.

⚠️
 Precaución: No consumir durante el embarazo temprano ni en exceso, porque puede ser abortiva.

Recuerda que las plantas medicinales tienen la vibración del sol y de la luna cuando tomas una planta estás tomando energías de la naturaleza cósmica.

Amelia Ameli Vargas




Cuidemos a Nuestra Madre Tierra!


Belgrano y el reglamento de los treinta pueblos: la revolución que no quisieron escuchar



Fotos y Escrito Roberto Arnaiz

Imagínese usted, amigo, el año 1810. El Río de la Plata es un hervidero de incertidumbre: las invasiones inglesas todavía están frescas en la memoria, los criollos han levantado la cabeza en la Plaza de Mayo, y los ejércitos reales acechan desde el Alto Perú. En ese desorden de pólvora y discursos, aparece Manuel Belgrano. No lo veremos en este momento levantando banderas en Rosario ni peleando en Tucumán. No. Lo encontraremos en un rincón donde pocos lo buscan: escribiendo un reglamento para los treinta pueblos de las Misiones guaraníes.

Y acá está lo insólito: mientras medio continente todavía discute si debe jurar fidelidad al rey Fernando VII o romper definitivamente con su tutela, Belgrano se anima a pensar en el destino de los pueblos originarios. No se trata de retórica barata, sino de un programa concreto: devolverles tierras, darles maestros, asegurarles cosechas, abrirles un porvenir.

¿Se comprende? Estamos en 1810. En Europa los reyes todavía creen que gobiernan por gracia de Dios y en América los indios son vistos como sirvientes o estorbo. Y de pronto, un abogado de Buenos Aires, formado en Salamanca, escribe que esos guaraníes tienen derecho a ser ciudadanos de pleno derecho. ¡Un disparate sublime!

Una propuesta que huele a dinamita

El “Reglamento para el fomento y seguridad de los treinta pueblos de las Misiones” es un documento que, leído hoy, suena a proclama incendiaria. Belgrano ordena que cada familia tenga su pedazo de tierra, que la educación sea obligatoria, que se enseñe a leer y escribir, que haya escuelas de oficios y maestros pagos por el Estado. Habla de fomentar la agricultura, el comercio local, la producción artesanal. Y, por si faltaba pólvora, dice que las autoridades de cada pueblo debían ser elegidas entre los mismos guaraníes.

¿Lo imagina, querido lector? En 1810, cuando el grueso de la elite criolla pensaba en reemplazar al virrey para manejar el comercio a su antojo, Belgrano imaginaba una república de indígenas instruidos, cultivadores, electores, libres.

Tulio Halperín Donghi, con la frialdad de su estilo académico, escribió que Belgrano “no fue el político de los pactos fáciles, sino el hombre de los proyectos desmesurados”. Este reglamento es la prueba: un plan que no servía a los mercaderes, sino a los olvidados.

Los pueblos originarios en 1810: una herida abierta

En los primeros años del siglo XIX, cuando estalló la Revolución de Mayo, los pueblos originarios de la región rioplatense eran todavía una población significativa, aunque profundamente golpeada por siglos de conquista, enfermedades y despojo. Se calcula que hacia 1810 había unos 300.000 indígenas en el antiguo Virreinato del Río de la Plata, repartidos en distintas regiones: los guaraníes en Misiones y el litoral; los mocovíes y abipones en el Chaco; los mapuches, tehuelches y ranqueles en las pampas y la Patagonia; los diaguitas y calchaquíes en el noroeste; y los comechingones en las sierras cordobesas, entre otros.

Durante la colonia, la Corona española había impuesto un sistema de dominación brutal. Primero fueron las encomiendas, que obligaban a comunidades enteras a trabajar para los conquistadores. Más tarde, los repartimientos y el servicio personal, que mantenían a los pueblos originarios como mano de obra forzada en estancias, minas o en la producción agrícola.

Muchos grupos resistieron, como los guaraníes en las célebres Misiones Jesuíticas, que desde fines del siglo XVII habían creado una red de treinta pueblos con organización comunitaria, producción colectiva, música, escuelas y una relativa autonomía frente a los encomenderos. Aquellos pueblos eran una paradoja: orquestas que interpretaban a Bach en medio de la selva, talleres de impresión que editaban catecismos en guaraní, campos que producían para todos.

La expulsión de los jesuitas en 1767 fue un golpe devastador: los pueblos guaraníes quedaron sin la protección que, al menos en parte, los defendía del despojo. A partir de entonces, los funcionarios coloniales y comerciantes criollos aprovecharon para explotar esas tierras, desmontar el sistema comunitario y reducir a los guaraníes a la miseria. Para 1810, aquellos treinta pueblos que habían llegado a reunir más de 100.000 habitantes en su época de esplendor estaban despoblados, arrasados, con apenas unas decenas de miles de guaraníes dispersos y sometidos a trabajos forzados o a la pobreza extrema.

El resto de los pueblos originarios sufría una situación similar. Los mocovíes y tobas del Chaco habían sido empujados por las campañas militares hacia tierras cada vez más áridas. En las pampas, los tehuelches y mapuches mantenían su independencia, pero en tensión constante con las avanzadas criollas. En el noroeste, los diaguitas vivían bajo el dominio de hacendados que controlaban la tierra y utilizaban a las comunidades como peones.

En este escenario de despojo, marginación y violencia, Belgrano se animó a escribir un reglamento que reconocía derechos políticos, económicos y educativos a los guaraníes. No es exagerado decir que, en un continente donde la mayoría de las elites pensaban en los indígenas como un problema o un estorbo, Belgrano los consideraba parte esencial de la patria naciente.

Y aquí conviene traer una voz que rara vez se escucha. En 1796, un cacique guaraní de San Carlos escribió al gobernador: “Nos han quitado los padres y ahora nos tratan como bestias. Queremos tierra para sembrar, queremos que nuestros hijos aprendan a leer como antes”. Esa súplica, perdida en archivos, es el eco vivo que Belgrano recogió en su reglamento: la demanda de dignidad, la certeza de que sin educación ni tierra no hay futuro.

El Belgrano incómodo

No es raro que este reglamento quedara casi oculto en los manuales. La figura de Belgrano fue domesticada: se la redujo al “creador de la bandera”, al general que improvisó campañas heroicas. Eso se puede contar en la escuela con una canción patriótica de fondo. Pero el Belgrano que quiso integrar a los pueblos originarios a la vida de la nación, ese es molesto, incómodo, insoportable para la historia oficial.

Porque el Belgrano de los treinta pueblos estaba diciendo: “esta patria no será solo de criollos y europeos, será también de guaraníes, de mestizos, de los que trabajan la tierra”. Y esa patria mestiza, igualitaria, era lo que nadie quería escuchar.

Querido amigo, piense en la audacia: proponía que el excedente de las cosechas se guardara en depósitos comunes para alimentar a los pobres en tiempos de hambre. Hablaba de destinar recursos a viudas y huérfanos. Reclamaba respeto por las costumbres guaraníes y defendía que la justicia se impartiera sin privilegios de clase.

¿Quién en 1810 hablaba de semejante cosa? Mientras otros soñaban con un trono vacío donde sentar un príncipe europeo, Belgrano escribía que la patria debía sostenerse sobre la justicia social.

No se piense que Belgrano deliraba en soledad. Su contacto con los pueblos guaraníes no era teórico. Él había recorrido esas tierras, había visto la pobreza, la destrucción que dejaron las expulsiones de los jesuitas, los abusos de los funcionarios coloniales. Conocía la riqueza potencial de esas regiones: maderas, yerba, ganado, oficios artesanales. Sabía que los guaraníes tenían una tradición organizativa heredada de las misiones jesuíticas y que podían ser base de un desarrollo sólido si se los trataba como sujetos y no como objetos.

Por eso, el reglamento no era una utopía escrita en el aire. Era un plan realista: repartir tierras, crear escuelas, fomentar cultivos, organizar milicias locales. El documento tiene sabor práctico, no metafísico. Belgrano no fantaseaba con un edén de papel, diseñaba un programa de gobierno.

José Carlos Chiaramonte observó que, en Belgrano, la economía y la política siempre fueron dos caras de la misma moneda: no concebía libertad sin pan, ni independencia sin educación. Esa es la médula del reglamento.

Pero, claro, había un problema: a los poderosos de entonces no les convenía. Los grandes comerciantes de Buenos Aires miraban a las Misiones como un reservorio de recursos a explotar. Los estancieros preferían indios sometidos que trabajaran gratis o casi gratis. La educación indígena sonaba peligrosa: ¿para qué enseñar a leer a quienes podían empezar a reclamar derechos?

Así fue como el reglamento de Belgrano terminó siendo archivado, olvidado, ignorado. No convenía. Y Belgrano, que ya era visto con cierta desconfianza por su terquedad moral, quedó como un visionario inoportuno.

Le diré más: el propio Belgrano debió sentir que nadaba contra corriente. Pero nunca lo abandonó la convicción de que la independencia no valía nada si no incluía a los más pobres. Lo repetiría años más tarde al donar sus sueldos para construir escuelas. La obsesión estaba ahí: sin educación y sin justicia, no había patria.

Ahora, querido lector, hablemos claro: ¿qué nos dice este reglamento hoy? Porque si solo lo usamos para una clase aburrida, entonces lo matamos otra vez. El Belgrano de los treinta pueblos nos está gritando que la independencia fue incompleta, que el país nació dejando afuera a los originarios, a los mestizos, a los pobres. Que nuestra patria se levantó sobre exclusiones que todavía hoy duelen.

¿De qué sirve recordar a Belgrano como estatua de bronce si no entendemos su grito? Él no peleaba para que unos pocos se repartan las aduanas. Peleaba para que los pueblos originarios tuvieran voz, voto, tierra y futuro.

Mírelo bien: fue un adelantado al constitucionalismo social, un precursor de la idea de justicia distributiva, un revolucionario en el sentido más profundo. Si Belgrano hubiera sido escuchado, quizás el mapa social del país sería otro.

Pero el legado quedó enterrado. Las guerras civiles, los caudillos, las disputas por las rentas portuarias barrieron con aquel proyecto. No solo los pueblos guaraníes fueron desplazados: también mocovíes, tobas, diaguitas, tehuelches y mapuches vieron cómo sus territorios eran arrasados, sus comunidades marginadas, sus voces silenciadas, marginados, olvidados. El reglamento fue un documento huérfano, sin padre ni herederos.

Y, sin embargo, allí está. Cada vez que lo leemos, late como un corazón escondido. Nos recuerda que en 1810 hubo un hombre que se animó a decir que la patria debía ser justa o no sería patria. Nos recuerda que la revolución no era solo cambiar de bandera, sino cambiar la vida concreta de la gente.

Dejemos de lado el bronce, el mármol, la postal escolar. Belgrano no es solo la bandera flameando en Rosario ni el general enfermo en Tucumán. Es también este documento olvidado, este reglamento que sueña con pueblos indígenas libres, educados, prósperos.

Ese Belgrano nos incomoda, porque nos muestra que dos siglos después todavía seguimos discutiendo las mismas injusticias. Los pueblos originarios siguen esperando respeto, tierra, educación. La justicia social sigue siendo promesa más que realidad.

Entonces, querido amigo, imagine otra vez la escena: un escritorio, una lámpara temblando en la noche, papeles manchados de tinta. Afuera, las botas crujen, la revolución recién empieza. Y allí, Manuel Belgrano, solo, obstinado, escribe un reglamento que podía haber cambiado la historia. Lo escribe para pueblos que casi nadie quería escuchar. Y lo callan.

Quizás el verdadero homenaje no sea repetir su nombre en los actos escolares, sino animarnos de una vez a cumplir la patria que él soñó: una patria para todos, incluidos los que siempre fueron dejados de lado.

Com