Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

miércoles, 21 de abril de 2021

La palabra Mbya Guaraní




Para la etnia guaraní Mbyá, la palabra lo es todo. Este pueblo originario afirma que el hombre al nacer es una palabra que se pone de pie y solo desde ahí alcanza su estatura verdaderamente humana.

Cada hombre está hecho de "palabras-almas" que "los de arriba" envían a los padres en sueños.

Cuando un niño todavía no tiene su palabra, puede ser arrebatado por la cólera, que es la raíz y origen de todo el mal que anda suelto por el mundo. Por eso la educación, para el guaraní, es una educación de la palabra y él busca la perfección de su ser en la perfección de su decir. En eso, se asemeja a la ancestral sabiduría de los primeros mapuches, que afirmaban: "las buenas palabras son siempre bienamadas".

Nuestros antepasados asignaban una gran importancia a la impecabilidad en el decir. El poder de la palabra, entonces -en estas culturas-, es un poder creador en un doble sentido: crea mundo y al mismo tiempo a través de ella el hombre se "crea" a sí mismo, nace a su verdadero ser. Como dijera el poeta alemán Stefan George, "solo donde hay palabra hay cosa". Los indígenas guaraní Mbyá añadirían: "solo donde hay palabra hay hombre". Por eso la carencia de palabras, de Palabra, tiene consecuencias gravísimas en nuestras vidas.

El hombre sin palabras está al descampado, sin refugio, sin domicilio, porque como lo afirmara el filósofo Martín Heidegger, "la palabra es la Casa del Ser". Para este pensador, la palabra es la más alta posibilidad para el hombre de ser hombre.

El deterioro de la palabra implica un ser empobrecido. Desde luego, no hablemos de esa "impecabilidad en el decir" tan cara a los mapuches de antaño. Esa impecabilidad es un bien escasísimo hoy, y la desconfianza ha minado el antiguo poder de la palabra empeñada, por ejemplo. Pero lo más dramático es cuando hay carencia de palabras para expresar nuestra interioridad.

No todos tenemos que ser obligatoriamente buenos lectores, pero sí indefectiblemente somos hablantes. "Zoon phonanta": así nos definió Aristóteles, "animales hablantes".

Es urgente, entonces, recuperar el habla, reconquistar nuestras "palabras-almas" para poder decirnos, para poder "ser".

Cristián Warnken

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