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viernes, 15 de febrero de 2019

Los bosques son el pulmón del planeta





Los bosques son una superficie que se caracteriza por poseer una alta densidad de árboles. Su presencia a lo largo de la superficie terrestre es enorme y sirven como hábitat de numerosas especies. Asimismo, son reguladores de los flujos hidrológicos, conservadores del suelo y administradores de oxígeno, lo que los convierte en uno de los elementos más importantes de la biosfera de la Tierra. Respecto a las disciplinas que los analizan, destaca la ecología forestal, que se dedica a su estudio científico, y la silvicultura, encargada de la administración de los bosques con el fin de extraer sus recursos de forma sostenible. A continuación, se detallarán sus principales características, tipos y extensiones, además de analizar los ciclos químicos en los que interviene el bosque y tratar el problema de la deforestación. 

Un ecosistema complejo, rico y húmedo
El bosque es una formación vegetal que puede verse como la forma más desarrollada de un ecosistema y que se caracteriza por la presencia masiva de los árboles, que subordinan un sotobosque de arbustos, hierbas y musgos. Los bosques destacan por su heterogeneidad de procesos, la estabilidad de su sistema, su elevado índice de productividad, la enorme diversidad biológica que contienen y su capacidad de regulación de los rasgos físicos, químicos y edafológicos. Una de las razones de su frondosidad, riqueza de nutrientes y elevado índice de humedad se encuentra en la vegetación aérea que disminuye la velocidad de precipitación de la lluvia. Esto hace que el agua llegue al suelo de forma más lenta, sea retenida por las raíces de las plantas de forma más abundante y penetre más en el sustrato. 

Otra de las características de los bosques es que enriquecen y otorgan estabilidad al medio ambiente al aportar variados nutrientes, ser el hábitat de una gran diversidad de especies y favorecer el clima circundante. Asimismo, su presencia garantiza que las aguas superficiales sean controladas por la vegetación y no laven el suelo, supriman el humus e inicien procesos de desertificación. 

Además, regulan los niveles de dióxido de carbono en todo el planeta. Por ejemplo, un metro cuadrado de bosque fija cada año alrededor de 1.300 g de carbono, frente a los 150 g fijados por un campo de trigo. Gracias a ello, las superficies boscosas son un elemento imprescindible para compensar mediante la liberación de oxígeno las alteraciones del ciclo del carbono provocadas por las desenfrenadas actividades humanas, que multiplican la presencia de CO2 en la atmósfera. 

Tipos de bosques y principales extensiones

Los bosques pueden clasificarse según una serie de criterios muy heterogéneos. Por ejemplo, pueden distinguirse según el ecosistema en el que existen, según la longevidad de las hojas de los árboles (ya sean perennes o caducas), según la composición predominante de los bosques (de tipo de hoja ancha, coníferas, etc.), según su estructura física o etapa de crecimiento, o según las especies dominantes presentes en los mismos. 

También pueden clasificarse por la zona geográfica: 

- Bosques boreales: ocupan la zona subártica y están compuestos, normalmente, por árboles de hojas perennes. 

- Bosques de zonas templadas: comprenden los bosques caducifolios de hoja ancha y los bosques perennifolios coníferos. Asimismo, en las zonas templadas más cálidas se encuentran árboles perennifolios de hojas anchas, como el bosque mediterráneo y el bosque de laurel. 

- Bosques tropicales y subtropicales: incluyen los bosques tropicales y subtropicales húmedos, los bosques tropicales y subtropicales secos, y los bosques tropicales y subtropicales de coníferas. 

Otra clasificación destacada se realiza a partir de la historia de los bosques y de su grado de alteración: 

- Bosques primarios: también denominados nativos, son los que no han sufrido intervenciones por parte del hombre. Estos bosques naturales sólo disponen de los modelos primigenios de la biodiversidad. 

- Bosques antropogénicos: comprenden los que han sido afectados por los humanos con una frecuencia o intensidad suficiente para alterar de forma notoria los patrones del bosque. Estos bosques se pueden dividir, a su vez, en bosques secundarios (los que se han regenerado después de una primera tala) o artificiales (los que han sido plantados por el hombre). 

Los bosques pueden hallarse en todas las regiones del planeta que sean capaces de mantener el crecimiento de árboles, excepto en aquellos parajes donde la frecuencia de fuego natural es demasiado alta, o donde el ambiente ha sido alterado de forma dramática por procesos naturales destructivos o por actividades humanas invasivas. Según el informe Evaluación de los recursos forestales mundiales 2010 de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), los diez países con mayor extensión de superficie forestal suman el 67 % del área de bosque global del planeta. La clasificación esté encabezada por Rusia, que por sí sola dispone del 20 % de la masa de bosque total con 809 millones de hectáreas. Tras el bosque ruso, el resto de países son (todos ellos con cifras en millones de hectáreas): Brasil (520), Canadá (310), Estados Unidos (304), China (207), República Democrática del Congo (154), Australia (149), Indonesia (94), Sudán (70) e India (68). 

Funcionamiento del ciclo del carbono y del oxígeno

El papel de los bosques es básico en dos de los ciclos más importantes del planeta: el ciclo bioquímico del carbono y el ciclo biogeoquímico del oxígeno, ya que la fotosíntesis de las especies vegetales que contienen los bosques es un eslabón fundamental en el correcto flujo de estos elementos. Debido a ello, los bosques son considerados el pulmón del planeta porque contribuyen a regular la presencia equitativa de dióxido de carbono y oxígeno en la atmósfera del planeta. 

Respecto al primer ciclo, el carbono disponible para los seres vivos surge de la fotosíntesis de las plantas (en su mayoría, las especies vegetales de los bosques), que fija el dióxido de carbono atmosférico para formar moléculas orgánicas. Parte del carbono de estos compuestos orgánicos regresa a la atmósfera mediante la respiración y la descomposición. El resto del carbono pasa a la litosfera gracias a la formación de rocas sedimentarias y combustibles fósiles, donde permanece durante un largo período de tiempo antes de regresar a la atmósfera mediante las erupciones volcánicas y la combustión de petróleo, carbón y gas natural. 

En cuanto al segundo ciclo, está íntimamente ligado al del carbono ya que la fotosíntesis no sólo fija el dióxido de carbono para crear carbohidratos, sino que durante el proceso libera oxígeno a la atmósfera. Al margen de la fotosíntesis, el flujo del oxígeno entre la atmósfera y los seres vivos se realiza a partir de los procesos de respiración. El oxígeno pasa a la litosfera a causa de la descomposición de la materia orgánica y debido a la oxidación de los compuestos inorgánicos (como, por ejemplo, los minerales de hierro). De allí, regresa a la atmósfera a través de las erupciones volcánicas, en forma de óxidos de carbono. 

La problemática de la deforestación

En los últimos años, se ha incrementado la presión internacional para frenar la destrucción de los bosques debido a sus graves consecuencias sobre el medio ambiente. En concreto, la deforestación puede generar tres dramáticos efectos en la salud del planeta: 

- Desertificación. La pérdida de masa forestal favorece el aumento de la erosión, que es la causa de que desaparezca el suelo fértil y que sea sustituido por una superficie estéril semejante a la de un desierto, incapaz de aportar las condiciones necesarias para el crecimiento de las especies vegetales y, en consecuencia, la estabilidad de la cadena trófica. En la actualidad, algunas de las áreas más afectadas por la desertificación son África y el litoral mediterráneo. 

- Pérdida de biodiversidad. La desaparición de los bosques provoca la destrucción de un hábitat en el que viven el 80 % de las especies de todo el planeta. Hoy día, los bosques más afectados por la deforestación son las selvas tropicales de la Amazonia, África ecuatorial y Sudeste asiático. 

- Cambio climático. La deforestación puede alterar el ciclo del carbono de la Tierra, lo que provoca que aumente la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. Este gas retiene en la atmósfera el calor procedente de la radiación solar, lo que causa un aumento de la temperatura y el denominado efecto invernadero, germen del cambio climático. Además de la pérdida de los bosques, el cambio climático también se ha visto perjudicado por la actividad humana. Asimismo, la destrucción de la vegetación reduce la capacidad de transformación del dióxido de carbono en oxígeno, lo que perjudica aún más la situación. 

Para evitar el avance de la deforestación (que ha acabado en el último siglo con una quinta parte de los bosques del planeta), los organismos internacionales de defensa de los recursos naturales, como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), han establecido una serie de medidas de protección: 

- Reforestación. Las superficies taladas o quemadas pueden regenerarse con medidas destinadas a la recuperación natural. Esta reforestación puede realizarse de dos maneras; de forma natural, el bosque puede volver a instalarse en tan solo unas décadas después de su desaparición si no han desaparecido los nutrientes del suelo, o bien, si se ha perdido el sustrato nutritivo, puede replantarse con especies autóctonas. 

- Prevención de incendios. La destrucción de los bosques puede evitarse mediante la adopción de medidas de prevención de las quemas intencionadas, junto con una penalización más importante de estos actos delictivos. Asimismo, una legislación adecuada que controle la explotación de los recursos forestales también puede frenar la proliferación de incendios. 

- Agricultura biológica. La medida más reciente ha sido fomentar y proteger las técnicas de cultivo que utiliza la agricultura biológica, ya que contribuyen a conservar la fertilidad del suelo. Además, es una actividad económica que se acopla a la perfección en el ciclo biológico y protege la biodiversidad. 

Fuentes: BioGuía - ESPASA
http://espasa.planetasaber.com/theworld/monographics/seccions/cards/default.asp?pk=2992&art=39


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