Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

miércoles, 27 de agosto de 2025

Memento Mori



Memento mori nos susurra que toda vida se inclina hacia su final. No es un mensaje sombrío, sino un recordatorio de la fragilidad que nos atraviesa. Los antiguos lo plasmaban en calaveras y relojes de arena para recordarnos que ningún instante vuelve y que la soberbia se disuelve ante la certeza del tiempo. 

La muerte, al hacerse presente, nos obliga a mirar con humildad el sentido de lo que hacemos, de lo que dejamos y de lo que somos. Pero frente a esa voz se alza otra: memento vivere. Recuerda vivir. No basta con aceptar la finitud; hay que abrazar los días que nos han sido dados. 

Vivir no es consumir el tiempo sin más, sino habitarlo con intensidad, con gratitud y con conciencia. Entre ambas frases se dibuja la paradoja esencial: recordar la muerte para no olvidar la vida. En esa tensión se encuentra quizá el secreto de existir con hondura.

Fuente
Diccionario Vip

Sigue tu voz interna - Arnau de Tera


Recuerda Siempre!


No es No!


martes, 26 de agosto de 2025

La Ruda - Por Ameli Amelia Vargas




🌿
 Ruda (Ruta graveolens)
– Aliada en partos

Historia breve:
Adoptada por pueblos andinos desde la Colonia, la ruda se integró a rituales protectores y a la medicina de parteras, sobre todo en partos y pospartos.

Beneficios comprobados:

Estimula contracciones uterinas y facilita el parto (propiedades oxitócicas).

Ayuda en la recuperación posparto con baños o infusiones suaves (González-Trujano et al., 2006).

Propiedades antimicrobianas y antiinflamatorias (Preethi et al., 2009).
Calmante de cólicos menstruales y dolores pélvicos.

Cómo tomarla:
Baños posparto: hervir 3–4 ramas frescas en 2 litros de agua, dejar entibiar y usar en baños de asiento.

Infusión leve (posparto, no embarazo temprano): 1 ramita en 1 taza de agua hirviendo, reposar 10 min, beber 1 taza al día por 3 días.

⚠️
 Precaución: No consumir durante el embarazo temprano ni en exceso, porque puede ser abortiva.

Recuerda que las plantas medicinales tienen la vibración del sol y de la luna cuando tomas una planta estás tomando energías de la naturaleza cósmica.

Amelia Ameli Vargas




Cuidemos a Nuestra Madre Tierra!


Belgrano y el reglamento de los treinta pueblos: la revolución que no quisieron escuchar



Fotos y Escrito Roberto Arnaiz

Imagínese usted, amigo, el año 1810. El Río de la Plata es un hervidero de incertidumbre: las invasiones inglesas todavía están frescas en la memoria, los criollos han levantado la cabeza en la Plaza de Mayo, y los ejércitos reales acechan desde el Alto Perú. En ese desorden de pólvora y discursos, aparece Manuel Belgrano. No lo veremos en este momento levantando banderas en Rosario ni peleando en Tucumán. No. Lo encontraremos en un rincón donde pocos lo buscan: escribiendo un reglamento para los treinta pueblos de las Misiones guaraníes.

Y acá está lo insólito: mientras medio continente todavía discute si debe jurar fidelidad al rey Fernando VII o romper definitivamente con su tutela, Belgrano se anima a pensar en el destino de los pueblos originarios. No se trata de retórica barata, sino de un programa concreto: devolverles tierras, darles maestros, asegurarles cosechas, abrirles un porvenir.

¿Se comprende? Estamos en 1810. En Europa los reyes todavía creen que gobiernan por gracia de Dios y en América los indios son vistos como sirvientes o estorbo. Y de pronto, un abogado de Buenos Aires, formado en Salamanca, escribe que esos guaraníes tienen derecho a ser ciudadanos de pleno derecho. ¡Un disparate sublime!

Una propuesta que huele a dinamita

El “Reglamento para el fomento y seguridad de los treinta pueblos de las Misiones” es un documento que, leído hoy, suena a proclama incendiaria. Belgrano ordena que cada familia tenga su pedazo de tierra, que la educación sea obligatoria, que se enseñe a leer y escribir, que haya escuelas de oficios y maestros pagos por el Estado. Habla de fomentar la agricultura, el comercio local, la producción artesanal. Y, por si faltaba pólvora, dice que las autoridades de cada pueblo debían ser elegidas entre los mismos guaraníes.

¿Lo imagina, querido lector? En 1810, cuando el grueso de la elite criolla pensaba en reemplazar al virrey para manejar el comercio a su antojo, Belgrano imaginaba una república de indígenas instruidos, cultivadores, electores, libres.

Tulio Halperín Donghi, con la frialdad de su estilo académico, escribió que Belgrano “no fue el político de los pactos fáciles, sino el hombre de los proyectos desmesurados”. Este reglamento es la prueba: un plan que no servía a los mercaderes, sino a los olvidados.

Los pueblos originarios en 1810: una herida abierta

En los primeros años del siglo XIX, cuando estalló la Revolución de Mayo, los pueblos originarios de la región rioplatense eran todavía una población significativa, aunque profundamente golpeada por siglos de conquista, enfermedades y despojo. Se calcula que hacia 1810 había unos 300.000 indígenas en el antiguo Virreinato del Río de la Plata, repartidos en distintas regiones: los guaraníes en Misiones y el litoral; los mocovíes y abipones en el Chaco; los mapuches, tehuelches y ranqueles en las pampas y la Patagonia; los diaguitas y calchaquíes en el noroeste; y los comechingones en las sierras cordobesas, entre otros.

Durante la colonia, la Corona española había impuesto un sistema de dominación brutal. Primero fueron las encomiendas, que obligaban a comunidades enteras a trabajar para los conquistadores. Más tarde, los repartimientos y el servicio personal, que mantenían a los pueblos originarios como mano de obra forzada en estancias, minas o en la producción agrícola.

Muchos grupos resistieron, como los guaraníes en las célebres Misiones Jesuíticas, que desde fines del siglo XVII habían creado una red de treinta pueblos con organización comunitaria, producción colectiva, música, escuelas y una relativa autonomía frente a los encomenderos. Aquellos pueblos eran una paradoja: orquestas que interpretaban a Bach en medio de la selva, talleres de impresión que editaban catecismos en guaraní, campos que producían para todos.

La expulsión de los jesuitas en 1767 fue un golpe devastador: los pueblos guaraníes quedaron sin la protección que, al menos en parte, los defendía del despojo. A partir de entonces, los funcionarios coloniales y comerciantes criollos aprovecharon para explotar esas tierras, desmontar el sistema comunitario y reducir a los guaraníes a la miseria. Para 1810, aquellos treinta pueblos que habían llegado a reunir más de 100.000 habitantes en su época de esplendor estaban despoblados, arrasados, con apenas unas decenas de miles de guaraníes dispersos y sometidos a trabajos forzados o a la pobreza extrema.

El resto de los pueblos originarios sufría una situación similar. Los mocovíes y tobas del Chaco habían sido empujados por las campañas militares hacia tierras cada vez más áridas. En las pampas, los tehuelches y mapuches mantenían su independencia, pero en tensión constante con las avanzadas criollas. En el noroeste, los diaguitas vivían bajo el dominio de hacendados que controlaban la tierra y utilizaban a las comunidades como peones.

En este escenario de despojo, marginación y violencia, Belgrano se animó a escribir un reglamento que reconocía derechos políticos, económicos y educativos a los guaraníes. No es exagerado decir que, en un continente donde la mayoría de las elites pensaban en los indígenas como un problema o un estorbo, Belgrano los consideraba parte esencial de la patria naciente.

Y aquí conviene traer una voz que rara vez se escucha. En 1796, un cacique guaraní de San Carlos escribió al gobernador: “Nos han quitado los padres y ahora nos tratan como bestias. Queremos tierra para sembrar, queremos que nuestros hijos aprendan a leer como antes”. Esa súplica, perdida en archivos, es el eco vivo que Belgrano recogió en su reglamento: la demanda de dignidad, la certeza de que sin educación ni tierra no hay futuro.

El Belgrano incómodo

No es raro que este reglamento quedara casi oculto en los manuales. La figura de Belgrano fue domesticada: se la redujo al “creador de la bandera”, al general que improvisó campañas heroicas. Eso se puede contar en la escuela con una canción patriótica de fondo. Pero el Belgrano que quiso integrar a los pueblos originarios a la vida de la nación, ese es molesto, incómodo, insoportable para la historia oficial.

Porque el Belgrano de los treinta pueblos estaba diciendo: “esta patria no será solo de criollos y europeos, será también de guaraníes, de mestizos, de los que trabajan la tierra”. Y esa patria mestiza, igualitaria, era lo que nadie quería escuchar.

Querido amigo, piense en la audacia: proponía que el excedente de las cosechas se guardara en depósitos comunes para alimentar a los pobres en tiempos de hambre. Hablaba de destinar recursos a viudas y huérfanos. Reclamaba respeto por las costumbres guaraníes y defendía que la justicia se impartiera sin privilegios de clase.

¿Quién en 1810 hablaba de semejante cosa? Mientras otros soñaban con un trono vacío donde sentar un príncipe europeo, Belgrano escribía que la patria debía sostenerse sobre la justicia social.

No se piense que Belgrano deliraba en soledad. Su contacto con los pueblos guaraníes no era teórico. Él había recorrido esas tierras, había visto la pobreza, la destrucción que dejaron las expulsiones de los jesuitas, los abusos de los funcionarios coloniales. Conocía la riqueza potencial de esas regiones: maderas, yerba, ganado, oficios artesanales. Sabía que los guaraníes tenían una tradición organizativa heredada de las misiones jesuíticas y que podían ser base de un desarrollo sólido si se los trataba como sujetos y no como objetos.

Por eso, el reglamento no era una utopía escrita en el aire. Era un plan realista: repartir tierras, crear escuelas, fomentar cultivos, organizar milicias locales. El documento tiene sabor práctico, no metafísico. Belgrano no fantaseaba con un edén de papel, diseñaba un programa de gobierno.

José Carlos Chiaramonte observó que, en Belgrano, la economía y la política siempre fueron dos caras de la misma moneda: no concebía libertad sin pan, ni independencia sin educación. Esa es la médula del reglamento.

Pero, claro, había un problema: a los poderosos de entonces no les convenía. Los grandes comerciantes de Buenos Aires miraban a las Misiones como un reservorio de recursos a explotar. Los estancieros preferían indios sometidos que trabajaran gratis o casi gratis. La educación indígena sonaba peligrosa: ¿para qué enseñar a leer a quienes podían empezar a reclamar derechos?

Así fue como el reglamento de Belgrano terminó siendo archivado, olvidado, ignorado. No convenía. Y Belgrano, que ya era visto con cierta desconfianza por su terquedad moral, quedó como un visionario inoportuno.

Le diré más: el propio Belgrano debió sentir que nadaba contra corriente. Pero nunca lo abandonó la convicción de que la independencia no valía nada si no incluía a los más pobres. Lo repetiría años más tarde al donar sus sueldos para construir escuelas. La obsesión estaba ahí: sin educación y sin justicia, no había patria.

Ahora, querido lector, hablemos claro: ¿qué nos dice este reglamento hoy? Porque si solo lo usamos para una clase aburrida, entonces lo matamos otra vez. El Belgrano de los treinta pueblos nos está gritando que la independencia fue incompleta, que el país nació dejando afuera a los originarios, a los mestizos, a los pobres. Que nuestra patria se levantó sobre exclusiones que todavía hoy duelen.

¿De qué sirve recordar a Belgrano como estatua de bronce si no entendemos su grito? Él no peleaba para que unos pocos se repartan las aduanas. Peleaba para que los pueblos originarios tuvieran voz, voto, tierra y futuro.

Mírelo bien: fue un adelantado al constitucionalismo social, un precursor de la idea de justicia distributiva, un revolucionario en el sentido más profundo. Si Belgrano hubiera sido escuchado, quizás el mapa social del país sería otro.

Pero el legado quedó enterrado. Las guerras civiles, los caudillos, las disputas por las rentas portuarias barrieron con aquel proyecto. No solo los pueblos guaraníes fueron desplazados: también mocovíes, tobas, diaguitas, tehuelches y mapuches vieron cómo sus territorios eran arrasados, sus comunidades marginadas, sus voces silenciadas, marginados, olvidados. El reglamento fue un documento huérfano, sin padre ni herederos.

Y, sin embargo, allí está. Cada vez que lo leemos, late como un corazón escondido. Nos recuerda que en 1810 hubo un hombre que se animó a decir que la patria debía ser justa o no sería patria. Nos recuerda que la revolución no era solo cambiar de bandera, sino cambiar la vida concreta de la gente.

Dejemos de lado el bronce, el mármol, la postal escolar. Belgrano no es solo la bandera flameando en Rosario ni el general enfermo en Tucumán. Es también este documento olvidado, este reglamento que sueña con pueblos indígenas libres, educados, prósperos.

Ese Belgrano nos incomoda, porque nos muestra que dos siglos después todavía seguimos discutiendo las mismas injusticias. Los pueblos originarios siguen esperando respeto, tierra, educación. La justicia social sigue siendo promesa más que realidad.

Entonces, querido amigo, imagine otra vez la escena: un escritorio, una lámpara temblando en la noche, papeles manchados de tinta. Afuera, las botas crujen, la revolución recién empieza. Y allí, Manuel Belgrano, solo, obstinado, escribe un reglamento que podía haber cambiado la historia. Lo escribe para pueblos que casi nadie quería escuchar. Y lo callan.

Quizás el verdadero homenaje no sea repetir su nombre en los actos escolares, sino animarnos de una vez a cumplir la patria que él soñó: una patria para todos, incluidos los que siempre fueron dejados de lado.

Com

"La conquista invisible: cómo Inglaterra se quedó con el Río de la Plata antes de la independencia"1713–1805)




Escritos y Fotos por Roberto Arnaiz

El dominio sin cañones

A simple vista, el Río de la Plata nunca fue conquistado. Pero su alma sí lo fue, y sin disparar un solo tiro. Porque no siempre los imperios se construyen con ejércitos. A veces basta con saber esperar. Con extender una mano amable mientras se oculta el puñal en la otra. A veces, la conquista no se anuncia con clarines ni desembarcos, sino con tratados, préstamos, trenes y promesas de civilización. Así actuó Gran Bretaña en el Río de la Plata.

En las escuelas nos enseñan que las invasiones inglesas de 1806 y 1807 fracasaron. Y es cierto. Lo que no nos enseñan es que los británicos no necesitaban ganar en el campo de batalla, porque ya estaban ganando en los escritorios de los comerciantes criollos, en los salones de los virreyes corruptos y en los pasillos donde se firmaban pactos de conveniencia. El verdadero poder no se ejercía con fusiles, sino con contabilidad.

Mientras el Imperio Español imponía cadenas comerciales y burocracias moribundas, Inglaterra ofrecía algo más atractivo: eficiencia. Barcos veloces, productos modernos, monedas fuertes. En un mundo que comenzaba a girar al ritmo de la máquina de vapor, Londres no necesitaba disparar. Solo debía ofrecer lo que los otros no podían dar: libertad para comerciar, aunque esa libertad viniera en una jaula dorada.

Mientras caía el imperio español de flotas y virreyes, se alzaba uno nuevo de locomotoras y letras de cambio. Y así fue como, antes de que flamearan banderas o se disparara el primer tiro, Gran Bretaña ya había trazado su mapa invisible del poder. Un mapa hecho de rutas marítimas, contratos leoninos, agentes de comercio y silenciosas alianzas con quienes mandaban en estas tierras. Un mapa donde las fronteras no se dibujaban en los territorios, sino en los puertos. Donde la soberanía no se perdía en un tratado, sino en un préstamo.

Ese imperio sin bandera, sin virrey y sin ejército, fue más eficaz que cualquier invasión militar. Porque no dejaba muertos: dejaba deudas. No imponía gobernadores: elegía socios locales. Y no dejaba monumentos: dejaba estructuras de dependencia que aún hoy persisten. A eso le llamaron progreso. Pero fue otra cosa. Fue sometimiento con buenos modales.

Scalabrini Ortiz —intelectual argentino que denunció el colonialismo económico en los años 30— lo definió con crudeza: era un imperio sin cañones, pero con embudos clavados en la tierra.

Este artículo es una invitación a mirar lo que no está en los manuales. A entender cómo, mucho antes de la independencia formal, Gran Bretaña ya tejía su telaraña sobre el estuario del Plata. No con fuerza, sino con astucia. No con violencia, sino con seducción. No con colonia, sino con clientela.

Y si hoy, en pleno siglo XXI, seguimos hablando de deuda, de tratados condicionantes y de intereses extranjeros en el Atlántico Sur, es porque ese viejo imperio sin cañones sigue marcando el rumbo.

Y ahí empieza nuestra historia.



Del Asiento de Negros al contrabando del oro hispano (1713–1805)



La historia del dominio británico en el Río de la Plata no comenzó con fusiles ni tratados diplomáticos, sino con cadenas y mercancías. El punto de partida fue el Tratado de Utrecht, firmado en 1713 para poner fin a la Guerra de Sucesión Española y redistribuir el equilibrio de poder en Europa. Entre los premios que obtuvo Inglaterra se encontraba un negocio tan lucrativo como inhumano: el "asiento de negros", es decir, el monopolio del tráfico de esclavos hacia las colonias españolas en América.

Para explotar este privilegio, se fundó la South Sea Company (Compañía del Mar del Sur), una empresa que encarnaba el nuevo espíritu del imperialismo capitalista: combinar finanzas, comercio global y expansión geopolítica. El contrato con la Corona española autorizaba el ingreso de 4.800 esclavos africanos por año durante tres décadas, desde los puertos del Caribe hasta enclaves como Portobelo. Pero la letra chica escondía una intención mayor: abrir las puertas del continente a un imperio sin cañones.

Los barcos ingleses no solo transportaban esclavos: también cargaban textiles, herramientas, manufacturas, artículos de lujo y todo tipo de bienes prohibidos por el sistema de monopolio español. Bajo la excusa del asiento, se abría la puerta al contrabando legalizado. Así, en los márgenes del imperio español, los británicos comenzaron a construir su red de influencia económica.

Uno de los centros más activos de esta red fue el Río de la Plata. Aunque Buenos Aires aún era un puerto marginal, subordinado a los dictámenes de Lima, su ubicación estratégica lo convertía en un imán para el comercio clandestino. Lanchas británicas fondeaban en sus costas, descargaban esclavos y mercaderías, y cargaban oro, plata, cueros, sebo y alimentos. Desde allí, el circuito contrabandista se extendía hacia Montevideo, Colonia del Sacramento —enclave portugués ocupado y disputado repetidamente— y las rutas interiores del continente.

Pero el contrabando no era un delito aislado: era un sistema. Una economía paralela, sostenida por funcionarios corruptos, comerciantes criollos ávidos de productos europeos y una población que encontraba en el mercado negro un respiro frente al encierro económico del monopolio español. Se tejieron lazos, se sellaron pactos, se pagaron coimas. El delito se volvió rutina, y el orden colonial comenzó a deshacerse desde sus cimientos.

Este vínculo con Inglaterra, aunque fuera de la legalidad formal, resultó profundamente eficaz. No solo abasteció a las élites, sino que también transformó los hábitos de consumo populares. En las ciudades del Río de la Plata, desde Buenos Aires hasta Montevideo, se podía encontrar ropa inglesa, herramientas, utensilios, libros. Inglaterra era ya una presencia tangible mucho antes de firmarse tratados oficiales.

Y no fue casual. Mientras España imponía trabas, impuestos, inspecciones y lentitud burocrática, Inglaterra ofrecía agilidad, eficiencia y precios competitivos. En una economía donde comerciar era sobrevivir, muchos criollos —ricos y pobres— prefirieron Londres a Madrid. El imperio español aún manejaba las formalidades del poder, pero los ingleses controlaban la vida cotidiana.

Tulio Halperín Donghi lo expresó con precisión: "el contrabando no fue una excepción del sistema, sino su forma más eficaz en el Plata". Aquel comercio en las sombras no solo sobrevivió a la vigilancia oficial, sino que se transformó en una alternativa viable y deseable para muchos sectores sociales.

Todo esto fue posible porque el sistema imperial español estaba en decadencia. Las flotas, los puertos oficiales y las rutas controladas se volvían anacrónicos. Las reformas borbónicas intentaron reordenar el comercio en el siglo XVIII, pero llegaron tarde. Inglaterra ya había comprendido que podía dominar sin invadir: sobornando al funcionario adecuado, pactando con el comerciante local, ofreciendo lo que el imperio no podía dar.

El Río de la Plata fue el campo de pruebas de una lógica que luego se extendería a todo el Cono Sur: una combinación de comercio, influencia cultural, diplomacia, corrupción y deuda. El esclavo fue apenas el inicio. El verdadero objetivo era el oro, la carne, el cuero y, sobre todo, el control del comercio.

Cuando en 1776 se creó el Virreinato del Río de la Plata, el contrabando británico ya era parte del paisaje. La apertura de Buenos Aires como puerto legal no hizo más que formalizar lo que desde hacía décadas se practicaba a plena vista. Del tráfico oculto al tratado comercial hubo solo un paso.

Este ciclo —del asiento de esclavos al contrabando estructural— demuestra que la relación entre Gran Bretaña y el Río de la Plata no comenzó con las invasiones de 1806. Fue anterior, más astuta y profunda. Inglaterra no desembarcó como invasora: se introdujo como socia en las sombras. Y en esa alianza no escrita, ilegal pero legítima para los actores locales, se sembraron las semillas de una dependencia que florecería con fuerza en el siglo XIX.

Como una bodega oculta que de pronto se convierte en despacho oficial, así mutó la relación. El esclavo fue el pretexto. El oro, el cuero y la carne eran el objetivo. Y el control del comercio, el verdadero botín.

Mente, Corazón y Acción


lunes, 25 de agosto de 2025

Tu alma es la única luz - Arnau de Tera


25 de Agosto - Día del Idioma Guaraní en Paraguay


El Día del Idioma Guaraní, es una celebración especial del calendario nacional que tiene su origen el 25 de agosto del año de 1967; fecha en la que fue promulgada la Constitución Nacional y en la que se incluyó por primera vez en la historia el guaraní; idioma de la familia tupi-guaraní, como lengua nacional de Paraguay y asimismo se le otorgó rango jurídico a la misma.

Un símbolo de la identidad paraguaya, un idioma dulce, directo como pocos, y capaz de robar una risa con una sola palabra, el guaraní guarda la contundencia y la capacidad aglutinante de un idioma que sobrepasa las convenciones para embanderarse como un símbolo de la identidad paraguaya.

domingo, 24 de agosto de 2025

LUZ


jueves, 21 de agosto de 2025

Dolor


martes, 19 de agosto de 2025

Luz e Iluminación


Mbya Guaraníes


En el corazón de Misiones, una familia de la comunidad Andrés Guazurarí resiste y florece.
Entre la deforestación y los pinos que avanzan, cultivan orquídeas. La selva les habla y cada planta tiene un nombre, un remedio, un secreto que hasta los más pequeños aprenden y transmiten. La medicina vive en su palabra.

Resistir es permanecer en el monte, es sanar con hierbas, es sembrar vida donde otros solo ven negocio y desmonte.

Misiones. Argentina

Escrito poe Erica Voget


19 de Agosto - Día Mundial de la Fotografía


miércoles, 13 de agosto de 2025

Ser con tu espiritú - Aenau de Tera


martes, 12 de agosto de 2025

DAR


El camino de la sabiduría...


PAZ


11 de Agosto - Incorporación de los Derechos Indígenas a la Constitución Nacional Argentina



Se cumplen hoy 31 años desde que se incorporaron los derechos indígenas en la Constitución Nacional.

Fue en agosto de 1994 cuando el Estado argentino reconoció, por primera vez, su preexistencia étnica y cultural.

Fue un hecho histórico, producto de una larga lucha que culminó con la aprobación, unánime y por aclamación, de la inclusión del inciso 17 en el artículo 75, que dejó en el pasado el polémico artículo 67 inciso 15 de la Constitución de 1853.

Indígenas de todo el país formaron parte del proceso y, según recuerdan los constituyentes de la época, no faltaron a ninguna reunión.

Tras su aprobación, se vivió en el recinto un momento muy emotivo, en el que entre gritos de alegría, abrazos, y aplausos, la esperanza al fin se hacía carne.

El Pueblo Mbya formó parte de esta lucha con representantes de varias Comunidades, aunque hoy algunos ya no están: Luis Duarte, Sebastián Castillo y Santiago Velázquez.

También fueron parte Germino Duarte y Ángel Ramos, memoria viva de aquel tiempo. Éste último, el año pasado al cumplirse los 30 años, recordó: “Fue un momento histórico, para mí y para todos los Pueblos Indígenas, mucha emoción, lloramos todos. Se logró lo que esperábamos, que se nos incorporara en la Constitución Nacional”.

“Hoy, a tres décadas de este momento, la distancia entre aquel reconocimiento y la realidad, es abismal. Aún no existe una implementación plena de esos derechos, y aunque estén reconocidos, todavía se siguen negando, incluso desde el propio Estado”, indicó en un comunicado EMIPA (Equipo Misiones Pastoral Aborígen).

Ahora, representantes de los Pueblos Indígenas del NEA se unieron en apoyo a las Comunidades que habitan en Formosa y Santa Fe, para la redacción de un nuevo artículo de las Cartas Magnas provinciales a fin de modernizar y fortalecer el reconocimiento de sus derechos.

“Mientras, en Misiones, la incorporación en la Constitución Provincial de los derechos indígenas continúa siendo una vergonzosa deuda del Estado”, dice EMIPA.

La Ley 4.000, aprobada en 2003, establecía su implementación, pero el Gobierno de Misiones jamás llamó al referéndum obligatorio para que pudiera incorporarse la enmienda al artículo 9 de la mencionada Constitución, según el artículo 178 de la misma, ante el silencio de los diputados.

“Es el olvido más grande que tiene esa Constitución, olvidarse de los Pueblos Originarios”, recordó Ricardo Biazzi, Convencional Constituyente del 1994.

“Sin embargo, el Pueblo Mbya en Misiones aún sigue dando pelea por esta causa, ahora en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, como también lo hace a diario por la defensa de sus territorios ancestrales. Por eso esta fecha, hoy es un recordatorio de las deudas pendientes y de las luchas vigentes”, indico EMIPA.

Plan B/ Comunicado EMIPA 11-8-2025

domingo, 10 de agosto de 2025

LA EXPANSIÓN GUARANÍ: REDEFINIENDO UN LEGADO MILENARIO.


La historia de las migraciones humanas está repleta de relatos de resiliencia y adaptación, pero pocas son tan impresionantes como la expansión guaraní.

Un reciente estudio publicado en Archaeological and Anthropological Sciences por Loponte et al. (2025) nos ofrece una perspectiva actualizada y rigurosa sobre este fenómeno extraordinario, redefiniendo nuestra com-prensión de cómo una sociedad canoera de forrajeros-horticultores se extendió por más de 2500 km en un período relativamente corto. Este trabajo no solo contextualiza la relevancia de esta migración, sino que tam-bién desvela sus fases, tasas y las profundas implicaciones para la arqueología de Sudamérica.

● CONTEXTUALIZANDO LA MIGRACIÓN GUARANÍ: UN VIAJE HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO

El corazón de este estudio reside en la unidad arqueológica guaraní, un concepto que agrupa la cultura mate-rial y los comportamientos asociados a las antiguas poblaciones de forrajeros-horticultores del Holoceno tardío. Estas poblaciones, intrínsecamente ligadas a la familia lingüística Tupí-Guaraní (subgrupo Guaraní), protago-nizaron una de las expansiones más notables registradas entre las sociedades preindustriales conocidas. Su viaje los llevó desde la Amazonia suroccidental hacia las vastas tierras bajas de América del Sur, abarcando gran parte de la cuenca del Río de la Plata y la vertiente costera del Atlántico en el sureste de Brasil.

El objetivo central de la investigación es refinar la cronología y las dinámicas de esta expansión. Los autores buscan una mejor alineación con los modelos de dispersión lingüística y, al mismo tiempo, ofrecer nuevas perspectivas sobre cómo sociedades con un dominio tan avanzado de la navegación en canoa pudieron cubrir territorios tan extensos en un lapso arqueológico relativamente breve.

Para comprender la magnitud de este fenómeno, es fundamental conocer el modo de vida de estas poblacio-nes. Los guaraníes eran forrajeros-horticultores, lo que implica una estrategia de subsistencia combinada: la recolección de plantas silvestres y la caza en los jardines se complementaba con una agricultura de tala y quema (policultivo). Sus cultivos principales incluían tubérculos tropicales como batatas, ñame y mandioca, así como cacahuetes, frijoles, calabazas y, de manera crucial, maíz. Sus asentamientos se ubicaban típicamente adyacentes a cursos de agua, en bosques tropicales y subtropicales de tierras bajas, evitando las zonas áridas o elevaciones superiores a los 600 metros sobre el nivel del mar. En este contexto, el uso de canoas no fue meramente una facilidad, sino una tecnología fundamental que les permitió cubrir amplias distancias y facilitar la cooperación entre asentamientos distantes, un factor clave en su éxito expansivo.

LA INVESTIGACIÓN AL DETALLE: DESVELANDO LA EXPANSIÓN
Para desentrañar las complejidades de esta migración, los investigadores compilaron una extensa base de datos cronológica. Esta base incluye 228 dataciones por radiocarbono ($^{14}$C) y 85 dataciones por termo-luminiscencia (TL), sumando un total de 313 fechas. Es crucial destacar el riguroso enfoque del estudio en la fiabilidad de estas fechas. Se excluyeron aquellas con atribuciones incorrectas a sitios o capas guaraníes, así como los valores atípicos extremos o las dataciones de baja calidad que podrían comprometer la robustez del marco cronológico. Las dataciones de radiocarbono se calibraron utilizando la curva SHCal-20 con el programa OxCal, proporcionando rangos en formato BCE/CE (Antes de la Era Común/Era Común).

Para el análisis de los datos, el equipo empleó diversas herramientas estadísticas avanzadas: Análisis de Coe-ficiente de Silueta (SCA), Análisis de Conglomerados Jerárquicos (HCA), Análisis de Componentes Principales (PCA) y Distribución de Probabilidad Sumada (SPD). Estas herramientas, complementarias entre sí, permitie-ron agrupar los rangos cronológicos y observar patrones de dispersión y densidad poblacional, revelando una narrativa mucho más compleja de lo que se había asumido previamente.

● HALLAZGOS CLAVE: CUATRO FASES DE EXPANSIÓN
La investigación reveló un patrón de dispersión de norte a sur, que se agrupa en cuatro fases cronológicas principales, cada una con sus características distintivas:

● FASE I (500 a 800 CE): LA COLONIZACIÓN INICIAL
Antigüedad y Origen: La evidencia más sólida para el inicio de la colonización guaraní en la cuenca del Plata se sitúa alrededor del 500 ± 100 CE. Los sitios más antiguos identificados (Ragil, João Batista, Lagoa Seca, Boreví) se encuentran estratégicamente ubicados cerca de la región de la triple frontera entre Mato Grosso do Sul, Paraná (Brasil) y Paraguay.

Naturaleza de la Ocupación: El registro arqueológico de estos primeros sitios ya muestra todas las característi-cas típicas de la cultura guaraní plenamente formadas, lo que sugiere un origen alóctono (de fuera), probable-mente desde la Amazonia suroccidental, en línea con los datos lingüísticos que indican la cuna de la lengua Tupí-Guaraní en esa región.

Densidad Poblacional: Esta fase no indica una aparición súbita y masiva de población. Por el contrario, parece corresponder a poblaciones fundadoras con baja densidad demográfica. La señal arqueológica es débil, y la ocupación del espacio fue discontinua, probablemente influenciada por la presencia de poblaciones preexis-tentes que competían por los recursos y el territorio.

 FASE II (800 a 1300 CE): EXPANSIÓN MODERADA Y ADAPTACIÓN COSTERA
Expansión Territorial: En esta fase, los guaraníes se expanden hacia los estados de Santa Catarina y Rio Grande do Sul. La costa atlántica fue alcanzada alrededor del 1000 CE, y la sección media del río Uruguay, algunos si-glos después. Curiosamente, la expansión en esta latitud favoreció el este (zonas de selva tropical) sobre el sur (bosques ribereños subtropicales más empobrecidos), lo que sugiere una preferencia por entornos que se ajustaban mejor a su modo de vida.

Crecimiento Poblacional: Aunque se observa un ligero incremento en el número de sitios, la señal arqueológica sigue siendo moderada y no se detecta una "saturación" del paisaje. La estrategia de ocupación continuó sien-do discontinua, indicando un crecimiento sostenido pero no explosivo.

 FASE III (1300 a 1600 CE): EL PICO DEMOGRÁFICO Y LA MÁXIMA EXTENSIÓN
Cobertura Territorial: Este período marca la mayor extensión territorial de la ocupación guaraní, con su llegada al Delta del Paraná y al Río de la Plata alrededor del 1300 CE. Esto demuestra la capacidad de esta sociedad para colonizar entornos geográficamente diversos.

Explosión Demográfica: Coincide con un aumento significativo en el número de sitios habitados, lo que sugiere un notable crecimiento poblacional que probablemente llevó a la saturación del espacio en varias áreas. Los análisis de SPD (Distribución de Probabilidad Sumada) muestran un crecimiento exponencial a partir de 1250-1300 CE, desmintiendo modelos previos que sugerían un pico demográfico alrededor del 1000 CE. Esta explo-sión demográfica es un testimonio del éxito adaptativo de la cultura guaraní.

● FASE IV (1600 CE EN ADELANTE): RESILIENCIA Y RETRACCIÓN EN TIEMPOS HISTÓRICOS

Contexto: Esta es la fase más reciente, que coincide con el inicio de la expansión europea en América del Sur. La llegada de los colonizadores representó un punto de inflexión que alteraría drásticamente las dinámicas de las poblaciones indígenas.

Patrón de Asentamiento: Los sitios guaraníes de este período se concentran en regiones que permanecieron fuera del control europeo (como el alto valle del río Uruguay, el Alto Paraná y partes del norte de Rio Grande do Sul). En contraste, los sitios guaraníes desaparecen o disminuyen significativamente en áreas bajo control europeo, como el Delta del Paraná o la costa atlántica de Brasil, evidenciando el impacto de la colonización.

Movimientos Poblacionales: Esta fase representa un período de resiliencia y una retirada geográfica abrupta ha-cia el interior. Sin embargo, también hubo una nueva diáspora, con reubicación en Misiones Jesuíticas (lo que alteró profundamente sus tradiciones culturales), dispersión en áreas marginales o previamente desocu-padas, e incluso integración en los centros coloniales, donde algunas prácticas culturales como la alfarería lograron persistir como testimonio de su legado.

TASAS DE MIGRACIÓN Y SU SIGNIFICADO
El estudio también calculó las tasas de expansión, proporcionando una medida cuantitativa de la velocidad de esta migración. En general, los resultados oscilan entre ~1.3 y ~2.8 km por año, con variaciones según la re-gión:

Desde la cuenca superior hasta el Delta del Paraná (cubriendo 1370 km en 826 años), la tasa fue de ~1.7 km/año.

Hacia las cabeceras del río Uruguay (cubriendo ~800 km en 331 años), la tasa fue de ~2.4 km/año.

Hacia la costa atlántica (cubriendo ~1400 km en ~500 años), la tasa fue de ~2.8 km/año.

Estas tasas, aunque variables, son sorprendentemente inferiores a las reportadas para otras migraciones que también dependían de la navegación. Esta variabilidad se espera y puede atribuirse a la diversidad de paisajes encontrados, la resistencia al movimiento impuesta por factores ecológicos y topográficos, y la presencia de poblaciones preexistentes que podrían haber ralentizado o desviado la expansión guaraní.

 IMPLICACIONES Y FUTURAS DIRECCIONES

Esta investigación no solo revisa la cronología y la geografía de la expansión guaraní, sino que también ofrece nuevas perspectivas sobre la dinámica demográfica y las estrategias de colonización. La evidencia de fases de baja densidad poblacional y ocupación discontinua, seguida de un auge demográfico y la saturación del espa-cio, desafía modelos anteriores que proponían una expansión más uniforme y temprana. Esto reconfigura nuestra comprensión de cómo las sociedades preindustriales lograron colonizar vastos territorios.

A pesar de los avances significativos, el estudio subraya varias limitaciones y áreas cruciales para futuras inves-tigaciones:

La distribución geográfica desigual de los datos cronológicos actuales deja grandes áreas, como el Pantanal, el interior de Mato Grosso do Sul, Paraguay, Bolivia y la provincia de Misiones, subrepresentadas. Es crucial obte-ner más muestras de estas regiones para lograr una imagen completa.

La falta de información sobre el tamaño de los sitios guaraníes impide evaluar tendencias de agrupamiento o dispersión poblacional a lo largo del tiempo, un dato que sería invaluable para entender la organización social.

Existen desafíos en la datación de la Fase IV (período colonial temprano) debido a la anchura de los rangos de calibración del radiocarbono y la posibilidad de que las muestras reflejen actividades de colonos europeos en sitios guaraníes abandonados. Aquí, la termoluminiscencia se presenta como una oportunidad prometedora para refinar esta cronología.

Se necesita una validación continua de las metodologías de datación y la obtención de datos paleoclimáticos más precisos para establecer conexiones más detalladas entre los cambios ambientales y la expansión guar-aní.

El estudio examina la expansión de los guaraníes desde el suroeste de la Amazonía hacia el sureste de Suda-mérica, cubriendo una gran parte de la cuenca del Río de la Plata y la vertiente costera atlántica del sureste de Brasil. Este proceso migratorio abarcó más de 2500 km.

En última instancia, el estudio enfatiza la importancia de la cooperación internacional y la generación consis-tente de nuevos datos de campo y laboratorio bajo estándares compartidos para impulsar el crecimiento teó-rico y metodológico de la arqueología guaraní. La expansión guaraní, con su combinación de migraciones a larga distancia lideradas por poblaciones pioneras y movimientos más cortos, tiene profundas implicaciones para la dinámica de metapoblaciones, la evolución cultural y los sistemas de innovación y aprendizaje dentro de esta fascinante sociedad.
Colaboracion Carlos Settembrini 

#guarani #paraguay #brasil #Amazon #amazonas #argentina #aborigen #indigenas #PueblosOriginarios #america