El tigre azul romperá el mundo. Otra tierra, la sin mal, la sin muerte, será nacida de la aniquilación de esta tierra.
Así lo pide ella. Pide morir, pide nacer, esta tierra vieja y ofendida. Ella está cansadísima y ya ciega de tanto llorar ojos adentro. Moribunda atraviesa los días, basura del tiempo, y por las noches inspira piedad a las estrellas. Pronto el Padre Primero escuchará las súplicas del mundo, tierra queriendo ser otra, y entonces soltará el tigre azul que duerme bajo su hamaca.
Esperando ese momento, los indios guaraníes peregrinan por la tierra condenada.
- ¿Tienes algo que decirnos, colibrí?.
Bailan sin parar, cada vez más leves, más volando, y entonan los cantos sagrados que celebraba el próximo nacimiento de la otra tierra.
- ¡Lanza rayos, lanza rayos, colibrí!.
Buscando el paraíso han llegado hasta las costas de América. Han rondado selvas y sierras y ríos persiguiendo la tierra nueva, la que será fundada sin vejez ni enfermedad ni nada que interrumpa la incesante fiesta de vivir. Los cantos anuncian que el maíz crecerá por su cuenta y las flechas se dispararán solas en la espesura; y no serán necesarios el castigo ni el perdón, porque no habrá prohibición ni culpa.
Eduardo Galeano - Memorias del fuego II
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