Toda sociedad posee diversas maneras
de hacer las cosas, conocidas comúnmente como tradiciones. La arquitectura es
también parte de estas maneras manifestándose en patrones edilicios que pueden
cambiar con el tiempo. Los inkas, cuando fundaban sus ciudades y asentamientos,
respetaban los estándares propios, aunque muchas veces podía presentarse un
fenómeno de sincretismo o combinación con elementos de las culturas locales
conquistadas. Las plazas inka se percibían como el centro público de mayor
interés para la reunión comunal del tipo festivo, ceremonial o político. Era
usual que fueran planificadas como emplazamientos cuadrangulares o
rectangulares, aunque existan sitios arqueológicos donde las plazas se
construyeron con otras formas, es el caso de Nevados de Aconquija, Tucumán. Las
delimitaba un muro de rocas que no superaba por lo común un metro de alto. Y
además, estos espacios poseían varias entradas en diferentes direcciones.
La plaza principal de El Shincal es un cuadrado casi
perfecto de considerable longitud y superficie intramuros. Sus lados se
disponen de acuerdo con las direcciones cardinales. Este fenómeno demuestra la
gran importancia que los inkas daban a la relación entre la arquitectura y el
movimiento del sol. El astro, en su dinámica de este a oeste, condicionaría
siempre la orientación de los cuatro puntos cardinales. En El Shincal
posiblemente se reunieran miles de personas que participaban de las
festividades estatales.
En la plaza se producían muchos eventos, algunos vinculados a la danza, la música y otros a rituales. Todo se acompañaba permanentemente de comida y bebida que el soberano regalaba como muestra de su majestuosidad. La chicha iba de aquí para allá en grandes cántaros conocidos por los arqueólogos como aríbalos. Se servía en vasosqero, de madera o cerámica, y en cuencos de calabaza. Se bebía hasta la embriaguez, dado que únicamente en los momentos festivos eran permitidas estas conductas licenciosas. Dentro de la plaza existen sólo tres construcciones edilicias. Un ushnu o plataforma ceremonial, una kallanka o edificio de reuniones y un muro extenso a manera de portal simbólico de 48,5 metros de longitud con cuatro entradas. Por el oeste, ingresaba un angosto canal transportando agua desde una vertiente ubicada a 2 km. de distancia. El agua de vertiente provenía de las entrañas de la montaña y era considerada una entidad sagrada cargada de poderes. Los inkas se preocuparon mucho por replicar este patrón de conducción del agua dentro de las plazas. Los edificios kallanka fueron conocidos como los cabildos indios según los relatos de los cronistas. De particular forma rectangular, se utilizaban para reuniones a la manera de asambleas. Allí se tomaban decisiones importantes, en su mayoría de carácter político-administrativas como por ejemplo, los turnos de trabajo tributado. En los dos edificios kallanka de El Shincal se realizaron también actividades de cocción de alimentos y producción de chicha.
Las construcciones ceremoniales. Al parecer uno de los principales propósitos para erigir este
establecimiento inka fue la práctica ceremonial. En este sentido, El Shincal
presenta muchos atractivos pero sin duda dos de los más imponentes son los
cerros aterrazados que se ubican al este y oeste de la plaza. Se trata de dos
elevaciones bajas, de no más de 25 metros desde el nivel de la plaza, aplanadas
artificialmente en sus cimas, lo que implicó que muchos trabajadores removieran
toneladas de tierra y piedra picada. Para acceder hasta lo más alto se
construyeron dos escalinatas de cientos de peldaños, una completamente recta
(cerro del este) y la otra ondulante (cerro del oeste). Al mismo tiempo,
realzaron el aspecto monumental levantando muros sobre las laderas buscando la
forma de un amurallado compacto. Se observan sutiles cambios de dirección de
los muros provocando un efecto de zig-zag muy típico de la arquitectura de
estilo inka.
El cerro del oeste presenta una mayor cantidad de elementos distintivos. En la cima se observa un gran bloque rocoso que fue apenas cortado y otras piedras más pequeñas ubicadas cerca. Este tipo de manifestación recuerda mucho las rocas tipo waka de la cosmología inka, es decir aquellas representaciones sagradas que se vinculan a los antepasados. Estas rocas estaban dotadas de poderes especiales. Otra manifestación muy llamativa es un mortero de varias oquedades, localizado hacia el borde norte. Pero no es posible que haya sido utilizado para moler maíz cotidianamente puesto que su ubicación en la altura lo vuelve sumamente incómodo. Se trataría nuevamente de un elemento de tipo sagrado, con seguridad objeto de rituales. En la base del cerro se encuentran unos pequeños andenes de cultivo que imitan, en escala reducida, las grandes construcciones sobre las laderas andinas. Los atraviesa un canal que transporta agua de una vertiente. Su tamaño reducido no garantizaría una producción agrícola importante sobre estas construcciones. Estaban dedicados a cultivos ceremoniales para personas de prestigio o deidades.
Una de las construcciones más importantes de todo el sitio es, sin duda, la gran plataforma ceremonial en medio de la plaza. El ushnu en la cosmovisión inka no sólo era un espacio físico donde el gobernante dirigía las actividades desarrolladas en la plaza. Se trataba de una especie de portal que conectaba el mundo de arriba hanan pacha, este mundo kay pacha y el mundo inferior uku pacha. Debido a su tamaño se infiere que el ushnu de El Shincal era uno de los de mayor jerarquía de todo el Qollasuyu. En el centro, enterrados a unos cuantos centímetros, aparece un conglomerado de rocas que ha servido como libadero para ofrendar chicha. También fueron enterradas y quemadas otras ofrendas, como vasijas, comida, semillas, objetos preciados de metal y mullu, un molusco bivalvo del Pacífico de alto valor simbólico.
Fuente: pueblosoriginarios.org |
En la época hispano-indígena, los diaguitas se rebelaron varias veces contra el yugo español. Durante los levantamientos del siglo XVII, el ushnu de El Shincal se utilizó nuevamente como espacio para ofrendar a los dioses, quizás buscando protección y buen augurio para la guerra. Objetos indígenas fueron enterrados junto a restos de bienes españoles como vajilla, un birimbao, clavos e incluso cereales y frutos del viejo mundo. Los líderes locales, al mismo tiempo, buscaron legitimar su poder de unificación apelando a un pasado indígena glorioso como el representado muchas veces en los mitos sobre el Tawantinsuyu.
Fuente: Miradas al Sur. Año 6.
Edición 284. Domingo 27 de Octubre de 2.013.