El pueblo Guarani habita desde hace siglos en América Latina.
Antes de la llegada de los españoles, la gran familia Guarani-Tupí habitaba
parte de los actuales territorios de Brasil, Paraguay, Argentina, Uruguay,
Guyana, Bolivia, Perú y Ecuador. Actualmente no hay datos oficiales de su población,
pero se sabe que en las comunidades que quedan de Bolivia, Paraguay, Argentina
y Brasil, hay alrededor de 130.000 a 150.000 habitantes.
En la lengua guaraní no existe palabra “naturaleza”, mejor dicho,
esta palabra nos lleva directamente a su vida religiosa cotidiana, a la
dimensión espiritual y a su mitología.
Los Mbyá describen la creación como un proceso de toma de
conciencia del primer ser divino que, paso a paso, se autodesarrolló desde la
“oscuridad originaria” – un estado mítico primigenio en el que aún no había
todavía conciencia de la futura creación – a formas antropomorfas. Ya en esta
primera etapa de la creación aparece un animal – el colibrí. Ése primer canto
de la historia de la creación mbyá ha recibido el título “Las primitivas
costumbres del Colibrí”. Cuando se inicia la revelación de la conciencia del
Dios creador. Ñamandu, el colibrí le trae “néctar celestial”, una expresión
metafórica en la lengua mbyá que se refiere a la inspiración divina.
En una etapa posterior de la creación, después de que la tierra ya
había sido consolidada, los animales aparecen también en formas concretas. En
principio los guaraní distinguen dos tipos de alma. El alma espiritual ñe’ẽ y el alma corporal ã. Los seres humanos poseen las dos durante
toda su vida en la tierra. El alma espiritual se expresa por medio de la
palabra, se ubica en la garganta y después de la muerte sale del cuerpo para
regresar directamente a su “morada celestial” que se encuentra en uno de los
siete niveles celestiales. El alma corporal tiene como tres capas, está ubicada
en la sangre y en la leche materna y se manifiesta por medio de la sombra.
Según los contextos, la palabra para “sombra” -ra’anga- también
puede significar “forma”. Al principio de la creación los animales vivían en la
tierra animados por el alma espiritual y el alma corporal, igual que los seres
humanos. Ahora, en la segunda creación, las almas espirituales de los animales
viven “en las afueras del paraíso de Nuestro Padre”. Los animales de la tierra
están animados sólo por el alma corporal. Según la cosmovisión guaraní es esta
la diferencia entre los seres humanos y los animales.
Los Tavyterã han transferido el mencionado concepto de las
almas incluso a la modernidad. En su visión existe solamente un alma espiritual
para cada especie animal. Todas las especies evolucionaron al inicio de la
creación o a lo largo de la primera creación. Al ser confrontados con nuevos
animales oriundos del “Viejo Mundo” (caballos, vacas, puercos, ovejas, etc.)
explican que se trata de manifestaciones diferentes de las almas espirituales
de los animales, formadas en la época mítica. El alma espiritual del tapir se
manifestó “en el otro lado del mundo” como vaca, el alma espiritual del ciervo
como caballo, el alma espiritual del corzo como cabra, etc. De ahí los
extranjeros no-indígenas trajeron esas “formas” o “sombras manifestadas en
otras formas” de las almas espirituales originarias de los animales a la zona
de asentamiento de los Tavyterã.
En los mitos se relatan metamorfosis de seres humanos que se
transformaron en animales, porque ya no querían soportar más humillaciones o
porque habían violado un tabú. En otras ocasiones esta metamorfosis tuvo lugar,
porque una persona que tenía un talento especial, lo quiso ofrecer a sus
prójimos y descendientes y para ello tomó la forma de una especie animal o
vegetal. Los Ayoréode en el Chaco paraguayo cuentan, por ejemplo, el mito de un
hombre que descubrió la miel. Para mantener la habilidad de encontrar miel en
beneficio de los demás también en el futuro, se convirtió en abeja. La miel es
un alimento muy apreciado e importante porque es dulce y proporciona mucha
energía.
Para los pueblos indígenas la diferencia entre los seres humanos y
los animales no es fundamental sino más bien gradual y transitoria. En muchas
culturas indígenas, igual que en la cultura guaraní, antes de la caza un buen
cazador solía establecer contacto en su sueño con un animal que estuviera
dispuesto a dejarse cazar por él. La parte del alma corporal del cazador que
tiene la capacidad de viajar durante el sueño intentaba entrar en contacto con
el alma corporal del animal. Cuando el animal estaba de acuerdo con dejarse
matar para que sea su comida el cazador ya tenía la certeza de que tendría
éxito al día siguiente.
En estas culturas indígenas se come de la caza con la conciencia de
que al comer uno incorpora también las capacidades especificas del animal.
Según los Aché, un pueblo guaraní de cazadores y recolectoras en el este del Paraguay,
el embrión recibe las cualidades del primer alimento que el padre trae a la
madre después de saber del embarazo. Puede ser un animal o una planta. Este
alimento forma sobre todo el alma corporal del niño aún no nacido. Recibirá el
nombre de este animal o esta planta y seguirá estando estrechamente relacionado
con él por toda su vida sin jamás comerlo.
Además, muchos pueblos indígenas atribuyen a la comida de
carne una influencia en los sueños nocturnos. Por esta razón algunos miembros
más tradicionales de los pueblos amazónicos rechazan la carne. Aparte de las
relaciones de alma con animales y plantas y la comunicación directa con ellos,
hay otras formas espirituales para entrar en contacto con los seres no humanos.
Cada especie animal y muchas plantas tienen un cuidador o una cuidadora. Son
seres espirituales que se ocupan, entre otras cosas, de que se trate con
respeto a los animales y las plantas a quienes cuidan.
Los Tavyterã, por ejemplo, siempre expresaban una súplica a la
cuidadora de las víboras antes de iniciar una larga caminata:
“Bueno será (suplico) que Kuñambía (cuidadora de las víboras), se
aparte buenamente con sus colmillos de los caminos que deberé seguir. Que
buenamente se mantenga escondida, juntamente con sus colmillos, (lejos) de los
lugares por los que deberé transitar. Que constantemente mantenga amortiguados
sus colmillos, lejos de los lugares por los que deberé transitar. Guarda
buenamente a tus numerosos nietos, Jarara Grande, apartados de los lugares por
los que deberemos transitar”
También hay casos en que por haber violado un tabú o
por estar obsesionados con un alma de un animal poderoso, como, por ejemplo, el
jaguar, seres humanos han llegado hasta a perder su condición humana y caer en
un cierto estado parecido a un animal salvaje del que en algunos casos
solamente chamanes muy poderosos pueden liberarles.
Otro ámbito extenso de las relaciones religiosas con la naturaleza
surge en el contexto de la agricultura de corte y quema. Los Tavyterã en el
Paraguay son excelentes agricultores y conocidos por la alta calidad de su maíz
y su mandioca. Todo el ciclo agrícola, desde el corte hasta la cosecha, está
acompañado por oraciones. Ruegan a los árboles que se dejen talar para dar
lugar a la siembra. Durante la quema cantan al viento que sople suavemente para
no distribuir el fuego por todos lados. Para ganarse las simpatías de Jakaira,
un ser divino asociado a la fertilidad, observan cuidadosamente el código moral
que se refiere sobre todo al comportamiento respetuoso frente a los ancianos,
observan la obligación de compartir con la comunidad y utilizar los recursos
naturales con entendimiento. Se bendicen los primeros frutos del campo y al
cosechar el maíz blanco se celebra la gran fiesta del maíz. A lo largo de la
primera noche cantan un largo canto ritual y durante la segunda noche presentan
diferentes bailes en círculo. Según los Tavyterã también las plantas
medicinales revelan todo su potencial sólo cuando se reza debidamente antes de
recogerlas.
De igual manera la relación indígena con la naturaleza concierne
las relaciones con ciertos lugares en el paisaje. En este contexto es de suma
importancia conocer qué ser espiritual, ser divino o alma de difunto habita el
espacio geográfico determinado. Montes y sobre todo los picos y las mesetas
sirven como “domicilio” para seres divinos y por lo tanto los indígenas los
evitan respetuosamente. El pantano y las orillas del río están habitados muchas
veces por seres espirituales malévolos y patógenos y por lo tanto son evitados
igualmente, pero más por miedo que otra cosa. Si no es posible evitarlos, se
atraviesa estas zonas con rapidez y concentración.
En algunas culturas las almas de los difuntos vigilan ciertos
lugares de la zona del asentamiento tradicional. Mantener buenas relaciones con
ellos forma parte de la protección del espacio habitado y usado por sus
descendientes vivos.
Actualmente esta comunidad es victima de la miseria, abandono y
violencia en diferentes puntos del continente, como en Mato Grosso do Sul,
Brasil, y su constante lucha por la reapropiación de parte de las tierras que
antaño pertenecieron a sus ancestrales.(puedes ver un video relacionado a este
tema, copiando y pegando en la barra de tu programa de internet el siguiente
link: http://vimeo.com/7131527#at=56 )
Bibliografia
Friedl Paz Grünberg indígenas – naturaleza – proyectos 1999/2003
Cadogan 1992
Grünberg 1995
Cadogan 1962:60 “Hiña anga, Kuñambía toguerosyry katupyry o kuarasy
che renonerãmagui.
Togueroñemi katupyry o kuarasy che renonerãmagui.
Togueroapaiky joty o kuarasy che renonerãmagui.
Emoingatu ne remiarirõ eta, Jarara Jusu, ore renonerãmagui.”
Fuente
Blog de los sueños
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