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Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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sábado, 17 de agosto de 2024

José de San Martin, Vida y Legado




José Francisco de San Martín nació en Yapeyú el 25 de febrero de 1778. En 1781 su familia se trasladó a Buenos Aires; vivieron en una casa en la calle Piedras.
Tanto su madre, Gregoria Matorras, como su padre, Juan de San Martín, nacieron en España, en Castilla la Vieja. Juan de San Martín era coronel, y en 1774 fue nombrado teniente gobernador de Yapeyú. Tuvieron cinco hijos; José de San Martín era el menor de los hermanos.
En 1784 San Martín llegó con su familia a España. Entre 1789 y 1811 dio sus primeros pasos en la milicia en el Regimiento de Murcia, como cadete; luego, ya con mayor rango, participó en las campañas de África y de Europa.
San Martín tomó contacto en Londres con la Gran Reunión Americana, sociedad patriótica ligada a la masonería (grupo que proclamaba la igualdad, la libertad y la fraternidad).
El 9 de marzo de 1812 regresó a Buenos Aires para ponerse a las órdenes del gobierno patriota y al servicio de la emancipación en América. Creó el Regimiento de Granaderos y se convirtió en coronel el 7 de diciembre de 1812. A mediados de ese año fundó, junto con Alvear (poner el nombre de pila), una filial de la Logia de los Caballeros Racionales, que rebautizó con el nombre de Logia Lautaro. El nombre fue tomado de un cacique araucano que se sublevó en el siglo XVI contra los españoles.
El 12 de noviembre de 1812 San Martín –que tenía 34 años- se casó con María de los Remedios de Escalada. Ella lo ayudó en la formación del Ejército de los Andes: fundó la Liga Patriótica de Mujeres, y donó sus joyas para ayudar a la campaña. María de los Remedios falleció el 3 de noviembre de 1823.
Fruto de ese matrimonio fue su hija Mercedes, que nació en Mendoza el 23 de agosto de 1816. Mercedes se embarcó con su padre hacia Europa el 10 de febrero de 1824, y el 13 de diciembre de 1832 se casó en París con Mariano Balcarce. Murió en esa ciudad el 28 de febrero de 1875.
El 3 de febrero de 1813 José de San Martín tuvo su bautismo de fuego en territorio americano, en la batalla de San Lorenzo, que se convirtió en su primer triunfo en estas tierras.

Hacia la liberación…
El 29 de enero de 1814 San Martín asumió el mando del Ejército del Norte (que dirigía Manuel Belgrano). El 10 de agosto de ese año se convirtió en gobernador intendente de Cuyo.
La gobernación de Cuyo no era un cargo político codiciado, pero lo colocó en el lugar indicado para desarrollar su plan de liberación: cruzar la Cordillera, expulsar a los españoles de Chile y, luego, avanzar hasta el Perú, bastión realista de América del Sur. Cuando asumió el cargo, el Cabildo mendocino le ofreció una casa que el Libertador no aceptó; pero además, decidió cobrar sólo la mitad del sueldo que se le había asignado.
En 1816 se aprobó su plan para liberar Chile y Perú.

El exilio en Europa
El 11 de febrero de 1824 el Libertador se embarcó hacia Europa. Allí siguió trabajando para consolidar la Independencia.
El 23 de abril llegó al puerto francés de El Havre. Su presencia despertó sospechas: sus papeles fueron incautados y revisados por sus antecedentes revolucionarios, pero sus documentos le fueron devueltos. El 4 de mayo se embarcó con su hija a Inglaterra, y poco después se radicó en Bruselas.
En 1825 escribió las famosas Máximas para mi hija.

En 1829 San Martín llegó a Buenos Aires pero no desembarcó: se negó a tomar partido en las luchas internas. Regresó a Europa.
En 1830 dejó Bélgica y se trasladó junto con su hija a Francia. En 1834 compró una casa en Gran Bourg.

Últimos días y legado
En 1844 redactó su testamento en París.
En 1846 ofreció sus servicios a Rosas. Dos años después, se trasladó a Boulogne-sur-Mer, donde falleció el 17 de agosto de 1850.
Sus restos fueron repatriados en 1880, y actualmente descansan en un mausoleo construido dentro de la Catedral porteña.
En casi todas las localidades argentinas hay una plaza, una calle, una escuela o un club con el nombre de San Martín. Y, en muchas, hay monumentos en su homenaje (incluso, en 1951, fue inaugurada una estatua de San Martín en el Central Park de Nueva York). Su imagen también está en billetes, monedas y estampillas

viernes, 16 de agosto de 2024

El particular gusto de San Martín para tomar mate que llama la atención de los historiadores


“¡Cosa extraña! Siendo argentino, casi paraguayo, el general no hacía uso nunca del mate en Europa; más por una ingeniosa transacción con sus viejos hábitos se servía el té o café en aquel utensilio y lo bebía con una bombilla de caña”, escribió Benjamín Vicuña Mackenna en 1863, en una de las primeras biografías publicadas sobre José de San Martín.

El mate acompañó a los revolucionarios que pelearon por la independencia a lo largo y ancho del país. Crónicas de la época cuentan cómo en cada posta, en cada parada del camino, había un mate esperando para el viajero, para el representante de una provincia que se dirigía a alguna reunión o para un mensajero que iba a llevar algún recado. Los mates fueron y vinieron de mano en mano como testigos de los grandes acontecimientos de la época que le dieron origen a nuestro país.

Sin embargo, según cuentan diferentes testigos de la época al llamado padre de la patria, no le gustaban los mates. La particularidad de la infusión que bebía San Martín, que se podría denominar “mate de café” , no era sólo costumbre de Don José. El militar, escritor, exgobernador de Chaco y expresidente de la Cámara de Diputados, Lucio V. Mansilla, también era un habitué del mate de café.

Por otro lado, cuando el sol pegaba fuerte, San Martín abandonaba su infusión y tomaba helado. Sí, helado en 1800. Se le llamaba nieve y era espuma de leche enfriada y endulzada con canela y azúcar.
Fuente - Diario MDZ - 15 de Agosto de 2024https://www.mdzol.com/sociedad/2024/8/15/el-particular-gusto-de-san-martin-para-tomar-mate-que-llama-la-atencion-de-los-historiadores-451410.html?fbclid=IwY2xjawEs1K5leHRuA2FlbQIxMQABHVGlR42CI1B9UDvGEbvNGmTgRnRRS3JbH4TFuDnPbeROvmDORyNXgGrD-w_aem_aEDuioZcXqxPZtb4sQNk0Q


martes, 17 de agosto de 2021

El pacto de San Martín con los caciques indígenas que permitió el éxito de la hazaña del Cruce de los Andes



Uno de los aspectos claves de la estrategia del jefe del Ejército de Los Andes para lograr un cruce exitoso hacia Chile fue tejer una importante relación con los pehuenches, conocedores profundos de todos los pasos.


José de San Martín era gobernador de Cuyo desde 1814. Desde mucho antes tenía su estrategia trazada: cruzar los Andes, liberar Chile y apuntar a Perú, porque en Lima estaba el poderío de los godos y los no pocos americanos que apoyaban su causa.

Cuando se acercaba el invierno de 1816, todavía el Congreso de Tucumán no había declarado la Independencia, que era un requisito fundamental para poder empezar la hazaña. Por entonces, el Plumerillo era una base militar potente. El Libertador tenía todo lo necesario, pero ¿cómo encarar el cruce de la cordillera con seis mil hombres, diez mil mulas, mil seiscientos caballos, más comida para la tropa, comida para los animales, cañones, municiones y un hospital capaz de asistir a los heridos cuando llegaran las batallas?

-Lo que no me deja dormir es, no la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar esos inmensos montes –le escribió San Martín a su amigo Tomás Guido en una carta fechada el 14 de junio de ese 1816. Tenía 38 años, 25 de los cuales los dedicó a pelear por causas en las que creyó y que desafiaban a los poderes absolutistas.

Un mes antes, Juan Martín de Pueyrredón había asumido al frente de las Provincias Unidas del Río de la Plata y eso podía resultar una buena noticia. Sin embargo, en la carta a Tomás Guido, San Martín es claro: “El tiempo me falta para todo, el dinero ídem, la salud mala, pero así vamos tirando hasta la tremenda”.

Hacía dos años que había empezado con úlceras gastrointestinales. Los vómitos de sangre coincidieron con “el desastre de Rancagua”, cuando los patriotas al mando de Bernardo O’Higgins fueron derrotados por los realistas en la batalla acontecida entre el 1° y el 2 de octubre de ese 1814. Eso resultó un vuelco decisivo ya que Chile quedaba en manos de la reciente restauración monárquica de Fernando VII.

Una parte de los patriotas chilenos quedó en su territorio para dar la lucha guerrillera, en minoría de fuerzas, contra el ejército español. Al frente estaba José Miguel Carrera, quien había presidido la junta revolucionaria que había destituido el absolutismo español en 1812. Carrera hizo “la guerra de zapa” después de Rancagua y lo hizo a tono de sus contactos con San Martín.

En cambio, tras aquella derrota de principios de 1814, Bernardo O’Higgins logró romper el cerco, cruzar la cordillera y junto con él lo hicieron una buena parte de sus soldados y oficiales que luego tendrían una participación muy significativa en el Ejército de los Andes.

Días después de Rancagua, el párroco de San Rafael, primer sacerdote y a la vez lonko (cacique) pehuenche-mapuche Francisco Inalikang comienza un intercambio de mensajes con San Martín para sumar fuerzas a la causa. El padre de Inalikang había sido aliado de Ambrosio O’Higgins, padre de Bernardo, y fue por esa relación que Francisco se formó en un colegio de curas del lado chileno. Se sabe que, para los indígenas, la cordillera era su territorio, su hábitat, su “patria” para la versión de la cultura europea.

Muchos caciques y muchos indígenas

Si hay un dato a resaltar sobre cómo encaraba San Martín el vínculo con los mapuches-pehuenches es que el primer parlamento del Libertador con medio centenar de caciques no lo tuvo en el Cuartel General de Mendoza con la visita de éstos sino que fue San Martín quien se desplazó hasta el viejo Fuerte de San Carlos, ubicado a casi 200 kilómetros del Plumerillo, donde estaba la mayoría de los caciques.

El escenario adverso del otro lado de la cordillera redoblaba la apuesta del Cruce de los Andes. La operación militar requería un secreto difícil de guardar dada la magnitud de la campaña. San Martín supo que los pehuenches tenían muchas virtudes favorables para ser parte decisiva.

Una clave era que “nada pasaba en la cordillera sin que los supieran los pehuenches”. Ahí vivían, en los valles criaban sus caballadas, las mudaban de acuerdo con la estación, así como sus campamentos y sabían dónde había postas, ranchos y acantonamientos militares.

San Martín, pasados casi dos años de aquellos primeros encuentros, consolidaba el vínculo con los indígenas y enviaba a Juan Martín de Pueyrredón una carta que pone de relieve varios asuntos: el jefe del Ejército de los Andes era un militar profesional de sólida formación, un estratega estudioso y audaz y, al mismo tiempo, un revolucionario que creía en la igualdad de los seres humanos. El mensaje, fechado el 10 de septiembre de 1816, cuatro meses antes de iniciar la travesía, decía, entre otras cosas:

“He creído del mayor interés tener un parlamento general con los indios pehuenches, con doble objeto, primero, el que si se verifica la expedición a Chile, me permitan el paso por sus tierras; y segundo, el que auxilien al ejército con ganados, caballadas y demás que esté a sus alcances, a los precios o cambios que se estipularán: al efecto se hallan reunidos en el “Fuerte de San Carlos” el Gobernador Necuñan y demás caciques, por lo que me veo en la necesidad de ponerme hoy en marcha para aquel destino”.

Era el mismo fuerte en el que se había reunido dos años antes con Francisco Inalikang, el jefe mapuche ordenado sacerdote.

En esta oportunidad, el parlamento duró una semana y asistió medio centenar de caciques.

En las conversaciones posteriores que San Martín sostuvo con el general inglés William Miller –que fue oficial del Ejército de los Andes-, el Libertador le cuenta a su amigo británico algunas apreciaciones sobre las características de esos pehuenches y algunas semblanzas sobre lo sucedido en esos encuentros.

Las crónicas de Miller fueron publicadas en Londres en 1828 y San Martín jamás desmintió nada de lo publicado por su amigo.

-El día señalado para el parlamento a las ocho de la mañana empezaron a entrar al fuerte cada cacique por separado con sus hombres de guerra, y las mujeres y niños a retaguardia. Los primeros con el pelo suelto, desnudos de medio cuerpo para arriba y pintados hombres y caballos de diferentes colores; es decir, en el estado en que se ponen para pelear con sus enemigos. Cada cacique y sus tropas debían ser precedidos -y esta es una prerrogativa que no perdonan jamás porque creen que es un honor que debe hacérseles- por una partida de caballería de cristianos, tirando tiros en su obsequio. Al llegar a la explanada, las mujeres y niños se separan a un lado, y empiezan a escaramucear al gran galope y otros a hacer bailar sus caballos de un modo sorprendente. El fuerte tiraba cada seis minutos un tiro de Cañón, lo que celebraban golpeándose la boca, y dando espantosos gritos; un cuarto de hora duraba esta especie de torneo, y retirándose donde se hallaban sus mujeres, se mantenían formados, volviéndose a comenzar la misma maniobra que la anterior por otra nueva tribu.

Eran los dueños del país

La ceremonia conjunta tenía para San Martín un destino que no era utilitario, sino que expresa el sentido mismo de una campaña libertaria. Además de sellar la amistad, el jefe del Ejército de los Andes, les pide que se les permitiera el paso por los territorios de los pehuenches, a quienes llama los “dueños del país”. San Martín les hablaba en español, los pehuenches lo hacían en mapudungun, la lengua de los mapuches.

Antes de que finalizara aquel año 1816, los caciques devolvieron la visita en el Plumerillo. Jugarían un papel muy importante en desinformar a las tropas realistas que estaban tanto en Santiago de Chile como en expediciones hacia la cordillera, advertidos de que el Ejército de los Andes no daría marcha atrás en su cometido.

Los miles de hombres que integraban esa aventura eran de distintas provincias, con gran participación de cuyanos, con granaderos que venían de las primeras unidades creadas por San Martín en 1812, así como por muchísimos chilenos que querían ver a su patria liberada, muchos criollos y otros de origen pehuenche-mapuche.

Y un dato relevante. En tanto gobernador de Cuyo, San Martín decretó la libertad de los esclavos que se incorporaran a filas. Hasta entonces, la tradición de la formación de unidades de “pardos y morenos” era que sus dueños los prestaran o entregaran a los jefes militares a esos esclavos, lo que no significaba su libertad.

El papel de los baqueanos

Los baqueanos habían relevado los pasos. Sabían que el agua, tanto para la tropa como para los caballos y las mulas, estaba garantizadas por las limpias corrientes del río Los Patos –en el paso homónimo, desde San Juan- y del Mendoza –en el paso de Uspallata-, que fueron los dos pasos principales, así como los numerosos cursos de agua que bajan hacia ambos lados de la cordillera. La relojería de las maniobras no podía fallar.

El 18 de enero salió del campamento la columna encabezada por el general Juan Gregorio de Las Heras, quien comenzaría el Cruce de los Andes el 2 de febrero. Las tropas dirigidas por San Martín partieron al día siguiente de los hombres al mando de Las Heras. El 24 de enero partieron los últimos soldados desde El Plumerillo.

Tres años de preparación, con miles y miles de involucrados que quedaban en Cuyo augurando el éxito de la aventura. Tres años de preparación donde la información podía haberse filtrado de mil maneras. Las maniobras de espionaje y desinformación en ese tiempo habían sido un asunto clave que manejaba San Martín con su larga experiencia en las guerras contra Napoleón y con la confianza que se había ganado desde su regreso a tierras americanas.

Combates en el cruce

Las fuerzas patriotas, sin embargo, en el cruce tuvieron combates con los realistas. En el caso de las tropas de Las Heras, a seis días de la partida, cuando estaban acampadas en Uspallata, un pequeño destacamento adelantado ubicado en Picheuta fue atacado por sorpresa por los realistas. El jefe español Francisco Marcó del Pont tenía ya un millar de hombres reunidos para presentar combate y envió a más de 200 para encontrar y hostigar a la columna de Las Heras. El enfrentamiento les permitió a los españoles tomar siete prisioneros. Otros siete volvieron y contaron lo sucedido. El general Las Heras envió un grupo de hombres que logró dar alcance a los realistas y el 25 de enero combatieron en Los Potrerillos. La avanzada española logró rebasar la cumbre de los Andes y dar aviso a Marcó del Pont.

El secreto se había perdido a medias. Pero Marcó del Pont no había logrado reunir hombres y logística capaz de hacer frente a la magnitud y capacidad del Ejército de los Andes.

La llegada era, quizá, más importante que la partida: debían reunirse el 8 de febrero en el Valle del Putaendo. Allí un grupo de patriotas, con arrieros y conocedores del terreno, mantenían contacto con San Martín desde antes y durante la travesía.

Amplitudes térmicas de más de 30 grados, con temperaturas bajo cero en la noche y calores intensos en el día, marcha a pie para los infantes, a lomo de mula para los jinetes cuyos caballos criollos iban sin montar para poder estar prestos a la hora de la batalla, que sería inminente una vez del otro lado.

Las columnas llevaban la bandera del Ejército de los Andes, porque sin desairar la bandera creada por Manuel Belgrano, San Martín veía necesario un estandarte que expresara la unidad sudamericana, tal como se había proclamado la Independencia en Tucumán meses atrás. Una vez cruzada la cordillera se agregaba la bandera chilena, un símbolo de identidad para quienes protagonizaban las luchas civiles y guerrilleras en ese territorio.

No solo los elementos políticos e identitarios estaban contemplados: suficiente comida para los soldados y también de los animales, porque parte de las pasturas debían ir a lomo de mula por la insuficiencia de pastos en muchos tramos del cruce, atención para detectar eventuales patrullas realistas si las maniobras de desinformación fracasaban y los españoles se atrevían a salirles al cruce.

El cronograma se cumplió. Efectivamente, como estaba planeado, el 8 de febrero se encontraron y al día siguiente montaron campamento a pocos kilómetros del Valle de Putaendo. San Martín y su estado mayor tenían ojos y oídos en el Valle del Aconcagua: la información de primera mano de patriotas chilenos indios y criollos les permitió decidir el día y la hora para presentar batalla al ejército realista que los esperaba con datos mucho menos precisos.
El cruce de los Andes provocó la Independencia de tres países y es recordado como un gesta militar en las páginas de historia

La victoria de Chacabuco

El 12 de febrero, temprano en la mañana comenzó la batalla de Chacabuco. A las dos de la tarde había terminado. San Martín, ese mismo día, escribe una carta a Juan Martín de Pueyrredón que debía salir de allí y llegar cuanto antes a Mendoza para desde allí hacer la travesía a Buenos Aires.

“Excelentísimo Señor: Una división de mil ochocientos hombres del ejército de Chile acaba de ser destrozada en los llanos de Chacabuco por el ejército de mi mando en la tarde de hoy. Seiscientos prisioneros entre ellos treinta oficiales, cuatrocientos cincuenta muertos y una bandera que tengo el honor de dirigir es el resultado de esta jornada feliz con más de mil fusiles y dos cañones. La premura del tiempo no me permite extenderme en detalles, que remitiré lo más breve que me sea posible: en el entretanto, debo decir a V. E., que no hay expresiones como ponderar la bravura de estas tropas: nuestra pérdida no alcanza a cien hombres”.

“Estoy sumamente reconocido a la brillante conducta, valor y conocimientos de los señores brigadieres don Miguel Soler y don Bernardo O’Higgins”.

“Dios guarde a V. E. muchos años”.

“Cuartel general de Chacabuco en el campo de batalla, 12 de febrero de 1817”.

Fuente: Infobae - 17 de Agosto de 2021.
Escrito por: Eduardo Anguita y Daniel Cecchini





San Martin, el estadista detrás del militar



Entre las hazañas recordadas por el pueblo argentino sobre don José de San Martín se encuentran, sin dudas, la creación de los Granaderos a Caballo, la Batalla de San Lorenzo, el Cruce de los Andes y los enfrentamientos en Chacabuco y Maipú. Cada uno de estos hechos fueron fundamentales en la historia de la emancipación americana. Siendo militar de carrera –con sólida formación recibida en España- San Martín se diferenció del resto de sus compañeros en armas en el suelo americano. Sin embargo, no solo se constituyó en uno de los personajes claves de la gesta libertadora por el desarrollo de esta faceta sino también por sus aptitudes como político y estadista, mucho menos recordadas y estudiadas.

San Martín gobernó en dos oportunidades: en Cuyo (donde fue gobernador de 1814 a 1817) y en Perú (como Protector del Perú, máxima autoridad del Poder Ejecutivo) luego de su independencia (1821-1822). En ambos casos mostró gran capacidad de ejecución y planificación tomando como ejes fundantes la participación popular, la toma de medidas que buscaban la igualdad social y el fuerte intervencionismo del Estado.

Desde la primavera del 14 al verano de 1817, San Martín convirtió a Cuyo en un gran taller. El día que se emprendió el Cruce de los Andes, el Ejército contaba con 5423 hombres, 9280 mulas, 1500 caballos -junto a 16 piezas de artillería, alimentos, armas, forrajes y municiones-. ¿Cómo logró esto prácticamente sin contar con recursos previos? ¿Acaso fueron las joyas donadas por las damas mendocinas las que colaboraron con esta misión? Los libros escolares suelen retratar a las mujeres de familias acomodadas desprendiéndose de sus pertenencias. Sin embargo, en diversos estudios históricos se han calculado el valor de las joyas donadas llegando a la conclusión de que no resultó un aporte significativo en relación al conjunto de la inversión necesaria para semejante obra. San Martín recurrió al cobro de varios impuestos y a numerosas expropiaciones. Se confiscaron bienes de la Iglesia y tierras de españoles y americanos contrarios a la causa; se estableció un impuesto a la riqueza mediante un “derecho extraordinario de guerra” que se pagaba según el valor de la tierra.

Además, se realizaron colectas populares de todo tipo de víveres y productos que resultaron mucho más suculentas que aquellas joyas donadas. Fue, sin dudas, la combinación de la planificación estatal con la participación popular, lo que hicieron posible esta hazaña tan o más importante que las que vendrían después.

“San Martín mostró gran capacidad de ejecución y planificación tomando como ejes fundantes la participación popular, la toma de medidas que buscaban la igualdad social y el fuerte intervencionismo del Estado”.

En tiempo récord, se montaron fábricas de pólvora y de artillería a cargo de Fray Luis Beltrán –un fraile franciscano secularizado- se ocupó de conducir la producción. Tenía a su cargo 700 obreros, algo impensado para aquel entonces. El Estado cuyano, además, impulsó la industria minera (salitre, azufre, bórax, plata y plomo) y la industria textil. Las tejedoras día y noche confeccionaban los uniformes en Mendoza, pero con lana traída de San Luis.

Así, se levantó el Ejército de los Andes. Hombres nacidos en diferentes regiones de las Provincias Unidas -y también de la Capitanía de Chile- se disponían a emprender la hazaña que cambiaría la historia de Suramérica. Era un Ejército diverso: se encontraban allí criollos, mestizos junto a los afroamericanos que habían obtenido la libertad por orden del Gran Jefe y se habían sumado a la Revolución.

Así, con un Estado planificando y toda la sociedad movilizada se puso en pie el Ejército que derrotaría a los realistas, primero en Chile y luego en Perú. Una vez alcanzada la independencia, San Martín fue nombrado como máxima autoridad, una muestra más del carácter americano de la revolución (un correntino primer “presidente” del Perú). Una vez en el gobierno, en 1821, tomó medidas tales como la abolición de la servidumbre –que terminaba finalmente con los trabajos forzosos y los tributos para los pueblos originarios-, la abolición de la esclavitud –libertad de vientres-, la abolición del Tribunal del Santo Oficio -la Inquisición- y de los castigos corporales, y reconoció nuevos derechos tales como la libertad de expresión, la educación y al desarrollo de la cultura nacional.

Estas medidas revolucionarias –tanto en Cuyo como en Perú- generaron una fuerte resistencia en los sectores acomodados que, aun defendiendo la separación de España, veían amenazados sus intereses. Más temprano que tarde, en Lima comenzaron a socavar su poder aquellos que, desde una concepción racista, no aceptaban que ser iguales a “la indiada”. En el Río de la Plata, la burguesía comercial que hacia ese momento controlaba el gobierno de Buenos Aires, comenzó a criticarlo.

El reconocimiento de estas dificultades, lo llevaron a reunirse con Simón Bolívar y coordinar con él, los pasos a seguir. Nuevamente un San Martín político con visión estratégica que evalúa sus fortalezas, pero también sus debilidades. Piensa que es Bolívar quien debe proseguir la lucha para lograr definitivamente la independencia de la región más austral de Nuestra América Latina.

Escrito por Mara Espasande. Licenciada en Historia, directora del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte” de la Universidad Nacional de Lanús. 

Coment

17 de agosto- Aniversario de fallecimiento del Libertador Don José de San Martín




El Libertador contó con el apoyo invalorable de los Pueblos Originarios para llevar adelante la gesta libertadora.

Su trato con las Comunidades estuvo basado en el respeto y el reconocimiento de sus Territorios.

ENDePA

17 de Agosto - Paso a la Inmortalidad de José de San Martín


San Martín, Algo Más Que Un Jefe Guerrero



En cada 17 de agosto –o en sus cercanías- aniversario de la muerte de San Martín, desde estas páginas 
solemos homenajear al Libertador, muy especialmente desde su faceta de gran articulador con los pueblos indígenas, con un pensamiento que los incluía en la nueva sociedad en formación. 

En anteriores notas hemos sostenido que José de San Martín perteneció a una generación de patriotas que en el periodo comprendido entre el 1806 (las invasiones inglesas) y hasta 1820/1821 (el inicio de la gobernación de Martin Rodríguez) pensó un país con los pueblos indígenas. Personajes como Castelli, Moreno, Belgrano, Dorrego, Güemes, Artigas, por mencionar solo a algunos nombres intentaron en aquel momento histórico construir una nación plural.

La relación de San Martin con el mundo aborigen es posible que haya comenzado en las vísperas del cruce de los Andes, cuando se asienta en Cuyo a partir de 1814 y -como parte de su estrategia de la “nación en armas”- afianza el vínculo con los paisanos.

LOS PEHUENCHES DEL SUR DE MENDOZA

El general mantuvo con ellos dos parlamentos: el primero en septiembre de 1816 en el Fuerte San Carlos, adonde la delegación de unos cincuenta caciques y capitanejos fue encabezada por el cacique Necuñán. Hizo las veces de lenguaraz el fraile Francisco, “capellán de conversos”, “el indio Ynalicán”, pehuenche y cura del Fuerte, hombre-puente o intermediario cultural entre San Martin y los originarios.

El segundo parlamento fue a fines de ese año, esta vez en el Campamento del Plumerillo. Fue lenguaraz el indio Guajardo y se confirmaron por entonces las alianzas de septiembre para el resguardo de los pasos del sur de Chile, antes del cruce de los Andes. El encuentro se celebró una vez más en el círculo ceremonial y fue esta la ocasión en que San Martín les dijo a los caciques su famosa frase “Yo también soy indio”

Los parlamentos fueron acompañados de ceremonias, rituales y celebraciones que duraron entre seis y ocho días. San Martín compartió con los pehuenches el sentarse en círculo a la usanza indígena, mirándose a la cara entre todos, y respetando el símbolo ancestral de la totalidad. Lo que sucedió en esos dos encuentros lo sabemos de su propia pluma cuando respondió la solicitud de su amigo y oficial del Ejército de los Andes, el general inglés William Miller, a la sazón escribiendo sus memorias, de completar un largo cuestionario respecto a los indígenas protagonistas de aquellos encuentros.

En el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires se conserva una prenda excepcional que perteneció a San Martín y que le fuera obsequiada quizás por los pehuenches de Mendoza en ocasión de los famosos parlamentos. Dice el general Miller en sus memorias que “…consagraron un día al cambio de los presentes. Cada cacique regaló al general un poncho hilado, tejido y hecho por sus mujeres”

La prenda a que nos referimos, haciendo honor a la simbología del arte originario, transmite varios mensajes a través del lenguaje de los colores, los diseños y las formas. El investigador Pedro Mege Rosso en un muy interesante trabajo sobre los significados de ese blanco y azulado poncho sugiere que para los pehuenches, San Martín era algo más que un jefe guerrero, antes bien un portador de atributos espirituales.

En su clásico “El Santo de la Espada” Ricardo Rojas también transcribe la “confesión” de San Martín acerca de su origen y también la algarabía de los pehuenches luego de haberla escuchado, que decidieron finalmente formar parte de los planes del Libertador. Por su parte el coronel Manuel Olazábal, integrante del Regimiento de Granaderos desde sus trece años y posteriormente oficial del Ejército de los Andes, narra en sus memorias que él escuchó de la propia voz del general la frase “yo soy indio”.

Los testimonios aseguran que esa frase de San Martín fue acompañada por otro comentario muy sugestivo que hizo en la ocasión respecto de los pehuenches como Señores de esos territorios: “debo pasar los Andes por el sud, pero necesito para ello licencia de Uds. que son los dueños del país”.

NUESTROS PAISANOS LOS INDIOS

Necesitado de la Independencia para continuar con su campaña libertadora hacia Chile y Perú, San Martin impulsa en el Congreso de Tucumán de 1816 los principales contenidos de las proclamas de la Independencia dirigidas a los pueblos indígenas del Noroeste y el Litoral, versiones que finalmente fueron traducidas al quechua y al aymara

En 1919, la ya legendaria Orden General del 27 de julio instaba a sus “compañeros” del Ejército de los Andes “a no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre” y “a hacer la guerra del modo que podamos” y “sino andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios, seamos libres, lo demás no importa nada” una frase esta última que es una gran síntesis del ideario sanmartiniano respecto a los pueblos indígenas.

En el proceso libertario del Perú, establece el decreto de derechos igualitarios de 1821 por el cual considera a los indios o naturales como hijos y ciudadanos de aquel país.

Hay mucho más por investigar y decir todavía sobre esta parte de nuestra historia, pero que importante que quien es considerado unánimemente como el Padre de la Patria, el máximo de los patriotas, un incuestionable, nos transmita y nos haga reflexionar en estos días de conmemoración, acerca de su pensamiento de apertura, inclusivo e igualitario hacia los hermanos indígenas. Como siempre, un ejemplo a seguir.

Por ElOrejiverde - 17 de Agosto de 2021

jueves, 10 de junio de 2021

El rol que tuvo Misiones en la gesta de Mayo de 1810


La provincia de Misiones fue la primera en adherir a la formación de la Primera Junta en 1810.

“De lo que hoy son las provincias argentinas, Misiones fue la primera en adherir a la formación de la Primera Junta de mayo en Buenos Aires. Envían notificaciones al resto del territorio para que reconozcan a la junta como nueva autoridad en el espacio virreinal en el Río de la Plata y el gobernador, que era Tomás De Rocamora, informa a los tres departamentos; que eran Candelaria, Concepción y Yapeyú. Los subdelegados ratifican a esta adhesión, lo mismo los cabildos guaraníes”, relató el historiador Pablo Camogli.

En diálogo con radio Trend Topic, señaló que “Misiones en esa época estaba muy tensionada por dos focos de poder: Asunción del Paraguay y Buenos Aires. El gobernador de Buenos Aires, Bernardo de Velazco, no adhiere a la Primera Junta. Se mantiene leal al Consejo de Defensa Español y le escribe a Rocamora diciendo que debe obedecer las órdenes; porque es él el real representante del Rey en el Río de la Plata”.

“Velazco invade la provincia y Rocamora empieza a solicitar auxilios a Buenos Aires; lo que desemboca en el envío de la famosa expedición de Manuel Belgrano; quien va a Misiones a fines de 1810”, completó.

“Misiones tuvo realmente una importancia en la época; porque la Primera Junta envió dos expediciones militares al interior: una al Alto Perú y otra a Misiones y Paraguay”, explicó el docente e historiador.

Además, el territorio era mucho más extenso que en la actualidad. “El departamento de Candelaria, donde está la ciudad hoy en día y Posadas, que no existía todavía en ese entonces; el departamento de Concepción, lo que es el sur de la provincia sobre la costa del Río Uruguay; pero también era toda la costa del Río Uruguay que hoy pertenece a Corrientes: Yapeyú, La Cruz y Santo Tomé; incluso hasta una parte del noreste de Entre Ríos”.


José de San Martín ¿nacido en Misiones?

“El norte de lo que hoy es la provincia era una zona mucho más inhóspita porque era selva más impenetrable; no había una presencia efectiva como sí la había en el resto del territorio”, añadió Camogli; quién indicó que así se conformó el territorio de Misiones hasta 1820; cuando luego de la derrota de Andresito y de la experiencia federal artiguista, Corrientes ocupa todo ese territorio con el gobernador Pedro Ferré; un progresista y desarrollista que le dio un gran impulso a la provincia de Corrientes.

Ferré “se dio cuenta que era un espacio que había quedado medio vacío con el repliegue de los guaraníes y lo termina ocupando, repartiendo las tierras y gestando un poco lo que fue la Corrientes del siglo XIX; una de las provincias más importantes de Argentina en términos políticos y económicos”.

Por otra parte, el historiador misionero repasó que “San Martín nació en Yapeyú, que era un pueblo de las Misiones en 1778. Era la Gobernación de las Misiones que habían quedado después de la experiencia de las misiones jesuíticas; los famosos 30 pueblos históricos”.

“Cuando se expulsa a los jesuitas hacia 1777, las autoridades coloniales designan administradores españoles para que gobiernen estos pueblos. Uno de ellos fue Juan de San Martín, el padre de José Francisco de San Martín. Por eso nace en Yapeyú, que por entonces era Misiones. Con ese criterio, Carlos Alvear, que nació en San Miguel, hoy en día sería brasileño; o Andrés Guacurarí Artigas, que es el prócer misionero, sería correntino porque nació en Santo Tomé”, abundó Pablo Camogli.

Y concluyó: “No cambia nada en la historia de San Martín si nació en Misiones o Corrientes, pero no está mal que los misioneros levanten esa bandera”.

Fuente: Noticias del 6 - Posadas (Misiones) - 26 de Mayo de 2021.

https://www.noticiasdel6.com/misiones-gesta-de-mayo-1810/?fbclid=IwAR18Sm8wMfeYChY7b2Z4itb-Z3XdSBxmCML5NSCaD4GVsHllUcVyK_ucaEg

domingo, 4 de abril de 2021

Arco Trunco - Yapeyú (Corrientes, Argentina)



En la plaza central de Yapeyú, pueblo natal del Libertador General Don José de San Martín, en la provincia de Corrientes, se encuentra este monumento conocido como el Arco Trunco.

Inaugurado en el año 1982, se construyó para conmemorar y recordar a los soldados correntinos caídos en la Guerra de Malvinas. El simbolismo del arco, además de representar la ausencia, pretende recordar lo inconcluso en la tarea por parte del Estado Argentino en la recuperación de la soberanía sobre las islas.

Según dicen, una vez que esto sea logrado, se llevará a cabo la construcción del resto del monumento aún sin terminar. En ambos pilares, dos placas de bronce muestran el nombre, grado militar y unidad en la que participaron los combatientes.

Fuente: FB Región Litoral

domingo, 6 de septiembre de 2020

Matias Abucú, el granadero artiguista



La reconstrucción del proceso revolucionario y emancipador en Misiones se ha centrado, en los últimos años, en la figura de Andrés Guacurarí, indiscutido líder del pueblo guaraní en armas. Si bien esta preponderancia por el estudio, la difusión y el reconocimiento hacia Andresito se justifican por el estado embrionario en que se encuentra el rescate de aquel pasado, también resulta oportuno avanzar sobre otros personajes de la gesta libertaria. Esto, por un doble motivo. Primero, por una cuestión metodológica básica, la historia es obra de los hombres (y mujeres, obvio) y no de un hombre en solitario, por más trascendente que sea su obra. Segundo, porque el rescate de las trayectorias de vida de quienes acompañaron a Andresito sirven para contextualizar el proceso en estudio y, en última instancia, aportar nuevos elementos para la propia vida de nuestro máximo prócer provincial.

Es en este marco que pretendemos reseñar la vida de un personaje de gran importancia para la Misiones revolucionaria del siglo XIX, la del comandante Matías Abucú. Tan trascendente como desconocido, Abucú fue protagonista de toda la década de 1810, durante la cual desempeñó diversas tareas como jefe de las milicias misioneras.

Del origen a San Martín

Nacido en el pueblo de Apóstoles, Abucú se transformó en una personalidad importante desde antes del estallido revolucionario, ya que integró el Cabildo de 1804 como Regidor Primero, lo que demuestra su ascendiente en la zona. Al producirse las novedades de la destitución del virrey Cisneros y de la conformación de la Junta, Misiones se constituyó en la primera provincia del Río de la Plata en reconocer al nuevo gobierno y en plegarse al movimiento. Esto colocó al territorio provincial en una situación de inestabilidad política y agitación social.

Una de las primeras medidas en el ámbito local fue la conformación y organización de las milicias locales, las mismas que habían sido menospreciadas por Manuel Belgrano y que, en breve, demostrarían toda su valía en lucha contra los paraguayos, los lusobrasileños y los directoriales. En los departamentos que aún permanecían en manos misioneras (Concepción y Yapeyú), se pusieron en marcha la movilización de los nativos para la defensa de la revolución.

En el primero de estos departamentos, se aglutinaron unos 300 “naturales que solos y a su propio costo desean acreditar su patriotismo”, tal la información del subdelegado Celedonio del Castillo. Este contingente, integrado por Abucú y por el corregidor de Concepción, Ignacio Mbaibé, entre otros, tenía una absoluta carencia de armas y recursos, por lo que del Castillo se vio obligado a mantenerlo con un número reducido de miembros, pese al fervor con que los guaraníes pretendían sostener la lucha.

En 1812 la llegada de un grupo de oficiales desde Europa, favoreció la reanudación de las actividades bélicas, luego del retroceso y la serie de acuerdos asignados por el Primer Triunvirato. Uno de estos oficiales era el misionero José de San Martín, a quien se le encomendó la conformación de un regimiento de caballería. El flamante cuerpo sería integrado por los hijos del país, para lo cual se convocó a las provincias a aportar hombres. En el caso de Misiones, San Martín solicitó 300 “de sus connaturales” para ser incorporados al regimiento.

El 30 de enero de 1813 el contingente, finalmente integrado por 283 nativos, partió desde San José rumbo a Buenos Aires. Era conducido por el capitán Antonio Morales, por el teniente Abucú y los alféreces Miguel Aybí, Andrés Guayaré y Juan de Dios Abayá. En el mes de mayo arribaron a la capital, en donde tuvieron “…el honor de conocer a Vuestra Señoría (por San Martín) y saber que es nuestro paisano”. Los cinco conductores permanecieron hasta noviembre en Buenos Aires, para regresar a la provincia luego de haber recibido, como recompensa por su misión, el uniforme de Granadero.

En la lucha revolucionaria

Cuando en 1815 Andrés Guacurarí y Artigas es designado Comandante General de las Misiones, el pueblo guaraní se movilizó en masa para ponerse al servicio del jefe que los llevaría a escribir una de las páginas más fantásticas de nuestra historia. Entre ellos, obviamente, se encontraba Abucú, que tendrá destacada actuación en el principal hecho de armas de la época: la batalla de Apóstoles del 2 de julio de 1817.

En aquella victoria misionera frente a los invasores portugueses, el capitán Abucú, en defensa de su terruño natal, habría vestido el uniforme de Granadero a Caballo que le regalara San Martín años antes.

Luego de esta acción, Abucú continuará al servicio de Andresito y, con posterioridad a su caída, lo hará a las órdenes de José Artigas. De hecho, Abucú conducirá un cuerpo de dragones en el período de disputa entre Artigas y Francisco Ramírez, en donde los misioneros se dividirán entre los que se mantengan fieles al Protector de los Pueblos Libres y aquellos que se sumen al Supremo Entrerriano. Abucú, junto a sus dragones, permanecerán junto a Artigas hasta la derrota de éste en la batalla de Asunción del Cambay (15 de agosto de 1820) y su posterior exilio al Paraguay.

Fuentes:

Camogli, Pablo, Andresito. Historia de un pueblo en armas, Aguilar, Buenos Aires, 2006.

Machón, Jorge, “Un oficial misionero guaraní: Matías Abucú”, en 20° Encuentro de Geohistoria Regional, Resistencia, 2000.

Machón, Jorge y Cantero, Daniel, Andrés Guacurarí y Artigas, Misiones, edición de los autores, 2006.

Imágen: Escultura de Enrique "Kike" Yorg

Publicado en: Misiones Tiene Historia.

Video: Misiones Tiene Historia

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lunes, 17 de agosto de 2020

San Martin, el estadìsta detràs del militar


Por Mara Espasande*

Entre las hazañas recordadas por el pueblo argentino sobre don José de San Martín se encuentran, sin dudas, la creación de los Granaderos a Caballo, la Batalla de San Lorenzo, el Cruce de los Andes y los enfrentamientos en Chacabuco y Maipú. Cada uno de estos hechos fueron fundamentales en la historia de la emancipación americana. Siendo militar de carrera –con sólida formación recibida en España- San Martín se diferenció del resto de sus compañeros en armas en el suelo americano. Sin embargo, no solo se constituyó en uno de los personajes claves de la gesta libertadora por el desarrollo de esta faceta sino también por sus aptitudes como político y estadista, mucho menos recordadas y estudiadas.

San Martín gobernó en dos oportunidades: en Cuyo (donde fue gobernador de 1814 a 1817) y en Perú (como Protector del Perú, máxima autoridad del Poder Ejecutivo) luego de su independencia (1821-1822). En ambos casos mostró gran capacidad de ejecución y planificación tomando como ejes fundantes la participación popular, la toma de medidas que buscaban la igualdad social y el fuerte intervencionismo del Estado.

Desde la primavera del 14 al verano de 1817, San Martín convirtió a Cuyo en un gran taller. El día que se emprendió el Cruce de los Andes, el Ejército contaba con 5423 hombres, 9280 mulas, 1500 caballos -junto a 16 piezas de artillería, alimentos, armas, forrajes y municiones-. ¿Cómo logró esto prácticamente sin contar con recursos previos? ¿Acaso fueron las joyas donadas por las damas mendocinas las que colaboraron con esta misión? Los libros escolares suelen retratar a las mujeres de familias acomodadas desprendiéndose de sus pertenencias. Sin embargo, en diversos estudios históricos se han calculado el valor de las joyas donadas llegando a la conclusión de que no resultó un aporte significativo en relación al conjunto de la inversión necesaria para semejante obra. San Martín recurrió al cobro de varios impuestos y a numerosas expropiaciones. Se confiscaron bienes de la Iglesia y tierras de españoles y americanos contrarios a la causa; se estableció un impuesto a la riqueza mediante un “derecho extraordinario de guerra” que se pagaba según el valor de la tierra.

Además, se realizaron colectas populares de todo tipo de víveres y productos que resultaron mucho más suculentas que aquellas joyas donadas. Fue, sin dudas, la combinación de la planificación estatal con la participación popular, lo que hicieron posible esta hazaña tan o más importante que las que vendrían después.


“San Martín mostró gran capacidad de ejecución y planificación tomando como ejes fundantes la participación popular, la toma de medidas que buscaban la igualdad social y el fuerte intervencionismo del Estado”.

En tiempo récord, se montaron fábricas de pólvora y de artillería a cargo de Fray Luis Beltrán –un fraile franciscano secularizado- se ocupó de conducir la producción. Tenía a su cargo 700 obreros, algo impensado para aquel entonces. El Estado cuyano, además, impulsó la industria minera (salitre, azufre, bórax, plata y plomo) y la industria textil. Las tejedoras día y noche confeccionaban los uniformes en Mendoza, pero con lana traída de San Luis.

Así, se levantó el Ejército de los Andes. Hombres nacidos en diferentes regiones de las Provincias Unidas -y también de la Capitanía de Chile- se disponían a emprender la hazaña que cambiaría la historia de Suramérica. Era un Ejército diverso: se encontraban allí criollos, mestizos junto a los afroamericanos que habían obtenido la libertad por orden del Gran Jefe y se habían sumado a la Revolución.

Así, con un Estado planificando y toda la sociedad movilizada se puso en pie el Ejército que derrotaría a los realistas, primero en Chile y luego en Perú. Una vez alcanzada la independencia, San Martín fue nombrado como máxima autoridad, una muestra más del carácter americano de la revolución (un correntino primer “presidente” del Perú). Una vez en el gobierno, en 1821, tomó medidas tales como la abolición de la servidumbre –que terminaba finalmente con los trabajos forzosos y los tributos para los pueblos originarios-, la abolición de la esclavitud –libertad de vientres-, la abolición del Tribunal del Santo Oficio -la Inquisición- y de los castigos corporales, y reconoció nuevos derechos tales como la libertad de expresión, la educación y al desarrollo de la cultura nacional.

Estas medidas revolucionarias –tanto en Cuyo como en Perú- generaron una fuerte resistencia en los sectores acomodados que, aun defendiendo la separación de España, veían amenazados sus intereses. Más temprano que tarde, en Lima comenzaron a socavar su poder aquellos que, desde una concepción racista, no aceptaban que ser iguales a “la indiada”. En el Río de la Plata, la burguesía comercial que hacia ese momento controlaba el gobierno de Buenos Aires, comenzó a criticarlo.

El reconocimiento de estas dificultades, lo llevaron a reunirse con Simón Bolívar y coordinar con él, los pasos a seguir. Nuevamente un San Martín político con visión estratégica que evalúa sus fortalezas, pero también sus debilidades. Piensa que es Bolívar quien debe proseguir la lucha para lograr definitivamente la independencia de la región más austral de Nuestra América Latina.

* Lic. en Historia, directora del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte” de la Universidad Nacional de Lanús.

Fuente: Radio Gráfica - 16 de Agosto de 2020

José de San Martín


10 frases de San Martín que hicieron historia



José de San Martín nació el 25 de febrero de 1778 en Corrientes y falleció en Francia el 17 de agosto de 1850 (aunque recién en 1880 sus restos fueron repatriados). 
Hoy se conmemoran 170 años de su fallecimiento. En Latinoamérica dejó una gran huella, ya que es considerado "Fundador de la Libertad del Perú", "Fundador de la República" y "Generalísimo de las Armas". En Chile obtuvo el grado de "Capitán General". Luego de servir 22 años en el Ejército de España, regresó a la Argentina y se puso al servicio de la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.  Estuvo al mando del Regimiento de Granaderos a Caballo y luego en la jefatura del Ejército del Norte en reemplazo del general Manuel Belgrano.
En 1817 completó su hazaña más importante: el Cruce de los Andes.
Las 10 frases de José de San Martín, que hicieron historia son las siguientes:

1. "Mi sable nunca saldrá de la vaina por opiniones políticas".

2. "Una derrota peleada vale más que una victoria casual".

3. "La conciencia es el mejor juez que tiene un hombre de bien".

4. "Cuando la Patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla". 

5.  "Si somos libres, todo nos sobra".   

6. "Mi nombre es lo bastante célebre para que yo lo manche con una infracción a mis promesas". 

7. "Hace más ruido un hombre gritando que cien mil que están callados".

8. "La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder".

9. "Mi mejor amigo es el que enmienda mis errores o reprueba mis desaciertos".

10. "Mi juventud fue sacrificada al servicio de los españoles; mi edad mediana al de la Patria; creo que me he ganado mi vejez". 


Guaraníes en el Ejército Libertador





Apenas llegado a Buenos Aires, el oficial José de San Martín se abocó a la tarea de formar un cuerpo de Caballería para enfrentar a las tropas realistas. El joven pero experimentado militar tuvo especialmente en cuenta sus “connaturales”, como llamó a los guaraníes de las antiguas Misiones de Yapeyú, Candelaria y Concepción, por lo que solicitó a Bernardino Rivadavia su reclutamiento para ser incorporados al Regimiento de Caballería, posteriormente Granaderos a Caballo.

Los Guaraníes misioneros ya se habían manifestado partidarios de la causa de Mayo y acudieron al llamado a las armas para enfrentar a los españoles. En enero de 1813 un contingente de 283 nativos partió desde San José (Misiones) conducido por los oficiales guaraníes Antonio Morales, Matías Abucú, Miguel Aybí, Andrés Guayaré y Juan de Dios Avayá.

Entre ellos estuvieron Miguel Chepoyá, Santiago Guaichá, Lorenzo Purey, Siyá, Pindó, Ybarapá, Ybayú, Mboatí, Pachoá, Periverá, Aregua- tí, Cumandiyú, Uré, Mondu ré, Cuzú y muchos más cuyos nombres no conocemos que actuaron en el Ejército Libertador.

Los pueblos misioneros aportaron así a sus jóvenes combatientes para dar nacimiento a la nueva Patria que aún les debe su justo reconocimiento. Salvo Juan Bautista Cabral, homenajeado en la marcha de San Lorenzo, los nombres de estos combatientes guaraníes quedaron sepultados en los documentos oficiales.

Revista Superficie los reconoce y los recuerda, porque como dijo el propio Libertador General San Martín: “un día se sabrá que esta patria fue liberada por los pobres y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros que ya no volverán a ser esclavos de nadie…”

Es tiempo de que el Estado argentino reconozca el aporte fundamental de los combatientes de los pueblos originarios, mapuches, ranqueles, guaraníes, charrúas, coyas, quechuas en las guerras independentistas, les devuelva sus tierras y se cumplan sus Derechos.

Fuente: Revista Superficie - Posadas (Misiones) - 17 de Agosto de 2018