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Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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domingo, 23 de junio de 2019

Re - Por la Madre Tierra


sábado, 16 de marzo de 2019

Reciclar no es suficiente

Un cangrejo permanece atrapado en un vaso de plástico en el mar en el Pasaje de Isla Verde en Filipinas el pasado 7 de marzo de 2019.
Un cangrejo permanece atrapado en un vaso de plástico en el mar en el Pasaje de Isla Verde en Filipinas el pasado 7 de marzo de 2019. NOEL GUEVARAGREENPEACE

Solo se recupera un 25% del plástico que utilizamos, según un informe de Greenpeace, que apremia a reducir el consumo como mejor alternativa
¿Crees que lo reciclado es útil? Atención: no es un mito

Bebidas, yogures, cubertería, salsas, bandejas de fruta, botes de champú o de jabón para el lavaplatos… La ubicuidad del plástico no deja parcelas cotidianas sin tocar. Desde hacer la compra hasta tomar algo, pasando por la higiene personal. La cantidad que usamos es desproporcionada. Sus consecuencias, dramáticas. Y ni siquiera el reciclaje parece una solución. Según Greenpeace, solo un 25% de lo que consumimos se recupera. “Es un sistema insuficiente. Debemos cambiar los hábitos”, esgrimen desde la organización ecologista.
Para llegar a esta conclusión han necesitado años de estudio y cotejar información de diferentes fuentes. Muestran los resultados en el informe Maldito Plástico. Reciclar no es suficiente, disponible desde hace unos días. “La investigación pone de manifiesto que no existen datos suficientemente auditados por las administraciones, fiables y comparables entre sí, que permitan acercarnos a la realidad del problema”, aducen en el documento, que forma parte de una campaña con talleres para escolares donde ven el ciclo completo de este material o convocatorias de recogida pública de basura.
“Hay una falta de transparencia que obedece a una estrategia para no conocer la magnitud del problema”, enunció el responsable de la iniciativa, Julio Barea, durante la presentación en Madrid el pasado jueves. Tanto el Estado como las empresas, agregó, tienen dificultades para medir el impacto y, por tanto, se produce “un baile de cifras”. Basándose en el barómetro sobre reciclaje de la ONG Ecoembes (que sitúa el reciclado de plástico en un 77%) o en lo divulgado por el Ministerio para la Transición Ecológica en 2016 (que lo rebaja al 38%) y comparándolo con estudios independientes de ayuntamientos, Greenpeace ha resaltado el desacuerdo en los números, que favorece a las envasadoras. “Por ley, tienen la obligación de aportar una cantidad por cada producto que se ponga en el mercado para financiar la gestión de sus envases, pero lo que hacen —y se les permite— es pagar lo que supondrá el trabajo de recogida, ahorrándose el coste real”, apuntan en la memoria.
Barea detalló también algunos pormenores del proceso. Lo primero, distinguir entre reciclaje y recuperación. Son unos conceptos que denominan lo que da paso a elaborar algo nuevo o lo que simplemente se salva de terminar en una basura común. En este sentido, España separó en vertederos 787.000 toneladas de envases plásticos e incineró 172.000, un 63% del total. No se incluyen aquí las 282.000 toneladas de residuos que se exportan y los que no tienen una garantía plena de reciclaje. En esta categoría entran productos que no están considerados envases —como las cápsulas del café y los cartuchos de impresora— o los objetos de menos de 10 centímetros, que esquivan el objetivo de las máquinas. Tampoco entran otros envases complejos que contienen PVC o alguna pegatina.
“A pesar de que las empresas envasadoras, distribuidoras y grandes superficies tienen la obligación legal de recuperar y reciclar el 100% de los envases vendidos, vemos que esto no sucede”, insistió Barea, “es un ahorro para ellas, pero un sobrecoste para la ciudadanía, que tiene que pagar la recuperación y tratamiento de estos recursos”. Celia Ojeda, responsable de consumo, expresó a su lado el hartazgo de la asociación porque “no se tomen en serio este tema” y resaltó que un 10% de envases son de un solo uso.
Jesús Pérez, técnico experto en residuos, enumeró durante la charla algunos datos expuestos por el Ministerio para la Transición Energética. Por ejemplo, que en el territorio nacional se generan 1,5 millones de toneladas de envases plásticos para 92 plantas de reciclaje o que por la vía de los contenedores amarillos no se recupera ni el 50%. Pérez desgranó también algunos porcentajes que defienden ayuntamientos como Madrid o Barcelona y subrayó cómo en ocasiones hay una enorme diferencia entre lo que estos dicen y lo que anotan las empresas. “Vemos disparidad de resultados de hasta un 80%, algo muy significativo para decir que nos enfrentamos a un fraude muy alto”, zanjó.
No existen datos suficientemente fiables que permitan acercarnos a la realidad del problema de la contaminación por plástico
En este “fraude” entran también actividades como el envío de nuestros residuos al extranjero. “Se exportan a Malasia o Vietnam y se queman. Antes era China, pero dejó de aceptar productos desvalorizados, mezclados, y los nuevos destinos son esos”, señaló Julio Barea. Esto implica una enorme contaminación atmosférica, por la libración de dióxido de carbono, y de ríos y océanos, donde desembocan anualmente hasta 12 millones de toneladas. Una catástrofe que supone la muerte de aves, peces o tortugas por la ingesta de bolsas y la existencia de microplásticos (partículas de menos de cinco milímetros que se han formado por la degradación) en carne, pescado o hasta la sal de mesa. “Y el último animal de la cadena trófica somos nosotros”, recordaron, alegando que cuando ya nos toca a los seres humanos empezamos a poner soluciones.
Fuente: Diario El Pais /España - 13 de Marzo de 2019


domingo, 15 de octubre de 2017

Muerte y resurrección de la basura tecnológica



De una tonelada de teléfonos celulares en desuso se pueden recuperar 280 gramos de oro, 1.700 gramos de plata, 180.000 gramos de cobre y otros elementos como hierro, aluminio, zinc y estaño. El problema es que no siempre se hace.
La planta de Gaia Vitare en Bogotá recibe, anualmente, 4.000 toneladas de residuos eléctricos y electrónicos.Mauricio Alvarado - El Espectador
¿Alguna vez se ha preguntado dónde está el viejo celular que hace tiempo tiró a la basura?, ¿qué pasó con la nevera de la casa familiar que desechó porque ya no enfriaba?, ¿en qué parte de la ciudad están los bombillos fluorescentes que botó cuando se fundieron? o ¿cuál fue el final del computador de escritorio obsoleto que decidió cambiar por una tableta o un portátil?
Lo más probable es que el celular, la nevera, los bombillos, el computador y el resto de desechos eléctricos y electrónicos de su casa u oficina llegaran a los rellenos sanitarios de la periferia de la ciudad, se descompusieran a la intemperie, liberaran sustancias tóxicas peligrosas y contaminaran el suelo y las fuentes hídricas aledañas.
Aunque también hay una pequeña posibilidad de que al cumplir su ciclo de vida útil estos aparatos hayan sido recogidos por los programas de posconsumo de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) que hay en el país, hayan llegado a alguna empresa de reciclaje de basura tecnológica y ahora sus partes estén de nuevo rodando en el mercado.
Estos dos posibles destinos dependen en gran medida de la política pública y la reglamentación que establezca el gobierno, de los mecanismos y programas de recolección y gestión integral que diseñen los fabricantes, productores e importadores y, sobre todo, de la conciencia, disposición y voluntad que usted, el usuario final, tenga para entregar los RAEE en los sitios adecuados.
Si alguno de estos tres actores no cumple con su tarea, las consecuencias para la salud humana y para el medio ambiente podrían ser nefastas. Pero si el ecosistema de recolección, reciclaje y reúso de estos desechos funciona bien, el país encontraría una fuente casi infinita de negocios y de riqueza, un nuevo mercado que, literalmente, nace de la basura.
Las cifras del Ministerio de Medio Ambiente revelan que en Colombia se generan 130.000 toneladas de residuos eléctricos y electrónicos al año y que el volumen de estos desechos aumentó casi tres veces más que cualquier otro tipo de basura, creciendo 19 % entre 2012 y 2015. El problema, es que menos del 10 % del total de los RAEE recibe el manejo que requiere. 
Por eso, quisimos acercarnos a las distintas instituciones que participan en este proceso para ver de cerca cuáles son los riesgos que implica un mal manejo de los residuos eléctricos y electrónicos, cómo funciona su recolección, qué dificultades y limitaciones tiene el país en esta materia, qué logros se han alcanzado y cuáles son los principales desafíos hoy y en el futuro.
Riesgos para la salud y el medio ambiente
“Un computador puede tener la mitad de los elementos de la tabla periódica química: metales, metales preciosos, metales pesados, plomo, cromo, mercurio y algunas tierras raras. Si estos residuos no se manejan de la forma adecuada, pueden generar enfermedades complejas, afectar la biodiversidad y emitir grandes cantidades de gases de efecto invernadero”, aseguró Édgar Fernando Erazo, director ejecutivo de la corporación Ecocómputo, entidad sin ánimo de lucro que desde 2012 se dedica a recoger tabletas, teclados, impresoras, memorias USB, escáneres, computadores de escritorio, portátiles y cualquier otra máquina similar que haya cumplido su ciclo de vida.
Algo parecido ocurre con los celulares o los bombillos. De acuerdo con un reciente estudio de la Universidad Central, en 2016 los celulares de los colombianos emitieron 843 toneladas de dióxido de carbono, 239 correspondientes al consumo de energía eléctrica y 603 a su inadecuada disposición final. “Podemos comparar estas emisiones con el uso de 95.739 galones de gasolina en vehículos automotores en casi cinco millones de kilómetros recorridos”, dijo en su momento Marcela Bautista, encargada de esta investigación.
El fenómeno de los celulares se hace más complejo si se tiene en cuenta que hoy en día no hay una ley que obligue a los usuarios a entregar estos dispositivos en los lugares autorizados y que, de los 20 millones de teléfonos móviles que se desecharon en el 2016, el 22 % de sus usuarios admitió botarlos a la basura y apenas un 4 % los entregó a los programas de posconsumo.
Programas de recolección
El principio universal de responsabilidad extendida del productor, que tuvo su primera reglamentación en 2013 y tiene como objetivo que los fabricantes de tecnología diseñen los mecanismos para darles un buen final a sus productos, es una alternativa real para mitigar los riesgos medioambientales y, de paso, aprovechar los recursos escondidos en estos desechos.
Red Verde, el sistema de recolección selectiva y gestión ambiental de neveras, lavadoras, aires acondicionados y microondas, es un ejemplo de ello. Andrés Santana Quintero, director ejecutivo de esta corporación, sostuvo que a pesar de que la ley aún no regula la recolección de estos electrodomésticos, las ocho empresas líderes en el mercado (LG, Panasonic, Whirlpool, Samsung, Mabe, Haceb, Challenger y Abba) se unieron para crear un mecanismo de posconsumo que ha evitado que los gases refrigerantes de más de 3.000 neveras lleguen a la capa de ozono y, al tiempo, ha ayudado a reutilizar componentes como plásticos y metales no pesados.
La corporación Lúmina, dedicada a garantizar el cumplimiento del compromiso ambiental de 60 grandes productores y comercializadores de bombillas fluorescentes en Colombia, nació en 2012 y hasta el momento ha recogido más de 2.600 toneladas de estos residuos. En 2016, por ejemplo, las jornadas de recolección, y los contenedores ubicados en distintas regiones del país, permitieron darle un tratamiento adecuado al mercurio líquido presente en las 733 toneladas de bombillos que se alcanzaron a recolectar en el año.
Por su parte, Marcelo Giraldo, director ejecutivo de la corporación Pilas con el Ambiente, que reúne a las 10 compañías productoras de baterías más grandes del país, asegura que los 5.700 puntos que tienen ubicados en 210 municipios han sido claves para recoger más de 1.200 toneladas de pilas domésticas entre 2011 y 2017.
De acuerdo con Édgar Erazo, la corporación Ecocómputo agrupa a 60 empresas que representan el 74 % del total del mercado de computadores y derivados en Colombia y ha recogido 9.500 toneladas de residuos, equivalentes más o menos a 2’750.000 máquinas, desde 2012. 
Proceso de reciclaje
Después de recoger los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, Lúmina, Red Verde, Ecocómputo y Pilas con el Ambiente llevan el material a varios gestores que se dedican a separarlo, darles un buen final a las sustancias peligrosas que contienen y a reutilizar las materias primas.
Esta es la labor de empresas como Gaia Vitare, una empresa de ingenieros ambientales, liderada por Iván Gómez, que desde 1999 está procesando la basura tecnológica del país. Su planta en Bogotá está ubicada en la localidad de Fontibón.
“Gaia Vitare, la empresa de reciclaje y aprovechamiento de residuos eléctricos y electrónicos más grande de Colombia, tiene forma de herradura”. Con estas palabras, Gómez inicia el recorrido por la planta y asegura que la primera estación es donde se reciben, se organizan y se clasifican los desechos. En esas bodegas están almacenadas cientos de cortezas de neveras y lavadoras, hay contenedores llenos de audífonos, cargadores, celulares y hasta un helicóptero de la Fuerza Aérea aguarda su destrucción.
En la segunda parte de la fábrica, equivalente a la curva de la herradura, se lleva a cabo el proceso de desensamblaje de los residuos. Ahí se obtienen polímeros, plásticos, metales ferrosos, vidrios y otros elementos que después se trituran y se compactan para darles valor agregado.
Al final están los puestos de trabajo de los obreros que se dedican a separar manualmente las partes más pequeñas y valiosas de los aparatos eléctricos y electrónicos. A la salida de la herradura están las tarjetas y los procesadores para exportar, el cobre con 99 % de pureza esperando convertirse en lingotes y el resto de materias primas limpias y listas para ser vendidas en la industria y así cerrar su ciclo de vida.
“Nos llegan más de 4.000 toneladas de RAEE al año. Tenemos 120 empleados en Bogotá y sedes en Cali y Medellín. Al principio teníamos una tasa de aprovechamiento del 70 % de los desechos que recibíamos, ahora reutilizamos casi el 100 %”, añade Gómez.
A pesar de que desde que empezó con este trabajo Gaia Vitare ha procesado más de 45.000 toneladas de residuos eléctricos y electrónicos, su gerente general asegura que todavía hace falta mucha más consciencia por parte de los ciudadanos para entregar los residuos en los lugares adecuados.
Los líderes de las corporaciones de posconsumo refuerzan la hipótesis de Gómez: “Ocho pilas de cada 10 siguen llegando a la basura ordinaria”, dicen representantes de Pilas con el Ambiente. “Cada año se generan 17.000 toneladas de bombillos fluorescentes, equivalentes a 531 tractomulas llenas o a una torre Colpatria, y sólo se procesan adecuadamente 733 toneladas”, aseguran los representantes de Lúmina.
A fin de cuentas, toda esta industria, que podría generar un enorme mercado para el reaprovechamiento de materias primas, no tiene sentido ni futuro si el usuario no hace lo básico: entregar su dispositivo viejo o dañado, bien sea un celular o una nevera. Todo cuenta. Y no es sólo un asunto económico: en buena parte, la ecuación ambiental del planeta depende de lo que se haga con estos residuos, uno de los tipos de basura que más crece en el mundo.
Escrito: Juan Miguel Hernández Bonilla /@Juanmiguel94
Fuente: El Espectador (Colombia) – 15 de Octubre de 2.017


martes, 17 de mayo de 2016

17 de Mayo Día Mundial del Reciclaje