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sábado, 30 de octubre de 2021

Cultura Aché Guayakí - Museo Anibal Cambas

"Cultura Aché Guayakí"
En el Museo Regional Aníbal Cambas
Posadas Misiones
Año 2021

Autor Geronimo Rodriguez


martes, 5 de diciembre de 2017

Media sanción en el Senado para que el Frontis 2 vuelva a Misiones


La placa faltante (de la izquierda) permanece en el Museo Nacional desde el año 1901. | Foto: Natalia Guerrero
El Senado de la Nación dio el jueves último media sanción al proyecto de ley de devolución de la reliquia de las Misiones Jesuíticas de San Ignacio Miní. Se trata del Frontis 2, una de las placas de piedra que debe estar situada en los portales de la reducción.
En el artículo 1 del documento se expresa que se “restituya a Misiones la reliquia de las Misiones Jesuíticas de San Ignacio Miní, reconocida con el nombre de Frontis 2 que se encuentra en el Museo Histórico Nacional desde el año 1901”. Y en el artículo 3 manifiesta que “los gastos que demande la restitución y traslado de las piezas que componen la reliquia al Museo Jesuítico de San Ignacio, estarán a cargo del Museo Histórico Nacional dependiente del Poder Ejecutivo Nacional”. En la actualidad, sólo permanece in situ la placa de la derecha, con el monograma AM. La insignia faltante llevaba grabado el monograma IHS.

El miembro de la Junta Histórica de Misiones e investigador Esteban Snihur comentó a El Territorio que “este es un acto de reparación histórica hacia la provincia y al sitio original en el que estuvo la placa”. Aunque destacó que no se debería agotar sólo en esta acción, sino que “esto se debería considerar como el inicio de un proceso donde la provincia entre en una etapa de reclamos a Nación de todos los bienes patrimoniales que en su momento formaron parte de la provincia y que fueron llevadas a Buenos Aires”.

Hoy por hoy, varias de las reliquias de Misiones descansan en el Museo Histórico Nacional, en el Museo de Luján, en el Museo de  Ciencias Naturales de la Plata. “Hay muchos que están guardados en los depósitos nomás”, dijo.

A la vez, recordó que los vestigios no se llevaron, sino que la provincia fue saqueada en la década de 1880, cuando el Museo de La Plata contrató a alguien para que lleve todo lo que se podía hacia Buenos Aires. “Antes no se valoraba los conjuntos jesuíticos, sino las piezas artísticas que habían en los conjuntos jesuíticos, esas piezas como objetos de valor tenían que ser expuestas o exhibidas en los grandes centros culturales de la época y en ese momento era Buenos Aires”, explicó.

En el caso de que el Frontis 2 sea restituido a Misiones, lo conveniente es que sea puesto en su lugar original. “Ahí está el hueco, se nota cómo fue arrancado de su lugar”, sostuvo. Remarcó que para que las piezas sean restituidas, la Provincia debe demostrar que cuenta con los lugares adecuados para mantenerlas, como así también con el equipo técnico necesario.

Hoy Misiones cuenta con un laboratorio donde hay dos profesionales que trabajan en la temática de conservación y preservación, por lo tanto está en condiciones de recepcionar las piezas y asegurar la conservación íntegra y genuina de los vestigios.

La senadora Sandra Giménez, quien es la creadora del proyecto, expuso en su cuenta de Twitter: “El Frontis 2 comienza el camino de regreso a Misiones. Ahora queda la responsabilidad en Diputados. Dios bendice”. Y el intendente de San Ignacio, Esteban Romero, manifestó en Facebook: “Desde el 2011 venimos solicitando el reintegro (...), hoy podemos reafirmar un compromiso cultural”.

Fuente
Diario El Territorio (Posadas) – 2 de Diciembre de 2.017

lunes, 4 de diciembre de 2017

El Estado Nacional y el saqueo del Patrimonio Guarani-Jesuitico de Misiones

El Portal de la Sacristía. Una obra de arte única tallada íntegramente en arenisca. A principios del siglo XX hubo un proyecto para "cortarla" en varias partes, con la finalidad de facilitar su traslado a Buenos Aires para ser exhibida en un espacio público. Afortunadamente el proyecto nunca se concretó.

Escrito por Esteban Snihur
Destruidos y arrasados los pueblos guaraní-misioneros por las guerras desatadas entre los emergentes estados nacionales en la primera mitad del siglo XIX, se generó un lento pero continuo proceso de mestizaje de la población remanente de las destruidas reducciones.
Los antiguos pueblos quedaron allí y junto a ellos una población que resguardó y preservó como objeto de veneración a la imaginería que persistía en los sitios. Entonces comenzó a surgir el fenómeno de la valoración de aquellos pueblos abandonados y de la experiencia que por más de un siglo se había desarrollado en ellos.
Durante el transcurso del tiempo se generaron diversas posturas de pensamiento, cambiantes según las épocas y corrientes políticas-ideológicas dominantes. Para los pobladores que habitaban la región de las misiones, las ruinas no eran tales, eran simplemente “pueblos viejos”, en donde aún se rezaba, se veneraban imágenes y se podía vivir. Para el Estado Nacional y su proyecto cultural, teñido del anticlericalismo decimonónico, aquellos pueblos abandonados y destruidos eran simplemente "ruinas", donde lo único rescatable eran los objetos de una posible valoración estética, como lo fue en el caso de la imaginería. Los primeros en emitir opinión y juicio sobre el tema fueron los exploradores que ingresaban al territorio misionero, enviados por el Gobierno Nacional. Muchos de ellos eran agrimensores, naturalistas o simplemente viajeros.
La creación del Territorio Nacional de Misiones en el año 1881 dio injerencia directa al Gobierno Nacional en materia de evaluación del patrimonio reduccional existente. La visión era siempre la misma, coincidente con el concepto sarmientino de "civilización y barbarie": un territorio salvaje y una población ignorante, de donde habían que rescatar obras de arte supuestamente abandonadas en la selva.
Lo cierto es que las estatuas, esculturas, tallas, etc., no estaban abandonadas; estaban resguardadas, preservadas y custodiadas en sus escenarios originales, por una población que las había convertido en objetos de veneración y rituales religiosos, plenamente consciente de su origen histórico.
Se generó de ese modo un discurso institucional respecto a los 11 conjuntos jesuítico-guaraní de Misiones. Un discurso gestado desde el Gobierno Nacional que se instituyó en oficial , desconociendo o no contemplando otros paradigmas, aquellos vigentes en la población misionera que convivía con los pueblos viejos, ahora catalogados como ruinas.
La clase dirigente e intelectual que diseñaba desde Buenos Aires al emergente Estado Nacional Argentino a finales del siglo XIX, caracterizada por un positivismo ideológico, no vio más que ruinas en aquel vasto territorio misionero que exhibía un escenario socio-cultural mucho más complejo y rico. No se percibió el fenómeno territorial y socio-cultural que evidenciaban los vestigios diseminados por doquier, ni el patrimonio intangible que subyacía. Se percibieron únicamente las ruinas de los pueblos, algunas de las cuales se consideró que merecían ser conservadas y otras no, porque simplemente ya no evidenciaban muros en elevación. En este marco de interpretación, las esculturas en piedra, las tallas en madera, las obras de arte en general, fueron considerados simplemente como objetos estéticos que había que rescatar de la barbarie de la selva para ser llevados y expuestos a la "civilización" en las grandes urbes del país. Esta concepción dio lugar a un sistematizado saqueo que vació al territorio misionero de su imaginería y demás piezas de valor artístico-cultural provenientes del período reduccional.
La expedición realizada por el naturalista Adolfo de Bourgoing, por encargo del Director del Museo de la Plata, Francisco P. Moreno, a mediados de 1887, fue emblemática en ese sentido: con una caravana de carretas y acompañado por una fuerza policial para imponerse a la población que se resistía a desprenderse de sus imágenes veneradas, Adolfo de Bourgoing recorrió todos los conjuntos jesuíticos del Territorio Nacional de Misiones, entre ellos San Ignacio Miní, cargando todo lo que lo que podía ser cargado y considerado como obra de arte. En el cargamento se destacaban 34 piezas escultóricas de un gran valor artístico, finalmente trasladadas a Buenos Aires. Fue una acción planificada, sistemática, con el expreso propósito de despojar a Misiones de su imaginería jesuítica, que no constituían objetos perdidos o abandonados, sino que, como ya se ha señalado, se hallaban resguardadas por la población del territorio misionero que habitaba el entorno de los antiguos pueblos.
Otro ejemplo ilustrativo de la expoliación del patrimonio jesuítico lo constituye el caso de la placa con el monograma J.H.S, que originalmente estuviera la fachada del templo de San Ignacio Miní. A fines de diciembre de 1901, fue quitada del frente de la iglesia la placa de piedra, por Ambrosetti, para ser enviada a Buenos Aires por barco, por orden de Carlos Pellegrini. El plan era más temerario, recomendaba también literalmente "cortar" en varias partes el portal de la sacristía para su posterior envío a Buenos Aires y exhibición en algún paseo público para el deleite del público de la ciudad.
Se sumaron luego las lamentables acciones de algunos gobernadores del Territorio Nacional de Misiones, delegados del Gobierno Nacional, entre ellos Rudecindo Roca, que no dudaban en congratularse con amigos, políticos o funcionarios del gobierno nacional, obsequiándoles obras de arte extraídas de los conjuntos jesuíticos.
La década de 1940 marcó un hito: La acción directa del Gobierno Nacional concretada en la obra de restauración del conjunto de San Ignacio Miní. Pudo haber sido una gran oportunidad para generar un cambio en los paradigmas, pero se mantuvo el criterio de valoración monumental-arquitectónico de los conjuntos, sin contemplar en lo más mínimo la posibilidad de restitución de los bienes patrimoniales guraní-jesuíticos extraídos sistemáticamente desde finales del siglo XIX del territorio misionero.
La media sanción lograda en el Senado de la Nación constituye hoy un acto de reparación histórica hacia Misiones, luego de transcurridos 116 años de aquella apropiación indebida que realizara el Gobierno Nacional de la placa tallada en arenisca con el emblemático JHS de la Compañía de Jesús.

Escrito por el historiador Esteban Snihur


Profesor y Licenciado en Historia, egresado de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones. Oriundo de la ciudad de Apostoles, es autor del libro De Ucrania a Misiones, una Experiencia de Transformacion y Crecimiento. Ex Docente de la Catedra Historia Regional I en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la UNaM. Es Miembro de la Junta de Estudios Historicos de la Provincia de Misiones. Investigador del pasado regional y docente en la Escuela Superior de Comercio Nro 3 y en el Instituto Cristo Rey de Apostoles

Fachada del templo de San Ignacio Miní. Se puede observar el "hueco" que quedó en el sitio del que fuera literalmente arrancada la placa con el monograma JHS en el año 1901 por Juan B. Ambrosetti para ser obsequiada a Carlos Pellegrini


sábado, 12 de noviembre de 2016

Felicitaciones de la Junta de Estudios Históricos de la Provincia de Misiones


jueves, 21 de enero de 2016

Hallaron una carta firmada por Andrés Guacurarí


“Estimamos que se trata del único original firmado por Andresito que existe en Misiones, puesto que Aníbal Cambas (su abuelo) fotografió en la década del 1930 gran parte del material documental que es utilizado como fuente hasta la actualidad”, explicó Silvia Gómez, responsable del Archivo Histórico Municipal de Posadas.
 
Por gentileza de las autoridades del Archivo Histórico Aníbal Cambas (el archivo histórico privado más grande de la región) y su responsable, Graciela Cambas (madre de Gervasio) la imagen digitalizada y la copia autenticada se encontrarán a partir del 25 de diciembre de 2015 (a disposición de investigadores y público interesado) en el Archivo Histórico Municipal, fecha en que este histórico hallazgo documental cumple 200 años.

Trascripción del texto 
Mi General: remito á V.S. (Vuestra Señoría) el parte que en copia me remite el Gov (gobierno) de Corr.(Corrientes), y también el que me dá el Cap. (Capitán) Miño; por los q.(que) se enterará V.S. de todo lo acaecido, y como son los partes falsos que dán; yo no creo q. (que) el enemigo me repase en los territorios de mi mando, y solo temo que lo haga rio abajo, donde no son hombres p (para) defenderse, ni tampoco para dár un parte cierto, por q (que) es tanto el descuide y timides de esos Comb. (combates) Fronterizos q. (que) apenas de un hombre á Cavallo quando ya tira á disparar y comenzar á dar partes falsos; yo hasta que me ordene V.S. no hago retirar al Cap. (Capitán) Miño, de donde está acampado.
Dios guie a V.S. (Vuestra Señoría)  ms.(muchos)  as. (años) Cuartel de Cand (Candelaria) 25 de Diciembre de 1815.                                                                               Andres Artigas

(Recibido) José Artigas

* Resp. Archivo Municipal de Posadas.


ANDRESITO DE PUÑO Y LETRA
Por Graciela Cambas*
La actuación de Artigas en el complejo contexto de las luchas por la independencia rioplatense, se extendió desde 1811 hasta 1820. La correspondencia que intercambió especialmente desde 1815 con Andresito constituye un invaluable testimonio documental, no sólo de la relación que los unía sino de los contenidos programáticos del proceso revolucionario que estaban gestando. Ese año había convocado a un encuentro general de los Pueblos Libres – el Congreso de Oriente (Concepción del Uruguay) – del que participaron diputados misioneros junto a los de la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Córdoba.

Por esa vía Artigas reconoció a la nación guarani  iguales derechos que  al resto de los pueblos de su Liga Federal y en ese contexto designó a Andresito Comandante General de la provincia quien volvió a Misiones a mediados de 1815, buscando el reconocimiento de los derechos indígenas.

Al efecto se dispuso a formar un ejército en los pueblos misioneros del Uruguay y a principios de septiembre instaló su cuartel general en San Carlos, desde donde intimó a la devolución del departamento de Candelaria cuya custodia había otorgado Buenos Aires al Paraguay en 1811. Sus tropas reconquistaron luego los demás pueblos del departamento situados sobre la banda oriental del Paraná.

La nota en cuestión que firmó en Candelaria el día de la navidad,  acompañó informes del Gbdor. de Corrientes, José de Silva y del lugarteniente de Andresito, Manuel Miño, que resultarían atendibles por su competencia ante Artigas.

No contamos con esos partes pero la nota revela que,  aunque Miño  junto a Fray José Acevedo recientemente habían recuperado además de Candelaria, los pueblos de Santa Ana, Loreto, San Ignacio y Corpus, todavía persistían las tensiones fronterizas. Andresito tenía establecido su cuartel general en la antigua capital y mantenía todavía a Miño en un campamento que no habría de levantar sin orden del Protector.

Estimamos que la nota fue recibida por Artigas como se puede apreciar en el margen inferior izquierdo.
* Historiadora, Filósofa y pensadora misionera (1946).

La firma, el papel y la tinta
Por Gervasio Malagrida*

Posiblemente la nota haya sido confeccionada a pluma y con tinta indiana (la negra  se elaboraba en la región con yborey, algarrobillas y caparrosa)

Respecto a la firma, Andresito utilizaba tres rúbricas, una con su apellido indígena, otra con éste y el de Artigas y como es el caso,  solamente Artigas.

En las misiones no había papel, tampoco en tiempos de revolución. El papel de la nota en cuestión sería el que Artigas proveía para gestar una comunicación fluida entre los defensores de la causa libertaria.

En cuanto a la marca del papel, una de las formas de aseverar la edad de un documento:
La marca de agua del papel utilizado en la nota revela que se trata de una hoja GIOR MAGNANI, una de las marcas europeas de papel más comercializadas en el periodo de 1810/1870, establecida por la Familia MAGNANI en 1760 sobre una antigua fábrica de la familia CHELLI del siglo XV (1).  Se fabricaba en la ciudad Toscana de Pescia, en la Italia pre-unificada todavía bajo la órbita del Imperio Austríaco de los Habsburgo, donde, para el censo de 1811, la familia MAGNANI poseía 7 de las 20 fábricas papeleras de la región (2).

El uso y comercialización del papel GIOR MAGNANI fue tan extendido que es común encontrarlo en archivos y museos alrededor del mundo.

De Napoleón para María Luisa de Austria, del Jerife de La Meca para la Sublime Puerta o como el documento que nos incumbe, de Andrés Guacurarí para José Artigas, mandatarios, estadistas y jefes militares de Europa, oriente medio y las Américas usaban este papel como soporte para sus comunicaciones oficiales y personales.

Tras las revoluciones americanas y el consiguiente colapso del monopolio del comercio español y británico en las Américas, el papel Magnani se convirtió en una de las principales marcas de la primera era industrial en comercializarse a escala global, llegando inclusive a utilizarse como papel moneda en bancos centrales de toda Europa y América (3)
* Artista e investigador misionero (1972)
Referencias
1. Teodoro De Colle – Historia de las famosas familias italianas – Ed. Tip. S. Belforte – Livorno – 1912 – Parte de la página familia Magnani Pescia-.
2. Expediente candidatura UNESCO – Primera parte: 2.2.4.Massimiliano Bini – fábricas de papel y arqueología industrial. Proyecto Terraviva. Asociación de beneficio.  77 a 81
3. Assindustria Lucca – Op. cit. P. 2
Archivos Adjuntos: De-Andres-Artigas-a-José Artigas-1815.jpg

El cantautor, Gervasio Malagrida indicó que “se trata de uno de los documentos más importante de la historia de Misiones por lo que fue catalogado como archivo 001. No se sabía que existía dentro del archivo”, dijo.
Indicó que lo encontramos en la casa que encontramos funciona la editorial de mi mamá, y el archivo histórico de Aníbal Cambas.
Explicó que “en ese momento Andrés Guacurari era el comandante general de las Misiones, y ese papel vendría ser un mensaje de texto, es una nota que antecede una seria de informes que Andrés Guacurari le envía a su jefe político a Gervasio Artigas”.
Además contó que “la carta tiene dos rubricas, una de Andres Guiacurari y está firmado recibido por José Artigas, es decir fue tocada por los dos héroes máximos de la movida federal y de los ideales misioneros”.
Asimismo explicó que “la carta no se puede ver personalmente, va estar conservados en el archivo en condiciones especiales, habrá copias autenticadas que van a estar a disposición del público y los investigadores en el archivo municipal de la ciudad de Posadas”.
Radio Libertad

Fuente: Misiones On Line – 22 de Diciembre de 2.015

miércoles, 13 de enero de 2016

Pueblo Jesuítico de Loreto: el de la Primera imprenta del Río de la Plata, Juan Yaparí y el Padre Antonio Ruíz de Montoya

Escribe: Julio Alejo Gómez (Periodista, profesor de Historia y miembro de la Junta de Estudios Históricos de Misiones).

Fundada por los jesuitas José Cataldino y Simón Masseta en 1610, luego de las transmigraciones impuestas por los ataques bandeirantes, la reducción de Loreto se asentó definitivamente en 1686.


Populosa para la época, alcanzó los seis mil habitantes y llegó a contar con barrios bien diferenciados, denominados Pirapó, Los Ángeles, Encarnación y San Javier.

Sus vecinos se disputaban cristianamente y a veces no tanto, la organización de las principales festividades religiosas, ocasiones en que junto a los curas se lucían caciques como Marcos Tacuarí, Bartolomé Pará, Nicolás Moroatá o José Ariapú.

Loreto, hoy
Como en cada una de las reducciones guaraníes, también en Loreto el edificio de la iglesia dominaba toda la misión. Levantada por el hermano arquitecto José Brasanelli, quien además dirigió la construcción de los templos de Santa Ana, San Ignacio y San Javier, la majestuosa catedral de Loreto de 75 varas de largo por 30 de ancho (vara =0, 84 metros) constaba de tres naves, paredes de piedra, techo de madera cubierto de tejas, un altar mayor adornado con diez hermosas estatuas y otros cuatro retablos laterales con imágenes. Sobre la puerta principal una estatua de Nuestra Señora.

Fue entre sus muros donde el padre Claudio Ruyer ofició la misa de acción de gracias y trazó la estrategia que derivó en la gran Victoria de Mbororé. Sus campanas doblaron a triunfo en aquellos heroicos días de la Semana Santa de 1641. Fue entonces, que los guaraníes tallaron en madera una imagen de la Virgen María, e iniciaron su adoración bajo la advocación de "Nuestra Señora de Mbororé". 


Pero Loreto encierra dos historias excepcionales. Allí se construyó y funcionó la primera imprenta del Río de la Plata, y además, bajo los bloques de asperón rojo derrumbados por el tiempo, descansan los restos de un insigne y devoto varón, el padre Antonio Ruiz de Montoya.

La imprenta
Con recortes de hierros viejos nuevamente trabajados, madera del monte misionero y gracias a una aleación de plomo y estaño, los jesuitas Juan Bautista Neumann y José Serrano diseñaron un prensa que permitió, en el año 1700, la edición del primer libro impreso en estas latitudes: "El Martirologio Romano".

La provincia de Misiones solicitó la devolución de la Primera Imprenta del Río de la Plata según se enmarca en la Ley Provincial VI - N° 145 en la cual se la declara Patrimonio Cultural Misionero
La imprenta histórica fue construida íntegramente en la Reducción Jesuítica de Loreto a fines del siglo XVII por los padres Juan Bautista Neumann y José Serrano. Ese equipo fue pionero en el territorio del Virreinato del Río de la Plata, ya que recién 65 años después comenzó a funcionar la imprenta de Córdoba, cuando ni en Buenos Aires, ni en Asunción, ni en Santiago de Chile existían aparatos de este tipo.
Las investigaciones indican que hacia 1784 el Virrey del Río de la Plata, Marques de Loreto mandó a buscar a la “Imprenta Guaranítica Misionera” para hacerla instalar en Buenos Aires, donde fue preservada hasta ahora (en el Cabildo).
Cinco años más tarde apareció una segunda obra. "De la diferencia entre lo temporal y lo eterno", del padre Juan Eusebio Nieremberg. Con ilustraciones realizadas por un artista aborigen, el maestro Juan Yaparí, sus 67 viñetas xilografiadas casi en su totalidad, y las 43 láminas, son demostrativas de una labor artesanal y hasta primorosa de jesuitas y guaraníes.

De la diferencia de lo temporal y lo eterno. Por Juan Yaparí
El padre Montoya
Nacido en la Lima de los incas y los virreyes en 1582, Antonio Ruiz de Montoya encauzó su vocación religiosa ingresando a la Orden de Jesús y brindándose de lleno a la evangelización. 

Ya como cura de la reducción de Loreto, en 1621 fue testigo de la crueldad de los bandeirantes paulistas, que en busca de mano de obra esclava, mataban y secuestraban a los aborígenes impunemente.

Devenido en una suerte de Moisés sudamericano, el padre Montoya condujo en 1631 el gran éxodo de más de 12 mil indígenas hacia las márgenes del arroyo Yabebirí para escapar de los mamelucos. Como superior general de las Reducciones del Paraná y Uruguay, su apostolado lo llevó ante el mismísimo rey de España, a quién relató las crueldades de los bandeirantes y de quien obtuvo la autorización para armar a las reducciones en su defensa. Escritor, a su "Conquista Espiritual", se suman varios "Memoriales" y el "Vocabulario de la lengua guaraní", éstos dos últimos impresos en la misión de Santa María la Mayor.

Según el historiador jesuita Guillermo Furlong, “en 1651 hallándose en Lima a su regreso de España, terminó Ruiz de Montoya se heroica vida, pero los indios que tanto lo apreciaban y admiraban, fueron hasta la capital peruana, exigieron la entrega de sus mortales despojos y los condujeron hasta Loreto, donde los sepultaron”.


Antonio Ruíz de Montoya
Sólo el silencio impera hoy en los solitarios rincones de piedra que otrora fueran templos, talleres, colegios y hogares llenos de murmullos nativos y cristianas letanías.


Pero, acaso ese sobrecogedor silencio sea, junto con las piedras, el mayor homenaje - en el arranque de un nuevo siglo- a ese devoto varón que, desde su eterno descanso, santifica la roja tierra misionera.

Fuente: Diario el Territorio (Posadas) – 18 de Noviembre de 2.010